sábado, 10 de septiembre de 2011

Aporte lambayecano a la campaña final de la independencia nacional.

Sea por la repercusión que tuvo la declaración de independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata en 1816, seguida por la de Chile en 1818, por la presencia en nuestras costas de la flota expedicionaria de Lord Cochrane en 1819; por la enorme resonancia que produjo el movimiento separatista de Guayaquil, el 09 de octubre de 1820; por la nutrida y eficaz correspondencia de los grupos patriotas con el general don José de San Martín, o, a raíz del desembarco del Ejercito Expedicionario Libertador del Perú, en la bahía de Paracas, la madrugada del 8 de septiembre de 1820, lo cierto es que varios pueblos y ciudades del centro y norte del Perú, declaran, proclaman y juran su independencia del poder español antes, que el ilustre argentino, jurara la independencia del Perú, desde las principales plazas de Lima, la mañana del 28 de julio de 1821.

El historiador Manuel Casimiro Bonilla Castro, destacado militar, natural de la región Lambayeque, nos dice: el primer lugar donde se proclamó la independencia del Perú fue Supe el 5 de abril de 1819. Para llevarla a cabo, los pobladores de esa, por aquel entonces, humilde caleta de pescadores, ubicada en el kilómetro 190 al norte de Lima, aprovecharon la presencia de la primera expedición marítima al mando de Cochrane, a la cual también, con muchos sacrificios, brindaron su decidido y total apoyo.

Documentado argumento, producto de una exhaustiva  investigación  en la papelería del virrey Pezuela, específicamente en sus “Memorias de Gobierno”, que diera a conocer Bonilla Castro en su Ensayo titulado “Fecha y Primer lugar del Perú donde se Proclamó la Independencia”, aparecido en la Revista del Centro de Estudios Históricos Militares del Perú, en 1948.

El historiador Dr. Feliz Denegrí Luna, anota que fueron muy duros los castigos dispuestos contra los supanos, cuando las fuerzas del Rey vuelven a ocupar la región: “…La lista de los sentenciados a ser pasados por las armas fue muy larga…” dice Denegrí Luna, y agrega que en la relación que sobre este suceso da el virrey Pezuela “…se confunden en gloriosa democracia: hacendados con caciques y oficiales de milicias, así como también simples arrieros con distinguidos sacerdotes; es el pueblo todo de Supe que esta por la revolución”, concluye.

Cumpliendo con sus planes, trazados de antemano, San Martín ordenó al general Juan Antonio Álvarez de Arenales incursionar por la sierra central, en lo que se ha venido en denominar la Campaña de la Sierra, dándole instrucciones precisas en el sentido de que hiciese todo lo posible para que, a su paso, los pueblos fuesen proclamando su independencia.

Con la presencia de Álvarez de Arenales, el cabildo de Nazca procedió a la jura de la independencia el 16 de octubre de 1820, el cabildo de Ica el 20 de octubre; la antigua Huamanga, Ayacucho, el 01 de noviembre; Huancayo el 20; Jauja el 22; le sigue Tarma el 28 de noviembre de 1820. El 7 de diciembre jura la independencia Cerro de Pasco, y el 19 de diciembre de 1820,  lo hace Huánuco en solemne ceremonia pública, realizada en la plaza de armas de esa ciudad.

Al igual que la zona central, el norte del Perú respondió también en forma positiva a los planes del general San Martín y en un lapso relativamente breve todos los pueblos del norte juraron su independencia.

Los miembros del cabildo de Lambayeque, partido de la Intendencia de Trujillo, reunidos en la casa del alcalde de segunda nominación, el limeño don Melchor Sevilla, declaran la independencia absoluta del gobierno español la noche del 27 de diciembre de 1820,  Le sigue el cabildo de Trujillo el 29 de diciembre de ese mismo año. El cabildo de Chiclayo declara la independencia el 31 de diciembre de 1820. Ya en el siguiente año de 1821, juran la independencia, Ferreñafe el 01 de enero; Cajabamba el 02; Piura el 04; Tumbes el 07; Chota el 12 de enero; Jaén el 04 de junio; Otuzco el 22 de Junio, y Cajamarca el 28 de junio de 1821.

Todos estos hechos adquieren relativa trascendencia histórica, por cuanto es un indicador de la actitud favorable del pueblo peruano a favor de la emancipación con anterioridad a la proclamación de la independencia desde Lima. Y no cabe duda también que estos actos proclamatorios constituyeran un indiscutible sostén moral e ideológico a la noble causa de la emancipación nacional.

Sin embargo sabemos también, que este extraordinario apoyo no se limitó, de ninguna manera, al buen éxito de estas meritorias acciones, muy por el contrario los posteriores acontecimientos nos dan cuenta de una inmediata, decisiva y oportuna ayuda material a la revolucionaria empresa.
    
Contribución que en líneas generales se tradujo: a la recluta de sangre joven que serviría para engrosar las filas del emergente Ejército Patriota; a la colectación de ganado, así como en el acopio de víveres de toda especie para la manutención de las tropas; en el aprovisionamiento de jabones, jergas, tocullos, frazadas, suelas cordobanes, en suma todo lo indispensable para el magro calzado, aseo y abrigo de las mismas; en la fabricación de clavos, herrajes, estribos, espuelas, lanzas y sables para la defensa; en la requisa de mulas y caballos, a las contribuciones voluntarias y forzadas de dinero y, por último, al recojo de toda la plata labrada de sus iglesias. En la consecución de todo este bagaje logístico todos sin excepción, hasta el más alejado poblado, cada uno según sus posibilidades, aportaron su cuota de sacrificio.

Hemos iniciado en Lambayeque, con miras al bicentenario de la independencia nacional, una rigorosa investigación sobre este importante tema, todavía vaco en la historiografía de esta región, porque estamos seguros, a la postre, ayudara, de alguna manera, a reafirmar y fortalecer nuestra identidad y conciencia regional, fundada en el culto de los valores, tradiciones y hechos históricos, lamentablemente, ahora, tan venidos a menos.    
   
Veamos pues a continuación, en apretada síntesis, parte de la contribución que en ganados, víveres, vituallas, dinero en efectivo, plata labrada, recursos humanos, etc., aportó la región Lambayeque a la campaña final de la independencia nacional.
    
Con fecha 17 de enero de 1821, el Gobernador Intendente de Trujillo, el limeño José Bernardo de Tagle y Portocarrero, marqués de Torre Tagle, enviaba una urgente comunicación al coronel Juan del Carmen Casós Barrionuevo, Gobernador Político y Militar de Lambayeque, pidiéndole refuerzos, caballos, dinero y pertrechos.
    
La hasta hoy inédita y utilísima misiva, constituye de por sí un significativo aporte a la historiografía lambayecana y, felizmente, en original, aunque muy maltratada, obra en nuestro poder, milagrosamente salvada, con uno que otro documento más, de haber sido consumida por las llamas a que había sido condenada por manos indiferentes a nuestro histórico acervo documental. Por tal motivo creemos necesario transcribir sus dos principales primeros párrafos, que a la letra dicen:
        
          Sr. Coronel don Juan del Carmen Casós, Gobernador Político y    
           Militar de  Lambayeque:
       
          Inmediatamente que US., reciba esta tomara las providencias más ejecutivas para que sin perdida de momentos se pongan en marcha para esta capital (se entiende por Trujillo) todo el Escuadrón de ese Pueblo, trayendo consigo los caballos sobrantes que tenga y su armamento correspondiente, a excepción de los fusiles, que puede US., dejar hoy, para con ellos y nunca suficientes que le mandare después, arme las compañías de su Regimiento que tratara de acuartelar a la mayor brevedad, dándole la instrucción correspondiente con el objeto de guarecer ese Pueblo.
     
         Igualmente: me mandara US. de esas milicias cien hombres buenos y si puede ser solteros, o casados, menos sin hijos, a efecto de acuartelarlos en esta ciudad y reemplazar parte de la tropa que precisamente debe transportarse al Cuartel General en la fragata “Minerva”, muy próxima a arribar al Puerto de Guanchaco de orden del Excelentísimo Señor Capitán General; la misma que deberá conducir también a su bordo el dinero que le tengo pedido, cuya pronta remesa así como la del escuadrón integro, caballos sobrantes, tropa de infantería y los caballos que haya podido colectar…”    

Esta histórica misiva reafirma, de paso, lo que se ha venido sosteniendo desde siempre, en el sentido de que el partido de Lambayeque fue también, desde los aurorales días de la gesta emancipadora, uno de los principales bastiones del indiscutible apoyo logístico con que  contó el emergente Ejército Patriota.
    
Ahora bien, la histórica y conocida carta del 2 de febrero de 1821, que descubriera e hiciera pública, hace algunas décadas atrás, el historiador lambayecano Augusto Castillo Muro Sime, cursada por el lambayecano Miguel Blanco y Vélez al prócer de la independencia de Piura Miguel Jerónimo Seminario y Jaime, no hace sino avalar, dieciséis días después, el contenido de la anteriormente citada misiva enviada por Torre Tagle a Casós Barrionuevo. El párrafo del documento enviado por Blanco y que al momento nos interesa dice así:
     
      De suerte que le hemos enviado a nuestro Libertador cerca de treinta mil pesos de donativos forzosos a los europeos, alguna pequeña parte voluntaria de los Patricios. Así mismo en esta semana remitimos 200 hombres a Trujillo, para que reunidos con 400 más de allí vallan por mar al Ejército. Todo esto sin perjuicio del acuartelamiento en que actualmente nos hallamos, de soldados de infantería y caballería”.
   
El destacado jurista e historiador Dr. Héctor Centurión Vallejo, en su obra “La Independencia de Trujillo”, consigna el siguiente dato: “En los primeros meses de 1821, llegaron a Trujillo como 400 patriotas voluntarios de Lambayeque, los que fueron puestos a órdenes del entonces Capitán Antonio Gutiérrez de la Fuente, quien ya se había alistado en las filas patriotas”. El prócer de la independencia de Trujillo D. Silvestre de la Cuadra fue el encargado de “aprovisionar a los voluntarios de todo lo necesario para que fuesen trasladados al  Cuartel General de San Martín”. Todo lo dicho fue certificado en 1848, por el mismo General Gutiérrez de la Fuente “con ocasión de ejercer el cargo de Prefecto y Comandante Militar del Departamento de la Libertad”, concluye Centurión Vallejo.
    
Torre Tagle, en carta enviada al General San Martín, fechada el 4 de febrero de 1821, le comunicaba “este valle a quedado muy escaso de cabalgaduras con solo ciento y pico por los caballos del Escuadrón de Lambayeque que remití a UD.”, y concluía diciendo: “recomiendo a Ud. a los oficiales de Lambayeque, pues aunque faltos de conocimientos,  luce en ellos el patriotismo y todos van voluntarios”.    

Buena parte de este contingente fue armado con recursos bélicos obsequiados por el prócer lambayecano Juan Manuel Iturregui Aguilarte; parque adquirido por éste en uno de sus viajes de negocios a Jamaica en 1817, guardado celosa y secretamente en la tina de elaborar jabón y curtir pieles “Santa Rita de Pololo”, propiedad de su señora madre doña Catalina Aguilarte Vélez. Iturregui también franqueo de empréstito voluntario la cantidad integra de jabón que transportó el navío la “Emprendedora” con destino al cuartel general en Huaura. “Es un patriota decidido”, diría de él, en carta a San Martín, el marqués de Torre Tagle. 

Cabe también destacar el valioso aporte brindado por el Capitán de Milicias disciplinadas de Lambayeque Juan Pascual Saco Oliveros, equipando a las tropas bajo su mando con su propio peculio. Obsequiando algunos caballos y conduciendo personalmente al Cuartel General de Huaura 200 soldados para que engrosaran las filas de la caballería patriota.
    
En nota cursada el 11 de febrero de 1821, Torre Tagle agradece a San Martín por la distinción hecha a los lambayecanos a raíz de su arribo al Cuartel General de Huaura: “Doy a Ud. muchísimas gracias por haber atendido a mis recomendados y entre ellos a los oficiales de Lambayeque que son muy acreedores por su patriotismo”.
    
Son varias también las comunicaciones enviadas por San Martín a Torre Tagle solicitándole la remisión de hombres de color, como la del 13 de febrero de 1821, en que el Libertador le dice al Intendente: “Sobre todo de las haciendas embargadas pertenecientes a enemigos de la causa que se hallan ausentes, se pueden sacar para que tomen las armas todos los negros útiles…”. Dos meses después el 10 de abril del mismo año San Martín le comunica “Los negros que lleguen a esa (Trujillo) de Lambayeque puede Ud. retenerlos, agregándolos a la compañía Nº 8 para formar un batallón…”.   
   
Hijos de Lambayeque, Chiclayo y Ferreñafe, criollos, mestizos, indios, negros, pardos, zambos y mulatos, confundidos en un solo ideal integraron también la legión de aguerridos soldados que asistieron a la gloriosa batalla de Pichincha el 24 de mayo de 1822. En la relación suscrita cuatro días después por el comandante en jefe de la División Perú, general Andrés de Santa Cruz,  se consignan los nombres de los combatientes que particularmente más se distinguieron en esta histórica jornada que selló la independencia del Ecuador. En ella figuran los siguientes lambayecanos: el sargento Manuel Salcedo, del Batallón Nº 2 del Perú, “que quedó tendido en el suelo, despedazado a machetazos, por haberse metido el solo, con su fusil entre las filas españolas”. Gómez de la torre, Domingo Pozo y Sebastián Fernández, heridos en la batalla; Manuel Vidaurre, Cipriano Sabaleta, Manuel Aguilar, Mateo Blanco, Manuel Iturregui, José Albujar, Juan Ruiz, Vicente Castañeda y Sebastián Romero, este último chiclayano.

Veintiún días después de la victoriosa jornada de Pichincha, el 15 de junio de 1822, el pueblo de Lambayeque, era elevado al rango de ciudad y se le otorgaba el honroso titulo de Benemérita y Generosa, por los caros servicios que venía prestando a la campaña final de la independencia nacional.  Decreto que fue ratificado por el Primer Congreso Constituyente, el 18 de diciembre del mismo año.

A fines de junio de 1822, el general San Martín, nombrado Supremo Protector de la Libertad del Perú, desde el 3 de agosto de 1821, y, como tal, al mando del poder político y militar de los departamentos libres del Perú, constituidos por Lima, el norte y un sector del centro del país, le hace llegar al coronel don Nicasio Ramallo, gobernador político y militar del partido de Lambayeque, una urgente misiva. En ella le encarga que “sin perder un solo momento” reúna al “patriótico vecindario” del partido de Lambayeque, para darles a conocer: “que la expedición marítima pronta a salir para abrir la campaña de un modo que asegure la Independencia del Perú, se halla detenida por falta de víveres”.

El Protector apelaba a la conocida y probada honestidad de sus habitantes para que juntos realicen un extraordinario esfuerzo y reúnan: “todo el maíz, arroz y harina de trigo, grasa, jabón y demás víveres” que pudieran proporcionar. “No dudo un solo momento - manifestaba el Protector – de los esfuerzos de los honrados lambayecanos, y que contribuirán de un modo directo a la terminación de esta ominosa guerra”. “No me detenga Ud., - le conminaba el Supremo Protector al gobernador de Lambayeque - un solo momento la goleta, después de tomados los víveres indicados, pues de su prontitud en el regreso pende el éxito de la expedición”.

A las doce de la mañana del 29 de junio, el vecindario de Lambayeque fue convocado por bando para que a las once de la mañana del siguiente día, asistiera a la sala municipal para enterarse de la suprema orden y “manifiesten consecuentemente el patriotismo que constante y repetidas veces tienen demostrado”; sobre todo “teniendo en consideración las actuales urgencias de nuestra madre patria”.

Esa mañana del 30 de junio, el coronel de milicias de caballería, don Baltasar Muro, natural de ferreñafe, fue el primero en ofrecer una carga de jabón como donativo voluntario a beneficio de la expedición marítima. Lambayeque, Ferreñafe, Chiclayo, Saña, Eten, las haciendas de Tumán y Chongoyape, San Pedro de LLoc, perteneciente por aquella época al partido de Lambayeque, enviaron inmediatamente sus donativos consistentes en cientos de arrobas de arroz, maíz, decenas de arrobas de carne y frijoles, y cientos de pesos. Las fechas de entrega, los detallados montos y los nombres de los que contribuyeron a esta noble causa, figuran en un viejo expediente de 6 folios que se conserva en el Archivo Regional de Lambayeque.

Toda la contribución lambayecana fue embarcada, a mediados de septiembre de 1822, en la Fragata “Luisa”, surta en el puerto de Pacasmayo, con destino al Departamento Marítimo del Callao, y sirvió para la manutención y aseo de los miembros de la flamante Marina de Guerra del Perú, que inició sus operaciones el 15 de octubre de 1821, bajo el mando de su primer Comandante General capitán de navío Martín Jorge Guise, de origen británico. La función inicial de la Armada Peruana fue bloquear los puertos del sur, zona aún ocupada por los realistas.

En la Gaceta del Gobierno del 21 de mayo de 1823, se encuentra un extracto de los donativos colectados por varios ayuntamientos del partido de Lambayeque. Así tenemos: la ciudad de Lambayeque, capital del partido, con 682 pesos 2 reales, las señoras patriotas donaron 445 pesos 5 reales,: Total 1,128 pesos 7 reales. En granos y efectos: ochenta y nueve docenas y ocho cordobanes. Cuarenta y dos arrobas de frijoles. Dos fanegas, doscientos quince arrobas de maíz. Ocho Suelas. Cuatro ponchos de lana. Ciento cuarenta varas de bayetón. Quince y media varas de paño azul de Quito.

El ayuntamiento de Chiclayo, con 910 pesos, de los cuales 176 pesos 6 reales correspondía al dinero en efectivo donado por las damas patriotas de esa localidad. En granos y efectos se recolectaron: Dos cargas de arroz; seis arrobas de garbanzos; ciento sesenta y una arrobas de maíz, catorce suelas, trece arrobas de frijoles, sesenta y dos varas de tocuyo y un plato con cuatro marcos de plata. El ayuntamiento de Ferreñafe, en dinero en efectivo, 92 pesos cinco reales; Mórrope, 62 pesos 4 reales; Jayanca, 17 pesos 1 real, además de dieciocho arrobas de maíz; Saña, 44 pesos 2 reales y doscientas cuarenta y nueve y media arrobas de maíz y dieciséis arrobas de frijoles; Lagunas, 17 pesos y 3 reales, y Olmos, 39 pesos y 9 reales.

El 25 de agosto de 1823, en la batalla de Zepita, los lambayecanos integraron parte del 3er Escuadrón, conducido por el comandante Eufemio Aramburu. Este oficial patriota había formado, entre abril y junio de 1822, dos escuadrones de lanceros de 150 plazas cada uno en Lambayeque. La dama lambayecana doña María Catalina Agüero, costeó el estandarte de uno de estos escuadrones, y el coronel de caballería de Ferreñafe don Baltasar Muro y el teniente coronel don Manuel Ojeda, proporcionaron, cada uno, cien pesos “para los que voluntariamente se alistasen en dicho cuerpo”, tal y como consta en la Gaceta del Gobierno del 12 de abril de 1823. Demás esta decir que en esta acción de armas quedo demostrado que nada era superior al valor de estos “huerequeques” a caballo.

No solo las damas de Lima y Trujillo se unieron a la noble causa de la libertad, también en Lambayeque se trabajó activamente. Las vecinas de esta ciudad reunían dinero vendiendo sus alhajas y vajilla de plata. En la Gaceta del Gobierno del 7 de junio de 1823, se inserta la “Razón de las cantidades que por conducto de doña Clara Cotera han erogado varias señoras de Lambayeque para auxilio de las necesidades públicas”. En ella figuran reconocidas damas de la sociedad lambayecana de aquella época, como doña Petronila Villalobos que donó 2 pesos; doña Antonia López 4 pesos; doña Nicolasa Figuerola 2 pesos; doña María Josefa Fernández 2 pesos; doña Rosa Mesones de montenegro 2 pesos; doña Águeda Aro de Leguía 17 pesos; doña Clara Delgado de Buenaño 25 pesos; doña María del Carmen Martínez de Delgado 25 pesos; doña Antonia Delgado de Lama 25 pesos; doña Tomaza Muro de Delgado 25 pesos; una criada de esta 1 peso y doña Clara Cotera de Delgado 100 pesos. Haciendo un total de 230 pesos. Doña Clara Cotera también entregó 800 cordobanes, para la confección de calzado para Ejercito Libertador. Las que menos pudieron, menos dieron; pero con el mismo patriotismo.

San Martín contó, desde el primer momento de su arribo al Perú, con la valiosa colaboración de mujeres, sobre todo en su trama de espionaje. En Lambayeque fueron espías y colaboradores del Libertador, María Catalina Agüero y Narcisa Iturregui. Damas declaradas Patricias, y merecedoras de la gratitud; a cada una de ellas se le extendió el diploma correspondiente, que ostentaba la firma del Protector.

El 18 de febrero de 1824, el libertador don Simón Bolívar, promulgó el decreto de contribución general, iniciándola con la Intendencia de Trujillo, jurisdicción a la que como sabemos pertenecía el partido de Lambayeque. Nombró una Junta Extraordinaria que debía reunir, en plazo perentorio, 300,000 pesos para asegurar la Caja Militar, y 100,000 pesos mensuales para los gastos del Ejército Libertador.

El 23 de marzo de ese mismo año, se le pedía al flamante intendente de la provincia de Lambayeque, general Luís José Orbegozo y Moncada, remitiera inmediatamente al prefecto de Trujillo: 1.000 mulas y 1.000 caballos, 1.000 cargas de trigo y 1.000 de arroz. Se impuso a Lambayeque un cupo de 20.000 pesos, que sería prorrateado en la mejor forma entre los vecinos. El plazo para cumplirlo era de 15 días. A quien se negara a contribuir o se mostrara remiso, se le arrestaría y remitiría al Cuartel General.

Se debía recolectar y remitir al mismo prefecto de Trujillo las alhajas de oro y plata de las iglesias de toda la provincia de Lambayeque, “no dejando en cada una de ellas más que los cálices, las patenas, la custodia, los copones de dar la comunión y un incensario”, o sea solo lo indispensable para el culto.

Las cofradías de la Purísima Concepción; la de Nuestra Señora del Carmen, la de Nuestra Señora del Rosario de la desaparecida Iglesia Matriz de Chiclayo aportaron 1,183 pesos. Las cofradías del Santísimo Sacramento, de Nuestra Señora del Carmen, de Nuestra Señora del Rosario, de Nuestra Señora de las Mercedes, de Nuestra Señora de Guadalupe, la del Señor Crucificado unida con la de Nuestra Señora de los Dolores, la del Arcángel San Miguel, la de Jesús Nazareno y la de San Antonio de Padua, en total 09 cofradías de la Iglesia San Pedro de Lambayeque, contribuyeron con 1,543 marcos de plata, que fueron entregados, el 11 de marzo de 1824, por el cura Lázaro Villasante a Juan Manuel Iturregui Aguilarte, a la sazón gobernador político y militar de esta ciudad. Los inéditos expedientes, donde se consignan el número de cofradías  de las iglesias de Chiclayo y Lambayeque, los nombres de sus advocaciones, los de sus mayordomos y el monto en marcos de plata que de cada una de ellas se extrajo entre abril y marzo de 1823, se encuentran  a buen recaudo en el Archivo del Centro de Estudios históricos y promoción Turística de Lambayeque.

En la Gaceta del Gobierno de Marzo de 1824, aparece la siguiente publicación: “2,000 pesos que han entregado los vecinos del pueblo de Mórrope del partido de Lambayeque, por la contribución anual que han ofrecido por que se les exima del contingente de reclutas”.

Y en la Gaceta del 24 de abril de ese mismo año, bajo el titulo de “Donativos”, se lee: “El Comandante de Caballería don José Manuel Muro ha cedido a beneficio del Estado los cobres y esclavos de la hacienda de Ucupe en el partido de Lambayeque, cuyo valor monta a la cantidad de dos mil ciento ochenta y siete pesos cuatro reales…” , y líneas abajo: “Igualmente don Matías Delgado en el mismo partido ha cedido la cantidad de diez y seis pesos cinco reales…”. Esta comunicación pública terminaba con las siguientes premonitorias palabras: “La patria exige sacrificios; pero ya esta muy próximo el suspirado término en que recogeremos sus frutos, y bendeciremos los presentes afanes”. Tres meses después, los denodados esfuerzos desplegados, a lo largo y ancho de la intendencia de Trujillo, para arriar, para siempre jamás, los pendones de Castilla de nuestro suelo, darían esos frutos tan deseados.
  
En su obra “Llampallec”, Bonilla Castro, refiriéndose a la batalla en las pampas de Junín, del 6 de agosto de 1824, anota: “Junín es un milagro, es un prodigio de la audacia. Es una apoteosis del patriotismo. Es un laurel inmarcesible en la orla del esfuerzo lambayecano. Fueron brazos suyos los que blandieron las lanzas, hechas con las maderas de sus bosques, espuelas forjadas en sus talleres, las que apretaron los ijares de los corceles salidos de sus campiñas”. Enrique Benítez en su obra “Geografía del Perú”, nos dice: “fueron en gran parte lambayecanos, los valerosos soldados de tropa que nos dieron la victoria en las pampas de Junín y en la decisiva de Ayacucho”, el 9 de diciembre de 1824,

Entre los hijos de Lambayeque que asistieron a estas memorables jornadas se encuentran: Manuel Salcedo Peramás, Gertrudis Poémape, Sebastián Fernández Samudio, José María Lastres y Martínez de Tejada, Luciano Mejía (lambayecanos) y José Leonardo Ortiz (chiclayano).

Luciano Mejía vivía aún en Lambayeque, su ciudad natal, en 1887, como consta en el Libro de Actas del municipio lambayecano de ese año. En julio de 1887, con motivo de celebrarse un aniversario más de la jura de la independencia nacional, la Municipalidad de Lambayeque, en cesión solemne, le otorgó un premio consistente en diez soles de plata.

El octogenario paladín de nuestra independencia, mostraba orgulloso, prendidas en las solapas de su viejo traje, las medallas conmemorativas de Junín y Ayacucho. Don David Sosa, a la sazón teniente alcalde del municipio lambayecano, al hacerle entrega del premio pecuniario, en emocionadas palabras le dijo: “Señor Luciano Mejía, vencedor de Junín y Ayacucho, esta pequeñísima suma que hoy se le obsequia, os hará comprender, que vuestros compatriotas no son ingratos para aquellos, que como vos, nos dieron libertad y patria”.           

El 30 de octubre de 1828, los vecinos de Lambayeque elevaron una carta a Francisco Solano Fernández de Alarcón, prócer de la independencia de Lambayeque y, a la sazón, diputado departamental por esta provincia; en ella le suplicaban intercediese ante el Supremo Gobierno por el inmediato cese de la recluta decretada con motivo de la guerra con la Gran Colombia (1828-1829), ya que la agricultura era un importante ramo para la manutención del Ejército y en Lambayeque la mayor parte de los pobladores por levar, se dedicaban a ella. Aparte de que se necesitaban brazos jóvenes para reconstruir los canales, acequias y pueblos asolados por la presencia el fatídico fenómeno del “Niño” del verano de 1828, a punto de encontrase la ciudad de Lambayeque clamaban: “…en los umbrales del sepulcro”.
    
De esta valiosa misiva, que exhumáramos de un viejo expediente que se conserva en el Archivo Regional de Lambayeque, hemos extraído dos ilustrativos párrafos, su lectura nos dará una clara idea de lo que verdaderamente significó el aporte lambayecano a la independencia del Perú. Veamos:
    
      “…Desde el año pasado de 1820 a la fecha ha dado (Lambayeque) algo más de 3,500 soldados, en moneda como un millón de pesos, y en auxilios de todo sentido quizá, o sin quizá, otro tanto.
   
      “Si se conservara el todo de los documentos de esta prueba, o los pocos que se consiguió no estuvieran en Lima, los presentaríamos a VE  para que admirara que en solo 88 días que el General Orbegozo la gobernó como Intendente, concurrió con más de doscientos mil pesos para la campaña de 1823; no obstante supla esta pequeña falta el titulo de Benemérita y Generosa con que el Supremo Congreso la ha honrado por sus notorios calificados heroicos servicios…”. Huelgan los comentarios.

Es por todos estos motivos que el partido de Lambayeque, parte integrante de la intendencia de Trujillo, adquiere la significación más completa como representativo del aporte netamente norteño y peruano a la causa de la independencia nacional.




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