miércoles, 2 de enero de 2013

La Plaza de Armas de Lambayeque



Plaza de Armas de Lambayeque (1929). Colección: Bibliógrafo, Miguel Ángel Díaz Torres

Atractivo turístico de las ciudades lo constituyen también sus plazas, plazoletas y parques principales. La blasonada ciudad de San Pedro de Lambayeque cuenta para esto con una atractiva Plaza Mayor o Plaza Principal, alternativas denominaciones con que la hemos encontrado registrada en papelería de antigua data.

Desde mediados de 1920, se le conoce como Plaza de Armas “27 de Diciembre”, en clara alusión a la fecha en que el cabildo patriótico de esta ciudad declaró, a nombre del pueblo lambayecano, su total independencia del poder político español en 1820. Esta plaza, fue declarada Ambiente Urbano Monumental por Resolución Ministerial Nº 329 – 1986 – ED.

Breve antecedente histórico

La ciudad de Lambayeque no tuvo un nacimiento improvisado, su origen urbano se remonta al momento mismo en que las dispersas parcialidades o comunidades nativas tradicionales que conformaban su laborioso y rico señorío, fueron reducidas o agrupadas en pueblo, de corte hispano, en su actual emplazamiento. El flamante pueblo de indios fundado, no cabe duda, a mediados del siglo XVI, se denominó originalmente San Pedro de Lambayeque.

El ceremonial para el levantamiento de pueblos indígenas era muy simple. Después de haberse determinado el terreno donde se ubicaría la plaza mayor o principal y oficiado una misa en ella, ofrendada al patrono del novísimo pueblo, el representante español reunía al cacique y a las parcialidades con sus respectivos pachacas para que tomando como punto de referencia las cuatro esquinas de la plaza, se diera inicio  al reparto de solares, trazados a cordel y regla, para el cabildo de naturales y su respectiva cárcel, cabildo conformado por indios principales de la localidad, para la iglesia y el cementerio (convirtiéndose de este modo en el símbolo de la dualidad del poder político y religioso), para la vivienda del encomendero, del cacique principal, para los aposentos de los “curas de indios” o de doctrina,  para el tambo, la casa de comunidad, los solares en que debían residir los pachacas principales y la nobleza nativa local, los barrios donde vivirían los miembros del común de indios y el hospital.

Alrededor de este flamante pueblo, delineado a modo de un tablero de ajedrez (damero) porque facilitaba el reparto de solares, existían ejidos o parcelas destinadas al trabajo comunitario y el autoabastecimiento. Todo esto en fiel cumplimiento de las “Ordenanzas para la fundación de ciudades en el nuevo mundo” dictadas en 1523, por el Rey Carlos I de España. Posteriormente las reales cédulas de los años de 1549, 1551, 1560 y 15 de julio de 1566, ordenaba a los virreyes que a los habitantes originarios del Perú se les agrupara en pueblos.

La primitiva plaza

De su aspecto original nada sabemos. Pero cabe imaginárnosla como un amplio y descubierto espacio de tipo rectangular, con su piso de arena y tierra afirmada, con muy escasa arboleda, menos adornos vegetales, dado que en ella hacían sus ejercicios militares tanto el piquete de soldados veteranos del Rey, que, de cuando en cuando, acantonaba por estos lares, como el batallón de milicias disciplinadas de infantería perteneciente al pueblo.

En el centro de la plaza el rollo o picota de madera de algarrobo, material común y abundante en el entorno, con sus complementos de carácter penal, como cadenas, grilletes, argollas y gruesas sogas, para escarmiento, en un principio, de “indios levantiscos”, y, con el tiempo, de negros cimarrones. Se dice, dato no confirmado aún, que en la picota de esta plaza sufrió la cruel pena del azote y el infamante corte de pelo más de un hechicero reincidente, allá por el siglo XVII. Las Cortes de Cádiz por Decreto del 26 de mayo de 1812, ordenaron su destrucción o traslado a las afueras de los centros poblados

Pero la plaza también sirvió como marco solemne para las celebraciones y ceremonias públicas propias del virreinato, aunque, claro esta, con significativo retrazo por el lento correo marítimo, como por ejemplo: la asunción al trono del monarca de turno, el nacimiento de un príncipe, la llegada de un nuevo virrey a la capital, etc. Y de las locales, una en especial, la ceremonia protocolar de toma de mando de un nuevo cacique gobernador. De paso también se celebraban las pomposas fiestas religiosas.

Como hemos visto anteriormente, las ceremonias de asunción al solio cacical lambayecano se realizaban teniendo como marco la plaza principal. Y ésta plaza, fue escenario, el 15 de enero de 1804, de un motín protagonizado por centenares de indios en clara oposición a la toma de mando del cacique Dámaso Temoche Farrochumbi, un cacique servil a los intereses de las autoridades coloniales y que precisamente ese día cumplía años. A los gritos “mueran los blancos y otras castas”, se apoderaron de los caudales custodiados en la Aduana, (actual sede de la Institución Educativa “27 de Diciembre”), asaltaron el cabildo (situado, por aquel tiempo, justo enfrente de la puerta principal de la iglesia San Pedro de esta ciudad), en busca del subdelegado español, la cárcel (ubicada  al lado del cabildo), la casa de don Pedro Temoche, suegro del cacique, etc.

El cierra puertas en Lambayeque fue general porque se decía que tres mil indios estaban prestos a tomar el pueblo a sangre y fuego. Clemente Anto, Melitón Coronado Infuc Corñan, Bruno Huerta, Marcelino Failoc, visibles cabecillas de la revuelta nativa se parapetaron en la Iglesia Matriz y capillas doctrinales o ramadas situadas a un costado de esta. Las milicias reales se reunieron de inmediato, la represión fue drástica y los líderes, vistiendo aún a la “usanza indica”, fueron tomados presos y depositados en los calabozos de la cárcel de Lambayeque. Poco después, ante el riesgo que corrían sus vidas, fueron enviados, vía Trujillo, a la Real Cárcel de Lima (Izquierdo. 2011).

Un espacio que sobrevivió a las catástrofes

La plaza principal de Lambayeque sobrevivió, digámoslo de alguna manera, a las fatídicas inundaciones que asolaron esta ciudad en pasados siglos como consecuencia de la cíclica  presencia del fenómeno del Niño, del tipo “muy fuerte”, en los aciagos veranos de 1578, 1701, 1720, 1728 y 1791. En todos estos nefastos eventos las desbordadas aguas de su temperamental río prácticamente la borraron del mapa convirtiéndola en una inmensa laguna que se tenía que surcar por medio de balsas,

Esta suerte de supervivencia no la tuvieron dos plazas menores, muy antiguas, conque también contaba esta laboriosa ciudad, la plaza de Belén y la plaza de San Carlos. La primera se encontraba situada en una explanada frente al hospicio fundado, construido y regentado por los religiosos de la Orden Betlehemita, situado en los terrenos que actualmente ocupa el cuartel de “Servicios de Material de Guerra” o cuartel “Bolognesi”, en la vieja travesía de la calle del “Hospital”, después calle “Cruz del Siglo XX”, hoy calle “Charles Suttón”.

Aunque el escritor e historiador lambayecano Germán Leguía y Martínez, en el Tomo III de su obra “Historia de la Emancipación del Perú: el Protectorado”, equivoca el lugar donde se encontraba, nos da cuenta de ella cuando manifiesta que para la celebración de la fiesta navideña se improvisaban en esta plaza: “Cuartos o salones amplios, improvisados con palos y cañas, petates, esteras, etc. forrados en madapolán o picardía (ricos géneros blancos de la época) y llenos de billares u otros juegos (bolos, trucos, etc.) y de mesas para recibir las viandas, despacharlas y comerlas” (Leguía. 1972). Arruinado el hospital y su capilla por la inundación del verano de 1791, esta tradicional costumbre se trasladó a la plaza principal. El citado historiador relata que al retornar a Lambayeque en 1881, “esa bella costumbre había desaparecido” (Leguía. 1972).

La segunda fue la plaza de San Carlos, ubicaba al sur de la ciudad y con frente al barrio de su nombre. Esta se comenzó construir a mediados del siglo XVIII, y desapareció completamente conjuntamente con buena parte de su bien delineado barrio con los copiosos aguaceros y fatal inundación del verano de 1828. Leguía y Martínez nos dice que estuvo dotada: “…de bancas de madera, rejas de hierro y amplias calles de árboles que formaban una hermosa alameda” (Leguía. 1972). El nos da también su exacta ubicación, veamos: “Estaba esta en el barrio de San Carlos; o sea en un cuadrilátero de dos manzanas mínimun en el paraje hasta hoy denominado de la Alameda Vieja; esto es detrás del Casino Civil Militar y abarcando el perímetro en que ahora existe el Club del Tiro al Blanco” (Leguía. 1972).

En Lambayeque hubo dos asociaciones o clubes de Tiro al Blanco civiles. El primero, y es al que, sin duda, se refiere Leguía y Martínez, se denominó “Club Bolognesi” y su campo de tiro se encontraba a espaldas del Casino Civil Militar de esta ciudad, inmueble que se encontraba en plena construcción en 1916, en el terreno de 1,500 metros cuadrados (25 mts. de frontera por 60 mts. de fondo), que le cediera, el 16 de noviembre de 1915, la Municipalidad Provincial de Lambayeque, siendo alcalde el Sr. José Ignacio Iturregui Mendiburo. La ampliación de la parte posterior del Casino lo absorbió, por donación hecha también por el municipio lambayecano en noviembre de 1917, siendo alcalde el Sr. Miguel Baca Matos. Este espacio de 680 metros cuadrados, es la parte que actualmente ocupa el campo deportivo de esta institución. A poco tiempo de inaugurado el Cuartel Militar “Leoncio Prado”, el 20 de septiembre de 1916, se creó el Club de Tiro del Regimiento Nº 1 “Gildemeister”, con su campo de ejercicios y competencia ubicado al oeste de la ciudad, camino a la antigua caleta de San José. El segundo se denominó “Club de Tiro Revolver”, su local se encontraba ubicado en la vieja calle “Tancún” hoy “Emiliano Niño Pastor” y parte del terreno en que hoy se levanta la Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo (UNPRG). En 1942, los civiles conformaban la “Sociedad de Tiro Lambayeque” Nº 137. Hasta los primeros años de la década de los sesenta del pasado siglo se podían apreciar las arruinadas estructuras de su centro social en una esquina de la hoy denominada calle “Leandro Pastor”.

La plaza y la independencia

La memorable noche del 27 de diciembre de 1820, una enardecida multitud al grito unánime de ¡a la plaza¡ ¡a la plaza¡ tomo este baluarte a poco de haberse enterado del pronunciamiento de su cabildo por la ansiada libertad. El ímpetu de esos fervorosos patriotas, envalentonados por agresivas arengas, sirvió de acicate para que el Escuadrón realista, acantonado precisamente en mansión situada a un costado y frente a ella, conocida antiguamente como de la “Aduana” (sede hoy de la Institución Educativa de Varones de Primaria y Secundaria “27 de Diciembre”), rindiera su pendón grana ante el valeroso capitán de milicias disciplinadas de infantería de Lambayeque Juan Pascual Saco Oliveros. Lambayeque se convierte así en la primera población del norte del Perú en declarar su independencia del poder español.

Terminado el evento anual que con motivo de las fiestas navideñas se realizaba en la plaza, esta sirvió de marco también para la solemne y pública proclamación de la independencia de Lambayeque el 14 de enero de 1820. De lo que se desprende el respeto y cuidado que se le debe dar a este espacio monumental.

Aprovechemos esta ocasión para anotar el siguiente considerando, que nos dará una clara idea de lo que verdaderamente representaba Lambayeque,  capital del partido del mismo nombre, en los albores de su independencia política del yugo español. Sabido es que la ciudad de Lambayeque cuenta con cuatro actas de declaración y jura de su independencia, la del 27 de diciembre de 1820, redactada en la casa donde moraba el alcalde de segunda nominación el limeño don Melchor Sevilla; la de la madrugada del 31 de diciembre, en que el pueblo y bajo pueblo de esta ciudad declaró su independencia en casa del sindico procurador don Mariano Quezada y Valiente; la del 31 de ese mismo mes y año redactada en el salón del cabildo y la pública y solemne del 14 de enero de 1821. Ahora bien, el cabildo de Chiclayo la verifica el 31 de diciembre de 1820, después de haber sido notificado por un propio de Lambayeque; inmediatamente después, por acto espontáneo del pueblo y el ayuntamiento chiclayano presidido por don Santiago de Burga, se convino en nombrar como “Comandante de Armas” al prócer chiclayano don José Leonardo Ortiz, en premio a su decidida participación en estos acontecimientos. Pero este nombramiento no fue aprobado por el general don José de San Martín en Huaura, porque decía: “…en Chiclayo jamás se creara tal empleo por su localidad, por no ser Plaza de Armas, por no haber allí ni un fusil, y porque Lambayeque, que es la capital del partido, sitúa a dos leguas”. Tacita referencia del ilustre argentino a lo que verdaderamente constituía el pueblo de Lambayeque, esto es una “Plaza de Armas”, o sea un lugar donde se encontraban destacamentos armados.

Época independiente

En la época independiente, como es natural, se sustituyeron las ceremonias cívicas coloniales o virreinales por las del nuevo sistema, manteniéndose imperturbables las de carácter religioso. El escritor colombiano Próspero Pereira Gamba nos relata que para la celebración de las fiestas patrias en esta ciudad se colocaba, por el año de 1860, “…un pedestal en el centro de la plaza, bellamente adornado, y sobre este el retrato del Libertador don Simón Bolívar, flanqueado por las banderas de las cinco repúblicas por el libertadas del yugo español”. Se entiende por las de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia.

Pero este sano lugar de encuentros, de compartir y debatir ideas, de relajamiento y solaz esparcimiento, de celebraciones religiosas, se convertiría también, en épocas de intranquilidad social y sobre todo política, en el escenario de luctuosos sucesos, veamos algunos ejemplos:

El 12 de abril de 1875, fue fusilado, en esta plaza, José Tomás Calderón, “quien había dado muerte, en el despoblado de olmos, a su patrón, a quien acompañaba, para robarle”. La ejecución se dio frente al Casino Civil Militar de esta ciudad. Lo curioso del caso es que el acto fue acompañado por la banda infantil de la ciudad, denominada “Banda Infantil Lambayeque”, compuesta por 26 muchachos de esta localidad (León Barandiaran. Paredes. 1934).

En esta plaza fueron también fusilados en 1878, los integrantes de la temida banda de ladrones capitaneada por “Carmen”  apodado “el Cacique” y de la que eran miembros también tres de sus hermanos, a quienes se les conocía  como “los Pichones”, se dice que uno de ellos contaba con tan solo 16 años de edad. El acto se llevo a cabo “frente a la puerta del Perdón” de la Iglesia San Pedro de esta ciudad, aquella que mira a la Plaza de Armas. Sus cadáveres “debidamente amortajados” fueron velados en el Hospital de Nuestra Señora de Belén (León Barandiaran. Paredes. 1934).

Su reconstrucción

A principios del siglo XX, se inician intentos por reconstruir la vieja plaza lambayecana que mostraba un aspecto inarmonioso. En septiembre de 1900, se trazan y pavimentan sus veredas a iniciativa de un Comité de Obras Públicas presidido por el entonces subprefecto Sr. Gamarra Castañeda. En 1913, se colocan los postes de madera para el alumbrado a kerosén, dotados de faroles “Auto Luz”, donados por la Empresa de Cinemas y Teatro del Ferrocarril y Muelle de Puerto Eten. (Libros de Actas de la Municipalidad Provincial de Lambayeque).

En una fotografía captada por el lente de Enrique Brünnig a principios del siglo XX, que celosamente conserva el arquitecto lambayecano Benigno León Escurra, se puede observar claramente en medio de la plaza un alto enrejado de fierro, que protege un frondoso jardín y una pequeña pileta con su obelisco al centro, los ficus que bordean la plaza - plantados a principios del siglo XX - y los delgados postes de madera con sus faroles. Se pueden observar también en segundo plano, la casa solariega donde naciera el prócer de la independencia de Lambayeque Juan Manuel Iturregui Aguilarte, con su balcón abierto de cajón corrido y la casa de una sola planta donde viviera el ex - presidente del Perú Augusto Bernardino Leguía Salcedo, ambas desaparecidas.

Plaza de Armas de Lambayeque (Enrique Brünnig.1903)
Ya en 1885, se había instalado el alumbrado público a kerosén en algunas principales arterias de esta ciudad como en la antigua calle de “San Roque”, hoy “2 de Mayo”, calle “Real de Mercaderes” hoy “8 de Octubre” y buena parte de la calle del “Correo” hoy “Miguel Grau”. Los cobros respectivos de este servicio corrían a cargo de un rematista, quien se encargaba de contratar a la persona que encendía y apagaba las lámparas.

Los frondosos ficus que bordeaban la plaza fueron derribados a finales de la década del treinta del pasado siglo. El periodista, investigador, literato, incansable viajero y maestro universitario don Aurelio Miro Quesada Sosa, en la segunda edición aumentada de su obra “Costa Sierra y Montaña” (1947), se refiere a ellos cuando dice: “…Bajo el viento fresco de la tarde, veo una plaza lírica y simpática, con bancas que se acogen a la sombra propicia de algunos ficus hermosísimos. Se me dice ahora que ya esos árboles no existen. Se me informa – y quiero todavía resistirme a creerlo – que no se ha tratado de una poda, sino que han sido cortados de raíz. Cuando pasen los años, y los habitantes de Lambayeque o los viajeros recuerden la copa frondosa de los ficus, habrá quien coloque en la Plaza alguna ofrenda a esos árboles mártires, que fueron en su día lujo y presea de la ciudad” (Miro Quesada. 1947).

El 19 de mayo de 1920, ante “la necesidad patriótica” de conmemorar, en diciembre de ese año, el centenario de la declaración de la independencia de Lambayeque, el Presidente Augusto Bernardino Leguía Salcedo, natural de esta provincia, emite un Decreto, considerando, en su primer articulo, que la plaza principal de Lambayeque: “… llevara en lo sucesivo la denominación histórica de “Plaza 27 de Diciembre”. Firma también el instrumento el Ministro de Gobierno Dr. Germán Leguía y Martínez, su pariente y coterráneo (ver Anexo).

Un mes después, el 20 de junio de 1920, a escasos seis meses de los festejos, se da inicio a la reconstrucción total de la plaza, siendo alcalde el Sr. Miguel Baca Matos.  Meses antes, el 22 de septiembre de 1919, se había instalado la Comisión de Fiestas de Independencia de Lambayeque presidida por el síndico Sr. Rafael Delgado y compuesta por los señores Edilberto Sanmillán, Roberto Barandiarán, Arístides Pita y Carlos Ruiz. Para el efecto se destino también una partida especial denominada: “Celebración 1er. Grito de Independencia en Lambayeque el 27 de Diciembre de 1820”, ésta ascendía a la suma de 150.00 Libras peruanas, procedente del cobro de veredas.

Dicha comisión se encargó de concluir los 1,200 metros de vereda que se encontraban inconclusas para ese año, parte de este material se utilizó en el pavimentado de la plaza. Se empedraron y adoquinaron las arterias que circundan la plaza, y se colocaron también las primeras doce bancas de madera construidas por el maestro carpintero Víctor M. Cornejo Pinto, sus estructuras de fierro se trabajaron en la ciudad de Trujillo. Estas medían cinco y medio pies de largo, por cuatro de ancho, dos pies ocho pulgadas de alto y dieciocho pulgadas de asiento, su costo L.p. 25. 6. 80.

Creemos oportuno agregar que el mismo Cornejo se encargó también, en ese mismo año de 1920, de los trabajos de techado del mercado de abastos de la ciudad. El diputado lambayecano Sr. Marcial Pastor había donado para la fábrica de la cobertura del mercado la suma de 100 Libras peruanas, por encontrarse inconclusa la obra desde 1887, año en que se levantaron sus paredes. De paso, en los depósitos municipales se encontraban los treinta rieles que el Sr. Luís López, Superintendente de la Empresa del Ferrocarril y Muelle de Puerto Eten, había obsequiado para su fábrica.

Plaza de Armas de Lambayeque (1929)


La Estatua de la Libertad

Del año de1921, data la majestuosa e imponente estatua de bronce, de escultural figura femenina de indiscutible valor artístico, que representa la libertad, ubicada en la pileta central de la plaza. Obra esculpida por uno de los destacados exponentes de la primera generación de escultores peruanos de las dos primeras décadas del siglo XX, el chalaco David Lozano Lobatón (1885 – 1936), en su taller de Barrios Altos en la capital de la República. El monumento que debería ser inaugurado, conjuntamente con la remozada plaza, el 27 de diciembre de 1920, con motivo de las celebraciones del centenario de la independencia de esta ciudad prócer, tuvo que inaugurarse siete meses después, el 28 de julio de 1921, con motivo del centenario de la independencia nacional. El motivo: la escultura no estaba concluida para la fecha prevista.

Se sabe que poco después de haber sido instalada en su respectivo pedestal, al centro de la pileta hexagonal de la plaza, las personas más ilustradas de la ciudad la bautizaron como “Venus de Lambayeque” en clara alusión, tal vez, a la diosa mitológica de la belleza y el amor, reina del cielo, de la tierra y las aguas; esposa de Vulcano, dios del fuego y amante de Marte, dios de la guerra. Con ese apelativo se le conoce hasta nuestros días, restándole el verdadero sentido histórico para lo cual fue diseñada, esto es, para representar esa facultad natural de todo hombre y nación el de la responsabilidad de ejercer la propia libertad (Izquierdo. 2006).

Por todo esto es que así se le concibió: “…desnuda, libre, voluptuosa, graciosa, coqueta, provocativa e irreverente. Así quisieron legárnosla nuestros mayores, los Leguía. Con su pequeña antorcha rematada en una espiga, en lo alto de su brazo derecho, como iluminándonos el camino de la libertad. Pequeño pero sugestivo detalle opacado, por la década de los setenta del pasado siglo, por la colocación en su lugar de un antiestético plato, que sirvió de lámpara votiva en la realización de unos juegos deportivos en esta ciudad” (Izquierdo. 2006).

Ahora bien: “Si hemos de darle un nombre consecuente a esta lograda escultura, respetando el sentido de la misma y en honor de la verdad histórica, debemos llamarla “Estatua de la Libertad de Lambayeque”. Y tenemos que acostumbrarnos a ello, porque eso es lo que representa y conmemora, la exitosa ruptura con los casi tres siglos de dominación española en esta ciudad y el Perú”. (Izquierdo. 2006.).

Estatua de la Libertad (1930)



Plaza de Armas de Lambayeque (sin fecha). Colección: familia Rodriguez Rivadeneira


Los obeliscos

Los obeliscos que adornan los vértices de los cuatro ángulos de la plaza, también fueron donados por el Gobierno del presidente Augusto Bernardino Leguía Salcedo, hijo predilecto de esta provincia, para la conmemoración del centenario. Estos pilares están realizados en fino mármol de Carrara, de cuatro caras, iguales y convergentes, rematadas en achatadas puntas piramidales y descansan sobre tres gradas de piedra granito. Estos monumentos conmemorativos fueron fabricados en la ciudad de Lima, en la casa de José María León e Hijo. Las gradas de piedra granito fueron cinceladas por el maestro picapedrero lambayecano Sr. Manuel Urcia (Izquierdo. 2006).

En las cuatro caras de los obeliscos del lado oeste de la plaza se encuentran inscritos, tal y como manda el decreto legislativo firmado por el presidente Leguía, los nombres de los jefes militares y civiles que efectuaron el pronunciamiento la memorable noche del 27 de diciembre de 1820, los de los miembros del cabildo patriótico, a cuya cabeza se encontraba don Pedro López de Vidaurre, que rubricaron, esa noche, el acta de independencia oficial, el nombre del personaje que facilitó su casa para tan magno acontecimiento (el limeño don Melchor Sevilla), el nombre del personaje (el sindico procurador don Mariano Quesada y Valiente) que levantó el acta en que el bajo pueblo juró la independencia la madrugada del 31 de diciembre y de los que la suscribieron, entre los que se encontraban los alcaldes indios de las cuatro ramadas (Manuel Chiquita, Juan Huerta, Rudesindo Teño, Manuel Conde), los nombres de los que estuvieron prestos a tomar por las armas, la noche del 27, el local donde se guarnecía el escuadrón realista, entre los que destacan el limeño Juan del Carmen Casós y los lambayecanos Juan Pascual Saco Oliveros y Juan Manuel Iturregui Aguilarte y por último los nombres de los jóvenes y valientes voluntarios que fueron a engrosar las filas del Ejercito Patriota, para luego cubrirse de gloria en los campos de Pichincha, Junín y Ayacucho.

El 28 de julio de 1921, día central de las festividades del centenario de la independencia nacional, se inauguró la reconstruida Plaza de Armas lambayecana. Era, a la sazón, alcalde de la ciudad, por disposición de la “Asamblea Nacional de 1919”, el Sr. Augusto León. Fue bendecida solemnemente por el P. Miguel Villavicencio, párroco interino de la iglesia de Lambayeque.

         Augusto B. Leguía Salcedo

                 German Leguía y Martinez


Remodelación

En 1962, se remodeló la plaza, centro obligado de la tertulia vespertina y de las, otrora, retretas dominicales. El aspecto sobrio y gris que mantenía desde el año de 1921, cambió definitivamente, al reemplazarse sus maltratados sardineles y la losa de cemento por losetas de color. Se reemplazaron también sus viejas bancas de madera por las antiestéticas bancas de concreto imitación mármol (rojo con jaspeados color blanco) que actualmente posee. El interior de la pileta y el pedestal donde descansa la escultura de bronce también fueron remodelados, cubriéndolos con pequeñas mayólicas de color verde claro y dotándola de un sistema de iluminación sumergible con cuatro pequeños reflectores protegidos por rejillas y vidrios de colores. Se remozaron sus jardines cercándolos con setos ornamentales para su protección y se colocaron postes de alumbrado con sus bases ornamentadas y en lo alto sus tres globos de cristal blanco.

En 1992, dado el abandono, la indiferencia y la falta de mantenimiento a que estaba sujeta por varios años, la plaza sufrió una nueva intervención. En esa oportunidad se erradicaron los postes ornamentales anteriormente citados, colocando en su lugar los que actualmente luce, “clavados”, al decir del común de la gente, en el centro de sus áreas verdes, que no se adaptan, ni mucho menos guardan relación con su entorno y el aspecto tradicional que se le ha querido dar desde siempre, sin conseguirlo hasta el momento, a esta singular e histórica plaza. Más aún cuando en esa misma ocasión se plantaron una serie de especies vegetales que, con el correr del tiempo, la han convertido en una “plaza ajardinada”.

Pileta central de la Plaza de Armas


Vista nocturna de uno de los angulos de la plaza 

Anexo
    
     El Presidente de la República

     Considerando:

     Que la ciudad de Lambayeque proclamó solemnemente la Independencia del Perú el 27 de diciembre de 1820, dando ese ejemplo de civismo a los demás pueblos del departamento de la Libertad y, con ellos, a la nación entera, según textualmente lo confirma el Decreto Legislativo del 18 de diciembre de 1822, expedido por el Primer Congreso Constituyente del Perú; y

      Que la importancia y la trascendencia de aquel acto imponen la necesidad patriótica de conmemorarlo, en la fecha, ya próxima de su centenario.

     DECRETA:

     Art. 1º - La plaza principal de Lambayeque, en cuya antigua Aduana – hoy centro escolar de varones – transformada en cuartel en 1820, fueron amagadas y rendidas, por espontáneo empuje popular, las fuerzas realistas comandadas por el entonces capitán don Antonio Gutiérrez de la Fuente, llevará en lo sucesivo la denominación histórica de “Plaza 27 de diciembre”.

     Art. 2º - Instáurese en dicha Plaza una placa de Bronce, de que actualmente carece; y elévese, en los vértices de sus cuatro ángulos, otros tantos obeliscos de mármol, en cuyas caras respectivamente se inscriban: 1º- Los nombres de los jefes militares y civiles que efectuaron el pronunciamiento; - 2º - Los de los miembros del ayuntamiento que extendieron y firmaron el acta de proclamación oficial; - 3º - Los del patriota que facilitó su domicilio para el acuerdo, del síndico procurador que levantó el acta popular posterior de 31, y de los suscriptores principales de esta última; y - 4º - Los de los vecinos notables que a la cabeza del comicio armado, emprendieron, en la noche del 27, el ataque sobre la tropa realista:; y los de los voluntarios distinguidos que, después del mismo, partieron al cuartel general Libertador de Huaura, a incorporarse en el ejército de San Martín.

     Art. 3º - Abrase, en el paraje descampado existente, a la entrada de la ciudad, entre la estación del F.C. de Eten, la plaza de abastos, la fabrica de tejidos en actual construcción y la calle fronteriza a este último establecimiento, otra plaza debidamente ornada, que se nombrará “Plaza de la Independencia”.

     Art. 4º - Eríjase en esta plaza:

1º- Un monumento central que ostente en lo alto la estatua del patriota lambayecano don Pascual Saco Oliveros, agente primordial de la rendición realista; y 2º- en cada uno de los ángulos del perímetro, los cuatro bustos de los patriotas lambayecanos, general don José Rivadeneira, mártir de la libertad; don Juan Manuel Iturregui, cabecilla principal entre los promotores de la transformación separatista; José Leguía y José Ignacio Iturregui, actores sobresalientes del gran acontecimiento, que, salvando éste del olvido, expidieron a solicitud municipal, el interesante informe de 6 de mayo de 1869.

     Art. 5º - Organícese  el “Álbum de la Independencia norperuana” en que corran los fotograbados de las actas originales de proclamación de emancipación nacional, en las diversas ciudades del Norte del Perú. Con los documentos antecedentes y subsiguientes; y los de los lugares en que realizáronse los actos respectivos, procurando en lo posible, la reproducción de los mismos en la forma que tenían hacia la fecha o en el tiempo más próximo al año de esos sucesos.

Para ello las municipalidades de las provincias del Norte de la República procederán, en el plazo máximo de 60 días, contados a partir del presente decreto, a remitir al Ministerio de Gobierno las fotografías necesarias para el objeto, o los documentos originales que deban ser reproducidos, en el Álbum. El Fisco reintegrará, en el primer caso, cualquier gasto impelido en la reproducción: o devolverá, en el segundo, las piezas originales remitidas en forma conveniente y segura.

     Art. 6º - El Ministerio de Gobierno queda encargado de llevar a la práctica el presente decreto, y de comunicar, a los funcionarios y corporaciones que correspondan, la parte que a cada cual pertenezca en su cumplimiento y ejecución.

     Dado en la casa de Gobierno en Lima, a los 19 días del mes de mayo de 1920.

                                                       A. B. Leguía.

                                                          G. Leguía y Martínez.


Bibliografía.

Izquierdo Castañeda, Jorge. “La Plaza de Armas de Lambayeque”. Suplemento Dominical del Diario “La Industria” de Chiclayo. p. p. 5 - 6. 18 de febrero del 2006.

Izquierdo Castañeda, Jorge. “Clemente Anto el Procurador rebelde”. Blogspot.com/ Lambayeque Camino al Bicentenario. 9 de septiembre de 2011

Leguía y Martínez, German. Historia de la Emancipación del Perú: el Protectorado. Tomo III, P. 380).

Miro Quesada Sosa, Aurelio.  “Costa Sierra y Montaña” p. p. 63-64. 1947

León Barandiaran, Augusto y Paredes, Rómulo. “A Golpe de Arpa”. p. p. 214, 254. Edición de los autores. Lima, 1934.

Libros de Actas de la Municipalidad Provincial de Lambayeque.