Capilla doctrinal o ramada de San Pedro de Lambayeque
A manera de introdución
A manera de introdución
La antigua capilla doctrinal o ramada de San Pedro de Lambayeque, declarada Patrimonio Cultural de
la Nación mediante Resolución Suprema Nº
2900-1972-ED, es parte integrante del denominado “Complejo Religioso San Pedro
de Lambayeque”. Compuesto también por su iglesia matriz San Pedro, el imafronte, fachada
o muro de pies de la ramada de Santa Catalina, y el imafronte de la ramada de San Roque.
A raíz de las copiosas lluvias que trajo consigo el fenómeno de "El
Niño", muy fuerte, del verano de 1998, la capilla quedó seriamente afectada, al extremo de quedar
inhabilitada.
Desde el 2008, la Municipalidad Provincial de
Lambayeque, presidida por el alcalde C.P.C Percy Ramos Puelles, tomó acciones
preliminares con el objeto de mandar elaborar un proyecto integral de
recuperación y puesta en valor de la ramada de San Pedro o capilla “San
Francisco de Asís”, en Lambayeque. Se realizaron trabajos de prospección Arqueológica de
emergencia y por último se elaboró el proyecto definitivo denominado: “Proyecto: Puesta en Valor de la Capilla San
Francisco de Lambayeque, Provincia de Lambayeque – Lambayeque (2009)”, a
cargo del arquitecto Freddy Escobar Zamalloa.
En febrero del 2010, con un presupuesto de algo más de
400,000 nuevos soles, otorgados por el Plan Nacional COPESCO y la Municipalidad
Provincial de Lambayeque, se procedió a su inmediata ejecución, con todas las
marchas y contramarchas que, de paso, también acarreo consigo.
Lamentablemente en esa oportunidad no se incluyó,
en el proyecto, la reconstrucción del baptisterio, ni mucho menos un minucioso
trabajo de búsqueda de muestras o vestigios de pintura mural que, se suponía,
podían haber perdurado a tráves del tiempo en sus muros.
En junio del 2015, se dio inicio a la
reconstrucción del baptisterio de la ramada mediante un proyecto elaborado por personal del Ministerio
de Cultura de Lima y la Dirección Desconcentrada de Cultura de Lambayeque. El proyecto,
ejecutado con singular éxito, fue financiado con recursos proporcionados por la
Municipalidad Provincial de Lambayeque, presidida, ésta vez, por el igeniero Ricardo Casimiro Velezmoro Ruiz.
La puesta en valor del primitivo altar mayor,
la restauración de la pintura mural del siglo XVIII, descubiertas entre
agosto y
septiembre del presente año (2016), tanto en el nicho principal del
altar mayor, el intrados del arco triunfal y en los dos nichos u
hornacinas de las paredes del lado norte de la ramada, aparte del tratamiento del piso de ladrillos, han sido financiados con recursos proporcionados por la Parroquia de
Lambayeque, siendo
Administrador Eclesiástico de la Parroquia de Lambayeque el P. Edwin Fredy
Beltrán García. Trabajos realizados bajo la atenta supervisión de la Dirección Desconcentrada de Cultura de Lambayeque.
La restaurada capilla fue bendecida, en breve y emotiva ceremonia, el pasado 11 de diciembre del presente año, por Monseñor Robert Francis Prevost Martínez, Obispo titular de la Diocesis de Chiclayo. La Generosa y Benemérita ciudad de San Pedro de Lambayeque recupera, con esto, un antiguo y singular lugar de culto, amén de un significativo atractivo turístico.
La restaurada capilla fue bendecida, en breve y emotiva ceremonia, el pasado 11 de diciembre del presente año, por Monseñor Robert Francis Prevost Martínez, Obispo titular de la Diocesis de Chiclayo. La Generosa y Benemérita ciudad de San Pedro de Lambayeque recupera, con esto, un antiguo y singular lugar de culto, amén de un significativo atractivo turístico.
Antecedentes históricos
Por todos los medios hemos tratado de ubicar algún documento que nos de alguna pista sobre la existencia de ésta capilla doctrinal en el siglo XVI, o principios del siglo XVII, pero la búsqueda ha sido infructuosa. Todo esto, debido al insalvable obstáculo que representa el no contar con un corpus amplio de fuentes de tan temprana época en los archivos públicos, privados y eclesiásticos de nuestra región. Menos aún planos y dibujos de su etapa constructiva. Debido a esto su evolución histórica, su devenir en el tiempo es, hasta el momento, un problema dificil de entender y resolver.
Por todos los medios hemos tratado de ubicar algún documento que nos de alguna pista sobre la existencia de ésta capilla doctrinal en el siglo XVI, o principios del siglo XVII, pero la búsqueda ha sido infructuosa. Todo esto, debido al insalvable obstáculo que representa el no contar con un corpus amplio de fuentes de tan temprana época en los archivos públicos, privados y eclesiásticos de nuestra región. Menos aún planos y dibujos de su etapa constructiva. Debido a esto su evolución histórica, su devenir en el tiempo es, hasta el momento, un problema dificil de entender y resolver.
Sin embargo, los trabajos de arqueología histórica o colonial que se realizaron al interior de la capilla - como uno de los principales pasos en el proceso de su puesta en valor - cuyo objetivo principal era la identificación, a través de excavaciones sistemáticas, de las etapas constructivas del edificio, dieron como resultado el hallazgo del piso de ladrillo, colocado a principios del siglo XIX, justo debajo de la loseta, colocada en la década del cuarenta del siglo XX. También se encontró el piso primitivo de adobes; éste correspondería a una fase constructiva anterior, tal vez de finales del siglo XVI. Lo que da pie para sostener que la actual construcción correspondería al siglo XVII.
Lo que sí sabemos es que a principios del siglo XIX, y durante la tradicional festividad de Semana Santa en esta ciudad [...] esta ramada hacía
la función de Santo Sepulcro, trasladándose a su interior la imagen del cristo
Yacente a medianoche, después de la procesión del Viernes Santo. Los fieles “en
copioso número y con mucha devoción” velaban el cuerpo encendiendo velas de
cera amarilla de castilla; y el Sábado Santo por la noche se realizaba una Via
sacra “muy solemne en el mismo sepulcro”, cantada a la Virgen de los Dolores;
permaneciendo allí hasta las seis de la mañana del Domingo de Pascua de
Resurrección” (Castañeda Murga, Espinoza Córdova y Pimentel Carranza O.P., 2015). Escenificación que también se realizaba en los pueblos tradicionales de Eten y Monsefú.
En 1826, el cura español don Lázaro Villasante, de opaca actuación en las campañas de independencia de Lambayeque y el Perú, se titula cura propio de las ramadas de San Pedro y Santa Catalina, ambas unidas en la iglesia matriz San Pedro. Dos años después, en 1830, al cura don José Isidro Bonifaz, colaborador eficaz en el proceso independentista de Ferreñafe, se le encuentra firmando como “Cura Propio de las Doctrinas Unidas de San Pedro y Santa Lucía” (Menéndez Rúa, 1935). Esto, no cabe duda, porque la ramada de Santa Lucia se encontraba arruinada por los copiosos aguaceros que trajo consigo el recurrente fenómeno de “El Niño”, muy fuerte, del verano de 1828.
En 1826, el cura español don Lázaro Villasante, de opaca actuación en las campañas de independencia de Lambayeque y el Perú, se titula cura propio de las ramadas de San Pedro y Santa Catalina, ambas unidas en la iglesia matriz San Pedro. Dos años después, en 1830, al cura don José Isidro Bonifaz, colaborador eficaz en el proceso independentista de Ferreñafe, se le encuentra firmando como “Cura Propio de las Doctrinas Unidas de San Pedro y Santa Lucía” (Menéndez Rúa, 1935). Esto, no cabe duda, porque la ramada de Santa Lucia se encontraba arruinada por los copiosos aguaceros que trajo consigo el recurrente fenómeno de “El Niño”, muy fuerte, del verano de 1828.
Don Manuel Orbegoso
se titula desde 1863, como “Cura propio y Vicario de Lambayeque” (Menéndez Rúa, 1915). Lo
que significa que las cuatro ramadas originales se encontraban, para esa fecha,
reducidas a una en la iglesia matriz de San Pedro. Sin embargo, hasta el año de
1890, se seguía administrando el Sacramento del bautismo en la ramada de San
Pedro.
Breve perfil arquitectónico
Este inavalorable patrimonio lambayecano es de estilo barroco mestizo y se compone de una sola nave o salón, con traza de planta rectangular alargada. Sus muros y cimientos han sido fabricados de adobe, y de ladrillo está compuesto el sobrecimiento y los detalles de ornamentación (molduras) de su portada, así como también el sobrecimiento del reconstruido baptisterio.
Está orientada de Sur a Norte, con el ingreso por el lado Sur. Su fachada o muro de pies, es sencilla, con una portada de acceso fabricada de ladrillo, con arco de medio punto que se apoya sobre simples pilastras. Cierra el vano de ingreso un recio portón de madera de dos abras con sus respectivos postigos, […] dos pilastras externas se extienden en altura hasta alcanzar el entablamento que sustenta, a su vez, la cornisa mayor que alcanza todo el ancho de la edificación” (Escobar Zamalloa, 2009: s/n). Él entablamento de friso y arquitrabe lisos, sobre éste un juego de doble cornisa.
A todo lo ancho de la cornisa mayor se colocarón, a principios del siglo pasado, tejas de barro cocido para protección del agua lluvia. La parroquia lambayecana se ha comprometido a conseguir los recursos para reponer estos utilisímos elementos.
Enmarcan la portada dos vanos de fenestración abocinados y rectangulares
que constituyen las ventanas con marco de madera fijos y dos hojas batientes con
vidrios de color ámbar, ambas se encuentran protegidas por rejas exteriores de
metal.
En lo alto, y coronando el frontis, un original cuerpo de espadañas de
grueso muro de adobes y ladrillos, formando cinco vanos coronados en arco y en los que, en
algún tiempo, se colocaron campanas colgadas de pequeños maderos de algarrobo en rollizo.
En su interior el tiempo parece haberse
detenido, a primera vista todo impresiona, por lo primitivo y singular de su
original belleza, aunque el olor a incienso, de otros tiempos, se haya trocado
por el leve olor a humedad que aún persiste, pese a los trabajos de
restauración a que ha sido sometida.
Catorce columnas – ubicadas en ejes longitudinales, siete en el lado
izquierdo e igual número en el lado derecho - compuestas de robustos troncos rollizos
de madera de algarrobo (horcones) clavados en la tierra, se elevan hacia lo
alto de su cobertura en caprichosas formas, todas ellas con sus fustes forrados
con soguillas de cánamo o finas tiras de cuero para facilitar la adherencia de un grueso
estucado de yeso que las cubre totalmente, y al que diestros “alarifes” nativos
le dieron formas helicoidales a manera de columnas “salomónicas”.
Esta doble hilera de columnas no implica, de ninguna manera, la
subdivisión del espacio interior en tres naves, como se puede colegir o
interpretar de un simple vistazo, pues la percepción del espacio interno es
total y no fragmentado. Las columnas son tecnológicamente necesarias solamente
para el sostén de la cobertura
Rematan las columnas en horquetas, a manera de capiteles, semejando
pequeños y vigorosos brazos, que soportan las vigas madres y la varazón
transversal compuesta también de madera de algarrobo en rollizo que sostienen
su techumbre (del tipo “harneruelo y faldones), compuesta de caña y
torta de barro, enlucida con yeso. Las bases o pedestales de ladrillo de las
columnas son solo ornamentales pues no cumplen ninguna función estructural.
Ésta parece haber sido una característica arquitectónica muy común en
toda iglesia de reducción indígena en nuestra región, una “arquitectura de
horcones” como la denominan los especialistas. Ejemplos: la ramada del Complejo
Religioso de San Pedro en el distrito de Mórrope; la ramada de San Roque, de la
que solo se conserva su imafronte, y la de Santa Lucía, hoy desaparecida, en la
ciudad de Lambayeque.
No cabe duda, una estructura compuesta, en gran parte, con tecnología y materiales que se usaron en edificaciones prehispánicas y se siguieron utilizando en la época colonial y republicana. Ingredientes ligeros, flexibles, resistentes a los movimientos sísmicos, pero no a las torrenciales lluvias que trajo consigo la recurrente y nefasta presencia del fenómeno de El Niño a través de los siglos. (Izquierdo Castañeda, 2005).
En ésta edificación las
expresiones estéticas que ofrecen el adobe, la madera, el yeso y el ladrillo fueron
manejados con una sensibilidad extraordinaria, enriqueciendo, de alguna manera,
el mundo estético del barroco en Lambayeque.
Al lado derecho de la entrada principal, adosado al muro de pies, se
encuentra el bajo coro o soto coro, fabricado sobre una plataforma rectangular
compuesta de relleno de un poco más de un metro de altura, por lo que se
sospecha se trataría de una construcción posterior. Se encuentra cercado de
balaustres y se accede a él por una pequeña escalera. El coro fue un elemento
imprescindible en una capilla doctrinal, por el interés y celo que se dio a la
música en los iniciales años de la evangelización. Por el servicio que prestaban en las doctrinas los maestros de capilla,
cantores, músicos, fiscales y sacristanes indios, gozaban en la época virreinal
de ciertos privilegios, como el estar exceptuados del servicio forzoso de la
mita, implantada por el virrey Toledo, y del pago de tributos.
"El espacio interno de esta ramada
al igual que la ramada de San Pedro de Mórrope, expresa armoniosamente su
sistema estructural. La simplicidad y rigidez de su distribución de ambientes,
se enriquece sobremanera con la presencia de las columnas torsas con el horcón
de los troncos a manera de capitel, y con la estructura del techo. La
utilización de madera de algarrobo en rollizo, añade plasticidad al espacio, haciéndolo
acogedor y agradable, de muy singular" (Chirinos – Zárate 173).
La capilla baptisterio, ubicada al lado este y aproximadamente al centro
de la nave, constituye otro elemento indispensable en la capilla doctrinal, y
aunque parezca un elemento separado del conjunto arquitectónico, que nos ocupa,
el baptisterio forma parte integrante de aquel.
El baptisterio ha sido recientemente reconstruido con recursos
provenientes de la Municipalidad Provincial de Lambayeque. Su ingreso es a
través de un arco de medio punto con flamante reja de balaustres de madera de
fino cedro. Se encuentra techado por una pequeña y robusta bóveda vaída liza de
gruesas pechinas. La bóveda remata en una pequeña y pesada linterna coronada
por un copulín de medio punto para su ventilación e iluminación.
Ésta linterna, que es la original y solamente ha sido parcialmente restaurada
en su base, pesa aproximadamente 800 kilos. “Para colocarla en su lugar se tuvo
que recurrir a la contratación especial de una potente grúa, con pluma de
extenso brazo, de lo contrario hubiera sido casi imposible lograr el objetivo”,
manifiesta el P. Edwin Fredy Beltrán García.
En el nicho del altar del baptisterio se ha colocado una antigua y recientemente restaurada efigie de San Juan Bautista, realizada en madera policromada y tela encolada. La pila bautismal de cobre que poseía el baptisterio fue trasladada, a fines del siglo XIX, a la capilla baptisterio de la
iglesia San Pedro, donde hasta nuestros días se encuentra.
La reja de balaustres de madera de la capilla baptisterio
Imagen de San Juan Bautista |
Debemos agregar que la
capilla contaba también con un púlpito de madera construído a
principios del siglo XX, éste, aunque parezca mentira, fue desmontado y hurtado
por manos sacrílegas en la década del sesenta del citado siglo, según versión
dada por las respetables integrantes de la Orden Tercera de San Francisco de la
ciudad de Lambayeque.
El presbiterio
sobre-elevado, área que ocupa el espacio del altar mayor hasta el pie de las
gradas, se encuentra separado del cuerpo de la ramada por un arco rebajado (triunfal),
en cuyo intradós se descubrieron significativas pinturas murales hoy,
felizmente, restauradas con recursos proporcionados por la Parroquia de
Lambayeque. Esta
techado por una bóveda vaída lisa, de ladrillo y mortero de cal, rematada en una linterna coronada por un
copulín de medio punto para su ventilación e iluminación, todo realizado en ladrillo y cal. A cada lado del
presbiterio una habitación usadas en otros tiempos, la una como sacristía y la
otra como depósito de andas; el acceso a éstas es a través de dos vanos
adintelados con sus puertas de dos hojas batientes realizadas en fina madera de pino.
El primitivo altar mayor
de ésta capilla ha sido recuperado. Este se encontraba oculto detrás
de un antiestético, intruso y desvencijado retablo contemporáneo de madera, al parecer de
estilo "neo-gótico". El primigeneo altar mayor descubierto se compone de un solo cuerpo y
ático, con sus nichos realizados en el muro norte o testero del presbiterio. Después del retiro mecánico de cuatro capas de estucado de yeso se descubrió y
restauró la primitiva pintura mural, de mediados del siglo XVIII, que adornaba
su nicho principal. Por tal motivo los especialistas optaron por dejarlo expuesto.
Posteriormente se le dotó de una mesa de altar, que no cabe duda poseía, realizada en ladrillo, mortero de cal y enlucido de yeso. Para guardar armonía con el entorno se le añadieron columnas, exentas, trabajadas en igual forma que las columnas entorchadas (helicoidales) de su nave
principal, o sea compuestas de delgados troncos rollizos
de madera de algarrobo con sus fustes forrados
con sogas para facilitar la adherencia del
estucado de yeso que las cubre. Todos estos trabajos
ejecutados con recursos provenientes de la Parroquia de Lambayeque y supervisados por la Dirección Desconcentrada de Cultura de Lambayeque, siendo Administrador Eclesiástico de
la Parroquia de Lambayeque el P. Edwin Fredy Beltrán García.
Después de una minuciosa prospección, mediante calas, se descubrió pintura mural en los nichos u hornacinas del lado izquierdo y derecho del muro norte de la nave. Los especialistas eligieron retirar el estucado de yeso y el papel comtemporanéo, en mal estado de conservación, que las cubría. No cabe duda que los muros de esta joya de la arquitectura eclesiástica lambayecana, estuvieron, a mediados del siglo XVIII, adornados con pintura mural.
Después de una minuciosa prospección, mediante calas, se descubrió pintura mural en los nichos u hornacinas del lado izquierdo y derecho del muro norte de la nave. Los especialistas eligieron retirar el estucado de yeso y el papel comtemporanéo, en mal estado de conservación, que las cubría. No cabe duda que los muros de esta joya de la arquitectura eclesiástica lambayecana, estuvieron, a mediados del siglo XVIII, adornados con pintura mural.
Queremos agregar, a
manera de comentario, que no son pocos los visitantes, tanto nacionales como
extranjeros, que al ingresar a este recinto, cubierto de una suave penumbra,
manifiestan percibir, tal vez por lo original de su concepción, distribución y
forma, que lo están haciendo al interior del esqueleto de un descomunal
cetáceo.
Vista del altar mayor de la capilla
Vista de la recuperada pintura mural, de mediados del siglo XVIII, del nicho principal del primitivo altar mayor
Capilla San Francisco de Asís
Con la colecta de limosnas, como las realizadas, en las puertas de la iglesia matriz, para el novenario del Corpus Christi, en junio de 1886. Sorteos, como el de noviembre del mismo año, en que se sortearon “cuatro mil números a razón de un sol billete cada uno”, siendo el primer premio, de mil soles; el segundo, de cien soles; el tercero, de cincuenta soles y el cuarto, de diez soles, tal y como consta en el Libro de Actas anteriormente citado. Deducidos los gastos el sobrante quedaría para proseguir con la refacción de la capilla. La rifa de objetos, tómbolas, como las efectuadas en 1887, etc. Todo esto con el solo propósito de concluir con la obra.
Ya en junio de 1877, la Ministra de la Orden, doña María del Carmen Salcedo de Leguía, había propuesto al Discretorio, solicitar, mediante escrito, al Vicario Capitular Dr. Juan de Falcón, una constancia u orden para que tenga lugar la solemne dedicación de la que fue Capilla de San Pedro a N.S.P.S. Francisco de Asís, y así poder rendir culto a su seráfico fundador.
El Patrimonio imaginero de la capilla
Se le representa con cabellera postiza, rizada y de color castaño oscuro, cubierta por un velo de color blanco. El rostro ovalado; su semblante modesto y dulce; su frente espaciosa; sus cejas algo arqueadas, de color castaño claro; su mirada baja y un tanto hacia la izquierda; la nariz aguileña; su boca cerrada pequeña y recogida, sus labios iguales y encarnados; las mejillas sonrosadas.
Viste una larga túnica blanca y sobre esta una fina blusa de mangas largas y delantal del mismo color, ceñido al vientre por delgado cinturón de tela dorada con dos puntas sueltas al frente, signo de maternidad. Sobre su pecho un corazón fulgurante, atravesado por una espada y corona de rosas amarillas. La cubre, desde los hombros, un manto largo y abierto de color celeste oscuro con ribetes de hilos dorados. Sus vestiduras sobrepuestas hacen que, de Ella, se vean solamente las manos, el cuello y su rostro. La imagen descansa sobre una peana circular de madera. La efigie, cuyo rostro se encontraba repintado, fue restaurada con recursos proporcionados por la Parroquia de Lambayeque. Hoy la hermosa imagen engalana la hornacina principal del remozado altar mayor de la ramada.
Capilla San Francisco de Asís
El 5 de octubre de 1885, se fundó la Orden Tercera de San Francisco en
la iglesia parroquial San Pedro de Lambayeque. El encargado de su instalación
fue fray Luís Torra, visitador y misionero de los Descalzos de Lima, […]
investido de las facultades necesarias para el efecto por el M.R.P. Fray Pedro
Gual, Guardián de dicho Convento”; tal y como consta en el Libro de Actas Nº 1 (1885 - 1896), que tan
gentilmente nos dejó revisar, en el 2000, la señorita Isabel Vílchez Bances,
distinguida hermana de la Orden Franciscana Seglar de Lambayeque.
Esta Orden nació en Lambayeque bajo la advocación y patrocinio de San
Pascual Bailón, y fueron testigos de su fundación los frailes y misioneros
apostólicos: Francisco Usaloa, Antonio Barojas, José María Revill, el párroco
de la iglesia Dr. José G. Santillán y el señor José María Barandiarán.
En la misma acta figuran los nombres de lo que nosotros podríamos
denominar su primera junta directiva o Discretorio, elección canónica llevada a
cabo en la iglesia San Pedro. Este quedó conformado por las siguientes
personas:
Comisario: Dr. José G. Santillán. Ministra: señora María del Carmen Salcedo de
Leguía. Secretaria: señora Leonor Ruiz. Tesorera: señora Matilde Riojas de
Baca. Discretas: señoritas Luisa E. Montjoy, Ignacia Paredes, Mercedes Carril,
Zoila Nuques. Celadoras: señoras Águeda Martínez de Iturregui y María A.
Balladares de Escurra. Enfermeras: señoritas Transito Burgos y Rafaela Benítez.
Vicarias: señoritas Águeda Barandiarán y Juana Bernuy.
María del Carmen Salcedo de Leguía |
Los cargos y oficios
debían durar por espacio de tres años consecutivos, en este caso hasta el 5 de
octubre de 1888, día en que debía procederse a una nueva elección.
Fue a pedido de la
primera Ministra de la Orden, doña María del Carmen Salcedo de Leguía, madre
del Presidente Augusto Bernardino Leguía Salcedo, que la antigua capilla
doctrinal o ramada de San Pedro fue cedida a esta congregación, para que en
ella realicen sus ejercicios espirituales (distribuciones y retiros).
En noviembre de 1885, con
previo permiso del párroco de la iglesia y Comisario de la Orden Dr. José G.
Santillán, las hermanas terciaras se abocaron, sin pérdida de tiempo, a la
afiebrada tarea de recaudar los respectivos fondos para la reconstrucción de la
capilla doctrinal o ramada de San Pedro, que por aquellos años se encontraba
arruinada y en total abandono. Esto debido, en gran parte, como consecuencia de
los copiosos aguaceros e inundaciones que trajera consigo la cíclica presencia,
en nuestro litoral, del fenómeno de El Niño, catalogados del tipo “muy fuerte”,
de los aciagos veranos de 1871 y 1878.
Con la colecta de limosnas, como las realizadas, en las puertas de la iglesia matriz, para el novenario del Corpus Christi, en junio de 1886. Sorteos, como el de noviembre del mismo año, en que se sortearon “cuatro mil números a razón de un sol billete cada uno”, siendo el primer premio, de mil soles; el segundo, de cien soles; el tercero, de cincuenta soles y el cuarto, de diez soles, tal y como consta en el Libro de Actas anteriormente citado. Deducidos los gastos el sobrante quedaría para proseguir con la refacción de la capilla. La rifa de objetos, tómbolas, como las efectuadas en 1887, etc. Todo esto con el solo propósito de concluir con la obra.
Ya en junio de 1877, la Ministra de la Orden, doña María del Carmen Salcedo de Leguía, había propuesto al Discretorio, solicitar, mediante escrito, al Vicario Capitular Dr. Juan de Falcón, una constancia u orden para que tenga lugar la solemne dedicación de la que fue Capilla de San Pedro a N.S.P.S. Francisco de Asís, y así poder rendir culto a su seráfico fundador.
Los argumentos sobraban,
ya que eran conocidos, y reconocidos, los denodados esfuerzos y sacrificios que
venían desplegando en la localidad las hermanas de esta Orden en pro de la
refacción de la antigua ramada de San Pedro, que se encontraba, desde tiempo
atrás, en completo abandono y a su suerte, al extremo que los mayordomos de la
antigua efigie del apóstol San Pedro, que se veneraba en esta ramada, no
tuvieron otro remedio que trasladarla a la iglesia matriz. Ahora se encuentra colocada en la hornacina del lado izquierdo del altar mayor de ésta iglesia.
Consultado el Comisario
de la Orden y párroco de la iglesia, Dr. Santillán, manifestó:
[…] no ser
necesario se dirigiera el Discretorio al Sr. Vicario Capitular, pues él se
comprometía á hacer la dedicación y bendecirla con el título de S. Francisco de
Asís”.
Mientras tanto las actividades continuaron.
Todo parece indicar que
el párroco José G. Santillán no cumplió, a su debido tiempo, con el compromiso pactado con las hermanas
terciarias, en el sentido de dedicar y bendecir con el título de San Francisco
de Asís a la antigua ramada de San Pedro, reedificada por dicha hermandad con el
fin y sano propósito de que en ella hicieran sus ejercicios espirituales.
Esto se desprende del
hecho de que tres años después, en mayo de 1890, tuvieran que elevar una
solicitud, firmada por el Discretorio, al Obispo Manuel Santiago Medina, para
que con su autorización la tercera orden de Lambayeque pueda servirse de la
referida Capilla y dedicarla a San Francisco de Asís. Todo esto, claro está,
después de haberse consultado con fray Bernardino Gonzáles, personaje que, como
hemos visto, realizó la visita canónica a la hermandad en marzo del mismo año.
No cabe duda que el pedido surtió el efecto deseado. Decimos esto porque es a
partir de finales de 1890, en que la antigua ramada de San Pedro se comenzó a
denominar “Capilla San Francisco de Asís”.
Interior de la ramada de San Pedro o Capilla San Francisco de Asís en 1963 |
Vista de la nave o salón de la ramada en el 2007 |
Vista de la nave o salón en diciembre de 2016 |
Otra imprecionante vista de la nave o salón de la restaurada ramada de San Pedro |
El Patrimonio imaginero de la capilla
A fines del siglo XIX, la
Orden Tercera de San Francisco de Lambayeque, contaba, para su culto y festividades, con una imagen de San Francisco de
Asís muy antigua y deteriorada, de ahí que con parte de las limosnas que se
colectaban se mandara retocar en 1889. También se le proporcionó de todo lo
necesario para su culto diario, éste consistía en: […] una diadema de lata, un refajo de
madera con cinco candelejas de lata y sus candeleros grandes de lata”.
Para sus festividades contaba con una Cruz de cedro con Cristo de plata, un
cordón, disciplina, diadema y calavera también de plata, y, por último, con un
rosario con engarces y Cristo del mismo metal.
Meses después, el 29 de
marzo de 1890, con motivo de la visita canónica a la hermandad realizada por el
Rector de la Venerable Orden Tercera fray Bernardino Gonzáles, éste les
recomendó hacer toda la economía necesaria en los gastos, para que con estos
ahorros puedan adquirir una nueva efigie de San Francisco de Asís, levantar un
altar en la capilla y proveerse de otros enseres.
Al no contar la Orden con
los recursos necesarios para poder obtener una nueva imagen del santo titular,
optaron por volverla a retocar y hacer poner vidrios trasparentes al nicho del
altar donde se encontraba, y así poder conservar la antigua imagen con mayor
decencia. Hasta 1892, la hermandad
sólo contaba con esta efigie al interior de la reconstruída capilla.
Es a
partir del mencionado año, cuando las hermanas terciarias comienzan a preocuparse por
la adquisición de una imagen de la Inmaculada Concepción de la Virgen María.
Advocación bajo cuya protección San Francisco había colocado todas las órdenes
religiosas que había fundado, de ahí que la hermandad considerara una
obligación el rendirle culto especial en la capilla. En consecuencia […] se procedió a una erogación para conseguir la imagen
anhelada”. (Sesión extraordinaria. Viernes 9 de octubre de
1892).
La imagen de la Inmaculada Concepción es una talla barroca de vestir, de pie y de frente. Solamente su cabeza y
las manos se encuentran realizadas en fina madera policromada y encarnada, el
busto y los brazos (articulados) realizados también en madera pero sin ningún
tratamiento. El resto del cuerpo ésta elaborado en textil encolado de color blanco. Los
pies descalzos, la media luna y la serpiente con cabeza de un dragón de fauces
abiertas y lengua extendida, elaborados en yeso policromado, por lo que su
factura parece ser posterior. Posee ojos de vidrio y posiblemente data de
finales del siglo XVIII, o principios del XIX, su autor es anónimo.
Se le representa con cabellera postiza, rizada y de color castaño oscuro, cubierta por un velo de color blanco. El rostro ovalado; su semblante modesto y dulce; su frente espaciosa; sus cejas algo arqueadas, de color castaño claro; su mirada baja y un tanto hacia la izquierda; la nariz aguileña; su boca cerrada pequeña y recogida, sus labios iguales y encarnados; las mejillas sonrosadas.
Viste una larga túnica blanca y sobre esta una fina blusa de mangas largas y delantal del mismo color, ceñido al vientre por delgado cinturón de tela dorada con dos puntas sueltas al frente, signo de maternidad. Sobre su pecho un corazón fulgurante, atravesado por una espada y corona de rosas amarillas. La cubre, desde los hombros, un manto largo y abierto de color celeste oscuro con ribetes de hilos dorados. Sus vestiduras sobrepuestas hacen que, de Ella, se vean solamente las manos, el cuello y su rostro. La imagen descansa sobre una peana circular de madera. La efigie, cuyo rostro se encontraba repintado, fue restaurada con recursos proporcionados por la Parroquia de Lambayeque. Hoy la hermosa imagen engalana la hornacina principal del remozado altar mayor de la ramada.
En 1893, la hermandad recibió como obsequio un
pequeño Calvario, compuesto por un Santo Cristo, la Virgen de Dolores, María
Magdalena y San Juan. Todas talladas en fina madera policromada, con sus
mascarillas de plomo y diminutos ojos de vidrio. Exceptuando el Crucificado, a
todas ellas se les vestía con finos trajes. El nombre del donante y su autor
son desconocidos.
A raíz de este significativo regalo, se hizo
necesaria la construcción de un nuevo altar que albergara el grupo. El lugar
elegido, para este fin, fue la capilla baptisterio. Espacio seguro, pues
contaba con una puerta de madera de gruesos balaustres y vidrios trasparentes
(toda pintada de color celeste). Además, como hemos visto anteriormente, el
baptisterio ya no cumplía con sus funciones, pues no contaba con la pila
bautismal.
Las imágenes que componían el grupo del Calvario,
del que solo se conserva hasta nuestros días la pequeña efigie de la Virgen de
Dolores, se encontraban por aquella época en mal estado de conservación, por lo
que las hermanas decidieron […] mandarlas retocar, pues
estaban muy desaseadas” (Sesión extraordinaria del 6 de julio de 1092).
En sesión extraordinaria efectuada el día jueves 6
de enero de 1893, la hermandad acordó, por unanimidad, fabricar un nuevo altar
en la capilla, para con esto poder ganar “el jubileo de la visita de los cinco
altares”.
De acuerdo con la lectura de las actas, la capilla
ya contaba con cinco altares a principios de 1896, todos compuestos de nichos (hornacinas) practicados en los gruesos muros de adobe, con sus respectivos
altares adosados al muro y al pie de ellas.
ESCOBAR ZAMALLOA, Fredy
IQUIERDO CASTAÑEDA, Jorge
2005. La ramada de San Pedro de Lambayeque. Suplemeto Dominical del Diario "La Industria" de Chiclayo.
Libro de Actas Nº 1 (1885 - 1896). Parroquia San Antonio de Chiclayo
Fotografía
P. Edwin Fredy Beltrán García
Guillermo Luna Lorenzo
Jorge Victor Castilla Izquierdo
Ze Carlos Davila
Entre las imágenes que
constituyen el patrimonio imaginero de ésta capilla se encuentran: una antigua
efigie de San Antonio de Padua, en mal estado de conservación; una pequeña
talla de vestir de la Virgen de Dolores, de finales del siglo XVII; un Cristo
de madera policromada, mascarilla de plomo y ojos de vidrio, de mediados del
siglo XIX; una talla de Cristo Pobre, de madera policromada, mascarilla de
plomo y ojos de vidrio, al parecer también de mediados del siglo XIX; la imagen
de Nuestra Señora de la Purísima Concepción, de finales del siglo XIX, y la
imagen de Nuestra Señora del Carmen, de mediados del siglo XIX. Un Ángel lamparero,
pequeña talla de madera policromada y ojos de vidrio, de claro origen quiteño,
data de finales del siglo XVIII, su autor es desconocido. El Ángel viste
indumentaria militar de fines del siglo XV, con pectoral cubierto de pan de
plata y pintado de verde (achinado), con aplicaciones en pan de oro, pequeño
manto recogido, faldellín y calza borceguíes.
Las imágenes de San
Francisco de Asís, San Antonio de Padua y Santa Clara de Asís, de principios
del siglo XX, además de las de San José con el Niño, de mediados del siglo XX.
Todas ellas realizadas en yeso y policromado.
Cristo Pobre |
La Vrgen de Dolores |
Cristo Crucificado |
San Francisco de Asís |
Ángel lamparero |
Bibliografía consultada
CASTAÑEDA MURGA, Juan –
ESPINOZA CÓRDOVA, María del Carmen – PIMENTEL CARRANZA, Eduardo O. P.
2015. Templos virreinales de los valles de
Lambayeque. Universidad San Martín de Porres (USMP). Fondo Editorial.
Facultad de Ciencias de la Comunicación, Turismo y Psicología. Lima.
CHIRINOS, Haydee y ZÁRATE, Eduardo. Historia de la Construcción en
Lambayeque. Periodos Prehispánico y Virreinal. Tesis para optar del grado de
Maestro en Tecnología de la Construcción.
Universidad Nacional de Ingeniería. Facultad de Ingeniería
Civil. Sección de Postgrado. Lima – Perú 2011.
ESCOBAR ZAMALLOA, Fredy
2009. Proyecto: Puesta en Valor de la Capilla San
Francisco de Lambayeque, Provincia de Lambayeque – Lambayeque.
IQUIERDO CASTAÑEDA, Jorge
2005. La ramada de San Pedro de Lambayeque. Suplemeto Dominical del Diario "La Industria" de Chiclayo.
MENÉNDEZ RÚA, Ángel
1935. Boceto
Histórico de la Iglesia de Lambayeque.
Imprenta La Gaceta.
Lambayeque.
Documentos
Libro de Actas Nº 1 (1885 - 1896). Parroquia San Antonio de Chiclayo
Fotografía
P. Edwin Fredy Beltrán García
Guillermo Luna Lorenzo
Jorge Victor Castilla Izquierdo
Ze Carlos Davila
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