martes, 26 de abril de 2022

En torno a la desaparecida casa “Leguía – Cúneo” en la ciudad de Lambayeque

Desaparecida casa "Leguía - Cúneo" en Lambayeque. Mansión virreinal donde viviera don Mariano Quesada y Valiente, prócer de la independencia de Lambayeque (Brüning 1911).

Resulta a menudo trillado el volver a manifestar, una y otra vez, que muchas de las antiguas casonas solariegas del denominado “Centro Histórico”, de la generosa y benemérita ciudad de San Pedro de Lambayeque, se encuentran en franca y notoria decadencia. 

Unamos, a todo esto, las actuales flamantes edificaciones que sin respetar ninguna norma constructiva o burlándose de ellas, se elevan a los cielos, distorsionando, con su intrusa y huachafa presencia, el antiguo paisaje arquitectónico de esta ciudad prócer.  

En este lento, agónico e irreversible proceso, no sólo han intervenido factores determinantes como el paso inexorable de los siglos y sus inevitables huellas, o los cíclicos fenómenos naturales que asolaron a través del tiempo la ciudad, sino también la fatal indiferencia, producto, tal vez, de una ignorancia supina. Agreguémosle, de paso, el grotesco afán de modernidad, el tratar de imitar o pretender ser lo que realmente no somos; la injustificable ansia de lucro y, sobre todo, la notable falta de una coherente política cultural al respecto.

Hace 38 años, en un artículo publicado en el Suplemento Dominical de un prestigioso diario de la región, mi recordado y desparecido padre, el Mayor EP Jorge Elías Izquierdo Llanos, manifestaba lo siguiente: 

    "En Lambayeque van quedando pocas casonas coloniales con patio y traspatio, balcones y miradores para atisbar el discurrir diario de sus semejantes, construidas por familias lambayecanas y otras avecindadas de Zaña, después de su destrucción por las aguas de su río...en Lambayeque hubo indolencia, falta de voluntad; "Indolencia por incrementar su acervo cultural...por no conservar esos tesoros invalorables (sus casonas) que con cariño y amor levantaron sus mayores...Afán de rapiña y lucro al desmantelar y vender puertas de fino cedro, rejas primorosas, balcones y techos enchapados". (Izquierdo Llanos, 1984: 2). 

Cierto, se abrió paso al desarrollo del tiempo convirtiendo la esplendorosa faz de la antigua ciudad en "Colmenas cuadradas de cemento". No cabe duda, una verdadera lástima.

Una evidente muestra del desdén con que se ha tratado, a través de los años, el patrimonio monumental inmueble de esta ciudad prócer, lo constituyó el colapso de la portada principal de la mansión solariega conocida como casa “Leguía – Cúneo”, ubicada en la antigua calle “Real de Mercaderes” después “Del Comercio”, “Independencia”, hoy “8 de Octubre”. Incidente que dio pie para que poco después los “especialistas” o” profesionales” contratados, por sus nuevos propietarios, para proceder a su inmediata “restauración”, alegaran, muy sueltos de huesos, que era imposible realizar una exitosa intervención.

Al final, los “especialistas” decidieron “desmontarla” en su totalidad, argumento mediocre y falto de todo profesionalismo que muchas veces esgrimen los que se “encargan” de acometer dichos “proyectos” en nuestra región; perdiéndose así uno de los monumentos más significativos de esta ciudad. No se trató, bajo ningún punto de vista, de restaurar y poner en valor el magnifico edificio. Lo que no sabemos, hasta el momento, es que organismo "competente" autorizó su demolición. 

No olvidemos que la casa “Leguía – Cúneo”, había sido declarada Patrimonio Cultural de la Nación, según Resolución Jefatural N.º 009, emitida el 12 de enero de 1989, por el Instituto Nacional de Cultura (INC), hoy Ministerio de Cultura.

Pero aquí no trataremos de culpar a nadie, en particular, de lo que, lamentablemente, sucedió con esta histórica y hermosa mansión virreinal lambayecana, de ninguna manera. Porque si de eso se tratara, al final estaríamos comprometidos, de una u otra forma, todos los que bajo el límpido cielo de esta generosa y benemérita ciudad nos cobijamos. Unos por adoptar esa mezquina actitud criolla de soslayarse en los momentos críticos y otros por hacer gala de una terca y necia miopía cultural.

Vanos resultaron nuestros esfuerzos por tratar de salvar, de alguna manera, esta magnífica mansión, de primera intención, su bella portada y después el inmueble en su totalidad. 

En nuestra memoria se encontraba grabado, aún, aquel sugestivo párrafo que el psicólogo, periodista y escritor peruano Manuel Solari Swayne le dedicara, precisamente, a esta significativa mansión virreinal lambayecana, en su libro Lanza en Ristre, y cito:

    “En la calle 8 de octubre, hay, en Lambayeque una casa con una rica portada y dos altas ventanas con rejas, todo ello vetusto y quizás a punto de caer, realmente hermosísima. Y estos balconcillos de hierro, y esos patios, y aquellas rejas todo pobre y limpio, sencillo y poético, hacen de Lambayeque una de las ciudades más encantadoras del país” (Ob. cit. 1982: 128,130).

Recuerdo que tres años antes de su lamentable desaparición, en el 2011, escribimos un artículo en el Suplemento Dominical del Diario “La Industria” de Chiclayo (31/8/2008), con la finalidad de tratar de concientizar a los organismos competentes, a fin de que, sin egoísmos y mezquindades de ninguna índole, se procediera de inmediato a reparar y consolidar sus partes más afectadas. Y, de paso, se mandará elaborar, sin pérdida de tiempo, el respectivo expediente técnico para su pronta y profesional intervención. Repetimos: todo el esfuerzo resultó en vano. La casa, al final, fue completamente demolida sin piedad alguna.

Ahora bien, esta modesta entrega trata, específicamente, de una muy breve y trunca investigación histórica, realizada, precisamente, en los momentos más críticos por los que atravesaba la casa “Leguía - Cúneo”. Todo esto, con el único propósito de tratar de sensibilizar a la población y a los organismos encargados de cautelar y proteger los bienes patrimoniales de la Nación, en el sentido de no permitir, bajo ningún punto de vista o pretexto, que esta valiosa e histórica muestra de nuestro lustroso pasado se perdiera irremisiblemente. Veamos:


JOSÉ MARIANO DÍAZ DE QUESADA VALIENTE 

Prócer de la Independencia de Lambayeque

No cabe duda que entre los más connotados y eficaces colaboradores de la independencia de Lambayeque, jurada exitosamente en esta ciudad la memorable noche del 27 de diciembre de 1820, destaca, con brillo propio, el Dr. don José Mariano Díaz de Quesada Valiente, conocido simplemente como Mariano Quesada y Valiente,

Pues bien, Mariano Quesada y Valiente nació en Lambayeque (1791), fue hijo legítimo de don Baltazar Díaz de Quesada, oriundo de Lambayeque y de familia avecindada en este pueblo desde el siglo XVII; y de doña María Andrea Valiente de la Barra, hija natural de don Gregorio Josef Valiente de la Barra y de doña Valentina Alvarado (Archivo Regional de Lambayeque, en lo sucesivo ARL. Dapelo 1809. Legajo N° 9).

Don Baltazar Díaz de Quesada, fue hijo natural de don Manuel Díaz Gonzales de Quesada y de doña Aniceta Quijano, según consta en una de las cláusulas de su testamento otorgado ante el escribano de cabildo y público don Josef Vázquez Meléndez el 30 de junio de 1783. Año, este, en que don Baltazar dejó de existir a la edad de 54 años, dejando como sus albaceas testamentarios al Dr. Gregorio Josef Valiente de la Barra y a doña María Andrea Valiente de la Barra, su mujer. (ARL. Vázquez Meléndez 1783. Protocolo I. Legajo 07).

Del matrimonio de don Baltazar y doña María Andrea, vinieron al mundo seis vástagos, nombrados: doña Manuela y don Domingo, que fallecieron en la menor edad; don José Mariano, don José Fernando, don José Jacinto y doña Margarita Díaz de Quesada Valiente. (ARL. Dapelo 1809. Legajo N.º 9).

Don Baltazar Díaz de Quesada, fue uno de los miembros del comercio lambayecano que firmaron el poder otorgado a don Benito Caldas, con el objeto de que < represente en el Superior Gobierno de estos Reynos y en qualesquiera otros tribunales que con derecho pueda, y deva, los perjuicios que se infieren al Comercio con el establecimiento de la Real Aduana, y modo de proceder en la cobranza de los derechos y otras pensiones e incomodidades a que se les obliga siempre > (sic) (ARL. Vázquez Meléndez 1775 – 1777. Legajo N.º 05, folio 48).

Además de don Baltazar, rubricaron el mencionado poder: don Domingo Figuerola, don Marcos Sierra del Risco, don Francisco Sousa, don Francisco Bullón, don Feliz Durán, don José Antonio de Oteysa, don Felipe Rivas y Matheus, don Rodrigo Salgado, don Joseph Bernuy y don Joseph Luzquiños (sic) (ibid..). Manifestando, todos ellos, los “agravios que padece – el comercio – con el establecimiento de Aduanas” (Ibid.). El subrayado es nuestro.

Todo esto a causa del manifiesto reformismo que asumiera el Estado peninsular desde mediados del siglo XVIII, especialmente en lo que respecta a reformas fiscales. “La alcabala (un impuesto a la compra venta) subió del dos al seis por ciento del valor de las mercaderías, se gravo el aguardiente con un fuerte recargo del 12,5%; el comercio del tabaco, que comenzaba a despuntar promisoriamente, fue convertido en un “estanco”, es decir, un monopolio del Estado, y el tributo indígena fue elevado en muchos casos. La población indígena reaccionó, desarrollándose importantes rebeliones como la de José Gabriel Condorcanqui (1780- 1781), quien llegó a adoptar el nombre de Túpac Amaru II”. (Contreras – Cueto 2015: 35). 

Don Mariano Quesada Valiente, fue: “Doctor en Leyes, Regidor Perpetuo y Alguacil Mayor de la Provincia de Lambayeque. Alcalde Ordinario de 2° Voto 1803, 1819, y Defensor de Menores este año; Protector de Naturales 1811 – 18; Gobernador Político interino de la Provincia en 1822, Diputado al primer Congreso del Perú el año 1823: Fiscal y Vocal de la Corte Superior de Justicia de Trujillo en 1845”. (Zevallos Quiñones. Tomo II, 1947: 95).

Casó, en primeras nupcias y al promediar los 32 años de edad (1803), con doña Jacoba Bernuy Tejada, hija legitima de don Juan José Bernuy Eslava y Vargas, natural de Lima, y de la acaudalada dama lambayecana doña María Gertrudis de Tejada y Núñez – Ternero. Durante su matrimonio procrearon a don Vicente, don Valentín Rafael, don Rudecindo, don José Segundo, doña Manuela Antonia y doña Mariana Quesada Bernuy. Estando en la ciudad de Trujillo, Mariano Quesada Valiente, contrajo segundas nupcias con doña Rosa Lacomba, con quien tuvo un solo hijo: don Crisólogo Quesada Lacomba. (Ibid.).


LA DESAPARECIDA CASA “LEGUÍA CÚNEO”

Todo parece indicar que la casa en que moraba el Dr. Mariano Quesada y Valiente, fue propiedad de su suegro, el limeño don Juan José Bernuy Eslava y Vargas. Por nuestra parte creemos que así lo fue. 

Juan José Bernuy Eslava y Vargas fue hijo legítimo de don Toribio Bernuy Eslava y de doña Josefa de Vargas San Miguel. Al enviudar, don Juan José Bernuy Eslava y Vargas, “se hizo sacerdote presbítero, con lo cual fue Cura de Ferreñafe hacia 1795. Fundo una importante capellanía eclesiástica y vino a morir en 1816, a los 80 años de edad”. (Zevallos Quiñones. Tomo I, 1946: 119).

 Casa "Leguía Cúneo" (Memo Luna, 2009)

Esta fuera de dudas, que por las características arquitectónicas que poseía, está casona lambayecana, databa de la segunda mitad del siglo XVIII. Época de gran apogeo económico en esta ciudad. La magnífica mansión fue conocida, hasta mediados del siglo XIX, como “Casa de los Quezada”. Y perteneció, desde principios del siglo XX a la señora Águeda Leguía de Cúneo, De ahí que popularmente la denominaran como “Casa Leguía-Cúneo”. 

En esta misma mansión virreinal, que, repetimos, actualmente ya no existe, vivió el escritor, historiador, poeta, abogado, pedagogo, diplomático, magistrado y político Dr. don Germán Leguía y Martínez, hijo del abogado lambayecano don José Ramón Germán Leguía y Haro y de doña María Matilde Martínez Bullón. 


 Dr. Germán Leguía y Martínez

 En comunicación personal el docente universitario e investigador trujillano, aunque chiclayano de corazón, Freddy Ronald Centurión González, nos manifestó: “muerta prematuramente doña María Matilde, don José Ramón Germán contrajo segundas nupcias con doña Ignacia Vargas Machuca. De esta unión nació doña Águeda Leguía Vargas Machuca, que casó con Agustín Cúneo Guía”. 

Por el año de 1928, año en que falleció el Dr. Germán Leguía y Martínez, la casa pertenecía a doña Águeda Leguía de Cúneo, hermana de padre, se entiende, de éste ilustre lambayecano. 

La antigua y desaparecida mansión se orientaba en el eje Este-Oeste de la ciudad y con vista a la calle “8 de octubre”, estaba enteramente edificada de gruesos muros de adobe, de aproximadamente un metro de espesor, asentados con mortero de barro que descansaban sobre cimientos de ladrillos asentados con cal y canto.    

Su fachada mantenía su tipología original, conservando los cuatro vanos laterales correspondientes a puertas de ingreso a igual número de tiendas accesorias, muy común en este tipo de edificios dieciochescos, más aún cuando en ellos moraban acaudalados terratenientes, dueños de haciendas, tinas y trapiches, venidos a Lambayeque a raíz de la total destrucción de la Villa de Santiago de Miraflores de Saña, en 1720. En estos ambientes con puerta a la calle se comerciaba el remanente de sus productos. De ahí también se desprende el antiguo nombre de la calle donde se ubicaba, denominada “Real de Mercaderes”, después del “Comercio”.  

Por la composición de sus elementos, ostentaba la portada ornamentada más significativa y destacada de la región y la costa norte del Perú, construida de ladrillo asentado con cal y revestida de yeso. Por su diseño es del tipo conocido como portada retablo. Sus cuatro columnas pareadas, dos a cada lado de su recio portón principal de dos hojas y postigo, remataban en figuras en bulto que semejan torrecillas tipo iglesia; sobre el dintel una cornisa partida que se enrosca hacia adentro para dar paso a una venera o valva convexa, que pareciera emerger de ondulantes olas. Remataba el conjunto una secesión de ocho semi-pilastras de fuste de superficie lisa que terminaban en capiteles dóricos. Como hemos dicho, amparándonos en lo manifestado por connotados especialistas en el tema, esta casona virreinal, netamente lambayecana, era la única que presentaba este tipo de decoración en su frontispicio en la costa norte del Perú.

Maltratada portada principal de la desaparecida casa "Leguía - Cúneo" (Memo Luna, 2009)

 

Detalle de la “portada retablo” de la casa “Leguía – Cuneo” (Memo Luna, 2009)

En lo que respecta a su balcón - de cajón abierto con barandal de hierro forjado - éste relativamente desapareció mucho antes, en la década de los 40s del pasado siglo, y solo se conservaban los canes dobles superpuestos que lo sostenían, con su cubierta de entablado, torta de barro y piso de ladrillos muy maltratados. Desaparecieron el barandal de hierro forjado, las delgadas columnillas de madera y gran parte del techo o cornisa del balcón que estas apoyaban. Felizmente, aún se conservan vistas fotográficas de su estructura original. En el segundo nivel se ubicaban dos ventanas artísticas de hierro forjado.         

Al ingresar por el zaguán cubierto de nobles troncos de algarrobo, espacio que servía de entrada a la casa y estaba inmediato a la puerta de calle, y después de traspasar el arco de medio punto, se observaba el patio principal, alguna vez empedrado, con su galería sobreelevada de delgadas columnas circulares de madera, que pese a su visible deterioro conservaban aún las armoniosas proporciones que lo convertían también, según los entendidos, en un magnífico ejemplo del patio colonial en la costa norte del Perú.

 

El patio principal de la desaparecida mansión. Década de los 60.s del pasado siglo

A la derecha del patio principal, unos recintos ruinosos donde todavía se podían apreciar parte de los techos artesonados, con sus vigas cuadradas trabajadas en fina madera de cedro de Nicaragua y sus ménsulas talladas, aunque lamentablemente muy deteriorados. 

En deplorable condicione se encontraba también la escalera que llevaba a la segunda planta con pasos protegidos por cantoneras de madera de algarrobo y baranda de balaustres torneados. En uno de los extremos del primer patio estaba la galería techada sostenida por estilizadas columnas torneadas de madera. Protegía la entrada a los ambientes de este sector. El resto de recamaras y habitaciones de la casa exhibía sus muros agrietados, fracturados y desplomados. Estos recintos se habían convertido en corrales para aves.


LAS ARTÍSTICAS VENTANAS      

Pero no solo es por su portada y patio principal que esta casona se distinguía, sino también por las hermosas ventanas, estilo renacimiento italiano, que adornaban la fachada del segundo piso, existentes solo en su parte frontal. Su diseño era vertical, con elementos en forma de hojas. Era relativamente un trabajo de filigrana, el hierro había sido prácticamente tejido para lograr los efectos que se exhibían en la fachada, creadas por manos de artistas del siglo XVIII.

Y las primorosas ventanas de varillas de hierro forjado, ubicadas en los muros exteriores de su sala que miraban al patio principal, piezas de extraordinario diseño artístico diferentes a los de la fachada, pero que no dejaban de ser otras joyas de arte colonial lambayecano. Elaboradas también a manera de filigrana, de forma rectangular planas niveladas con el muro, con un león rampante dentro de un círculo en la parte central de cada una de ellas y rematadas con un elemento simétrico con volutas.  elaboradas a manera de filigrana, con diseños bañados en pan de oro en su parte central, de leones rampantes sosteniendo entre sus garras una serpiente; convirtiéndose en los elementos plásticos más singulares y característicos de está casona lambayecana. 

Otras dos ventanas más, de iguales características, se encontraban en el mismo ambiente, colocadas en el muro opuesto a la fachada de este salón, mirando al segundo patio. Obras de arte en hierro forjado que ostentaba esta antigua y desaparecida casa solariega lambayecana.

Piezas funcionales de protección convertidas en un elegante encaje de metal. Artísticas ventanas de exclusivo trazo, enmohecidas por el tiempo y que abogaban en silencio, porque se les asegure su herrumbrosa ancianidad.

En uno de los extremos, del patio principal, el chiflón o pasadizo que comunicaba con el segundo patio y servía también para el ingreso de las carretas, acémilas y caballería.

Una de las hermosas ventanas, estilo renacimiento italiano, que adornaban la fachada del segundo piso

Otra ventana, al interior del desaparecido inmueble. Una joya del arte virreinal en Lambayeque


UNA MANSIÓN HISTÓRICA      

Germán Leguía y Martínez, nos dice: que la casa donde el “pueblo bajo y medio” de Lambayeque declarara su independencia del poder español, la madrugada del 31 de diciembre de 1820, era precisamente esta desaparecida casona virreinal. En ella moraba, por el año de 1923, su hermana doña Águeda Leguía Martínez de Cuneo. (Historia de la Emancipación del Perú: El Protectorado (Tomo III)”.   

Este histórico acto, tuvo como escenario o marco solemne el otrora atractivo patio principal de esta casona, cuyo portón principal de acceso fue relativamente echado abajo por la enardecida muchedumbre que por espontánea voluntad había decidido romper con las cadenas a que, por espacio de casi tres siglos, la ataban al anacrónico poder español.   

Como hemos visto, por aquella época vivía en ella el síndico procurador del cabildo lambayecano don Mariano Quesada y Valiente, prócer de la Independencia de esta ciudad. Ilustre personaje lambayecano que blandiendo entre sus manos un estandarte bicolor que habían elaborado su esposa doña Jacoba Bernuy de Quesada y su hermana doña Manuela Antonia Quesada, tomó el juramento de rigor al populacho congregado, en el citado patio, del modo siguiente: “Hijos, aquí tenéis la insignia de vuestra independencia: ¿Qué queréis? – Contestaron, a una voz: ¡Jurarla, jurarla ¡ - Continuó el Síndico: ¿Qué causa os mueve a esta determinación? – contestaron: Nuestra espontánea voluntad y el bien de nuestra patria.- Repuso el Síndico: Pues haced la señal de la cruz: y ante el eterno y este estandarte, os requiero así: ¿Juráis ante Dios, juráis seguir la sagrada religión católica, que profesamos; juráis vuestra libertad e independencia, y vuestra sumisión y obediencia a las leyes y mandatos que se dicten y puedan dictarse por supremo gobierno, cuando se forma, y, en el entretanto, por las autoridades respectivas? - Contestaron todos, a una voz: Si juramos. - Pues si así lo hiciereis - dijo el Síndico, Dios os Ayude; y, si no os lo demande”.    

Luego el estandarte fue paseado: “por calles y plazas…acompañado de un sinnúmero de pueblo, y recibiendo salvas a su tránsito por los cuarteles”, horas después: “se recogió a la misma casa”, colocándosele en lo que es hoy su desvencijado balcón, lugar donde: “quedo expuesto al públicoTal y como reza en la histórica acta que para el efecto se suscribió. (Izquierdo Castañeda, 2008: 9).


Conclusiones

Bajo este subtitulo (Conclusiones), dábamos por terminado el articulo publicado en el Suplemento Dominical del Diario “La Industria” de Chiclayo, el 31 de agosto de 2008. Recalcando, de paso, que en el balcón de esta esplendida morada virreinal lambayecana flameó por primera vez, en el norte del Perú, el primitivo estandarte bicolor ideado por el Libertador general don José de San Martin y Matorras.

En ese año, 2008, se estaba apunto de perder la magnifica portada retablo por efecto de las sales y las filtraciones de sus desagües, al igual que buena parte de sus recintos interiores a raíz de las copiosas lluvias que trajo consigo la nefasta y recurrente presencia del fenómeno “El Niño” del bienio 1997- 1998.

“Con esta irreversible pérdida - decíamos en el artículo de marras – se estaría contribuyendo a quebrar el vinculo de esta ciudad con su pasado y por ende con su historia. No permitamos que esto ocurra, tratemos por todos los medios de asumir con responsabilidad la tarea de recuperar este patrimonio histórico lambayecano. Vestigio tangible del proceso vital de la ciudad de Lambayeque, de su desarrollo urbano – hispano, y clara huella del proceso revolucionario independentista en esta ciudad”.

Y concluíamos diciendo: “No debemos caer en el inexcusable error de los que, tal vez, por desconocimiento, permitieron, en su oportunidad, se echara por los suelos en 1962, la histórica mansión donde el cabildo lambayecano jurara la independencia la memorable noche del 27 de diciembre de 1820”. Convirtiéndonos, de este modo, en el Crisol de la Libertad en el Norte del Perú.

En los terrenos de esta histórica mansión, también desaparecida por la “piqueta del progreso” - antaño conocida como la “Casa Salcedo” - se levantan, hoy, las modernas viviendas de los oficiales superiores de la VII División de Brigada de Infantería, cantonada en esta ciudad.

“A la postre, el escalpelo del rigor histórico nos hará rendir cuentas de nuestros actos a los que nos sucedan. Nosotros, por nuestra parte, hemos cumplido con advertirlo” (Izquierdo Castañeda, 2008: 9).

 

Bibliografía

CONTRERAS, Carlos. CUETO, Marco. Historia del Perú Contemporáneo. Instituto de Estudios Peruanos. Cuarta Edición 2015.

IZQUIERDO CASTAÑEDA, Jorge R.  Histórica Casa Cúneo en Lambayeque. Suplemento Dominical del Diario "La Industria" de Chiclayo. 31 de agosto 2008.

IZQUIERDO LLANOS, Jorge Elías. Ventanas, balcones y balconcitos de mi ciudad. Suplemento Dominical del Diario "La Industria" de Chiclayo. 1984, 

SOLARI SWAYNI, Manuel. Lanza en Ristre. Editorial: Fondo del Libro. Banco Industrial del Perú Lima. 1982.

LEGUÍA Y MARTÍNEZ, Germán. Historia de la Emancipación del Perú: El Protectorado. Tomo III. Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú. 1972. 

ZEVALLOS QUIÑONES, Jorge.  Lambayeque en el siglo XVIII. Revista del Instituto Peruano de Investigaciones Genealógicas. Tomo I, 1946

ZEBALLOS QUIÑONES, Jorge. Lambayeque en el siglo XVIII. Revista del Instituto Peruano de Investigaciones Genealógicas. Tomo II, 1947.

Documentos

Archivo Regional de Lambayeque (ARL).

Protocolos Notariales. Escribano de Su Majestad, Público, de Registros y Real Hacienda de Lambayeque: Bartolomé Dapelo. 1809. 

Protocolos Notariales. Escribano: Manuel Vázquez Meléndez 1775 – 1777.

Fotografía 

Hans Heinrich Brüning. 

Guillermo Luna Lorenzo (Memo Luna).

Jorge R. Izquierdo Castañeda.

 

domingo, 17 de abril de 2022

DOMINGO DE RESURRECCIÓN DE AYER, HOY Y SIEMPRE EN LA CIUDAD DE LAMBAYEQUE

 

Efigie de Jesús Resucitado. Iglesia San Pedro de Lambayeque (Parroquia de Lambayeque)

Hasta hace poco más de un siglo atrás, en la madrugada del domingo de Pascua de Resurrección, se celebraba, en la iglesia San Pedro de la generosa y benemérita ciudad de San Pedro de Lambayeque, la Misa de Resurrección, tal y como hasta ahora se ejecuta.

Luego, a las seis de la mañana, salían dos procesiones. Por la puerta principal o de la “Esperanza”, aquella que da a la antigua calle de “San Roque” hoy calle “2 de Mayo”, salía el anda de la Dolorosa, con rico manto negro, y por la puerta del “Perdón”, que mira a la Plaza de Armas “27 de Diciembre” de esta ciudad, Jesús Resucitado, con cabellera postiza, vestido con una especie de trulla, con una banda roja, que le cruzaba el tórax, y la mano derecha en alto, portando una bandera roja adornada con lentejuelas.  

“El día domingo al rayar la aurora, cánticos y oraciones acompañan por diferentes rutas a Cristo, resucitado, y a María, la Virgen Madre, para realizar el acto del Encuentro. Ya a la vista, ambas imágenes se inclinan reverentes y manos infantiles descubren el rostro, cubierto de primoroso velo, de la Virgen”.

Esta procesión se mantiene hasta nuestros días casi sin ninguna variante. Madre e hijo, después de rodear la plaza se encuentran, en la mitad del recorrido, frente al local del Casino Civil Militar de Lambayeque, haciéndose, ambas imágenes, tres ceremoniosas venias.

El Encuentro

La efigie que representa a Jesús Resucitado, es de estilo barroco, data del siglo XVIII y su autor es anónimo. Se trata de una talla de madera policromada, de pie y de frente, ojos de cristal, Tiene una altura de 1.57 m., y reposa sobre una peana de madera, pintada de color verde, de 0.12 m. de altura.

Es la imagen de un cristo erguido, el pelo recogido por detrás hasta la espalda, tapándole completamente ambas orejas, rostro ovalado, frente despejada, cejas algo arqueadas color castaño claro, ojos grandes con el iris color castaño, los parpados superior e inferior pintados, la nariz recta, la boca entreabierta, los labios encarnados, bigote con las partes cercanas a las comisuras rasuradas y barba rizada.

El brazo Izquierdo blandiendo en su mano el estandarte glorioso de la Resurrección y la mano derecha se levanta suavemente como signo de bendición y saludo. La pierna derecha ligeramente flexionada, sus pies descalzos. Un Cristo poderoso que triunfa sobre el pecado y sobre la muerte.

En la mayoría de ocasiones viste faldellín de terciopelo rojo bermellón y una ancha banda que se apoya sobre el hombro derecho, también de terciopelo del mismo color; ciñe su cintura un ancho cinturón con dos extremos, todo adornado con motivos dorados. Presenta pintados de color rojo la herida del costado derecho y las de ambas manos y pies.

Efigie de Jesús Resucitado (2022)

En cuanto a la imagen de la Dolorosa, o Virgen de la Aurora, es “de vestir” o “de candelero”, data de finales del siglo XVIII y su autor es anónimo, mide 1.29 m. de altura y descansa sobre una peana de madera, pintada de color blanco. de 0.5 cm. de altura. Solamente la cabeza, brazos y manos articuladas están tallados en madera policromada, posee ojos de cristal. 

A la imagen se le presenta con un rostro sereno, de mujer joven, no coincidiendo la representación con la edad que debía tener María cuando se realizó el encuentro con Jesús resucitado. Posee una frente amplia y despejada, finas cejas que en buena parte han perdido su color castaño claro, ensoñadores ojos de cristal con el iris color castaño, diminutas pestañas pintadas, nariz recta, labios cerrados, barbilla redondeada y una papada destacada, los brazos flexionados a la altura de la cintura y hacia su pecho, con las manos abiertas y los dedos ligeramente flexionados.

El ovalo del rostro enmarcado por un velo de color blanco transparente deja traslucir una cabellera corta, pintada de color castaño oscuro, y el lóbulo de los pabellones auditivos. La encarnadura de tono pálido adquiere tonos rosados en mejillas labios y barbilla. Viste túnica y manto de color blanco, ciñe su cintura un grueso cíngulo de tela plateada y dorada.

La Dolorosa o Virgen de la Aurora, vestida de blanco.

Para la procesión se la viste con un manto de terciopelo de color negro. Realizado el feliz encuentro una jovencita vestida de blanco sube al anda de la Dolorosa y le quita el manto de riguroso luto, para reemplazarlo por un rico manto de color celeste adornado con motivos florales elaborados en finos hilos dorados, en prueba de que el duelo ha terminado hasta el siguiente año. Todo esto, en medio de los aplausos de la numerosa concurrencia de fieles. Poco después ambas imágenes hacen su ingreso al Templo por la puerta “del Perdón”, al son de repiques de campanas, quema de cohetes y alegres melodías ejecutadas por una banda de músicos de la localidad.

“Cristo ha resucitado, los cohetones y plegarias junto al humo del incienso suben a su encuentro llevando un pedido de fe y de esperanza, en este mundo que los vio nacer”.

La Dolorosa o Virgen de la Aurora en su traje de fiesta

Desde siempre y durante la Semana Santa la población lambayecana prepara potajes especiales para estos días de recogimiento y oración, entre los que destacan la guitarra guisada; el cebiche; pepián de pava; manías; frito; boda de pato; nacidos y otros platos tradicionales más, preparados por experimentadas manos culinarias de la localidad y cuya sazón ha rebasado sus fronteras. Por todo esto Lambayeque se ha convertido en la “Capital Gastronómica del Norte del Perú”. Y qué decir de sus exquisitos dulces, como las empanaditas de “ña Millán” y los famosos alfajores (King Kong), delicias del paladar más exquisito.

sábado, 16 de abril de 2022

La Virgen de dolores o la Madre Dolorosa de la Iglesia San Pedro de Lambayeque. Sus joyas de incalculable valor


La Virgen de Dolores o La Madre Dolorosa. Iglesia San Pedro de Lambayeque (Memo Luna, 2020)

Sábado de Gloria, aunque su denominación y, por ende, su uso, es incorrecto, errado, muchos lugares, sobre todo de Latinoamérica, sigue llamándole de esta manera.

“En el Sábado de Gloria se suele recordar el dolor, la valentía y la esperanza de la Virgen María, quien consuela a los apóstoles de Jesús para quienes todo ha acabado, aunque María les recuerda lo que dijo su amado hijo: “Al tercer día resucitaré”. En este día también se conmemora a Jesús de Nazaret en el sepulcro y su descenso a lo ignoto, a la oscuridad eterna.

Hasta hace dos centurias atrás, en el, entonces, pueblo de San Pedro de Lambayeque, se velaba una efigie (con los miembros superiores articulados) de Jesús, desclavado de la Cruz. El sacro acto se realizaba al interior de la antigua ramada de San Pedro, hoy Capilla "San Francisco de Asís". Los miembros de la desaparecida “Cofradía del Santo Sepulcro” de Lambayeque, eran los encargados de realizar tal función.

En cuanto a la Virgen María, o Virgen de los Dolores para esta ocasión, se convierte en la figura indispensable e indisoluble de la Semana Santa. Su nombre responde a esa tradición medieval que representa a la Madre angustiada por el inmenso dolor producido por la Pasión y Muerte de su Hijo.

En España esta devoción floreció junto a la práctica del Vía Crucis por el impulso de franciscanos y servitas. El modelo iconográfico que la distingue llego a desarrollarse completamente en Sevilla a finales del siglo XVI, subsistiendo desde el barroco hasta la actualidad. Desde entonces se denomina genéricamente Dolorosa a cualquier imagen mariana de vestir que es llevada en procesión bajo palio y posee uno o siete puñales penetrando su corazón. Es también a finales del siglo XVI, cuando a esta advocación se le viste enlutada (de túnica blanca y manto negro) a la manera de las viudas españolas del periodo del Rey Felipe II.

En la iglesia San Pedro, de la generosa y benemérita ciudad de San Pedro de Lambayeque, existe una antigua efigie de la Madre Dolorosa, tal y como se la denomina en esta devota ciudad. Es una imagen que desfila bajo palio en la tradicional procesión de Viernes Santo, en esta devota ciudad.

Se trata de una escultura “de vestir” o “de candelero”, solamente la cabeza, el busto y las manos (articuladas) están realizados en madera policromada, posee ojos de cristal. Data de mediados del siglo XVIII, y su autor es desconocido. 

Entendemos por candelero, al maniquí formado por un armazón de madera compuesto por dos secciones troncocónicas unidas entre sí para darle una forma corporal, en cuya parte superior se coloca el busto tallado y los brazos articulados. Para darle una mayor consistencia, este armazón de listones esta recubierto con tela.

"La efigie muestra un rostro formado por un óvalo de perfectas proporciones con un leve giro a la izquierda; las cejas finas y rectas, la frente despejada; sus ojos oscuros, serenos y de mirada introspectiva. Se le representa como una doncella en plena juventud a pesar de que esto sea un anacronismo en comparación con la realidad bíblica, esto como símbolo de su Virginidad. La pequeña boca, de finos labios, cerrada; la nariz recta y pequeña. La encarnadura muestra una exquisita palidez que adquiere tonos rosados en parpados, mejillas y el mentón pronunciado.

Detalle del rostro de La Virgen de Dolores o La Madre Dolorosa (Memo Luna, 1995) 

Se la engalanada con preciado tocado, vestido blanco adornado con motivos florales elaborados en finos hilos dorados y un largo manto negro, que manifiesta su soledad y luto, decorado con hermosos bordados dorados. Porta sobre su cabeza una diadema con ráfagas por tratarse de la Reina de los Cielos. Sus manos, entreabiertas al más puro estilo sevillano, portan el pañuelo para enjugar sus lágrimas.

Sobre su pecho el corazón llameante traspasado por siete puñales como símbolo del amor atravesado por los siete dolores que debía padecer según las Escrituras. Estos son: Profecía de Simeón el día de la Presentación en el Templo, Huida a Egipto, Pérdida de Jesús en el Templo y su encuentro entre los doctores, el Encuentro de Jesús con su Madre camino del Calvario, la Crucifixión, la Entrega de Cristo muerto en su regazo y, por último, la Sepultura de su Hijo" (Izquierdo Castañeda, 2012: 21 - 22).

Hasta hace algunos años atrás, el arreglo de este último paso procesional de Viernes Santo en Lambayeque estuvo a cargo de la matrona lambayecana Sra. Águeda Colmenares de Inope y la familia Mesta. Sin embargo, la hoy nonagenaria “doña aguedita”, como cariñosamente se le conoce en Lambayeque, no deja de asistir a los preparativos del paso de la Madre Dolorosa, al interior de la iglesia lambayecana. No cabe duda, toda una leyenda viviente.


Las invalorables joyas de la Madre Dolorosa lambayecana


La Virgen de Dolores o La Madre Dolorosa en la hornacina principal del retablo barroco con el nombre de la misma advocación mariana. Nave de la Epístola. Iglesia San Pedro de Lambayeque.

Entre las donaciones que acaudalados feligreses hacían al templo San Pedro del pueblo de Lambayeque, se encontraban las imágenes. Y entre éstas: las que habían recibido culto en sus adoratorios caseros, en las capillas de sus haciendas o en las pequeñas capillas de sus tinas de elaborar jabón y curtir pieles.

Una muestra de esto, lo constituye la imagen de la Virgen de Dolores o la Dolorosa, cedida a la iglesia, en forma voluntaria, por el señor don José Silva Ruiz, hijo de don José León de Silva (natural de España) y de doña Jacoba Ruíz de Silva. José Silva Ruiz era propietario de las tinas de San Judas Tadeo y San Francisco de Asís, ubicadas al norte de la ciudad en los terrenos donde actualmente se levanta la Institución Educativa Sara Antonieta Bullón Lamadrid, en Lambayeque 

La imagen, nos dice el fraile dominico Ángel Menéndez Rúa en su libro Boceto histórico de la Iglesia de Lambayeque, fue traída desde la ciudad de Quito, lugar donde indudablemente fue realizada. Todo esto, por expreso encargo de don José Silva Ruíz, con el fin de rendirle culto en su tina. Con el mismo objetivo se adquirió, de paso, una imagen de Santo Cristo, también de factura quiteña. Las torrenciales lluvias y fatal inundación que azolara la ciudad de Lambayeque, el fatídico verano de 1871, arruinaron ambas tinas. (Ob. Cit. 1935:210).

Ante tal situación, Silva Ruíz optó por trasladar a la efigie de la Dolorosa al templo lambayecano. Debemos agregar que este personaje fue, en su tiempo, un conspicuo benefactor del templo lambayecano, ya que por el año de 1874 “…ofreció y cumplió poner de ladrillo todo el piso de la Iglesia…murió en ese intervalo y cumplió el ofrecimiento de su padre Dn. Gregorio Silva Lora”. (Ibid.).

Como es de suponer don José Silva Ruiz fue, diríamos, el primer mayordomo de La Dolorosa lambayecana, ya que gozaba de su “propiedad simbólica”. Esto ocurría también con todos los que habían hecho donaciones similares, y a los que, en la mayoría de casos, les sucedían sus familias. Estas se encargaban de su cuidado y se gastaban muchos dineros en competencia con otras familias, en joyas e indumentos. 

La Madre Dolorosa lambayecana, poseía algunas joyas, entre las que nítidamente destacaban, por su incalculable valor, una diadema con ráfagas de oro y adornada con perlas naturales, un corazón llameante con brillantes, traspasado por siete puñales de oro y un rosario de oro con una cruz de sándalo con incrustaciones de nácar.

A la muerte de don José Silva Ruíz, las joyas pasaron a poder, en calidad de guardador, de su hijo don Gregorio Silva Ruíz, consorte de doña Francisca Paredes. A la muerte de don Gregorio, asumieron tal función (por espacio de 60 años), don Francisco Mesta Velarde y doña Gregoria Mesta. Sus descendientes don Juan Antonio Mesta Huidobro y doña María Eugenia Mesta de Feijó, que vivían en una precaria casita situada en la avenida “Federico Villarreal” de esta ciudad, se encargaron de su custodia.

Narra don Nicanor A. de la Fuente (NIXA), que cada año, en Semana Santa, doña María Eugenia, “…sacaba del rincón de un misterioso baúl, cuya llave anduvo con ella prendida al cuerpo, y del que ni siquiera el hijo más consentido supo nada” las magníficas joyas de la Madre Dolorosa para la imponente procesión de Viernes Santo. (NIXA, 1981: 3).

 

A la derecha María Eugenia Mesta de Feijó y su hermano Juan Antonio Mesta Huidobro. Los últimos custodios de las valiosísimas joyas de la Virgen de Dolores o La Madre Dolorosa.

Por espacio de 18 años, hasta principios de la década de los 80s del siglo XX, don Juan Antonio y doña María Eugenia, vivieron “…con el temor de que los amigos de lo ajeno incursionaran por su casa levantaran con ellas” (Ibid.), por lo que un buen día decidieron, por mutuo acuerdo, entregarlas a la iglesia, demostrando con esto su gran fe religiosa y su acrisolada honradez.

Actualmente las preciadas joyas, de incalculable valor, se guardan en la caja fuerte del Museo Arqueológico Nacional Brüning, de esta generosa y benemérita ciudad.



La Madre Dolorosa lambayecana, exhibida en la Plaza de Armas de Lambayeque (Carlos Roncal Pretel, abril 2022)


Bibliografía

 

DE LA FUENTE, Nicanor A. (NIXA).

1981 - Las joyas de la Dolorosa Lambayecana. Suplemento Dominical del Diario “La Industria” de Chiclayo. 31 de mayo. 

IZQUIERDO CASTAÑEDA, Jorge R.

2012 - Semana Santa en Lambayeque. Municipalidad Provincial de Lambayeque. Gerencia de Desarrollo Económico – Área de Turismo.

MENÉNDEZ RÚA, Ángel.

1935 - Boceto Histórico de la Iglesia de Lambayeque. Imprenta La Gaceta. Lambayeque.


Fotografía 

Guillermo Luna Lorenzo. Memo Luna. 

Carlos Roncal Pretel. 

Diario “La Industria” de Chiclayo.

 

 


 

 

 




  



jueves, 14 de abril de 2022

Reflexiones en torno a una antigua e interesante fotografía de la Iglesia San Pedro de Lambayeque.


Iglesia San Pedro de Lambayeque (1938) (Colección: Miguel Ángel Diaz Torres).

La iglesia San Pedro de la generosa y benemérita ciudad de Lambayeque. se extiende paralelamente a la plaza de armas “27 de Diciembre” de esta ciudad, entre las antiguas calles de “San Roque”, hoy “Dos de Mayo” y “Real de los Mercaderes”, hoy “Ocho de Octubre”. Espacio que le fuera asignado en el momento mismo en que fuera fundado, a mediados del siglo XVI, el pueblo de indios de San Pedro de Lambayeque, así su denominación original.     

Ahora bien, la fotografía de la iglesia San Pedro, que ilustra esta entrega, fue captada al promediar una tarde de hace aproximadamente ocho décadas atrás. Se encuentra en el libro Nobiliario de las ciudades del Perú de Enrique Gamarra y Hernández, aparecido en 1938. Una copia, de ésta (15x21), nos ha sido gentilmente proporcionada por nuestro dilecto amigo el bibliófilo y bibliógrafo chiclayano Miguel Ángel Díaz Torres.

En la vista se observa el lado Sur del templo, de Este a Oeste. Al momento de la toma habían pasado algo más de 10 años de aquel fatídico verano de 1925, en que un recurrente fenómeno de “El Niño” asolara catastróficamente la costa norte del Perú, especialmente nuestra región.

Las torrenciales lluvias e inundaciones que trajo consigo el terrible fenómeno, catalogado por los especialistas de “muy fuerte”, estuvo a punto de inundar la ciudad de Lambayeque, que logró salvarse gracias a la oportuna participación - por especial encargo del presidente Augusto B. Leguía - del ingeniero Charles W. Sutton, a la sazón, jefe de la Comisión de Irrigación de Piura y Lambayeque (Irrigación de Olmos). Sutton, con ayuda de su personal especializado y el concurso de gran parte de la población, cumplió fielmente la orden dada por el mandatario desde Palacio de Gobierno: “Salve mi pueblo cueste lo que cueste”.

La iglesia de Lambayeque fue uno de los edificios afectadas por el nefasto y cíclico evento. La antigua ramada de “San Pedro”, hoy “Capilla San francisco de Asís”, sufrió serios daños, sobre todo en su techumbre, la casa parroquial quedó en escombros. Por efecto de las torrenciales lluvias se perdieron 216 casas en su casco urbano, amén de un porcentaje mayor que resultó seriamente afectado.

El Cementerio General “El Ángel”, fue totalmente arruinado por efecto de una fatal inundación que se verifico por el lado Norte de la ciudad. Se tiene conocimiento que el agua acumulada al interior del Campo Santo lambayecano llegó a 1.50 m. de altura. El Ingenio o Molino Mocce, de propiedad de don Sebastián Oneto, de nacionalidad italiana y, por entonces, Agente Consular de su país en la región, se salvó gracias a los denodados esfuerzos de su personal y pobladores de su entorno.

Cementerio General "El Ángel" de Lambayeque inundado por las aguas. Fenómeno "El Niño", bienio 1997 - 1998. (Memo Luna, 1998)

No contamos con datos precisos en torno a las refacciones que se efectuaron en el templo lambayecano, después de pasado el gran susto del verano de 1925. Pero por lo que podemos apreciar en la fotografía estas no fueron del todo perdurables, dado los precarios elementos de que estaban constituidos algunos de sus elementos estructurales, sobre todo los de su exento cerco perimetral, fabricado de adobes, a finales del siglo XIX, y enlucido con mortero de yeso, cal y arena fina de río (lavada).

Sin embargo, una década antes de que fuera publicada la foto de la iglesia de Lambayeque (1938), materia de esta modesta entrega, la ciudad de Lambayeque soportaba, en horas de la tarde, un fortísimo temblor los días 14 y 18 de mayo de 1928. El fraile dominico Ángel Menéndez Rúa en su libro Boceto Histórico de la Iglesia de Lambayeque, relata que ambos fenómenos naturales “…hicieron en la Iglesia tanto destrozo que en distintas partes se veía el cielo a través de los boquerones producidos por el terremoto” (ob. cit, 1935: 258).

Menéndez Rúa, manifiesta que fueron ocho meses consecutivos los que se emplearon en la reparación de los daños ocasionados por el sismo “…dejando los arcos asegurados con rieles, las bóvedas con clavos de hierro y todo resanado y enlucido”. Seguidamente agrega: “Se pintaron al óleo la mayor parte de las bóvedas y la cúpula de hierro o media naranja” (Ibid..). En 1930, se continuó con la obra. En ese año “…se pintaron al óleo las naves laterales, las bóvedas del coro y las de la entrada principal” (Ibid.). En 1933, “…se revocó la parte exterior de la Iglesia con yeso y arena” (Ibid.: 259), en este trabajo se empleó cinco meses. En los primeros meses de 1934, “…se repararon las fachadas de la Iglesia que dan al parque, capilla San Francisco y calle “8 de Octubre” (Ibid.).

El templo de Lambayeque, tiene tres puertas de acceso de dos abras y postigo. Están realizadas en fina madera de cedro y mirra, todas con sus antiguas y respectivas aldabas de bronce y engalanadas profusamente con botones elaborados en cobre. Así tenemos: la puerta principal o puerta de la “Esperanza”, que mira a la antigua calle del “Cabildo” después de “San Roque”, hoy calle “2 de Mayo”; la puerta de “San Pedro” que mira a las ramadas o capillas doctrinales y la puerta del “Perdón” o de la “Caridad” que mira a la Plaza Mayor, Plaza Principal o Plaza de Armas “27 de Diciembre”, de esta prócer y devota ciudad.

La puerta de "San Pedro" de la iglesia de Lambayeque (Memo Luna, 2014).

Ahora bien, sabemos que el reloj público, que engalana la torre sur del templo lambayecano, fue adquirido y donado a esta iglesia, en 1862, por el acaudalado terrateniente lambayecano don Manuel Salcedo Peramás, hijo legítimo de Manuel López Osaba de Salcedo y Tomaza Peramás Villodas. Y fue colocado en la antigua y primigenia torre del lado sur del templo por el maestro trujillano Nicolás Zevallos, en abril de 1864. Debemos agregar: que el reloj fue fabricado en Inglaterra en 1859.

Reloj público. Se ubica en el tercer cuerpo de la torre campanario del lado Sur de la Iglesia San Pedro de Lambayeque.

Sin embargo, investigando entre la antigua papelería que se custodia en el Archivo Regional de Lambayeque (ARL), ubicamos un interesante e inédito dato en torno a este hecho que se encuentra registrado entre los protocolos notariales del escribano público y de hipotecas don Manuel Samillán (1863).

Decimos esto porque el 29 de diciembre de 1863, la Junta de Obras Públicas de la Provincia de Lambayeque, compuesta por los señores don Clemente Ríos, subprefecto de la provincia; don Rosendo Sánchez, alcalde municipal y don José María Bernuy, se presentaron ante el anteriormente citado escribano con el objeto de celebrar un contrato con los maestros albañiles don Ricardo Johnson, domiciliado en Lambayeque, y don Jorge W. Noblie, con residencia en Ferreñafe: […] para plantificar o edificar sobre el frontis de la puerta de la iglesia que mira a la plaza principal de esta ciudad, la obra adecuada de la colocación del reloj público”.

Ahora sabemos que en un principio la intención de la aludida corporación lambayecana era el de colocar el reloj público, obsequiado por Salcedo, en el frontis de la puerta del “Perdón” o de la “Caridad” de la iglesia, o sea aquella que mira a la Plaza de Armas “27 de Diciembre” de esta ciudad. La obra se ejecutaría con dinero proporcionado por el erario nacional.

La puerta del Perdón. Iglesia San Pedro de Lambayeque

El compromiso pactado por los citados maestros albañiles y los miembros de la corporación era levantar “desde la superficie hasta la cúspide” el frontis, de estilo neoclásico, de la aludida puerta hasta una altura de 22 varas castellanas (aproximadamente unos 18 metros de altura), debía ser sólido, poseer molduras y las paredes, construidas de cal y ladrillo, debían tener un espesor de 32 pulgadas. La fábrica tendría una duración de tres meses y se empezaría a trabajar desde el 4 de enero de 1864.

El costo de la obra sería de 1,200 pesos pagaderos puntualmente en el siguiente orden: doscientos pesos que ya se les había adelantado; treinta pesos por cada semana de trabajo y el saldo el día en que la obra fuera entregada a satisfacción. La junta se comprometía también a proporcionar los operarios y los siguientes materiales, puestos en obra, como: agua, sin ningún costo; ladrillones (sic) a diecisiete pesos el millar; diez pesos por el millar de ladrillos pequeños y doce reales por el quintal de cal. Como es obvio, y por motivos que hasta el momento desconocemos, esta obra no se llegó a concretar, y el reloj público fue colocado en el lugar en el que hasta ahora se encuentra, o sea: en el último cuerpo de la antigua torre campanario del lado Sur.

Esperamos no habernos excedido en comentar los antecedentes previos al momento de la toma fotográfica que ilustra esta entrega, esa no fue nuestra primigenia intención. Sin embargo, hemos creído que la vista, en sí, lo ameritaba. Dicho esto, pasemos ahora a tratar de realizar un brevísimo analices de ésta.

La fotografía, captada en Angulo a nivel o normal, muestra la fachada del lado Sur de la Iglesia, de Este a Oeste. Se puede apreciar, en primer plano, la calle empedrada (canto rodado) y casi la totalidad del cerco perimetral del lado Sur de la iglesia. El cerco muestra, a las claras, cierto deterioro en su enlucido realizado con mortero de yeso, cal y arena fina; se nota también que las bases de las almenas, que sostienen las originales rejas de madera y se encuentran apoyadas sobre el muro de baja altura, se encuentran sin enlucir y, tal vez, afectadas por serios problemas de humedad. Sabemos que estas estaban en proceso de reconstrucción entre los años de 1934 y 1935, año, este último, en que se concluyeron los trabajos. Lo que no es fácil determinar, es si la vereda está constituida por piedra granito (adoquín) o ladrillo de tipo pastelero.

Examinemos con cuidado la vieja fotografía, materia de este modesto articulo, y podremos observar, también, que no se encuentra la lograda escultura del apóstol San Pedro, patrono de la iglesia y de la ciudad. Esto porque la efigie, obra del escultor chiclayano (natural del distrito de Pimentel) Miguel Baca Rossi, fue colocada en 1947.

Escultura del apóstol San Pedro. Iglesia San Pedro de Lambayeque (Memo Luna, 2014).

En la fotografía se pueden ver, nítidamente, los delgados y largos postes de alumbrado público, de fina madera de pino Oregón, con una altura de 6 m. aproximadamente, dotados en lo alto con su pequeño brazo de fierro del que pendía, sujeto a una cadena por la que pasaba el cable conductor, el platillo de metal que protegía del agua lluvia el foco o bombilla de luz. Estos postes se encontraban clavados en el suelo sirviéndoles de sostén, en su base, una cuña de madera de algarrobo de aproximadamente 1m. de altura, empernado y amarrado al poste con alambre galvanizado trenzado. Estos postes tuvieron, en su tiempo, doble función, porque también se usaban para amarrar los caballos, mulas y burros, que, con sus respectivos jinetes, transitaban por la ciudad.

La monumental iglesia lambayecana exhibe orgullosa su imponente y única torre campanario, la del lado Sur, de algo más de 35 m. de altura y terminada a finales del siglo XVII. La torre del lado Norte se concluyó, recién, diez años después, en 1948, gracias a la tesonera labor de fraile Casimiro Jiménez OP. y fue inaugura el 11 de septiembre de ese mismo año. Artífice de esta última obra fue el arquitecto chiclayano Víctor Mora Flores, natural de Chiclayo. El maestro de obra, que llevó a cabo esta "fábrica", fue el recordado maestro albañil lambayecano Sr. Guillermo Niño Vite.

Debemos mencionar que, en 1916, a iniciativa del señor cura Dr. Arístides Pita se colocó la loseta de mosaico al interior de la iglesia, y el 17 de octubre, del mismo año, se dio inicio a la refacción de la vieja torre campanario del lado Sur, con fondos colectados por un comité de damas de la localidad presidida por doña Luzmila Iglesias de Burga. Era alcalde de la ciudad el señor José Ignacio Iturregui Mendiburu. Las obras de refacción y pintado interior de la iglesia tuvieron un costo de 10,000 soles y estuvieron a cargo del ingeniero Roberto Behr, de nacionalidad alemana. En esa ocasión se revistió la torre con abrazaderas de hierro y cemento. Lo curioso del caso es que la cruz, que corona la cúpula de esta torre, colocada en esa oportunidad por los albañiles lambayecanos Manuel Mesta y Víctor Gallo, fue pintada de color negro, la peana, donde descansa la citada cruz, de color blanco, y, por último, de color rojo la cúpula, colores de la bandera alemana de donde, como hemos visto, era natural Behr. La obra se culminó el 19 de noviembre de 1916.

Para ahondar en detalles sobre el esperado y feliz acontecimiento de la inauguración de la torre Norte de la iglesia, quisiéramos remitirnos al interesante artículo que ha publicado nuestro dilecto amigo el bibliófilo y bibliógrafo chiclayano Miguel Ángel Diaz Torres, en su Blog “Del Baúl Bibliográfico Lambayecano”, aparecido el miércoles 13 de abril de 2022. En él, Diaz Torres, amparándose en los datos tomados de la revista "Misiones Dominicanas del Perú" (1943-1946-1948) de su nutrida colección, nos da una pormenorizada razón de los actos realizados con motivo de la inauguración y bendición de la torre del lado Norte del templo lambayecano. Veamos:

    “Con motivo de celebrarse los veinticinco años de la presencia de los Padres Misioneros Dominicos y la culminación de la segunda torre de la Iglesia San Pedro, los miembros de la Junta Parroquial de Acción Católica, prepararon un extenso Programa de festejos religiosos y sociales.

Los festejos conmemorativos se iniciaron con un Solemne Novenario de sermones a cargo del R.P. Wenceslao Fernández, como preámbulo para la Comunión General del día de la Fiesta.

Se tuvo la visita del Excmo. Sr. arzobispo de la Diócesis Mons. Aurelio Guerrero quien fue recibido por las Autoridades, Escuelas, Instituciones Religiosas, dando el saludo de bienvenida un joven de la Acción Católica, recibiendo de parte del arzobispo su agradecimiento dirigiendo unas palabras en el Templo.

El día Central 11 de setiembre de 1948, muy temprano, el arzobispo dijo la Misa de Comunión General, quien ayudado por el R.P. Párroco Fr. Miguel Matamala y el R.P. Wenceslao Fernández se administró mil quinientas comuniones.

A las 10 de la mañana hubo misa de Medio Pontifical oficiada por los RR.PP. Lazaristas de la Comunidad de Chiclayo. Entre los Reverendos. Párrocos y demás sacerdotes que se encontraban presentes se repartieron los oficios de Asistencia al Prelado. La misa fue cantada por los RR.PP. Franciscanos de Chiclayo. Honraron estos actos los siguientes: Dr. Jerónimo Mondoñedo Párroco de la Matriz de Chiclayo; Dr. Vargas, Párroco de Motupe; Dr. Samuel Pereda, Párroco de Monsefú; Dr. Francisco Cantons, Párroco de Pimentel; Dr. Alfonso Murillo, Párroco de Jayanca; Dr. Francisco González Burga, Párroco de Ferreñafe (quien hizo de maestro de ceremonias); el Capellán del Regimiento, Dr. José Marchino; el de la Base de Aeronáutica de Chiclayo, Dr. Alfredo Bonadona (quien hizo luego un elogioso artículo de prensa); y además, Capellán de las RR.MM: Dominicas del Colegio del Rosario de Chiclayo. La Iglesia San Pedro de Lambayeque estaba totalmente llena en sus tres naves.

Acto seguido el arzobispo con todos los religiosos presentes, procedieron a la bendición de la Nueva Torre, siendo padrinos e Sr. Marcial Pastor y la Sra. Luisa Larco Ferrari (esposa del Ing. Luis Noya Ferré). Habló un miembro del Comité Pro Templo, siguiendo luego las bendiciones de nuevas construcciones y reparaciones del Templo, así como de nuevas imágenes etc.

En la Casa Parroquial se develó la Placa Conmemorativa de las Bodas de Plata de la venida de los Padres Misioneros Dominicos, acto apadrinado por el alcalde de la ciudad Dr. Hilario Fierro y Sra. Artemia Cuglievan de Woyke. Dirigiendo un discurso el presidente de la Junta Parroquial de Acción Católica Capitán Gamaliel Hinostroza.

En los actos sociales se dio desayuno a los niños de Primera Comunión y a los jóvenes de A. C. de Chiclayo; y en la casa de la Sra. Orocia García de Oneto se sirvió el almuerzo en honor de las Autoridades religiosas y civiles”.

El Sr. Arzobispo de Trujillo en el acto de bendecir la torre concluida (1948).

Las dos torres asimétricas de la iglesia San Pedro de Lambayeque (Memo Luna, 1992).

Prosigamos. Al fondo de la antigua vista, repetimos, materia de esta entrega, se puede divisar parte de la puerta de la tienda del chino Carlos (Cálalo), y al costado, hacia la calle “Bolívar”, la puerta de ingreso a la casa de la señorita Villafuerte, de ocupación: costurera. En este espacio se levanta hoy el local de la Municipalidad Provincial de Lambayeque.

Perdón, nos olvidábamos. Al costado izquierdo de la vieja fotografía podemos distinguir claramente las ramas y las largas hojas de uno de los ficus, de notable crecimiento, que adornaban el cuadrilátero de la Plaza de Armas “27 de Diciembre” de nuestra generosa y benemérita ciudad. Se sabe que fueron talados en 1939, por orden expresa del teniente alcalde don Alfredo Wenceslao Salcedo Pastor, por el gran desarrollo, tal vez, de su sistema radicular. El periodista e historiador peruano Aurelio Miro Quesada Sosa - que estuvo de paso por Lambayeque en 1935 - en su libro Costa, Sierra y Montaña (1940), escribe:

    “Cruzo enseguida la Plaza Principal. Bajo el viento fresco de la tarde, veo una plaza lírica y simpática, con bancas que se acogen a la sombra propicia de algunos ficus hermosísimos. Se me dice ahora que ya esos árboles no existen. Se me afirma – y quiero todavía resistirme a creerlo – que no se ha tratado de una poda, sino que han sido cortados de raíz. Cuando pasen los años y los habitantes de Lambayeque o los viajeros recuerden la copa frondosa de los ficus, habrá quien coloque en la Plaza alguna ofrenda a esos árboles mártires, que fueron en su día lujo y presea en la ciudad".

En esta antigua fotografía, de principios del siglo XX, tomada por el lente fotográfico de Hans Heinrich Brüning o Enrique Brüning, se pueden apreciar los ficus que circundaban la antigua Plaza Mayor, hoy Plaza de Armas “27 de Diciembre”, de la generosa y benemérita ciudad de San Pedro de Lambayeque.


 Bibliografía

DIAZ TORRES. Miguel Ángel.  Blog “Del Baúl Bibliográfico Lambayecano”. Miércoles 13 de abril de 2022.

MENÉNDEZ RÚA, Ángel. Boceto Histórico de la Iglesia de Lambayeque. Lambayeque, Marzo 19 de 1935.

MIRÓ QUESADA, Aurelio. Costa, sierra y montaña. Chacra Ríos, P.L. Villanueva. 1964.


Archivo Regional de Lambayeque (ARL).

Libro de Registros. Escribano: Manuel Samillán. Año 1963.


Fotografía

Hans Heinrich Brüning.

Guillermo Luna Lorenzo (Memo Luna)

Colección: Miguel Ángel Diaz Torres.