jueves, 29 de diciembre de 2016

LAS DAMAS PATRICIAS DE LAMBAYEQUE.

La Estatua de la Libertad en Lambayeque
En el duro y complejo proceso histórico de la campaña final de nuestra independencia política del gobierno español, que se inicia en 1820 y concluye con las victoriosas jornadas de Junín y Ayacucho en 1824, teniendo como acto definitivo la capitulación del Real Felipe, el 6 de enero de 1826, la ciudad de San Pedro de Lambayeque cumple, no cabe duda, un rol protagónico.

Tanto por ser la primera, en el Norte del Perú, en proclamar exitosamente su independencia del poder español la memorable noche del 27 de diciembre de 1820 - evento de mayor trascendencia en el calendario cívico patriótico de ésta ciudad - como por su indiscutible y sostenida contribución a la revolucionaria empresa.

Todo esto, tres día antes que la ciudad de Trujillo, capital de la intendencia del mismo nombre, jurisdicción a la que pertenecía Lambayeque, proclamara su independencia el 29 de diciembre de 1820, y siete meses antes del día en que el ilustre argentino capitán general José de San Martín y Matorras, pronunciara en la plaza mayor de Lima, e hiciera pregonar a tambor batiente por calles y plazas de la capital, su célebre proclama: “El Perú es desde este momento, libre e independiente por la voluntad general de los pueblos y por la justicia de su causa que Dios defiende”, la mañana del 28 de julio de 1821.

No cabe duda que en esta significativa fiesta patriótica, que hemos conmemorado hace dos días, nos han venido a la memoria los nombres de los ya conocidos próceres de la independencia de Lambayeque: Juan Manuel Aniceto Iturregui Aguilarte, Juan Pascual Saco Oliveros, José Rivadeneira y Tejada, José, Romualdo y Santiago Leguía y Menéndez, etc.

Sumemos también a ellos, los nombres de los firmantes del acta del 27 de diciembre de 1820, del 31 de diciembre de 1820 y del 14 de enero de 1821, declarados próceres de la Independencia Nacional en octubre de 1965: Pedro Antonio López y Vidaurre, Melchor Sevilla, Juan del Carmen Casós Barrionuevo, José Manuel Poemape, Crisanto Yerren, Pedro Yuyas, Valentín Mondragón, Mariano Quesada y Valiente, Hilario Gil, José Díaz de Arellano y José Manuel Otiniano.

A ellos agreguémosle, de paso también,  los nombres de los que blandieron el sable, la lanza o el fusil, en las victoriosas jornadas de Pichincha, Junín y Ayacucho: Manuel Salcedo, Gómez de la Torre, Domingo Pozo, Sebastián Fernández Zamudio, Manuel Vidaurre, Cipriano Sabaleta, Manuel Aguilar, Mateo Blanco, Manuel Iturregui, José Albujar, Juan Ruiz, Vicente Castañeda, José Joaquín de Lecuona y Lecuona, Francisco Rivas Casós, Gertrudis Poémape, José María Lastres y Martínez de Tejada, José Francisco Deza, Luciano Mejía, José de la Cruz Pantojas  (naturales de Lambayeque). Sebastián Romero y José Leonardo Ortiz, naturales de Chiclayo. Del pueblo de Motupe: José Orozco, Juan José del Castillo, Nicanor Falla, Andrés Obando, Manuel Jiménez, Juan M. Luna, José M. Saavedra y José Santos Zapata.

A todos estos personajes los hemos recordado, en algún momento, en libros, revistas, folletos alusivos, audiciones radiales, discursos conmemorativos, artículos periodísticos, charlas de café, etc. Pero de lo que nos hemos olvidado es del papel que le cupo a la mujer lambayecana en este importante episodio de nuestra historia. En esta oportunidad nos toca hablar, muy brevemente y principalmente, de dos ellas. 

La Damas patricias de Lambayeque

No solo las damas de Lima y algunas provincias se unieron a la noble causa de la libertad, también en el pueblo de Lambayeque se trabajó activamente. Las damas reunían dinero vendiendo sus alhajas y vajilla de plata, confeccionaban uniformes, recolectaban víveres para la soldadesca, o acompañaban a éstos en sus accidentadas y penosas marchas. En ésta noble empresa todas colaboraron, desde, negras, mulatas, zambas, mestizas, indias, que vivían en una posición subordinada, y criollas de las élites sociales. Todas ellas colaboraron eficientemente y en la medida de sus posibilidades en el proceso histórico que les tocó vivir.

Sabemos que ninguna participó en el campo de batalla, pero, ya no cabe duda, actuaron también como informantes y espías patriotas desde mucho antes de la llegada del general San Martín y la Expedición Libertadora a nuestras costas.

De ahí que el general San Martín contara, desde el primer momento de su arribo al Perú, con la valiosa colaboración de mujeres, sobre todo, como hemos dicho, en su trama de espionaje.

Después de haberse creado la Orden del Sol, por Decreto fechado el 8 de octubre de 1821, el 11 de enero del mismo año, San Martín expidió otro decreto por el cual se premiaba a aquellas damas que habían servido a la causa de la independencia.

El Decreto fue publicado al día siguiente de su promulgación, el 12 de enero de 1822, en la página 3 de la Gaceta del Gobierno de Lima Independiente. Instrumento que literalmente reza así:

                                                                         El Protector:

El sexo mas sencible naturalmente debe ser el mas patriota: el carácter tierno de sus relaciones en la sociedad, ligandolo mas al pais en que nace, predispone doblemente en su favor todas sus inclinaciones. Las que tienen los nombres expresivos de madre, esposa, ó hija no pueden menos de interesarse con ardor en la suerte de los que son su objeto...El bello sexo del Perú, cuyos delicados sentimientos relevan sus atractivos, no podían dejar de distinguirse por su decidido patriotismo...El Gobierno que desea distinguir el mérito de toda persona cuyo corazón ha suspirado sinceramente por la Patria acaba de expedir el decreto que sigue:

EL PROTECTOR 
DE LA 
LIBERTAD DEL PERÚ

Art. 1.  Las patriotas que mas se hayan distinguido por su adhesión á la causa de la independencia del Perú usaran el distintivo de una banda de seda bicolor, blanca y encarnada que baje del hombro izquierdo al costado derecho donde se enlazará con una pequeña borla de oro, llevando hacia la mitad de la misma banda una medalla de oro con las armas del estado en el anverso, y esta inscripción en el reverso; "Al patriotismo de las mas sencibles".

Atc. 2. La Alta camara, cuyo eminente atribución es hacer justicia, pasará al Ministerio de Estado una razón de las patriotas que por el voto de la opinión pública, se han distinguido mas, para que el Gobierno las declare comprendidas en el artículo anterior.

Atc. 3.  Los parientes inmediatos de las patriotas que obtengan este distintivo serán preferidas en igualdad de circunstancias para los empleos que pretenden. El Ministro de Estado queda encargado de la ejecución de este decreto: imprimace en la Gaceta oficial.

Dado en el palacio protectoral de Lima, á 11 de enero de 1822, 3°

Por orden de S: E. B. Monteagudo. (sic)

A juicio de la opinión pública y las autoridades representativas de Lambayeque, las patriotas que más se distinguieron por su adhesión a la causa de la independencia del Perú, en esta ciudad, fueron: doña Catalina Agüero López Vidaurre y doña Micaela García Durán.

Ellas figuran en la relación de las 193 damas patricias que en el Perú se hicieron acreedoras a tan significativa distinción; y que sin duda lucieron orgullosas. Desgraciadamente, y aunque parezca mentira, en la ciudad de San Pedro de Lambayeque sus nombres son desconocidos, y permanecen en el panteón del olvido.

A continuación, y como lo hemos manifestado al principio, trataremos de dar una muy breve semblanza biográfica de estas notables y distinguidas patriotas lambayecanas, que no sin riesgo se atrevieron a enfrentarse a un poder secular y glorioso para que fueramos no solo libres si no también grandes.  Esperemos que, con el tiempo, también se les amerite con justicia.  


Catalina Fernández de Agüero López Vidaurre

Doña Catalina, fue hija de don Higinio Fernández de Agüero y de doña Juana López Vidaurre. Contrajo nupcias en la iglesia parroquial de Lambayeque, el 13 de diciembre de 1803, con don Pedro Joseph de las Muñecas y Carassa. Durante su matrimonio no procrearon ningún hijo. Don Pedro Joseph de las Muñecas, fue dueño de la hacienda Chongoyape y Tumán, capitán y ayudante mayor de milicias disciplinadas de caballería de Pacasmayo, regidor perpetuo del cabildo de Lambayeque, entre los años de 1805, 1819, y 1820. 

Desde junio de 1822, la pareja arrendaba parte de la primera planta de la casa conocida como Casa de la Logía o Casa Montjoy, en Lambayeque. Don Pedro, dejo de existir el 19 de marzo de 1838, doña Catalina continuó en la casa hasta el año de 1842.

A don Pedro Joseph de las Muñecas, se le recuerda por haber sido el emisario que condujo la copia del acta de la segunda proclamación de la independencia de Lambayeque, acaecida el 31 de diciembre de 1820, al cabildo de Chiclayo, cuyo alcalde de primera nominación era el don Santiago de Burga. Reunido el cabildo chiclayano, en horas de la mañana de ese mismo día, proclamó su independencia del poder español.

El  25 de agosto de 1823, en la batalla de Zepita, los lambayecanos integraron el Tercer Escuadrón, conducido por el esforzado comandante Eufemio Aramburú. Este oficial patriota había formado, entre abril y junio de 1822, dos escuadrones de lanceros de 150 plazas cada uno. Doña Catalina de Agüero López Vidaurre, costeó el estandarte de uno de los escuadrones de "húsares de la guardia". Tal y como consta en la Gaceta del Gobierno del 14 de mayo de 1823, página 4.

El distrito de Chongoyape, perteneciente a la provincia de Chiclayo, departamento del mismo nombre, fue fundado el 17 de junio de 1825, en "la suerte de tierras", ubicadas a las faldas del cerro "Racarrumi", donadas, para tal fin, por don Pedro Joseph de las Muñecas. Al flamante pueblo se le denominó Santa Catalina de Chongoyape, en honor a la ilustre consorte de don Pedro. Todo esto, con la obligación de pagar la limosna de dos misas mensuales que manden celebrar por su intensión y la de su esposa doña Catalina Agüero en la iglesia que debían construir en el nuevo pueblo., según consta en el acta respectiva.  

No contamos con mayores datos sobre ésta ilustre dama lambayecana, sabemos que fue heredera de todos los bienes de su esposo. Por esto tuvo que soportar una serie de peripecias y afrentas, al extremo que, en 1844, el juzgado de instrucción de Lambayeque, dizque, en actitud de rebeldía de la referida dama, le arrebató la hacienda Luya (de la que también fue propietario don Pedro de las Muñecas), la cual fue vendida a don José Ignacio Iturregui, éste a su vez la arrendó a don José María Izaga. Cosas de nuestros patricios.

Micaela García Rodríguez Durán

Micaela García Rodríguez Duran, hija legitima de don Miguel García, natural de San Lucas Barramea, Sevilla  (España) y de doña María Teresa Calixta Rodríguez-Duran y Zeña, natural de Lambayeque. Doña Micaela, contrajo nupcias con el marino Juan José Fanning, natural de Filadelfia en los Estados Unidos de Norteamérica.

Durante su matrimonio procrearon 14 hijos de los cuales sobrevivieron: doña María del Carmen Dominga, doña María Encarnación, don José María Eugenio, doña María Teresa de Jesús, don Juan Manuel, don Roberto, doña María Micaela Emilia y doña María del Carmen Fanning García. 

La familia vivió en Lambayeque en una casa ubicada en la calle de las Tres Cruces, hoy calle Junín, que heredara de sus padres doña Micaela.

Poseía también un lote de tierras, en la playa del antiguo puerto de San José (hoy distrito del mismo nombre), en parte del  terreno se encontraba construida una bodega, con sus habitaciones adyacentes, que fuera fabricada, por el marino Fanning, con el peculio de doña Micaela, además de […] Una casa en la misma playa, haciendo esquina a dichas piezas de la bodega, y una tienda enseguida, construida de cercha”. Archivo Regional de Lambayeque (ARL). Protocolo Notarial. Pedro Pablo de Anteparas, 1839). 

Parece que las cosas no le fueron del todo bien a la familia Fanning – García, y esto debido, tal vez, a lo numeroso de su prole y a las continuas enfermedades del marino. Esto lo deja entrever Fanning, en tres de las cláusulas de su testamento otorgado en el puerto de San José, el 18 de diciembre de 1834. Ahí declara que los cuatrocientos pesos, las joyas, vajilla de plata y las tres esclavas de color que aportó, como dote, doña Micaela al matrimonio, aparte de los tres mil pesos en mercaderías aportados por él, fueron paulatinamente vendidos y consumidos en […] sostener las cargas de nuestro matrimonio tanto más que con mis habituales enfermedades nunca he podido adelantar nuestra subsistencia, y cada día ha sido atrasarse más, lo que declaro para que conste” (ARL. PN. Pedro Pablo de Anteparas, 1834)   

En otra cláusula del instrumento declara deber a don Manuel Herrera vecino de España […] tres  mil pesos mancomunados con D. Francisco Argote, y D. Rafael Garfias, y a otros individuos que no tengo presente; pero debe constar por sus documentos que aparezcan a los que suplico, ruego, y encargo me perdonen cada uno por su parte; pero si sobrevivo y adquiriese fortuna serán satisfechos lo declaro para que conste”dem) .

Lamentablemente Fannig dejó de existir poco tiempo después de haber redactado su testamento y, como es de suponer, con ésta deuda cargo doña Micaela García.



El marino Fanning, pedía también que una vez muerto su cuerpo sea amortajado […] con el hábito y cuerda de nuestro padre San Francisco de Asís, sea sepultado en el Panteón de la ciudad, y de entierro menor como que soy pobre, y no tengo para disponer de pompa” (Ídem) El otra parte del instrumento, Fanning, había declarado ser “pobre de solemnidad”.

Por su parte la patricia lambayecana, doña Micaela García Rodríguez Durán, después de haber encomendado su alma a Dios Padre, pidió, en una de las cláusulas de su última voluntad, redactado el 11 de junio de 1839, que su cuerpo sea  amortajado con el hábito de nuestra Señora del Carmen, de la que era muy devota, y sepultado en el Panteón de la ciudad, [...] de entierro mayor ó menor como mi albacea disponga a cuya elección lo dejo, lo declaro para que conste" (ARL. PN. Pedro Pablo de Anteparas, 1839).

Para terminar, no olvidemos que uno de los hijos de la pareja Fanníng – García, el capitán Juan Manuel Fannig García, fue héroe de la Guerra del Pacífico. Al mando del aguerrido batallón “Guarnición de Marina”, se destacó en la defensa de Lima, luchando en la batalla de Miraflores, el 15 de enero de 1881, donde fue gravemente herido. A causa de las heridas dejó de existir en la madrugada del día siguiente. 
 



 
       

 

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