sábado, 10 de septiembre de 2011

El retablo de Nuestra Señora del Rosario de la Iglesia San Pedro de Lambayeque.

 Retablo de Nuestra Señora del Rosario

Es a partir de las últimas tres décadas del siglo XVIII, en que se comienzan a operar al interior de la Iglesia San Pedro de la ciudad de Lambayeque, algunas notables y significativas mejoras; principalmente en lo que concierne a la construcción de flamantes retablos de madera tallada, policromada y en su gran mayoría cubiertos con finas hojas de pan de oro de 23.5 y 24 kilates; convirtiéndose hoy en valiosos ejemplares del Patrimonio Cultural mueble de esta ciudad y el Perú.

Estos magníficos retablos lambayecanos además de tener un fin religioso, reflejaban la importancia socioeconómica que había alcanzado esta población en el mencionado siglo; dándole al interior de la Iglesia ese aspecto de suntuosidad, muy venida a menos últimamente, por el lamentable proceso de deterioro en que se encuentran algunos de ellos, pese a los denodados esfuerzos que despliegan, por recuperar este irreversible legado de nuestros mayores, los religiosos a cargo de la parroquia lambayecana, concientes de que entre sus recargadas obligaciones se encuentra el cuidado y conservación del Templo.

Decimos esto porque somos testigos de las obras preventivas de conservación que se han venido realizando, desde el 2010, en algunos de estos irremplazables testimonios de nuestro esplendoroso pasado. Muestra de ello lo constituye la limpieza y fumigación del hermoso retablo rococó de la Virgen de las Mercedes, restaurado con apoyo del municipio Provincial de Lambayeque en el 2,002. La limpieza y consolidación del pan de oro del retablo barroco de la Virgen de los Dolores. Limpieza y consolidación del pan de oro del retablo rococó del Sagrado Corazón de Jesús. La limpieza, fumigación y retiro del repinte que cubría buena parte del pan de oro del magnifico retablo barroco de Jesús Nazareno. La limpieza y fumigación del retablo rococó de Nuestra Señora del Rosario, y el proceso de restauración del retablo neoclásico de Nuestra Señora del Carmen, a punto de culminarse.

Estas maquinas lignarías, vinieron a suplantar a los primitivos retablos fabricados con adobes, de nichos empotrados en los muros de las bóvedas, estucados y policromados, algunos de ellos con sus nichos dorados en pan de oro, con sus paredes y arcos decorados con pinturas murales al temple, vestigios de estos primitivos altares, se pueden observar, aún, detrás de algunos contados retablos en esta Iglesia.

Retablo de Nuestra Señora del Rosario

Dentro del conjunto de retablos que engalanan la Iglesia lambayecana, sobresale, sin lugar a dudas también, el retablo de Nuestra Señora del Rosario. Ensamblado en madera de fino cedro y dorado en pan de oro. Data de los tres últimos tercios del siglo XVIII, y su autor es desconocido. Se encuentra ubicado en la bóveda lateral derecha del crucero principal de la Iglesia, nave de la Epístola. Mide aproximadamente ocho metros de altura y cinco de ancho. Es de estilo rococó y esta compuesto de banco, dos cuerpos, tres calles verticales, con ejes o soportes de figuras antropomórficas (ocho cariátides policromadas), y con remate en un pequeño ático en su calle central que alberga una pintura al óleo sobre tabla representando al Dios Orbe.
    
Se dice fue ensamblado en 1777, para sustituir el antiguo retablo que se encontraba muy deteriorado, por expresa orden del licenciado Dr. Justo Modesto Rubiños y Andrade, a la sazón mayordomo de la cofradía del Rosario. A Rubiños y Andrade se le recuerda por ser el autor del interesante manuscrito, que lleva por titulo: “Sucesión cronológica: o serie historial de los Curas de Mórrope y Pacora en la Provincia de Lambayeque del Obispado de Truxillo del Perú”, aparecido en 1782,

Si observamos detenidamente el retablo y sus detalles nos daremos cuenta que existe una clara alteración en su estructura o diseño original. En la visita que, por la década del cuarenta del siglo pasado, realizara a esta iglesia, César Arrospide de la Flor, comparándolo con el retablo de Nuestra Señora de la Merced, ubicado en la nave del Evangelio, escribe: “De menores proporciones y muy menor suntuosidad, pero acaso el de más original inspiración y carácter, es el retablo de la Virgen del Rosario, estropeado hoy, desgraciadamente, por el tratamiento, a todas luces forzado, de una incongruente e inarmónica urna conteniendo la imagen actual de esta Virgen, que sustituyó a la primitiva, perdida en un incendio. Es de lamentar que para introducir tal aditamento no se consultara siquiera las proporciones del primer cuerpo del retablo, en el que iba a quedar emplazado, ni se respetara en algo siquiera el estilo del mismo”. ((La Iglesia de San Pedro de Lambayeque. Mercurio Peruano. Nº 214-219. Volumen 27. 1945). De lo anotado se desprende, como veremos más adelante, que Arrospide de la Flor tomó conocimiento de la tragedia que afecto al retablo 19 años antes de su visita. 
   
Antonio San Cristóbal Sebastián en su libro póstumo “Los Retablos Post-Barrocos de San Pedro de Lloc y Lambayeque”, publicado por la Universidad Santo Toribio de Mogrovejo (Chiclayo. 2008), nos dice: “Muestra una ejecución netamente imperita por la descomposición de la parte superior del diseño”. En otras palabras, el ejecutor de la obra carecía de pericia, no contaba con la habilidad, conocimiento y experiencia para esta clase de trabajos, ya que el segundo cuerpo y el remate no guardarían proporción con el resto del retablo. Sin embargo, San Cristóbal no considero, tal vez por desconocimiento, que este detalle tiene su antecedente en el hecho de haber sido posteriormente modificada y rediseñada la hornacina central de su primer cuerpo, perdiendo con esto parte de su unidad estilística primitiva.
   
El dato lo recogimos del comentario que sobre un fatal acontecimiento acaecido al interior de esta iglesia narra el fraile dominico Ángel Menéndez Rúa en su libro “Boceto Histórico de la Iglesia de Lambayeque”, aparecido en 1935. Ahora sabemos que debido a un voraz incendio, acaecido el 5 de octubre de 1926, producido por: “el cruce de cables eléctricos se carbonizó la imagen de la Santísima Virgen del Rosario”, esta efigie de madera policromada era de candelero de vestir y “sin valor artístico”. Como es de suponer en esa fatídica ocasión sufrieron también serios e irreparables daños la hornacina central del retablo, donde se encontraba dicha imagen, y el Sagrario, elementos que muestran, a todas luces, una factura posterior.
    
Ante este lamentable hecho el mayordomo de la cofradía del Rosario, el fraile dominico Celestino García de Amago, procedió a buscar propuestas para la confección de un “grupo artístico en clase extra” de las imágenes de la Virgen del Rosario y de Santo Domingo de Guzmán, todo esto, después de haber obtenido el respectivo permiso de los miembros de la junta directiva de la referida cofradía. Se revisaron las ofertas y la propuesta aceptada fue la de la Casa Gomara con sede en la ciudad de Barcelona, en España.
   
El grupo del Rosario, llegó a Lambayeque el 7 de septiembre de 1928 y fue bendecido el 30 del mismo mes. Por esa fecha y “aprovechando” que se encontraba de paso por esta ciudad el pintor italiano Víctor Manuel Terzolo, la cofradía le encomendó la “refacción” de las partes afectadas del retablo. Pues bien, para colocar o “dar cabida” al magnifico y logrado grupo escultórico importado de Barcelona, Terzolo no encontró otro remedio que el de ampliar o agrandar la hornacina principal, aquella dañada en el siniestro de 1926. Para esto secciono los brazos de las cariátides de ambos lados de la hornacina, retiró el copulin y reconstruyó el Tabernáculo o Sagrario, que luego se doro. En 1929, se colocó el fino cristal de una sola pieza, elaborado en la ciudad de Lima, que actualmente cubre la remodelada hornacina central.
   
De todo esto se deduce también el comentario que sobre este detalle, y desconociendo los pormenores antes mencionados, hace Antonio San Cristóbal, cuando en su citada obra manifiesta: “Las cariátides del primer cuerpo en los lados de la entrecalle central carecen del brazo correspondiente al lado interno, aunque es posible que hayan cortado verticalmente toda la altura de estas cariátides interiores”. Sobran explicaciones.
   
Veamos lo que respecto a los soportes antropomórficos (cariátides)  nos dice, en su articulo ya citado, Arrospide de la Flor: “En éste, como en casi todos los altares de la Iglesia el mayor interés radica en la forma como han sido concebidas las cariátides que dan su fisonomía peculiar a la composición. En este caso es de admirar un tipo de ellas representado en el primer cuerpo, por cuatro figuras masculinas, a cada una de las cuales les falta una de las piernas, que esta reemplazada por una gran hoja muy estilizada y cuyos brazos flotan, uno en alto sin rozar, siquiera por formula, el capitel que soporta la cabeza y el otro caído, en una “pose” que podría haber sido sorprendida en un “ballet de corte” de algún salón principesco. En el segundo cuerpo figuran otras cuatro cariátides, de formas y líneas cuya morbidez acusa ya el tipo femenino y en las que la mayor altura parece excusar la libertad del desnudo. Se encuentran descubiertas hasta la cintura, sin más defensa a su pudor que los objetos que sostienen sobre el busto – una custodia, una torrecilla, etc. – mientras el faldellín, que desciende desde la cintura, se levanta graciosamente para dejar ver una de las piernas hasta el muslo. La otra pierna, como en las figuras del primer cuerpo ha sido reemplazada, en cada una, por un motivo ornamental semejante”. Debemos agregar que las otras dos cariátides sostienen, sobre el busto, una Iglesia y un relicario.
   
En el inventario de los bienes de la cofradía del Rosario realizado en 1816, instrumento que se conserva en el Archivo Parroquial de Lambayeque, consta que el antiguo y desaparecido Sagrario estuvo guarnecido por treinta y dos lunas azogadas, ósea cubiertas con azogue para que sirvan de espejos.          
   
En fin, en esa lamentable intervención “restauradora” costeada, con la más sana intención, por los miembros de la cofradía del Rosario de aquella época, se pintaron de color “celeste cielo” los interiores de las hornacinas del retablo, incluyendo el de la nueva, cubriendo con esto el pan de oro con que estuvieron cubiertas en un principio.
   
Debemos agregar que el programa icnográfico representado en el retablo es de tema dominico, ya que todas las imágenes que se encuentran en sus hornacinas, pertenecen a dicha Orden de Predicadores, conocida también como Orden Dominica y sus miembros como Dominicos. Orden fundada por Domingo de Guzmán en Toulouse durante la Cruzada Albigense, y confirmada por el Papa Honorio III el 22 de diciembre de 1216. Su hábito es blanco y consiste en un alba o túnica, una capilla con capucha, un escapulario y un rosario sujeto al cinto y, para el invierno, capa de color negro. La Orden de Santo Domingo de Guzmán se instaló en Lambayeque en 1923 y hasta el 2000, estuvieron cumpliendo su misión en esta ciudad.
   
Repertorio iconográfico.     
   
En la hornacina principal de la calle central del primer cuerpo, se encuentra el grupo compuesto por las efigies de madera policromada de Nuestra Señora del Rosario y Santo Domingo de Guzmán. Tallas realizadas en madera policromada, y ejecutadas, en 1928, en el taller de Francisco de Paula Gomara, en Barcelona, España.

Menéndez Rúa, nos dice: “Es un precioso grupo, verdaderamente extraordinario, tallado en madera superior de Flandes, con tres ángeles que tienen en sus manos las alegorías de las tres clases de misterios. El Niño Jesús entregando a nuestro Padre Santo Domingo el Rosario es todo un poema que se desarrolla ante la doblemente Madre”. Festividad: 7 de octubre.   

En la hornacina de la calle lateral izquierda, de este primer cuerpo, la imagen de San Martín de Porres. Escultura en yeso policromado, sin valor artístico. Fue adquirida a finales del siglo pasado, su autor es desconocido.

Mulato nacido en Lima en 1579, de padre español y madre de color, oriunda de Panamá. Es conocido también como el “Santo de la escoba”. Desde muy joven aprendió el oficio de barbero y también algo de medicina tradicional. A los quince años pidió ser admitido como donado en el convento de los dominicos que había en Lima. Su vida es todo un ejemplo de humildad, penitencia y caridad. Se dedicó a cuidar y curar enfermos que a veces el mismo recogía de las calles. Fue tanta su amabilidad con los animales, a quienes consideraba también hijos del Señor, que cuenta la tradición dio de comer, de un mismo plato, a perro, ratón y gato. Se cuenta también que varias veces estuvo curando en distintos sitios y a diversos enfermos al mismo tiempo, con una bilocación sobrenatural. Hizo también curaciones milagrosas.

El santo mulato dejó de existir el 3 de noviembre de 1636, a la edad de 59 años, besando constantemente un Crucifijo que tenía entre las manos. Gregorio XVI lo declaro Beato el 1837, y fue  canonizado el 6 de mayo de 1962, por el Papa Juan XXIII. Sus restos descansan en la Capilla de Santa Rosa de Lima, en la Basílica de Nuestra Señora del Rosario de Lima.

Se le representa de pie y de frente. Viste el hábito dominico y se le representa con sus principales atributos: un Crucifijo, que sostiene con su mano derecha pegada al pecho, atributo de que paso horas en vela rezando delante de una imagen de Cristo en la Cruz.; con su mano derecha empuña una escoba que alude a su condición de “donado”, dentro del convento su trabajo era el de servir y ser criado; un rosario, atributo de que pasaba horas en oración, y también porque estuvo en el convento limeño de Nuestra Señora del Rosario; una aureola de metal dorado, símbolo de que la luz de Dios brilló sobre él. Su festividad: 3 de noviembre.
    
En la hornacina de la calle lateral derecha el bulto del fraile español San Juan Masías, realizado en yeso policromado. Data de mediados del siglo XX, y su autor es desconocido.

San Juan Masías nació el 2 de marzo de 1585 en Ribera del Fresno, villa de Extremadura (España). Después de larga travesía arriba al Perú en los primeros años del siglo XVII. Como hermano lego ingreso a la Orden de Predicadores en el convento de dominicos de Santa María Magdalena. En 1622, cuando frisaba los veinte y siete años, tomó los hábitos. Un año después hizo los votos definitivos, y se convirtió en el portero del convento por espacio de 25 años.

Era frecuente ver a los mendigos, los enfermos y los desamparados de toda Lima acudiendo a la puerta del convento en busca de comida y consuelo, es más, se dice también que muchos representantes de la alta aristocracia capitalina acudían a él en busca de consejo. Era común verlo transitando por las calles de la ciudad en busca de limosna para repartir a los pobres. Su vida se distingue por su austeridad, humildad y caridad para con los pobres, era una persona sencilla y siempre abierta al cambio de vida. Murió en Lima el 16 de septiembre de 1645. Su cuerpo se venera en la basílica del Rosario. Fue beatificado por Gregorio XVI en 1813 y canonizado por Pablo VI el 28 de septiembre de 1975.

A San Juan Masías se le representa de pie y de frente, viste el hábito dominico. Tiene la mano derecha extendida en acción mendicante y una canastilla en su mano izquierda. Conmemoración: 16 de septiembre.
  
En la hornacina central del segundo cuerpo se encuentra la efigie de Santa Catalina de Siena, realizada en madera y tela encolada, toda policromada, con ojos de vidrio. Data de los tres primeros tercios del siglo XX, y su autor es anónimo.

Catalina Benincasa, conocida como Santa Catalina de Siena, nació en Siena (Italia) el 25 de marzo de 1347. Por inspiración divina, a los siete años ofreció a Dios su virginidad y ya en 1363, superada la oposición de la familia, inicia la vida como laica dominica en la Fraternidad Seglar de Hermanas de la Penitencia de Santo Domingo, dedicadas con gran austeridad a la oración, penitencia y ayunos.
  
Vive en su propia casa una vida de sacrificio hasta el año 1370. A los veintitrés años, en una visión de su esposo celestial, recibe la misión de dedicarse a la vida de apostolado. Su misión fue eficacísima en la reforma de la Iglesia, dividida por el cisma, y en la reforma de la Orden de Predicadores, apoyando la obra del Beato Raimundo de Capua. La familia dominicana la considera como su madre.
   
Catalina muere en Roma el 29 de abril de 1380, a la edad de treinta y tres años. Pío II la canoniza en 1461, y el 4 de noviembre de 1970 es declarada Doctora de la Iglesia por Pablo VI.

Se le representa de pie y de encarnaciones claras. Como todos los de esta serie viste el hábito dominico y esta representada con sus principales atributos, un lirio en su mano derecha, hoy desaparecido, en su mano izquierda empuña un corazón inflamado que alude al trueque del suyo por el de Jesús. Conmemoración: 29 de abril.  
   
En la hornacina lateral izquierda la imagen del predicador dominico Santo Tomás de Aquino. Talla de madera y tela encolada, toda policromada, ojos de vidrio. Data de los tres primeros tercios del siglo XX, y su autor es desconocido.
   
Nació en 1225, en un castillo situado en la cumbre de una montaña (Roccaseca) cerca de Aquino, Italia, de la familia de los condes de Aquino. Estudió en el monasterio de Montecasino y después en la Universidad de Nápoles. En el año 1244 tomó el hábito de la Orden de Predicadores y bajo la guía del fraile Alberto Magno estudiaría en Colonia y París. Después de París, impartiría docencia en Roma y en Nápoles. Es admirado por su rigor intelectual, por su claridad y defensa de la doctrina de la Iglesia. En poco menos de treinta años escribió más de sesenta obras, algunas cortas, otras muy largas, destacando entre todas la Summa Theologica que le valió el título de Doctor angélicus. En su pensamiento predominan dos etapas, la primera de ellas influenciada por el platonismo y neoplatonismo, y la segunda de ellas por el aristotelismo. Su doctrina fue el pensamiento oficial de la Iglesia Católica durante muchos años. Esta considerado como padre de la escuela Tomista de filosofía.
   
Dejó de existir en la abadía de Fossanova el día siete de marzo de 1274, cuando iba de camino al concilio de Lyón. Fue canonizado el dieciocho de julio de 1323 por Juan XXII. El once de abril de 1567, San Pío V, lo declaró Doctor de la Iglesia. El cuatro de agosto de 1880, el Papa León XIII, lo proclamó patrón de todas las universidades y escuelas católicas.
   
Santo Tomás aparece en posición estante, de contención esbelta pese a su robustez, con la rodilla derecha ligeramente flexionada, tiene el rostro joven, sin barba y con la cabeza tonsurada, detrás de la misma un nimbo de metal plateado, el personal e inequívoco atributo de la doble cadena de oro sobre su pecho ha sido trocado por un collar dorado en pan de oro en su cuello. Viste el hábito blanco, con escapulario ribeteado con motivos vegetales dorados, y la capa negra con capilla, con su mano izquierda sostiene un libro cerrado con tapas marrones símbolo general de los escritores, mientras que su mano derecha, extendida hacia delante y a la altura de la cintura, sostenía un cáliz, atributo hoy desaparecido. Conmemoración: 28 de enero.

En la hornacina de la calle lateral derecha, el bulto de San Jacinto, realizada en yeso policromado. Data de mediados del siglo XX, y su autor es anónimo.
   
San Jacinto fue un misionero polaco, paradigma y propagador de la fe cristiana y defensor de la Eucaristía, al tiempo que devoto de la Virgen María. Era hijo de nobles, nació a finales del siglo XII, en Polonia y estudió en Praga, estudio derecho en Bolonia y cursó teología en París. Siendo canónigo en Cracovia viajó a Italia, tal vez por motivos de estudio.

En Roma conoció a Santo Domingo y en 1220 recibió de sus manos el hábito dominicano. Fue un apostol infatigable, la leyenda lo hace fundador de conventos en Noruega, Suecia, Finlandia, Escocia, Irlanda, Bulgaria, Hungría, Rusia, Prusia, y hasta el momento no se sabe cuantos conventos más. Murió en el convento de Cracovia el 15 de agosto de 1257, no sin antes  exhortar a los hermanos a vivir la pobreza evangélica, "porque ella es el documento y el sello que nos da derecho a la vida eterna". Fue beatificado por Clemente VII en 1527 y canonizado por Clemente VIII el 17 de abril de 1594.
    
Viste el hábito dominico y se orla con nimbo de metal plateado. Sabemos estuvo representado con dos de sus atributos más conocidos: el ostensorio y la imagen de María, estos elementos iconográficos lamentablemente han desaparecido conjuntamente con su mano derecha. Sus símbolos recuerdan el milagro de atravesar con unos compañeros el río Vístula, el más importante de Polonia, a pie sobre la capa extendida sobre las agitadas aguas llevando la Eucaristía y una imagen de la Virgen. Conmemoración: 17 de agosto.
    
A los pies del retablo, en una exenta y contemporánea urna rectangular de madera y vidrios trasparentes, que suplanto a la primitiva mesa de altar, se encuentra la imagen yacente de Santa Rosa de Lima, elaborada en yeso policromado. Data de la década del sesenta del siglo pasado y su autor es desconocido.
   
Santa Rosa viste el hábito dominico y cubre su testa una corona de rosas. Antiguamente, en 1816, adornaba esta parte del retablo un frontal con su marco de madera dorado, con dos caras, una con la insignia del Rosario, pintada de azul y la otra de color morado. Conmemoración: 30 de agosto.

Estado de conservación del retablo
    
Después de una prolija inspección realizada con motivo de la intervención preventiva a que ha sido sometido el retablo de Nuestra Señora del Rosario, se ha llegado a la conclusión de que su actual estado de conservación, pese a su desinfección total, al retiro del repinte de las columnas antropomórficas y a la limpieza del pan de oro, necesita de una pronta restauración.

Todo esto porque por la acción del tiempo y la ya nula función de la cola de origen orgánico que sirvió, en su momento, para su ensamblado, ha dado como resultado la separación de algunas de sus partes, con el consecuente desnivel y la pérdida de algunos de sus elementos compositivos, como molduras y cartelas; a lo que se suma también la pérdida del pie de una de las columnas antropomórficas del primer cuerpo. El ático al no contar con sostén en el muro de la bóveda, como sucede con el resto del retablo, ha perdido algo de estabilidad. Agreguémosle también a todo esto la presencia de sales (humedad) en su base.  En lo que respecta a la alteración o modificación de parte de su estructura primitiva, algunos especialistas fueron de la idea que debería restituirse, a su aspecto original, la hornacina principal; pero al no contar con registro fotográfico de aquella época, esto sería casi imposible. Al final, en lo que todos estuvieron de común acuerdo, como hemos mencionado al principio, es en el sentido de que debe ponerse en valor este magnifico retablo.




                           





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