sábado, 28 de mayo de 2022

Bicentenario de la Batalla de Pichincha. 24 de mayo de 1822 – 24 de mayo de 2022

 

La batalla de Pichincha

El 24 de mayo pasado, se conmemoró el Bicentenario de la gloriosa Batalla de Pichincha. Histórica jornada que le diera perpetua libertad a la hermana republica del Ecuador.

En esta acción de armas, desarrollada en las abruptas breñas del emblemático volcán Pichincha, a más de tres mil metros sobre el nivel del mar, los habitantes que poblaban, por aquella época, la ciudad de Quito, ubicada justamente a sus pies, fueron testigos de este histórico hecho de hondo significado para la vida del Ecuador y la América toda.

En esta oportunidad, los valerosos soldados patriotas, pertenecientes a los pueblos unidos que se extendían por todo un continente (desde el rio Orinoco (Venezuela) hasta el Plata (Buenos Aires, Argentina), fusionados en un convergente y noble anhelo, y comandados por el general Antonio José de Sucre, sellaron, con su denodado esfuerzo y su bendita sangre, el triunfo definitivo ante las tropas del Rey, dirigidas por el mariscal Melchor de Aymerich y Villajuana.

En su obra “Historia General de la República”, el sacerdote jesuita e historiador peruano Rubén Vargas Ugarte, nos dice que fue tan destacada y decisiva esta acción: “que mediante ésta todo el Ecuador quedó libre de la dominación española”. 

Nada más cierto. La derrota de las tropas realistas en el Pichincha, consolidó la independencia de las regiones que integraron la Real Audiencia de Quito durante los siglos coloniales y abrió el camino para formar primero parte del Distrito del Sur de la Gran Colombia y, ocho años después, separarse y constituir la República del Ecuador.

Allí, en las escabrosas faldas y laderas del Pichincha, estuvieron presentes: los bravos de Venezuela, los de Nueva Granada, los del Ecuador, los del Perú, los de la futura Bolivia, los de Chile y los de la Argentina, y con ellos los foráneos soldados del batallón “Albión”, creado por el libertador Simón Bolívar, y compuesto en su mayoría por militares británicos e irlandeses, amén, de franceses y españoles disidentes. Cabe destacar también la valerosa acción del coronel Cayetano Cestari Barbieri, de nacionalidad italiana. En fin, una verdadera legión internacional; mancomunada, como un puño, en un solo objetivo, la ansiada Libertad.

Debemos tener siempre presente, que a esta histórica jornada asistieron, integrando los batallones peruanos y teniendo como comandante en jefe de la División del Perú al general boliviano Andrés de Santa Cruz, hijos de Piura, Trujillo, Lambayeque, Chiclayo, Ferreñafe y San Pedro de Lloc, este último, perteneciente, por aquel entonces, al partido de Lambayeque.

La correspondencia fue siempre fluida, y a la vez, soterrada, entre los patriotas lambayecanos, piuranos, tumbesinos y guayaquileños, desde mucho antes que la Expedición Libertadora del Sur, al mando del general José de San Martín, desembarcara en la bahía de Paracas el 8 de septiembre de 1820. El tráfico comercial marítimo, entre estos pueblos hermanos, facilitaba, qué duda cabe, la tarea.

El Diario de Operaciones del Ejército Libertador, del entonces coronel argentino Juan Gualberto Gregorio de Las Heras de la Gacha, conocido simplemente como Gregorio de las Heras, nos da pie para sostener lo que hemos expresado anteriormente. Pero lo que también es cierto, lo que está fuera de dudas, es que el carteo entre los patriotas del norte del Perú y el general San Martín, se intensifico, significativamente, a raíz de su arribo al Perú.

A casi tres meses del desembarco de la Expedición Libertadora, esto es, el 2 de diciembre de 1820, el coronel Gregorio de las Heras, anotaba en su Diario:

    “Esta mañana se han recibido pliegos de Huacho, en que avisan la llegada de una goleta inglesa cargada de víveres. Su procedencia: de Pacasmayo hasta el bloqueo del Callao y de allí a Huacho. Su capitán avisa que trae comunicados muy interesantes de los patriotas de Lambayeque para el General, como asimismo de nuestra Escuadra bloqueadora, y pide permiso para presentarse en este Cuartel General” (Ob. cit., 1972: 518).

Al día siguiente, 3 de diciembre, el citado coronel, daba cuenta: que la anteriormente citada goleta traía también la noticia:

    […] de que en Guayaquil quisieron los europeos hacer una contra revolución, pero que no pudieron lograrlo, habiendo muerto algunos de ellos, y que los restantes habían llegado en huida hasta Lambayeque, como unos 12, desde donde los había obligado a salir el vecindario.”

Y terminaba manifestando: que los patriotas de Lambayeque “pedían, instrucciones al General San Martín. (Ibid., 519, 520).

Desde siempre se ha dicho que la efervescencia revolucionaria había calado hondo en la mente de buena parte de los habitantes del pueblo de San Pedro de Lambayeque, este solo hecho lo demuestra. Ya que informados de que, días antes, en el mes de noviembre, el general Carlos Tolrá había realizado una expedición contra la plaza de Guayaquil, que fue rotundamente rechazada, optaron, al tener rápido aviso de la presencia, en Lambayeque, de estos contrarrevolucionarios, por desterrarlos inmediatamente.                              

Interesantísimo dato, que no hace más que avalar los trabajos que en aras de su independencia política del anacrónico y opresor régimen español, venían realizado, clandestinamente y desde tiempo atrás, los jóvenes separatistas lambayecanos, afiliados o no a la Sociedad secreta o “Logia”, con sede en este pueblo.

El informe remitido, el 6 de mayo de 1851, por el prócer de la independencia de Lambayeque Juan Manuel Iturregui Aguilarte, sobre los servicios prestados por el prócer de la independencia de Lambayeque coronel Pascual Saco Oliveros, constituye, también, otro claro ejemplo de que el pueblo de Lambayeque, mejor, el partido del mismo nombre, estaba dispuesto a enarbolar las banderas de la libertad apenas la ocasión se lo permitiese. Y ésta se presentó, cuando el general San Martín puso pie en nuestras playas.

En el citado informe se puede leer lo siguiente: […] los individuos del club (se refiere a la Sociedad secreta que el mismo Iturregui fundó en Lambayeque), cuyo número a este tiempo se había aumentado notablemente, resolvimos que el 12 de diciembre de 1820 se procediese al pronunciamiento…”, ósea a la jura de la independencia. (Miranda Romero, 1927: 42). (El subrayado es nuestro).

Como es bien sabido, el pueblo de Lambayeque, proclamó su independencia, exitosa, del poder peninsular, la memorable noche del 27 de diciembre de 1820, quince días después de la fecha fijada de antemano. La causa principal: evitar un inútil derramamiento de sangre. Tal y como aconteció en el incruento pronunciamiento por la libertad efectuado en Guayaquil o Santiago de Guayaquil, el 9 de octubre de 1820.

Ahora bien, de los atropellos cometidas en Cuenca (Ecuador), por las huestes realistas del coronel González, estaban bien informados los patriotas de Lambayeque. Todo esto, repetimos, debido a la nutrida correspondencia epistolar que mantenían, algunos de los miembros de la Sociedad secreta, con sus amigos residentes en la ciudad de Piura.

Una palpable muestra de ello, lo constituye la carta dirigida por el lambayecano Miguel Blanco y Vélez, a don Gerónimo Seminario y Jaime, prócer de la independencia de Piura, fechada el 18 de enero de 1821, en la que, entre otras cosas, le manifestaba que el contenido de la misiva enviada por él, Seminario y Jaime, el 7 de enero del mismo año, había sido comunicada, por Blanco y Vélez, a sus compatriotas en Lambayeque […] quienes de común acuerdo conmigo sentimos en el alma la opresión en que se halla la infeliz Cuenca dominada por el tirano Gonzáles…”. Más adelante, Blanco y Vélez, premonitoriamente, agregaba:

    “Por un sujeto procedente de Guayaquil, que llegó a éste, sabemos y esperamos que, dentro de poco, tanto Quito, como Cuenca sacudirán el yugo del Gobierno Español…”. (Castillo Muro Sime, s/f: 20, 23).

Creemos, que las estrechas relaciones entre los jóvenes revolucionarios de la costa norte del Perú y los patriotas del golfo de Guayaquil, están debidamente comprobadas. Más claro ni el agua.

Guayaquil había proclamado su independencia el 9 de octubre de 1820, sin embargo, se veía constantemente amenazada por los rumores del arribo de refuerzos de tropas realistas a la zona de Pasto, adepta a los estandartes del Rey, en apoyo a las fuerzas que comandaba el general español Melchor de Aymerich, en la ciudad de Quito. “Pese a que su situación aún no se había decidido – en el sentido de lograr su plena independencia, anexarse al Perú o a Colombia – Guayaquil quería acabar con la presencia de los realistas en su territorio”. (Tarazona E., 1972: 22).

De ahí la reiterada petición de auxilios hecha al Perú por la Junta Gubernativa de Guayaquil, presidida por el poeta José Joaquín Olmedo, como la de agosto de 1821, en que la citada Junta fijó, inclusive, en 500 el número de efectivos; y la del mes de setiembre del mismo año en que volvió a reiterar su demanda, pero, esta vez, aumentado el número de hombres en 1,000; de los cuales 200 deberían ser de caballería, amén, de 1,500 fusiles y 50 quintales de pólvora.

Agreguémosle a estas, la solicitud hecha por el general Antonio José de Sucre, en octubre de 1821, al general San Martín, pidiéndole refuerzos, especialmente él envió del batallón Numancia, conformado en su mayoría por soldados colombianos, que después de servir bajo las banderas del Rey, habían desertado en masa, el 3 de diciembre de 1820, y pasado a las filas del ejército patriota. Pedido, que se sabe, el ilustre argentino no aceptó.

Sin embargo, desde el 5 de octubre de 1821, había comenzado a circular las órdenes correspondientes a los partidos del departamento de Trujillo, en cuanto al número de reclutas que se debían “recolectar” en esa jurisdicción. Esto, con el fin de engrosar las filas del ejército patriota, diezmadas a causa de una fatal epidemia.

El presidente de aquel departamento, ámbito al que pertenecía el partido de Lambayeque, general argentino, de origen español, Juan Antonio Álvarez de Arenales, le enviaba un oficio, fechado el 10 de octubre del mencionado año, al brigadier Juan del Carmen Casós Barrionuevo, gobernador político y militar del partido de Lambayeque, en el que le hacía saber: que el “cupo” asignado a ese partido era el de 300 hombres útiles para el servicio de las armas. 

Le advertía, además, como lo había hecho con los demás partidos que componían el territorio del extenso departamento, que una vez verificada “su recoleccion sean remitidos con la posible seguridad, y prontitud á esta Ciudad de Truxillo” (sic).


                                                                 Juan Antonio Álvarez de Arenales                

Lo interesante de este inédito documento, que hemos tenido la oportunidad de revisar, radica en la manera como el general Álvarez de Arenales se había propuesto organizar este contingente con miras a su mejor desenvolvimiento. Veamos lo que el mencionado general le expresa al brigadier Casós Barrionuevo, en su citado oficio:

    Despues hé dispuesto que del expresado numero de hombres se separen 80. de buena estatura, y demás circunstancias, y se remitan con igual brevedad á Piura á disposición de aquel nuevo gobernador Coronel D. Andres Santa Cruz, para que ellos formen una Compañía de los del Batallon que se va á levantar allí como para una guarnición permanente que sirva de defensa por los confines de aquella parte y en este concepto será obligado siempre ese Partido de Lambayeque á mantener dicha Compañía, y llenar las bocas que en lo sucesivo tengan; lo que prevengo a Vd. Para su debido cumplimiento, debiendo entenderse que los 220 hombres restantes de los 300 vengan aquí como se previno” (sic) (Archivo Regional de Lambayeque (ARL). Comandancia Militar (C.M) 1821).

No cabe duda, que el documento es claro en lo que concierne a los imprescindibles aportes de sangre joven que el partido de Lambayeque, apenas consumada su independencia del opresor régimen peninsular la memorable noche del 27 de diciembre de 1820, envió a las filas del emergente ejército patriota. En este particular caso, a la ciudad de Piura, a escasos meses de la batalla de Pichincha

Contingente de lambayecanos que mientras estuvieron acantonados en esa cálida ciudad norteña, fueron pagados y alimentados con recursos de su propio partido, Lambayeque. La antigua Llampallec o Ñampagic que fundara, en épocas que se pierden en la pátina del tiempo, el mítico y legendario Naylamp. 

Jóvenes lambayecanos que jamás habían experimentado un combate. Cuerpo de reclutas que, unidos a los efectivos de Piura y Trujillo, integraron los batallones peruanos que asistieron a la histórica jornada de Pichincha, en la que tuvieron una valiente y decisiva actuación.

El general Sucre, antes del reinicio de la campaña libertadora en tierras ecuatorianas, decidió enviar a Piura al coronel venezolano Tomás de Heres, con el objetivo de coordinar las acciones a tomar con el coronel Andrés de Santa Cruz, respecto a la marcha e incorporación de la División peruana, a su mando, al ejército libertador. 

Andrés de Santa Cruz y Calahumana​

Consideró también, Sucre, a la ciudad de Cuenca, como lugar para desarrollar su concepción estratégica. Ya que esta comarca estaba dotada de los recursos necesarios para la manutención de las tropas, y por encontrarse en una posición defendible y fácil de tomar sin comprometer seriamente a su división. En todo caso, si las cosas no marchaban de acuerdo a los planes concebidos, en Cuenca, contaría con la inmediata colaboración de las fuerzas acantonadas en Piura, comandadas por el coronel Santa Cruz, por renuncia que a este cargo hizo el general Juan Antonio Álvarez de Arenales, que se negó, tajantemente, a estar subordinado al general Antonio José de Sucre.

En Cuenca, Sucre, con el grueso de sus tropas estuvieron más de un mes, desde el 27 de febrero hasta el 28 de marzo de 1822.

El 9 de febrero, Sucre, llegaba al pueblo de Saraguro, en la provincia de Loja (Ecuador) lugar en donde se detuvo en espera del arribo de la División que comandaba Andrés de Santa Cruz, además de otros refuerzos. A mediados del mismo mes hacía su ingreso, a Saraguro, la División al mando de Santa Cruz. Debemos anotar, que el 21 de febrero, poco antes de la llegada de Santa Cruz, Cuenca se había adherido oficialmente a la causa patriota.

El general de brigada E.P. Carlos Dellepiane, escribe:

    “La división peruana se formó en Piura y se dirigió al norte, por Macara, Cariamanga y Loja, para concentrarse con las tropas colombianas y guayaquileñas en el pueblo de Saraguro, el 9 de febrero de 1822, pues Sucre había determinado ese día y lugar para la concentración. El recorrido total era de 515 kilómetros, que la división cubrió por etapas regulares desde el 18 de enero en que partió de Piura, hasta la fecha fijada para la reunión en que, efectivamente, alcanzó Saraguro”. (Ob. cit., 1965: 128).

Veamos continuación, lo que expresaron los estudiosos y militares de la época, con respecto a la composición de las tropas libertadoras de Santa Cruz.

El abogado, magistrado, historiador, político y periodista trujillano Nicolás Rebaza Cueto, en su obra Anales del Departamento de La Libertad en la Guerra de la Independencia, anota:

    “Los cuerpos peruanos hijos del antiguo Departamento de la Libertad, fueron: El Batallón “Trujillo”, organizado y disciplinado en esta plaza, en la época del Presidente Marqués de Torre – Tagle; y el Batallón “Piura” formado en la ciudad de su nombre […] el Batallón Trujillo, de 700 plazas, no tuvo ninguna baja por deserción hasta llegar a Quito, sino por enfermos en la camino, y los que perdió en la batalla, que fueron en número considerable” (sic) (Ob. cit., 1971: 104).

    “Respecto a la estructuración y profesionalismo de la División peruana, Sucre informaba al general colombiano Francisco de Paula Santander, vicepresidente de Colombia, lo siguiente: “El Batallón “Trujillo” de 600 plazas tiene solamente 125 veteranos; el “Piura” de 400, apenas 40 o 50; los Escuadrones de “Cazadores”, eran todos reclutas y solo el Escuadrón de “Granaderos” era veterano y a la verdad un brillante cuerpo”. (H.G.E.E. Macías Núñez, t. II: 26, 27).

    “Respecto, a las fortalezas y limitaciones de las unidades del ejército libertador, el coronel Antonio Morales mediante informe escrito hacía conocer al Estado Mayor General: Los “Dragones” y los “Granaderos” son cuerpos de la mayor confianza. Los batallones “Albión”, “Paya” y “Trujillo” está en un pie de buena disciplina; el batallón “Piura”, es en su mayor parte de reclutas y lo mismo el escuadrón “Cazadores a Caballo”; el batallón “Yaguachi” está medianamente disciplinado, ha sido fogueado, pero aún no ha combatido. La Caballería casi todo está desmontada, porque la aspereza del tránsito, desde Guayaquil a Cuenca y desde Piura hasta aquí, ha destruido los pocos y malos caballos que, a fuerza de innumerables fatigas se consiguieron para ponerla en movimiento. Tiene la División 4 piezas de campaña de dos y de a cuatro, escasamente dotadas y medianamente servidas. Toda ella desea vivamente combatir; tiene entusiasmo por la libertad; está en un pie brillante de subordinación y existe entre los cuerpos una noble emulación”. (sic) (Ibid.: 27).

Prosigamos. El 12 de abril, las tropas unidas del norte y del sur, bajo el comando del general Sucre, enfilaron rumbo al norte, mientras los realistas retrocedían, hasta que el 21 de ese mismo mes, en Tapi se dio la batalla que posibilitó la libertad de Riobamba.

En esta acción de armas el 1er Escuadrón del Regimiento de Granaderos a caballo, creado por José de San Martín, unidad conformada por argentinos y chilenos (cuyo número ascendía a 96 hombres), al mando del comandante argentino Juan Galo Lavalle, derrotaron a un escuadrón realista (compuesto por 400 jinetes) liderados por el coronel español Carlos Tolrá Marcella y el coronel Nicolás López.

En esta batalla, y en desigual combate, los Granaderos de Lavalle “en alarde de fuerza y destreza desbarataron a los realistas y los hicieron huir” (Tarazona E. 1972: 21).

A raíz de este histórico triunfo el Libertador Bolívar distinguió a Lavalle y sus hombres con el título de “Granaderos de Riobamba”.

Poco después, Juan Galo Lavalle sería conocido como el "León de Riobamba”.

                                                          Juan Galo Lavalle, el “León de Riobamba”

Después de la victoria en Riobamba, el ejército patriota se tomó un breve descanso. Recuperadas las energías, continuó su viaje ocupando las ciudades de Ambato y Latacunga, cercana, esta última, al volcán Cotopaxi. En el trayecto habían recibido el desinteresado y franco apoyo de los pueblos del ande, sobre todo de voluntarios que fueron a engrosar sus filas y toda clase de indispensables recursos. Ante la firmeza y resolución de las tropas independentistas, que, como hemos visto, en todo el trayecto habían sido acogidos de manera singular, las fuerzas adeptas al Rey se fortificaron en Quito.

En Latacunga se incrementaron significativamente las tropas patriotas con la llegada del batallón “Alto Magdalena” bajo las órdenes del coronel colombiano José María Córdoba, amén, de que se sumaron, al grueso, voluntarios de esta ciudad y pueblos aledaños. 

                                                                                 José  María Córdova

El 13 de mayo, Sucre, levantó el campamento y emprendió la partida hacia Quito. Al reiniciar su marcha, los patriotas recién se llegaron a enterar que el enemigo había ocupado los pasos Jalupana y La Vindita, que, a las finales, se tornaron infranqueables. Con guías, oriundos de Latacunga, que conocían a la perfección los terrenos del volcán Cotopaxi, bordeó sus heladas faldas por el lado oriental y evitó enfrentarse a los cañones que estaban empotrados en los pasos mencionados, y, de paso, al resto de tropas realistas que se habían ubicado en Machachi, para detenerlos.

El ejército libertador, contando siempre con el apoyo de experimentados guías indígenas y después de sortear, como hemos visto, el Cotopaxi y la defensa realista incrementada en las alturas de Tambillo, descendió al Valle de los Chillos, el 16 de mayo, y se tomó un descanso, de muy breves días, en terrenos de una hacienda, propiedad de un amigo de la noble causa.

El 20, siempre burlando al enemigo pasó Puengasí y al siguiente día descendió a Turubamba, al sur de Quito y a una altura de 2974 metros sobre el nivel del mar, donde los destacamentos españoles no aceptaron combatir.

El 22 de mayo pernoctó en la fría hondonada de Chillogallo en Quito, y en esta localidad, Sucre, planificó, conjuntamente con los miembros de su Estado Mayor, la estrategia final para la batalla que iba a librarse en las escabrosas faldas del volcán Pichincha.

Cuenta una Leyenda que el nombre Chillogallo (de origen quechua), se relaciona también con el futuro mariscal Antonio José de Sucre, quien, se dice, escuchó el canto de un gallo anunciador del triunfo de Pichincha. Por esta circunstancia quedó el nombre de Chillogallo.

Leyendas aparte, lo cierto es que, en horas de la noche del 23 de mayo, el ejército libertador se dirigía, tomando la salida norte de la ciudad de Quito, al llano de Inak-Quito, o Iñaquito, bordeando, por un tortuoso sendero, las escabrosas y empinadas cuestas del Pichincha.

    “Las tropas fueron organizadas en dos escalones, confiando el comando del primero, constituido por los batallones “Trujillo”, “Piura” y “Magdalena”, al jefe de la división peruana, Santa Cruz; el segundo escalón, con el que marchaba Sucre, se constituyó con los batallones “Yahuachi”, “Paya” y “Albión”; este último fue encargado de la escolta del parque del ejército, que debía marchar a la cola de la columna. Parte de la caballería recibió orden de seguir a lo lejos, por el llano, dadas las dificultades del terreno; los “Dragones” debían efectuar un gran rodeo que les permitiera llegar al camino de Pasto, después de haber contorneado la masa del Pichincha; la artillería quedó también rezagada, por las dificultades del terreno” (Dellepiane, 1965: 134, 135).

Tras fatigoso y accidentado ascenso, al amanecer del 24 de mayo los patriotas habían ganado buena altura. Pero advertidos los realistas de sus movimientos, escalaron, presurosos, el volcán para enfrentarlos.

El Pichincha, a sus pies la ciudad de Quito 

Dejemos que la reconocida pluma del historiador jesuita peruano R.P. Rubén Vargas Ugarte, a través de un artículo publicado por el periodista Manuel Tarazona Espinoza, recogido de la “Historia General del Perú”, obra del citado historiador, nos dé una reseña pormenorizada de lo acontecido en esa gloriosa acción de armas, librada entre las tropas realistas del Gral. Melchor Aymerich y las fuerzas patriotas conducidas por el Gral. Antonio José de Sucre. Veamos:

    “Las dificultades de la marcha impidieron que la división alcanzara su objetivo en la madrugada, pues solo a las ocho desembocaron las primeras fuerzas, y al punto cruzaron sus fuegos con las del enemigo. Los realistas, a las órdenes de Aymerich, López y Tolrá, contaban con unos tres mil 500 hombres y con 14 piezas de artillería, las cuales instalaron en el Panecillo. Unas dos horas hubo de esperar Santa Cruz que se le uniese Sucre con el grueso del ejército. En ese momento comenzó el enemigo a desplegar sus tiradores y para contenerlos fueron enviados los cazadores del “Paya” a los cuales reforzó luego Santa Cruz con el “Trujillo”. El fuego se sostuvo con viveza de una y otra parte, y como arreciase la acometida de los contrarios, Santa Cruz comprendió que era necesario empeñar otros cuerpos en el ataque y dio aviso a Sucre. Lo quebrado del terreno y la abundante maleza de las faldas del cerro favorecía el avance del enemigo; sin embargo, los cazadores del “Paya” y el “Trujillo” se sostuvieron por más de media hora hasta que, agotadas las municiones, fueron replegadas para ceder su puesto al “Piura” y al “Yaguachi”, enviados por Sucre. El primero de estos cuerpos formado en su mayor parte por reclutas y que entonces recibía su bautismo de fuego, flaqueó el avance, pero Santa Cruz lo hizo entrar de nuevo en el combate”.

    “Sucre había encomendado a Córdova envolver al enemigo con dos compañías del “Alto Magdalena”, pero lo escabroso del terreno dificultó la maniobra. El retraso del parque, paralizó, puede decirse, el ataque patriota, y como el enemigo continuara presionando, Sucre dio orden el “Paya” de atacar a la bayoneta. Por su parte, el coronel López había dado orden al “Aragón” de ascender por la derecha y acometer a los patriotas por su flanco izquierdo, iniciando una acción envolvente, pero en aquel momento Mackintosh con el “Albión” le sale al paso, mientras Córdova con el “Alto Magdalena” refuerza a los bravos del “Paya” y el ataque a la línea enemiga se generaliza doblegándola al fin. El combate duraba tres horas, pero a las doce del día la victoria no era dudosa. Los realistas cejaron en su resistencia y se retiraron a Quito en desorden, mientras el “Cataluña”, seguido por los “Tiradores de Cádiz”, tomaban la ruta de Pasto decididos luchar antes que entregarse” (Tarazona E. 1972: 22).

Combatiente en Pichincha

Y porque no incluir también, en esta entrega, otra versión de la batalla, pero, esta vez, narrada, con tintes épicos, por la ágil pluma de un coterráneo, de un enamorado y apasionado estudioso del esplendoroso pasado de su región de origen; total hemos estado de fiesta al igual que nuestros hermanos del Ecuador, y tanto ellos como nosotros tenemos nuestras propias versiones de la gloriosa jornada. Veamos pues a continuación, lo que el historiador coronel E.P. Manuel Casimiro Bonilla Castro, natural del distrito de Eten (Chiclayo), escribe al respecto:

    “A la vacilante luz del crepúsculo matutino del 24 de mayo de 1822 las compañías de Cazadores de Trujillo y Piura, chocaban con el grueso realista, conducido por el propio presidente de Quito, Aymerich. El número y el característico denuedo castellano no pudieron hacer cejar a esos nuestros compatriotas cuyos soldados hacían sus primeras armas y sí podría considerárseles bisoños reclutas, como soldados tenían el temple moral de los más expertos veteranos. El choque fue verdadera sorpresa  y a pesar de todo, las compañías resistieron con energía hasta la llegada del resto del batallón Trujillo, el cual venciendo las escabrosidades del camino, la fatiga de la ascensión, la molestia de los riscos y la obscuridad producida por la niebla y el humo; llegó en refuerzo y mantuvo el campo y el fuego durante media hora de sangrienta y empecinada lucha, hasta la llegada oportuna (porque ya las municiones faltaban) de Piura y Yaguachi conducidos por el propio Sol de la victoria apellidado Sucre; y tras esos cuerpos llegó Paya, y luego, después de dos horas de épica refriega, las bayonetas conquistaron el triunfo y los soldados de Trujillo y del Perú, atrozmente diezmados, venían sobre las faldas del volcán los cadáveres de sus compañeros, como el símbolo triste pero honroso del esfuerzo de su nacionalidad por la emancipación de América. Y desde entonces pueden los hijos de Lambayeque sentirse orgullosos de haber visto la luz donde también la vieron las pupilas de Mariano Torres, Manuel Salcedo, Manuel Aguilar, Antonio Quesquén, Pedro Yuflas, José Bracamonte, Antonio Mesones, Manuel Vidaurre, Presentación Chirinos, Juan José Castillo, Manuel Iturregui y otros cuya procedencia no es posible apreciar y, que dentro de la colectividad gloriosa de los cuerpos, arrancaron al caudillo genial de la revolución este oficio, consagración indispensable de su heroísmo” (Ob. Cit., 1920, t. XXXVI: 275, 276).

Uno de los Héroes de esta jornada fue el joven teniente guayaquileño Abdón Calderón, abanderado del batallón “Yaguachi”, que a pesar de haber sido sucesivamente herido no abandonó el campo de batalla, falleciendo pocos días después a consecuencia de ellas.


                                                                                     Abdón Calderón

En el Parte de la Batalla del Pichincha, el general Sucre anota: “Los resultados de la jornada de Pichincha han sido la ocupación de la ciudad y sus fuertes el 25 por la tarde, la posesión y tranquilidad de todo el departamento y la toma de 1.100 prisioneros de tropa, 160 oficiales, 14 piezas de artillería, 1.700 fusiles, fornituras, cornetas, banderas, cajas de guerra y cuantos elementos de guerra poseía el ejército español.

Cuatrocientos cadáveres enemigos y doscientos nuestros han regado el campo de batalla… además tenemos 190 heridos de los españoles y 140 de los nuestros… Los cuerpos de todos han cumplido su deber: jefes y oficiales y tropas se disputaban la gloria del triunfo. El Boletín que dará el Estado Mayor recomendará a los jefes y subalternos que se han distinguido, y yo cumpliré con el deber de ponerlos en consideración del Gobierno".

Al día siguiente de la victoriosa jornada, el 25 de mayo de 1822, Sucre y su Ejército entraron triunfalmente a Quito, donde fueron recibidos en atmósfera de apoteosis. Se suscribió la Capitulación entre el General español Melchor Aymerich y el General de Brigada del Ejército de Colombia y Comandante General de la División del Sur, Antonio José de Sucre. Con este acto se sellaba la independencia del Ecuador del dominio español.

La Capitulación del 25 de mayo de 1822

Ahora bien, en la relación suscrita el 28 de mayo de 1822, por el comandante en jefe de la División Perú, general Andrés de Santa Cruz, se consignan los nombres de los valerosos combatientes que particularmente más se distinguieron en dicha acción de armas. En ella figuran los siguientes héroes lambayecanos: el sargento Manuel Salcedo, del Batallón N.º 2 del Perú, […] que quedó tendido en el suelo, despedazado a machetazos, por haberse metido él solo, con su fusil entre las filas españolas, Gómez de la Torre, Domingo Pozo y Sebastián Fernández (Izquierdo Castañeda Lambayequealbicentenario.blogspot.com/., febrero de 2018).   

El nombre de este último combatiente, Sebastián Fernández, figura en la lista de firmantes del acta de independencia de Lambayeque, suscrita por el "pueblo bajo" la madrugada del 31 de diciembre de 1820, en casa del síndico procurador don Mariano Quesada y Valiente. Su nombre también se encuentra inscrito en una de las caras de los obeliscos de mármol de carrara, que adornan las cuatro esquinas de la atractiva Plaza de Armas "27 de Diciembre", de esta generosa y benemérita ciudad.

En esta batalla también resultaron heridos los siguientes lambayecanos: "Manuel Vidaurre, Cipriano Sabaleta, Manuel Aguilar, Mateo Blanco, Manuel Iturregui, José Albújar, Juan Ruiz, Vicente Castañeda y el chiclayano Sebastián Romero (Ibid.).

Agreguemos, también a esta lista, al lambayecano José Joaquín de Lecuona y Lecuona, hijo de don Nicolás de Lecuona, natural del Señorío de Vizcaya y de doña Josefa López Vidaurre. José Joaquín, contaba con 21 años de edad cuando asistió a la batalla de Pichincha (Zevallos Quiñones, Tomo II, 1947: 61).

Por nuestra parte debemos añadir a esta nómina de ilustres héroes de Pichincha, a don José de la Cruz Pantoja y don Francisco Rivas Casós, ambos naturales de la ciudad de Lambayeque. Del primero de los nombrados se conserva una vieja fotografía que reproducimos a continuación gracias a la gentileza de nuestro dilecto amigo el bibliófilo y bibliógrafo chiclayano Miguel Ángel Diaz Torres, y del segundo, su testamento; inédito instrumento que exhumáramos, hace algún tiempo atrás, de la copiosa papelería que en sus respectivos anaqueles se conservan en el Archivo Regional de Lambayeque (ARL), y que a la postre nos ha servido para hacerle una ligera semblanza biográfica y, de paso, abalar su participación en dicha acción de armas. Veamos:

José de la Cruz Pantoja, héroe lambayecano de la Batalla de Pichincha 

Francisco Rivas Casós, fue hijo legítimo del Maestre de Campo don Felipe Rivas Matheus, natural de Galicia (España) y de doña Josefa Casós Barrionuevo, hermana del olvidado prócer de la independencia de Lambayeque general de brigada don Juan del Carmen Casós Barrionuevo.

Don Francisco, contrajo nupcias con doña Teresa Álvarez de Toledo. Durante su matrimonio procrearon a: doña Josefa, doña María del Carmen, don Francisco de Paula, don Felipe, doña Manuela y don Rubén Rivas Álvarez.

A las tres de la tarde del 25 de julio de 1856, don Francisco redactó su testamento ante el escribano público de Lambayeque don Pedro Pablo de Anteparas. Contaba con 72 años y su oficio era el de minero. En una de las cláusulas del instrumento de su última voluntad, declaraba que el Estado le adeudaba:

    […] tres años siete meses de sueldo, como vencedor en la Batalla de Pichincha, que fui con el grado de capitán, cuyas credenciales existen en mi poder, y ordeno a mi albacea los cobre y acumule a la masa de mis bienes, lo puntualizo para que conste” (Archivo Regional de Lambayeque (ARL). PN. Pedro Pablo de Anteparas. Año 1856-1857, f. 375, escritura 272).

En esta batalla se capturó al enemigo 1,100 prisioneros, 160 oficiales, 14 piezas de artillería, 1,700 fusiles y abundante material de guerra de todos los tipos. Los realistas tuvieron 400 muertos y 190 heridos, los patriotas alrededor de aproximadamente 300 bajas y 140 heridos, de los cuales solamente la división peruana tuvo 158 bajas, de ellos 91 muertos y 17 heridos.

Rebaza Cueto, refiere un episodio sobre esta histórica batalla, contada por el coronel lambayecano don Sebastián Fernández, en 1841, cuando el aludido militar desempeñaba el cargo de Prefecto accidental del departamento de la Libertad.

En esa oportunidad, Fernández, que en la batalla ostentaba el grado de teniente y contaba con 32 años de edad, le manifestó que el triunfo de Pichincha se debió en gran medida a él.

Y la explicación dada por el coronel, a Rebaza, fue la siguiente:

    “El movimiento estratégico de gran importancia que tenía que hacer el General Sucre, era tomar el Pichincha, antes que las fuerzas del General Aymerich, apercibidas, lo coronasen, por la facilidad que tenían, según las distancias.

    Se levantó el campo patriota por la noche para andar en toda ella y llegar en la madrugada al Pichincha. El camino que llevaba el ejército era el corriente; más advirtiéndolo yo (decía Fernández) expuse al capitán de la compañía: - por la ruta que llevamos no llega el ejército al Pichincha en la madrugada, y lo haremos a lo más a las 8 de la mañana. Yo conozco un camino excusado, por el que se economiza algunas leguas; y si lo siguiésemos, llegaríamos al amanecer”. El Capitán trasmitió al jefe del cuerpo y éste al General Sucre, que mandó hacer alto al ejército y ordenó que compareciera ante él. Me preguntó, si era exacto lo que le acababan de decir, y contestándole afirmativamente le dije: “antes de sentar plaza, me ocupaba en compañía de otros de Lambayeque, de introducir a Quito, tabaco por contrabando, para lo cual, muchas veces los interesados de Quito en el negocio, nos encaminaban por una senda excusada, que conozco perfectamente; y por ella se ahorraría en verdad mucho camino”.

El general sucre contestó: “señor oficial, bajo palabra de honor y sujeto a su responsabilidad en caso contrario, ¿puede Ud. guiar al ejército, para llegar al Pichincha a la hora que se desea? Contesté “acepto mi general la responsabilidad y no haya cuidado”. Se me dio pues la conducción del Ejército, tomando no obstante seguridades sobre mí, porque el General Sucre era muy avisado”. – Guio Fernández bien; y como lo dice la Historia, a las 6 de la mañana coronaba el Pichincha el ejército patriota. Y repetía, vea Ud. sí tengo razón para afirmar que por mí se ganó la batalla; si seguimos por el camino corriente, hubiéramos llegado a las 8 ó 9.” (sic) (Ob. cit.: 105).

El destacado abogado, político, parlamentario y constituyente peruano, Dr. Javier Ortiz de Zevallos, en su libro San Martín y Torre Tagle en la Independencia del Perú, anota:

    “Para muchos, como el historiador argentino Jacinto Sixto García, al Teniente peruano Sebastián Fernández, quien también antes se había distinguido en la toma de Otuzco con la columna de Santa Cruz, se debe en gran parte la gran victoria de Pichincha, y es de justicia divulgar esa verdad, que ha sido minimizada por la historiografía tradicional” (Ob. cit., 1982: 180).

Después de una exhaustiva y paciente búsqueda logramos ubicar, de entre la copiosa papelería que se custodia en el Archivo Parroquial de Lambayeque (APL), la vieja e inédita partida de bautismo del coronel lambayecano don Sebastián Fernández, héroe de la victoriosa jornada de Pichincha. Gracias a ella sabemos ahora que el susodicho coronel nació en Lambayeque, el 19 de enero de 1791.

El coronel Sebastián Fernández Samudio, así su nombre completo, fue hijo natural de don Gregorio Fernández, de raza blanca, y de doña Cecilia Samudio, de casta mulata (hija de español y negra) y natural del pueblo de Lambayeque.

A los cuatro días de nacido, el 23 de ese mismo mes y año, fue bautizado por don Casimiro Lombera, teniente de cura de la ramada o doctrina de Santa Lucía de Lambayeque, fue su madrina doña Manuela Soraluce, a quien se le advirtió “su obligación y parentesco espiritual” (Archivo Parroquial de Lambayeque (APL) Libro de Bautizos N.º 19, Año 1772 – 1811, partida N.º 1109).


MEDALLA “CENTENARIO DE LA BATALLA DE PICHINCHA”

 



En anverso: " CENTENARIO DE LA BATALLA DE PICHINCHA".

En reverso: " 24 de mayo / de 1822".

Firma en anverso y reverso: el nombre del grabador "L. CASADIO". Luigi Casadio

Observaciones: De bronce dorado, con un diámetro de 80 mm, y un peso de 315,4 gr. Presenta en el anverso el mariscal Sucre a caballo, al paso, de perfil a la derecha. en el contorno CENTENARIO DE LA BATALLA DE PICHINCHA. En el exergo 1922. En el reverso, Alegoría a la libertad y a las campañas de la independencia, en un gran diseño Art Deco. Mercurio alado con antorcha, grupo de guerreros antes de entrar en combate, musa sentada con lira y figura junto a una pira. En el exergo 24 DE MAYO / DE 1922.

  


Bibliografía

BONILLA CASTRO, Manuel Casimiro. Llampallec. Boletín de la Sociedad Geográfica de Lima. T. XXXVI, N°. 4. Lima – 1920.

CASTILLO MURO SIME, Augusto. Causas de la Independencia Nacional y rol de los lambayecanos.

DE LAS HERAS, Juan Gregorio. Diario de Operaciones del Ejército Libertador. Colección Documental de la Independencia del Perú tomo XXVI Memorias, Diarios y Crónicas. Volumen 2°. Recopilación y prólogo de Félix Denegrí Luna. Lima – 1972.

DELLEPIANI, Carlos. Historia Militar del Perú. Ministerio de Guerra. Biblioteca Militar del Oficial N°. 32. Tomo Primero, 1965.

IZQUIERDO CASTAÑEDA, Jorge Rogerio. Coronel Sebastián Fernández Samudio y los héroes lambayecanos de la Batalla de Pichincha. Lambayequealbicentenario.blogspot.com/. Miércoles 18 de febrero de 2018.

REBAZA CUETO, Nicolás. Anales del Departamento de La Libertad en la Guerra de la Independencia. Trujillo – 1971. 

ORTIZ DE ZEVALLOS. Javier. San Martín y Torre Tagle en la Independencia del Perú.  Promotores, Consultores y Asesores Andinos S. R. L. Centro de Documentación e Información Andina (CDI). Lima – 1982.

MASÍAS NUÑEZ, Édison. El Ejército en las Guerras de la Independencia.  Biblioteca del Ejército Ecuatoriano Volumen 21. Historia General del Ejército Ecuatoriano. Tomo 2. Centro de Estudios Históricos del Ejército.

MIRANDA ROMERO, Ricardo. Monografía Histórica del Departamento de Lambayeque. El Tiempo 1927.

TARAZONA ESPINOSA, Manuel. ayer hoy y mañana. Cuando el Perú Ayudó a Ecuador. 7 días del Perú. Suplemento del Diario La Prensa. 1972.

VARGAS UGARTE, Rubén. Historia General del Perú. 12 vol. Edit. Milla Batres, Lima, 1971-1984.

ZEVALLOS QUIÑONES, Jorge. Lambayeque en el siglo XVIII. Revista del Instituto Peruano de Investigaciones Genealógicas. Tomo 2. Lima – 1947.

 

Documentos

 Archivo Regional de Lambayeque (ARL).

Protocolo Notarial. Escribano: Pedro Pablo de Anteparas. Año 1856-1857.

Archivo Parroquial de Lambayeque (APL)

Libro de Bautizos N.º 19, Año 1772 – 1811.

 

 

   

 

     

miércoles, 18 de mayo de 2022

La Plaza de la Independencia en Lambayeque

 

La Plaza de la Independencia en Lambayeque (1929)

Lo hemos manifestado en alguna otra oportunidad: “atractivos turísticos de las ciudades lo constituyen también sus plazas, plazuelas, plazoletas, parques y jardines”. Pues bien, la generosa y benemérita ciudad de San Pedro de Lambayeque cuenta, para el caso, con un sugestivo y atractivo espacio denominado, desde el 19 de mayo de 1920, como “Plaza de la Independencia”.

Se ubica entre las avenidas Huamachuco, antigua calle de Santo Domingo, y Andrés Avelino Cáceres y las calles Justo Figuerola y Estrada y Francisco Bolognesi. La plaza está rodeada de jardines, algunos árboles, entre los que destacan hermosas y decorativas poncianas de follaje denso, y dotada de viejas y originales bancas de madera y fierro para confort de los transeúntes y visitantes de turno.

Alrededor del extenso perímetro de la plaza se encuentra, por el norte: el colegio Nuestra Señora del Carmen, por el este: una villa militar, por el sur: el emblemático colegio Juan Manuel Iturregui, y por el oeste: una oficina del Banco de la Nación, el edificio de la Comandancia de la 7ma Brigada de Infantería del Ejército, acantonado en esta ciudad, y la nueva Biblioteca Municipal Emiliano Niño Pastor.

A escasos seis meses de las celebraciones del primer Centenario de la Independencia de Lambayeque (27/12/1820 – 27/12/1920), se da inicio a la reconstrucción total de la Plaza Mayor o Principal de Lambayeque, hoy Plaza de Armas "27 de Diciembre”, siendo alcalde el Sr. Miguel Baca Matos.  

Meses antes, el 22 de septiembre de 1919, se había instalado la Comisión de Fiestas de Independencia de Lambayeque presidida por el síndico Sr. Rafael Delgado y compuesta por los señores Edilberto Samillán, Roberto Barandiarán, Arístides Pita y Carlos Ruiz. Para el efecto se destinó también una partida especial denominada: “Celebración 1er. Grito de Independencia en Lambayeque el 27 de diciembre de 1820”, ésta ascendía a la suma de 150.00 Libras peruanas, procedente del cobro de veredas (Izquierdo Castañeda, 2006: 5,6).

Dicha comisión se encargó de concluir los 1,200 metros de vereda que se encontraban inconclusas para ese año, parte de este material se utilizó en el pavimentado de la plaza principal. Se empedraron y adoquinaron las arterias que la circundaban y se colocaron también las primeras doce bancas de madera construidas por el maestro carpintero Víctor M. Cornejo Pinto, sus estructuras de fierro se trabajaron en la ciudad de Trujillo (Ibid.).

Ahora bien, para el arreglo de la futura “Plaza de la Independencia”, se organizó un Comité, nombrado por el subprefecto ad hoc de la provincia. Aparte, “el Club Sport apellidado “Pascual Saco” secundado de algunas familias, se distribuyó los sardineles o pozas, donde, previó sembrío, había de formarse el jardín en los distintos compartimientos”. (Menéndez Rúa, 1935: 207).

La idea, primigenia, era inaugurarla para el centenario de la independencia de Lambayeque, pero, lamentablemente, los magníficos trabajos en bronce que la engalanarían no habían sido culminados para tan significativa fecha. Por lo que el 27 de diciembre de 1920, se puso, solamente, la primera piedra e inauguró el espacio, rodeado ya de jardines y algunas veredas, donde se emplazaría la futura plaza.

Al siguiente año, con motivo de celebrarse el primer Centenario de la Independencia del Perú, se inauguró, por fin, la imponente “Plaza de la Independencia” - denominada así, por Decreto emitido por el gobierno central el 19 de mayo de 1920 -   en honor a los próceres de la independencia de Lambayeque. (Ver ANEXO)  

Al centro de la plaza se levanta, sobre gradas de piedra granito, un pedestal “sencillo y elegante”, y en su cúspide una lograda estatua de bronce, de tamaño natural, que representa al prócer de la independencia de Lambayeque coronel Pascual Saco Oliveros, de pie, vistiendo uniforme militar, con charreteras y botas de montar, y portando entre sus manos una espada.

Estatua del coronel Pascual Saco Oliveros (Memo Luna 2017)

En las cuatro esquinas de la plaza, mirando al centro, se encuentran los bustos de bronce dedicados a otros cuatro próceres lambayecanos: Juan Manuel Iturregui Aguilarte, José Leguía Meléndez, José Ignacio Iturregui, y José Rivadeneira y Tejada.


Busto de bronce del general José Rivadeneira y Tejada. Mártir de la libertad

Todas estas obras fueron esculpidas por uno de los destacados exponentes de la primera generación de escultores peruanos de las dos primeras décadas del siglo XX, el chalaco David Lozano Lobatón (1885 – 1936), en su taller de Barrios Altos en la ciudad de Lima.

Como lo hemos manifestado, líneas arriba, el 28 de julio de 1921 se inauguró solemnemente la flamante plaza.

    “Hechos los preparativos de rúbrica, y reunidas las gentes, - que resultaron muchedumbres – se dio comienzo a la ceremonia por la Estatua de Pascual Saco. El Sr. Prefecto de entonces, plecaro hijo de esta Ciudad, Dn. Moisés Escurra, descorrió el velo que cubría al héroe. Los de los bustos, fueron descubiertos por miembros de familia más o menos allegados, como eran las Señoritas: Baca. Iturregui, Elena Cúneo Leguía, y Victoria Rivadeneira. Apadrinaron tan impresionante ceremonia el Sr. Juan Aita y la Sra. de Echandía, en representación del Augusto Presidente de la República y de la Sra. Francisca Iturregui de Leguía y Martínez. Asistieron el Regimiento de Infantería No 1 y el de Zapadores No 1. La Banda tocó el Himno Nacional y se hicieron nutridas y prolongadas salvas” (sic) (Menéndez Rúa, 1935: 208).

Autoridades civiles y militares con ocasión de la inauguración del monumento al coronel Pascual Saco Oliveros (1921). (Antiguas fotos de Chiclayo).

Ahora bien, hace algún tiempo atrás, nuestro apreciado amigo el historiador chiclayano Erik Mendoza Samillán, insertó una fotografía en el prestigioso Grupo de Facebook “Antiguas Fotos de Chiclayo”, rescatada, por él, de la prestigiosa y desaparecida revista limeña “Variedades” de 1920.

Hemos tenido la oportunidad de revisar aquella vieja revista que en original posee nuestro dilecto amigo el bibliófilo y bibliógrafo chiclayano Miguel Ángel Díaz Torres. La leyenda, que acompaña la antigua vista, a la letra dice:        

    “Como un detalle típico y muy nuestro, ofrecemos los retratos de dos centenarios: Trinidad Sarrin que cuenta con cien años de edad sobreviviente de la guerra de la independencia, y que relata aún las gloriosas hazañas de los libertadores y Basilia Escut, que da razón de Bolívar, a quien conoció personalmente, pues cuenta con la friolera de 114 años, ambos ancianos fueron premiados por el municipio”.

Página del ejemplar de la revista "Variedades" de Lima (1920). (Colección: Miguel Ángel Diaz Torres)

Recuerdo que en esa ocasión hicimos un comentario al respecto en este mismo espacio. En él anotábamos que tal vez el nombre de la noble anciana, que en la vista se nombraba como Basilia Escut, acompañada de don Trinidad Sarrín, se trataría de un homónimo de doña Basilia Escute, así su apellido materno completo. 

Ahora - hechas las averiguaciones del caso - sabemos que no se trataba de un homónimo, ni mucho menos, ya que la longeva anciana de recogidos cabellos canos que aparece en dicha fotografía, no era otra que doña Basilia Escute, natural de esta generosa y benemérita ciudad de San Pedro de Lambayeque. 

Queremos agregar que el nombre completo del acompañante de doña Basilia, era: don Manuel de la Trinidad Sarrin. Bautizado en la iglesia parroquial de Lambayeque el 10 de junio de 1816. O sea que al momento de posar para el lente del reportero de la revista limeña “Variedades” contaba con 104 años de edad. Don Manuel de la Trinidad, fue hijo legítimo de don José Sarrin y de doña Jacoba Tancún, nobles apellidos indígenas o nativos de Lambayeque.

Don Trinidad Sarrin Tancún y doña Basilia Escute

Doña Basilia Escute fue hija de don Anejo Escute y había nacido en la ciudad de Lambayeque en 1807. De ella se narraba un viejo y divertido acontecimiento, del cual, doña Basilia, había sido protagonista. El breve hecho se suscitó con motivo de las celebraciones del Centenario de la Independencia del Perú, el 28 de julio de 1921. 

La ya centenaria doña Basilia Escute, había sido especialmente invitada a la ceremonia de inauguración de la “Plaza de la Independencia” y, por ende, a la develación de la estatua de bronce del prócer lambayecano coronel Pascual Saco Oliveros, ubicada al centro de la misma. Se dice que al momento de correr el velo que cubría dicha estatua, sumamente emocionada y en voz alta, doña Basilia, exclamó, a viva voz: ¡adioo! ¡igualito a mi pascualito! 

No era para menos, ya que doña Basilia Escute contaba con 13 años de edad al momento de declarar y proclamar esta ciudad su independencia del anacrónico régimen español, la memorable noche del 27 de diciembre de 1820. Por lo tanto, había llegado a conocer, y muy de cerca, al mismo Pascual Saco Oliveros, a don Juan Manuel Aniceto Iturregui Aguilarte y a don José María Lastres y Martínez de Tejada, ilustres próceres lambayecanos cuyos restos reposan hoy en el Panteón Nacional de los Próceres de la ciudad de Lima. En fin, daba cuenta detallada de todos los que tuvieron activa y decisiva participación en tan memorable jornada. 

No cabe duda que, doña Basilia, narrara también, y con lujo de detalles, los fatídicos efectos causados por los copiosos aguaceros y catastróficas inundaciones que asolaron notablemente su tierra natal a lo largo del siglo XIX (1828, 1871 y 1878). 

En su larga vida tuvo dos compromisos, el primero con un señor de apellido Vergara, con el cual, se sabe, tuvo un hijo llamado Miguel Vergara Escute. El segundo, con don José de la Encarnación Seclén, con el que procrearon siete vástagos, de los cuales, al momento, hemos podido fichar solamente a cuatro: don Pedro de la Encarnación, don José de la Encarnación, don José y doña María del Carmen Seclen Escute.

La centenaria matrona lambayecana doña Basilia Escute

En el ocaso de su vida, doña Basilia, se convirtió en acérrima adepta al gobierno del presidente don Augusto Bernardino Leguía Salcedo, su “paisano y “amigo”, como ella misma decía.

Doña Basilia Escute dejó de existir en horas de la noche del 8 de septiembre de 1922, a la edad de 115 años, en su domicilio ubicado en la antigua calle de “San Carlos”, arteria que abarcaba la antigua calle de “Santo Domingo” hoy “Huamachuco”, el Parque Infantil y buena parte de la vieja calle de “Tancún”, hoy “Emiliano Niño Pastor”, en esta ciudad.

A las diez de la mañana del siguiente día, don Joaquín Poemape Seclen, que para esa fecha contaba con 42 años de edad, soltero, de profesión agricultor y con domicilio en la antigua calle “la Ladrillera”, hoy calle “28 de Julio”, asentaba en el Libro de Registro de Defunciones de la Municipalidad Provincial de Lambayeque, el lamentable, pero, a la vez, esperado suceso.

Personajes lambayecanos presentes en uno de los tantos actos conmemorativos en honor al prócer de la independencia de Lambayeque coronel Pascual Saco Oliveros. Finales de la Década de los 40s. del siglo pasado (Archivo del autor).

Colocación de ofrendas florales ante el monumento del coronel Pascual Saco Oliveros con motivo de conmemorarse un aniversario más de su nacimiento (2019).

Autoridades civiles y militares al pie del monumento al coronel Pascual Saco Oliveros, con motivo de conmemorarse el CCXXVII aniversario de su nacimiento. (2022).     


ANEXO 

  La ciudad de Lambayeque dice Marco Antonio Cabero – ese generoso y benemérito pueblo que le vio nacer hará justicia a su primer soldado, repatriara sus restos y levantará (siquiera) una modesta estatua, que represente a su héroe en el momento en que su persuasiva palabra, rinde las fuerzas españolas, para desfilar, al frente de ellas, en dirección a la plaza de armas, a dar el grito de independencia”. (Leguía y Martínez, 1972: 391).

La deuda de gratitud cuyo pago se recomienda en las anteriores bellas palabras, acaba de pagarse con un decreto - cumplido ya – expedido el 19 de mayo de 1920…” (Ibid.).

El Decreto fue rubricado por nuestros coterráneos el entonces presidente de la República don Augusto Bernardino Leguía Salcedo y don Germán Leguía y Martínez, a la sazón, ministro de Gobierno y Policía.

Veamos a continuación la Transcripción literal del Decreto por el que se denomina a la antigua Plaza Mayor o Plaza Principal de Lambayeque como “PLAZA 27 DE DICIEMBRE”, y se designa también el espacio donde se levantaría la denominada “PLAZA DE LA INDEPENDENCIA”, erróneamente conocida, hoy, como “Parque Pascual Saco Oliveros”.   

 

DECRETO

Considerando:

     Que la ciudad de Lambayeque proclamó solemnemente la Independencia del Perú el 27 de diciembre de 1820, dando ese ejemplo de civismo a los demás pueblos del departamento de la Libertad y, con ellos, a la nación entera, según textualmente lo confirma el Decreto Legislativo del 18 de diciembre de 1822, expedido por el Primer Congreso Constituyente del Perú; y

      Que la importancia y la trascendencia de aquel acto imponen la necesidad patriótica de conmemorarlo, en la fecha, ya próxima de su centenario.

     DECRETA:

     Art. 1º - La plaza principal de Lambayeque, en cuya antigua Aduana – hoy centro escolar de varones – transformada en cuartel en 1820, fueron amagadas y rendidas, por espontáneo empuje popular, las fuerzas realistas comandadas por el entonces capitán don Antonio Gutiérrez de la Fuente, llevará en lo sucesivo la denominación histórica de “Plaza 27 de diciembre”.

     Art. 2º - Instáurese en dicha Plaza una placa de Bronce, de que actualmente carece; y elévese, en los vértices de sus cuatro ángulos, otros tantos obeliscos de mármol, en cuyas caras respectivamente se inscriban: 1º- Los nombres de los jefes militares y civiles que efectuaron el pronunciamiento; - 2º - Los de los miembros del ayuntamiento que extendieron y firmaron el acta de proclamación oficial; - 3º - Los del patriota que facilitó su domicilio para el acuerdo, del síndico procurador que levantó el acta popular posterior de 31, y de los suscriptores principales de esta última; y - 4º - Los de los vecinos notables que a la cabeza del comicio armado, emprendieron, en la noche del 27, el ataque sobre la tropa realista:; y los de los voluntarios distinguidos que, después del mismo, partieron al cuartel general Libertador de Huaura, a incorporarse en el ejército de San Martín.

     Art. 3º - Abrase, en el paraje descampado existente, a la entrada de la ciudad, entre la estación del F.C. de Eten, la plaza de abastos, la fábrica de tejidos en actual construcción y la calle fronteriza a este último establecimiento, otra plaza debidamente ornada, que se nombrará “Plaza de la Independencia”.

     Art. 4º - Eríjase en esta plaza:

1º- Un monumento central que ostente en lo alto la estatua del patriota lambayecano don Pascual Saco Oliveros, agente primordial de la rendición realista; y 2º- en cada uno de los ángulos del perímetro, los cuatro bustos de los patriotas lambayecanos, general don José Rivadeneira, mártir de la libertad; don Juan Manuel Iturregui, cabecilla principal entre los promotores de la transformación separatista; José Leguía y José Ignacio Iturregui, actores sobresalientes del gran acontecimiento, que, salvando éste del olvido, expidieron a solicitud municipal, el interesante informe de 6 de mayo de 1869.

     Art. 5º - Organícese el “Álbum de la Independencia norperuana” en que corran los fotograbados de las actas originales de proclamación de emancipación nacional, en las diversas ciudades del Norte del Perú. Con los documentos antecedentes y subsiguientes; y los de los lugares en que realizáronse los actos respectivos, procurando en lo posible, la reproducción de los mismos en la forma que tenían hacia la fecha o en el tiempo más próximo al año de esos sucesos.

Para ello las municipalidades de las provincias del Norte de la República procederán, en el plazo máximo de 60 días, contados a partir del presente decreto, a remitir al Ministerio de Gobierno las fotografías necesarias para el objeto, o los documentos originales que deban ser reproducidos, en el Álbum. El Fisco reintegrará, en el primer caso, cualquier gasto impelido en la reproducción: o devolverá, en el segundo, las piezas originales remitidas en forma conveniente y segura.

     Art. 6º - El Ministerio de Gobierno queda encargado de llevar a la práctica el presente decreto, y de comunicar, a los funcionarios y corporaciones que correspondan, la parte que a cada cual pertenezca en su cumplimiento y ejecución. (sic). 

    

                   Dado en la casa de Gobierno en Lima, a los 19 días del mes de mayo de 1920.                                                          

A. B. Leguía.

  G. Leguía y Martínez 


Bibliografía

IZQUIERDO CASTAÑEDA, Jorge La Plaza de Armas de Lambayeque. Suplemento Dominical del Diario “La Industria” de Chiclayo. 18 de febrero del 2006.

LEGUÍA Y MARTÍNEZ, German. Historia de la Emancipación del Perú: el Protectorado. Tomo III. Publicaciones de la Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú. Lima – 1972.

MENÉNDEZ RÚA, Ángel. Boceto histórico de la Iglesia de Lambayeque. Imprenta La Gaceta. Lambayeque 1935.

Revista “Variedades”. Lima, 1820. Colección particular del Bibliófilo y Bibliógrafo chiclayano  Miguel Ángel Diaz Torres.

 

Fotografía

Guillermo Luna Lorenzo (Memo Luna).

Revista “Variedades”. Lima.

Archivo fotográfico del autor.

Municipalidad provincial de Lambayeque. Oficina de Relaciones Públicas e Imagen Institucional.