viernes, 9 de septiembre de 2011

Clemente Anto: el Procurador rebelde de Lambayeque.

Sin duda Clemente Anto o Antoc, sigue siendo aún un personaje desconocido en nuestra historiografía regional. Sin embargo desde finales del siglo XVIII y principios de la siguiente centuria este personaje se convirtió en uno de los principales actores de la agitada vida cotidiana del laborioso pueblo de indios de San Pedro de Lambayeque.

Anto nació el 23 de noviembre de 1739, en la parcialidad o comunidad nativa tradicional de Yencala, conocida también como Llanchocoy Quillaque, tal y como se le denomina en un viejo manuscrito. Parcialidad situada al noroeste de la actual ciudad de Lambayeque y de la que eran sus pachacas principales los indios de apellido Azabache. Dichas tierras aún subsisten hasta nuestros días con su original toponímico en Lambayeque, pero divididas en dos comunidades con los nombres de Yencala León y Yencala Boggiano.

Clemente era hijo legítimo de Pedro Joaquín Antoc y María Bartola Ñantoc, originaria, esta última, de la misma parcialidad. Fue bautizado a los dos días de nacido por el presbítero licenciado don Joseph Pomares, teniente de cura de la capilla doctrinal o ramada de Santa Catalina, una de las cuatro doctrinas con que contó Lambayeque. Fue su madrina doña María Sabina Antoc, hermana de su padre.
    
En esta misma doctrina había sido bautizada su hermana mayor doña Juana Crispina, nacida en octubre de 1737, siendo sus padrinos don Manuel Supo y doña María Sabina Anto. Posteriormente fueron bautizados sus menores hermanos, María Josefa, nacida el 1 de junio de 1746, le siguió Josefa del Espíritu Santo, nacida el 30 de mayo de 1747; Francisco Vicente, bautizado a los cuatro días de nacido el 9 de abril de 1750, y por último María Anselma, bautizada el 24 de abril de 1752, también a los cuatro días de nacida. A todos apadrinó doña María Sabina Anto, a quien en cada uno de estos casos "se le advirtió su obligación y parentesco espiritual".
    
El historiador Jorge Zevallos Quiñones manifiesta: “Clemente Anto, no pertenecía a la elite cacical lambayecana por nacimiento, sino por matrimonio”. Si nos atenemos al exhaustivo registro de las partidas bautismales más antiguas, que datan de 1636, conservadas en el Archivo Parroquial de Lambayeque, no encontraremos el patronímico Anto o Antoc registrado en ellas sino a partir de 1737, año en que se le administró el sacramento del bautismo a doña Juana Crispina Anto. Esto nos hace suponer que su padre provenía de más al norte, en este caso de Sechura, Catacaos o Colán, en la vecina ciudad de Piura, de donde este apellido y el de Antón parecen ser originarios.

En lo que respecta a su legítima mujer doña Gregoria Guevara, esta sí pertenecía a esa minoría selecta de indios principales en Lambayeque, como que descendía de las poderosas familias de los Infuc Corñan, naturales y pachacas de la arcaica parcialidad de Corñan. Prueba irrefutable de lo anotado por Zevallos Quiñones.
    
Clemente Anto fue nombrado Procurador del cabildo de naturales de Lambayeque en 1784, a la edad de 45 años, convirtiéndose en una de las principales autoridades de su pueblo. El Procurador actuaba como un abogado sin titulo, un defensor de su república o común de indios. Estos eran elegidos anualmente y, en la mayoría de casos, provenían de  las clases indígenas con cierta solvencia económica, por los gastos que representaba el ejercicio de sus funciones. “En teoría  - anota la historiadora norteamericana Susan E. Ramírez – la labor del Procurador nativo era defender a su comunidad, en la practica, la gran mayoría de procuradores poco o nada hicieron por su común y se convirtieron en defensores de los intereses de la elite nativa vinculada a sus aliados españoles y criollos”.
    
Anto, en este caso, se convierte en una de esas raras excepciones. Los documentos  recientemente exhumados de los anaqueles del Archivo Regional de Lambayeque y del Archivo Regional de la Libertad, que de alguna manera tratan sobre su actuación en el desempeño de su cargo, ameritan sus desvelos en pro de su común. En varios casos sale al frente de este, sobre todo en defensa de sus intereses conculcados.
    
Entre otras cosas, Anto terminó con algunas de las extorsiones y gravámenes que afligían a los indios de Lambayeque, y todo esto decía: "por no haber habido un procurador hábil, capaz ni suficiente de desempeñar su cargo con la exactitud y esmero que es debido a su empleo, pues del procurador dependen los auxilios y buen tratamiento de la nación indica".
    
Reclamó constantemente por los derechos de sus hermanos: les repartió las tierras comunales a las que legítimamente tenían derecho. Se preocupo por la educación de sus congéneres. En la visita que en 1784, practicara a esta provincia el Obispo Baltasar Jaime Martínez de Compañón y teniéndose conocimiento de que entre las propuestas que traía este consigo era la de construir escuelas para indios, Anto organizó inmediatamente a su común con el propósito de brindar todo el apoyo posible a fin de que se llegara a concretizar esta obra. En consecuencia se proyectó construir un hospicio de Eclesiásticos Misioneros en Lambayeque, el común aplaudió esta iniciativa y su Procurador emocionado manifestó: "que serviría para que estos ministerios y dispensadores de los divinos misterios se encarguen de la enseñanza de los niños de mi Nación  por una parte, y de los auxilios espirituales por otra".
     
Aprovechando de la visita del Obispo en Lambayeque, Anto le hizo llegar su enérgica protesta contra los abusos y excesivos gastos, sobre todo en las festividades religiosas, que los curas doctrineros mandaban hacer a los miembros del común de indios del pueblo.
    
Pese a la velada oposición ejercida por miembros del cabildo de Lambayeque, de personajes de la elite española y de algunos españoles americanos (criollos) del pueblo, aliados del cacique gobernador don Eugenio Victorio Temoche, Clemente Anto fue designado Procurador para el siguiente año de 1785. En este periodo concentró nuevamente sus esfuerzos en el reparto de tierras, ganándose la confianza y el cariño de los suyos y la antipatía de los poderosos terratenientes que vivían de la extorsión de los mismos.
    
Defendió el medio ambiente, al oponerse tenazmente a la construcción en términos del pueblo, en los terrenos donde actualmente se ubica el Hospital Belén de esta ciudad, de la tina de elaborar jabón y curtiembre del coronel don Pedro de Estela, poderoso terrateniente de Lambayeque; entre otras cosas porque los terrenos en que se pensaba construir pertenecían a la comunidad nativa del pueblo y Estela los había adquirido valiéndose de sus oscuras relaciones, ósea ilegalmente. Que con el funcionamiento de la tina los malos olores emanados se extenderían sobre el poblado y por último que las lejías usadas y los residuos, procedentes de estas, causarían contaminación en el agua que discurría por la acequia regadera ubicada justamente a espaldas del terreno en cuestión.
    
Todo esto motivó una seria y exhaustiva investigación y pese a que los informes sobre el impacto ambiental que podría causar la construcción de la tina hablaban de los problemas que ocasionaría el drenaje y la contaminación por los gases tóxicos que se desprendían a raíz del proceso de curtir los cueros, ya que para esto se utilizaba una sustancia conocida como tanino extraída de la corteza y frutos del arbusto conocido como paypay, pese a todo esto Estela se salio con la suya y obtuvo la licencia, no sin antes prometer, irónicamente, corregir los daños en el camino.
    
En octubre de 1787, Anto otorgaba poder a don Toribio Ramos, vecino de la ciudad de Lima, para que en su representación y del común de indios de Lambayeque haga defensa de las tierras y los pastos de la hacienda Tumán que se encontraban en litigio con sus propietarios. Para el año de 1799, desempeñaba el cargo de alcalde de naturales de la doctrina o ramada de Santa Catalina; lo que demuestra el innegable liderazgo de que gozaba entre los suyos y de su activa y ferviente fe católica.
    
El 15 de enero de 1804, el quieto y monótono pueblo de San Pedro de Lambayeque, se vio perturbado por el motín que hicieran en su plaza principal centenares de indios, en clara oposición a la toma de mando del cacique Dámaso Temoche Farrochumbi, un cacique servil a los intereses de las autoridades coloniales y que precisamente ese día cumplía años. A los gritos “mueran los blancos y otras castas”, se apoderaron de los caudales custodiados en la Aduana, asaltaron el cabildo, en busca del subdelegado español, la cárcel, la casa de don Pedro Temoche, suegro del cacique, etc. El cierra puertas en Lambayeque fue general porque se decía que tres mil indios estaban prestos a tomar el pueblo a sangre y fuego. Clemente Anto, Melitón Coronado Infuc Corñan, Bruno Huerta, Marcelino Failoc, visibles cabecillas de la revuelta nativa se parapetaron en la Iglesia Matriz y capillas doctrinales o ramadas situadas aun costado de esta. Las milicias reales se reunieron de inmediato, la represión fue drástica y los líderes, vistiendo aún a la “usanza indica”, fueron tomados presos y depositados en los calabozos de la cárcel de Lambayeque. Poco después, ante el riesgo que corrían sus vidas, fueron enviados, vía Trujillo, a la Real Cárcel de Lima.

Quince días después de esta tumultuaria y violenta asonada nativa, se procedió, por expresa disposición del Gobernador Intendente del departamento Vicente Gil de Taboada, de visita en Lambayeque y presente en estos actos, al embargo de los bienes de cada uno de los supuestos implicados.
     
El 31 de enero de 1804, se procedió a la confiscación del patrimonio de Anto. Entre sus pertenencias se encontraban: un trapiche de elaborar azúcar o chancaca; una efigie del Señor Crucificado con sus marcos dorados: un bulto de la Purísima Concepción vestida; un retrato al óleo del Obispo Baltazar Jaime Martínez de Compañón y otro de San Pedro Nolasco; 11 esclavos en su mayoría mujeres y de estos siete niños y cuatro adultos; un retablo de madera perteneciente a la cofradía de Nuestra Señora de la Concepción; una casa situada en la calle principal de San Roque (hoy 2 de Mayo), construida de adobes puestos de canto asentados con yeso; una casa por acabar, situada el calle Real de Mercaderes (hoy 8 de Octubre), con sus dos tiendas habilitadas que se encontraban arrendadas. (Boletín Nº 19. Archivo Regional de Lambayeque).
    
En el testamento que un año después de estos acontecimientos, el 05 de marzo de 1805, dictara en el pueblo de Eten, el subdelegado del partido el español José Díaz del Campo, declaraba que el tercio de los tributos pertenecientes al trimestre de agosto estaba por entregarse ya que a cuenta de su importe solo se habían entregado 4,200 pesos. Todo esto porque se le había mandado abonar 3,000 pesos por el robo, manifestaba el subdelegado, que se perpetro en su domicilio "el día de la sublevación que hicieron los indios de aquel pueblo el quince de enero del año pasado", y los 1,200 pesos restantes que por orden superior "había suplido a la tropa veterana que vino de auxilio a Lambayeque". Este cuerpo realista estaba constituido por la “Tropa Veterana de Artillería y Granaderos del Real de Lima”, al mando de su comandante José Darcout.
    
Esta declaración pone de manifiesto la real dimensión que alcanzó este motín o sublevación nativa en Lambayeque. Al extremo de llegarse a pedir urgentemente tropa experimentada al mando de oficiales españoles a la capital del virreinato.

Clemente Anto, padeció serios aprietos en la cárcel Real de Lima. Al encontrarse sin dinero para sus necesidades más apremiantes, recurrió a su amigo, compadre y padrino en la prisión don José Curioso, vecino de Lima, para que este le proporcionara cierta cantidad de dinero. Estos emolumentos sumaron, al final de su encarcelamiento, la cantidad de ochocientos treinta y cuatro pesos, cinco y medio reales. Por esta, para aquella época, elevada suma, Anto le hipotecó su casa en Lambayeque, aquella situada en la calle principal de “San Roque”, hoy 2 de Mayo, "de pared de adobes con sus altos por concluirse".
    
Es interesante la lectura de una inédita nota enviada por Anto el 25 de mayo de 1,808, ya en libertad y en Lambayeque, a su compadre don José Curioso. En ella le suplica, entre otras cosas, le conceda un poco más de tiempo para poder honrar la deuda que le tenía, ya que por esos momentos se encontraba al borde de la ruina. Al extremo, decía en la misiva: "de haber vendido la pobre de mi mujer la última cuentesita de oro para mis curaciones de enfermedad de que me hallo ya repuesto".
    
Por todas las actividades que en provecho de su común desarrollara Clemente Anto en Lambayeque, por su terca y tenaz actuación cuando desempeñaba el cargo de procurador de indios, por todo esto y más, fue odiado, repudiado y calumniado por las autoridades coloniales y algunos personajes de la elite nativa local. Cuando fue sindicado como cabecilla principal de la sublevación de enero de 1804, esta misma gavilla de despreciables no satisfechos con mandarlo preso a Lima y confiscarle sus vienes, que a las finales en buena parte perdió, una vez puesto en libertad lo hostilizó constantemente.
    
Clemente Anto dejó de existir, pobre y abandonado, el 10 de junio de 1810, en su domicilio y trapiche situado a legua y media al noroeste de Lambayeque, en las tierras de la otrora parcialidad de Yencala. “Lamentablemente Anto –anota el estudioso Guillermo Figueroa Luna- fue perseguido más allá de la muerte, cuando un sacerdote le falsificó el testamento. El mismo religioso vendió después un esclavo del fallecido”.
    
    
     




     

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