Iglesia San Pedro de Lambayeque. 1935 |
En el verano de 1720, un recurrente fenómeno de El Niño, muy fuerte,
afectó buena parte de la costa norte del
virreinato del Perú, asolando especialmente el departamento de Lambayeque.
El 15 de marzo de aquel año, torrenciales lluvias y una fatal inundación, producto de su fatídica
ocurrencia, arruinó totalmente la hermosa y señorial villa de Santiago de Miraflores
de Saña, fundada el 29 de noviembre de 1563, por el capitán Baltasar Rodríguez, vecino de la ciudad de
Trujillo, por mandato del virrey Conde de Nieva.
De esta catástrofe se cuenta, a la fecha, con nutrida bibliografía,
teniendo siempre como fuente, de primera mano, el informe sustancial que sobre
este hecho levantara el Escribano Público y de Cabildo del Corregimiento de
Saña don Antonio de Rivera, el 18 de marzo de 1720. Histórica Acta, que en
original, se conserva en el Archivo Regional de Lambayeque (ARL).
Sabemos ahora también, que las lluvias torrenciales, con la secuela de
destrucción y ruina que acarreo consigo este fenómeno aluvial, tuvo
repercusiones muy serias en el pueblo de indios de San Pedro de Lambayeque, donde
su río y las acequias arrasaban las cosechas y dañaban las huertas, chacras y
caminos.
Son muy ilustrativas las líneas que de un viejo manuscrito hemos
extraído al respecto, veamos:
[…]La inundación del año pasado de setecientos y veinte, tan general en todos aquellos valles, habiendo sido uno de los arruinados el referido
pueblo de Lambayeque” (sic) (Archivo Regional de Lambayeque. Causas
Eclesiásticas 1723).
En aquella oportunidad sufrieron serios daños, la iglesia matriz de San
Pedro, que padeció notable estrago […] y que a no haber acudido los curas y
vecinos se hubiere totalmente destruido”. El tambo, perteneciente al común
de indios de Lambayeque y ubicado a un costado del cuadrilátero de la plaza
principal, lo mismo que el cabildo de naturales y la cárcel.
Prueba de esto lo constituye la
“cuenta y razón” presentada, en el año de 1723, por don Francisco Joseph
Quintero Príncipe, “Vecino mercader de
este pueblo de Lambayeque”, al
general don Luis del Castillo y Andraca,
“Corregidor y Justicia mayor de esta
Provincia”, de los gastos efectuados
en la “reedificación de las casas
del cabildo”, la cárcel y el calabozo, que también se construyeron de nuevo, y:
[…] en la total y nueva fabrica de todo el tambo, de la compra del sitio para su corral que todo se arruinó
con las inundaciones y lluvias que padeció
esta Provincia en el mes de marzo de 1720” (sic) (Samamé Rodríguez, 1995: 2)
En todas estas obras se invirtieron 1,800 pesos y 6 reales.
El puente, perteneciente a la antigua cofradía del Santísimo Sacramento de la iglesia parroquial de Lambayeque, única vía de acceso, por aquella época, con los pueblos del norte, colapsó en su integridad como consecuencia del desborde de su temperamental río, denominado también Lambayeque.
Las rentas que producía, por derecho de pontazgo, el mencionado puente
estaban arrendadas, desde 1717, y por espacio de tres años, a don Pedro Ruiz Méndez [...] en ciento y ochenta pesos en cada
un año”, que había venido
cancelando puntualmente al mayordomo de la cofradía; pero que por “[...] el daño padecido con dicha inundación”, solicitaba que para
resarcir de alguna manera estos perjuicios, se le reconsiderara el
arrendamiento por tres años más y por el mismo precio:
[…] respecto de que en este presente año (1720) havian sido las aguas tan copiosas y nunca experimentadas que habian inundado este dho pueblo imposibilitado de que se pudiesen usar de la dha renta en el tiempo de avenidas y cresientes que es el que fructifica para poder pagar el dho arrendamiento" (sic) (ARL. Lino de Herrera, 1723).
[…] respecto de que en este presente año (1720) havian sido las aguas tan copiosas y nunca experimentadas que habian inundado este dho pueblo imposibilitado de que se pudiesen usar de la dha renta en el tiempo de avenidas y cresientes que es el que fructifica para poder pagar el dho arrendamiento" (sic) (ARL. Lino de Herrera, 1723).
Que sepamos no existe, hasta el momento, un estudio serio sobre la
presencia de éste fenómeno natural en el pueblo de San Pedro de Lambayeque. Pese a que, como hemos visto, causó muy serios daños
en sus principales edificios públicos. No cabe duda que esto se debe al
hecho de que la villa de Saña, capital del corregimiento, convertida,
llamémoslo de alguna manera, en el “epicentro” del desastre, desapareció entre
el fango y los escombros, y como es natural acaparó la atención de los
estudiosos.
Hemos querido rescatar, como modesto aporte a la historiografía
regional, algunos pormenores del fatídico evento a su paso por el
pueblo de Lambayeque. Ya hemos
reseñado, muy ligeramente, los perjuicios causados en el local del cabildo
indígena, la cárcel, el tambo y el
puente, veamos ahora, los estragos ocasionados a su iglesia matriz de San
Pedro, materia del presente artículo. Los inéditos datos se han
trascrito del expedientillo original intitulado “Vista y Reconocimiento del Arquitecto don Jerónimo de la Oliva”, que se encuentra
en la sección Causas Eclesiásticas – 1723, en el Archivo Regional de
Lambayeque (ARL).
Queremos agregar que las palabras o párrafos escritos en cursiva
pertenecen al citado documento, y en su transcripción hemos mantenido, en buena parte, la fidelidad del texto.
El 21 de agosto de 1723, los curas doctrineros de Lambayeque, a saber: don
Gabriel Joseph de Abarca; don Antonio de Valverde y Zevallos, Cura Propietario
del Pueblo de Lambayeque y Comisario del Santo Oficio de la Inquisición en el
Partido; don José Méndez de Sotomayor, Abogado de la Real Audiencia de la Ciudad de los Reyes, Cura
Beneficiado de la Doctrina Titular del Señor
San Roque en este Pueblo, Comisario del Santo Tribunal de la Inquisición en este
Partido, reemplazado poco después por el Licenciado don Francisco Cortes de
Monrroy, mayordomo de la fábrica de la Iglesia parroquial y don Bartolomé Sáenz
de Salazar, enviaron un memorial, a través del escribano público y de cabildo
don Lino de Herrera, al general español
don Luis del Castillo y Andraca, Corregidor
y Justicia Mayor de Saña, Chiclayo, Chimo y Chicama, con el propósito de que intercediera, ante el
gobierno vicerreal, para el pronto envío de numerario para la refacción de la iglesia San Pedro de Lambayeque.
Como primera acción el corregidor mandó que el “Maestro de Arquitectura”
don Jerónimo de la Oliva,
por ser “más perito y práctico”, se
encargara de hacer el reconocimiento, in situ, y la tasación respectiva de lo
que era menester […] para el costo de lo que necesita por
acabarse de hacer en dicha Iglesia y para
los reparos que necesita”.
Primeramente, De la Oliva,
vio y reconoció el interior de la iglesia encontrando que algunos de sus arcos,
especialmente los del “Presbiterio y
media naranja” donde se ubica el altar mayor, estaban rajados:
[…] y que necesitaban repararse por el riesgo que corren y que los demas de
las bóvedas de dicha Iglesia estan todos descascarados porque se les cayo todo
el enlucido y blanqueado con las copiosas lluvias del mes de marzo del año pasado de 1720, que
humedecieron notablemente las dichas
bóvedas y que necesitan de volverse enlucir y blanquear y aplanar de suerte que
no esperimenten otra vez el deterioro que han padecido con dichas lluvias de
que estan imperfectas e indecorosas a la decencia que debe tener el culto
divino y a la suntuosidad de la fabrica de dicha Iglesia, que muchos de sus
altares necesitan de desbaratarse y volverse a hacer de nuevo por estar
defectuosos y mal avenidos” (sic).
No cabe duda, que los altares “defectuosos y mal avenidos” a los que
se refiere el perito De la Oliva
databan de finales del siglo XVII, o tal vez desde algún tiempo atrás, y estaban
fabricados, por aquella época, de adobes y los nichos u hornacinas (huecos coronados
en forma de arco, donde se colocaban las imágenes) estaban realizados en los muros de los gruesos muros
de la iglesia.
Hasta nuestros días se pueden observar algunos de estos vestigios, si
atisbamos por detrás de los actuales retablos de la iglesia. Por lo que hemos
podido ver los hubo de muy buena fábrica, como el que se encuentra detrás del
retablo de San Judas Tadeo, con su
hornacina central y la venera o adorno, que representa en gran tamaño
una valva de concha de molusco que recubre el intradós de su arco, forrada
enteramente en pan de oro, al igual, aunque de menor tamaño, del que se
encuentra a espaldas del retablo del Señor de la Columna. También detrás del retablo de
Ánimas, abarcando la totalidad del intradós y jambas del arco del muro que lo
alberga, existe una pintura mural al temple de una bien lograda alegoría
dedicada a nuestra Señora del Carmen y las Ánimas del Purgatorio.
Después de esta breve, aunque oportuna interrupción, volvamos ahora a nuestro tema.
Concluida la “vista y reconocimiento” del interior de la iglesia, De la Oliva procedió
inmediatamente a “ver y reconocer” la
parte exterior de ella, encontrando que la portada principal:
[…] esta toda entera sin
aplanarse ni enlucirse y que necesita de que esto se haga y de que se pinte
correspondiente a la obra y que la otra portada que mira a la Plaza esta sola hasta la
mitad y que la otra mitad de ella resta por hacerse y acabarse, y así mismo de
que toda se aplane enluzca y pinte”.
Párrafo aparte manifestaba:
[…] y que la una de las torres de dicha Iglesia, esta solo fabricada
hasta el principio de su segundo cuerpo y que el resto de esta y todo el
tercero cuerpo y su coronación necesita fabricarse y toda ella se aplane
enluciese y pintase de forma que corresponda a la compañera que esta acabada
perfectamente”.
De la paciente lectura de los párrafos extraídos del expediente
presentado por el “arquitecto” De la
Oliva, en 1723, podemos darnos una clara idea de
cómo se encontraba, hasta las dos primeras décadas del siglo XVIII, la fábrica
de la iglesia; aunque sabemos que ésta no tenía renta asignada para su fábrica,
por eso se había parado en la prosecución
de la obra.
Concluida la inspección y teniendo De la Oliva una clara idea del
valor que en pesos, contantes y sonantes, costaría la obra de refacción de la iglesia,
expuso lo siguiente:
[…] que habiendo visto y reconocido todo lo referido y hecho punto y
regulación de los materiales de cal,
ladrillo, arena y yeso, que era menester andamios, costo del maestro y los oficiales y todo lo demás
concerniente y conducente a las dichas obras y reparos de la dicha Iglesia,
exceptuando la de dicha torre, dijo que para todo ello son necesarios dos mil
pesos de a ocho reales”
Una vez tomado conocimiento del costo que demandaría la obra, el
corregidor y los señores curas de las cuatro doctrinas de Lambayeque,
convinieron:
[…] de que para acabar la dicha torre, que
aun no esta fabricada hasta su mitad, se necesita de mucho dinero y que con la
que esta acabada perfectamente podrá pasar hasta que haya medios suficientes
para su reedificación. Solo se trate por ahora de acabar perfectamente la dicha
portada de la plaza y la otra principal que resta para aplanarse, enlucirse y
pintarse y que reparar los arcos y bóvedas y de reedificar los dichos altares
por ser todo lo que mas necesita”.
La fábrica de las principales estructuras de ésta iglesia se concluyeron a finales del siglo XVII, pero sin lograr terminarse la torre del lado Norte. Su construcción se inició en las primeras cuatro décadas del siglo XX, estando a cargo de la obra el arquitecto Victor Mora Flores, teniendo como maestro albañil al Sr. Guillermo Niño Vite. La inauguración se efectuó el 11 de septiembre de 1948, con ocasión de celebrarse la Bodas de Plata (25 años) de la llegada de los misioneros dominicos a esta ciudad.
La fábrica de las principales estructuras de ésta iglesia se concluyeron a finales del siglo XVII, pero sin lograr terminarse la torre del lado Norte. Su construcción se inició en las primeras cuatro décadas del siglo XX, estando a cargo de la obra el arquitecto Victor Mora Flores, teniendo como maestro albañil al Sr. Guillermo Niño Vite. La inauguración se efectuó el 11 de septiembre de 1948, con ocasión de celebrarse la Bodas de Plata (25 años) de la llegada de los misioneros dominicos a esta ciudad.
Vista de las torres de la iglesia en la década del treinta del pasado siglo (Colección, Arturo Beltrán García)
Prosigamos.
Enterado de los hechos el Virrey don Joseph de Armendáriz, Marques de Castellfuerte, dictó una Real Provisión para que se le franquearan 1,500 pesos de a ocho reales al cura de Lambayeque Doctor don José de Torres y Toledo, Abogado de la Real Audiencia de los Reyes, cura propio del pueblo de Lambayeque y Examinador Sinodal del Obispado de Trujillo, para la refacción del templo.
Para su real cumplimiento y financiamiento se procedio de la forma siguiente:
1) 500 pesos en la tercera parte de la
encomienda que hubiese en dicho pueblo
2) 500 pesos que se mandaran dar a los
vecinos españoles de dicho pueblo
3) 500 pesos con la bacante de los curatos de Mórrope y Pacora en el tomín de fábrica.
El virrey hacía esta distinción basándose en mandatos de diferentes acciones pontificias y
conciliares; Leyes de estos Reinos y Reales Cedulas, como las del 17 de octubre
de 1552 y 5 de octubre de 1626, que estipulaban se hagan estas oblaciones en
tres partes:
[…] la una deben pagar los encomenderos, la otra de resto de tributos o
sobras de comunidades y la otra de vecinos españoles”.
Pero esta distribución se hacía siempre y cuando la iglesia no contara
con “su porción bastante” destinada
para su fábrica, y como ya hemos visto anteriormente ésta no tenía renta
asignada para ello.
Al final, eran los
naturales quienes cargaban con la mayor parte de los gastos a sufragar, pues a
ellos se les exigía el puntual pago de sus tributos. Sin embargo 33 españoles,
entre europeos y criollos, dieron su óbolo, “unos
más que otros”, para la refacción de la iglesia de Lambayeque en 1723.
Todos ellos, antiguos moradores de la arruinada villa de Saña, que en busca de seguro abrigo vinieron a radicar en el laborioso pueblo de San Pedro de Lambayeque.
Todos ellos, antiguos moradores de la arruinada villa de Saña, que en busca de seguro abrigo vinieron a radicar en el laborioso pueblo de San Pedro de Lambayeque.
Veamos a continuación la relación de los 33 nombres completos de éstos flamantes "notables" vecinos del pueblo de Lambayeque:
1) Capitán don Miguel de Robles y Garay,
Alcalde Provincial del Corregimiento de
Saña.
2) Maestro de Campo don
Andrés de la Banda.
3) Sargento Mayor don
Diego de la Puente
y Torres.
4) Gobernador don
Francisco de Soto y Alzatio.
5) Don Matías de
Ripalda.
6) Don Andrés de
Saavedra y Chica.
7) Capitán don Pedro de
Saavedra y Chica.
8) Licenciado don
Manuel de Rubiños y Andrade.
9) Don Miguel Bermejo
de Soto.
10) Capitán don Juan de
Bermejo de Soto.
11) Don José de Rucoba.
12) Don Manuel
Fernández de la Cotera
y Velarde.
13) Ayudante General
don Miguel de León y Rivera.
14) Ayudante General de
la Caballería
don Juan de Urquiola.
15) El Escribano don
Francisco Lino de Herrera.
16) Licenciado don Juan
de Quesada.
17) Alférez don
Fernando de Uriarte.
18) Alférez don Simón
de Brenes.
19) Capitán don Juan Andrés Clavijo, Defensor
General de Menores del Repartimiento.
20) Don Domingo de
Arriaga.
21) Don Joseph López de
Quiroga.
22) Don Juan de Porras
y Santa Cruz.
23) Teniente Antonio
Alejandro de Bilela.
24) Alférez Jerónimo
Valiente de la Barra.
25) Don Diego de
Sotomayor y Aro.
26) Cristóbal Jurado de
Sotomayor.
27) Pedro Francisco de
Oliva.
28) Alférez Juan de
Oliva Fernández de Córdova.
29) Pedro López de
Sandoval.
30) Francisco de
Rovalcaba.
31) Cipriano de la Rosa.
32) Doña Gregoria
Carrasco.
33) Doña Gertrudis de
Velón y Zúñiga.
SAMAME RODRIGUEZ, Alfonso
Documentos
Bibliografía consultada
IZQUIERDO CASTAÑEDA, Jorge
Refacción de la Iglesia San Pedro de Lambayeque. 1723. Suplemento Dominical del Diario "La Industria" de Chiclayo.
SAMAME RODRIGUEZ, Alfonso
1995. El Cabildo
de Lambayeque. Diario “La Industria” de Chiclayo. Enero.
Documentos
Archivo Regional de Lambayeque
Causas
Eclesiásticas1723. Vista y
Reconocimiento del Arquitecto don Jerónimo de la Oliva.
Protocolo Notarial 1723. Escribano Lino de Herrera. Escritura de Obligación y Fianza otorgada por Pedro Ruiz, Andrés, María su
madre, y el Capitán Don Antonio Calderón de la Barca a favor del arrendamiento del Puente.
Excelente Jorge. Matias de Ripalda, antepasado mio
ResponderEliminarGracias
Otto Salcedo
Matias de Ripalda casado con doña Tomasa Cabero Carrasco del Saez, de ellos:
ResponderEliminarDoña Antonia Ripalda Cabero natural y vecina de Saña casada con Don Manuel Villodas, y de ellos :
Doña Ana María de Villodas Ripalda Cabero casada con Antonio Ramón Peramás, padres que fueron de :
Doña Tomasa Peramás Villodas, Cabero de Francia Lopez de Saavedra Carrasco del Saaz y Soto de Bermudez, casada con Don Manuel Lopez de Osaba Salcedo, de cuyo matrimonio nacieron:
Bernardino Salcedo Peramás Ripalda Cabero, y Don Manuel Custodio Salcedo Peramás Ripalda Cabero, casado con Doña Josefa Ruíz, de cuyas nupcias en Lambayeque, nacieron:
Guillermo, Manuel, Ricardo, Eliseo y otros. Eliseo Salcedo Ruíz, casado con Doña Francisa Sandoval y de ellos:
Elvira y Bernardino Salcedo Sandoval, Bernardino casado con Getrudis Reaño, y de ellos:
Eliseo, Augusto, Luís, y Victor Salcedo Reaño. Victor casado con Elvira Torcello Farro, y de ellos:
Augusto Bernardino (Otto) Salcedo Torcello.......YO
Mi bisabuelo Emilio Pasco del Castillo, fue una de los talladores en madera que ayudó a restaurar los altares de la Iglesia San Pedro de Lambayeque.
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