O´Higgins y la
Independencia del Perú
Bernardo O´Higgins Riquelme.
Óleo de Gil de Castro
Todos los peruanos debemos recordar la providencial e invalorable
contribución del prócer chileno Bernardo O´Higgins Riquelme, en la
revolucionaria empresa por nuestra emancipación nacional. Decimos esto, porque
gracias a su decidida e inquebrantable voluntad se lograron reunir los medios y
elementos necesarios para poner en pie la denominada Expedición Libertadora del
Sur.
Tenemos cierta predilección por este benemérito americano, por ser, no
cabe duda, el chileno que más quiso a nuestra patria. Su vida, brillante,
fecunda y tan llena de momentos azarosos tiene para nosotros una singular
atracción.
Bernardo O´Higgins fue hijo del coronel irlandés Ambrosio de O´Higgins,
conde Valenay y Osorno, que fuera virrey del Perú. Desde muy joven lo dejó todo
para seguir los destellos que en su alma, de espíritu patriota, anidaban en pos
de la libertad. Fue el alma de las conspiraciones de la época libertaria e
infatigable en combatir el régimen español. Desplegó tal valor en cada uno de
sus combates y reñidas acciones, que causo admiración hasta en sus propios
adversarios. Al famoso grito que lo inmortalizara: “O vivir con honor o morir
con gloria; el que sea valiente, sígame”, acudieron cientos de campesinos, a
quines de su propio peculio armó según las circunstancias.
Es a raíz de sus primeras hazañas que fue nombrado coronel del naciente
ejército chileno. Desde ese día y por espacio de aproximadamente dos años,
recorrería en continuo galopar todos los caminos de su patria, batiéndose con
denuedo contra las fuerzas enviadas por el virrey del Perú Fernando de Abascal, que intentaban destruir la hermosa
y lamentablemente efímera ganada libertad, como consecuencia del establecimiento
de la Junta Gubernativa de Santiago, el 18 de septiembre de 1810.
A pesar de algunos triunfos logrados por los patriotas chilenos, las
tropas adictas al Rey, compuesta en su gran mayoría por peruanos (financiados por
gran parte de la aristocracia criolla peruana y los grandes comerciantes de
Lima, agrupados en el Tribunal del Consulado y adheridos en esos momentos al
fidelísimo), entraron en la ciudad de Santiago tras el desastre de la batalla
de Rancagua, el 1 de enero de 1814. Reconquistado el gobierno por el ejército
realista, los chilenos, en penosa huida, atravesaron la cordillera en busca de
seguro refugio en Cuyo. En esta provincia argentina se concentraba el
incipiente ejército al mando del entonces coronel José de San Martín y Matorras.
Después de la derrota de Rancagua todo parecía indicar que el destino
abandonaba la noble causa de la libertad y entregaba definitivamente Chile al
poderío español. O´Higgins, que a fuerza de arrojo personal había burlado, por
espacio de casi cuatro años, a los sitiadores que le intimaban su rendición
incondicional, juró que volvería a rescatarla de las garras del régimen opresor
y conquistar, cueste lo que cueste, la ansiada libertad de su patria, Mientras haya quien muera la patria no esta
pérdida. Elocuentes palabras que pintan de cuerpo entero al héroe, dando
con esto a sus compatriotas un caro ejemplo de amor a la tierra que los vio
nacer.
San Martín y O´Higgins se conocieron a mediados de
octubre de 1814, en las montañas del valle de Uspallata, cuando el segundo, en
compañía de cientos de fugitivos chilenos de Rancagua, arribó al citado valle. Inmediatamente
San Martín les ofreció cordial hospitalidad. O´Higgins se convertiría, con el
tiempo, en él más fiel compañero y colaborador de San Martín, “en el resto de
la aventura andina” (Izquierdo Castañeda 1985: 2).
Existe una sentencia muy aleccionadora que nos narra
el escritor Pedro Pablo Martínez, y que aquí adquiere caracteres premonitorios,
ella dice: “cuando va a realizarse un acontecimiento trascendental, el destino
no sólo hace aparecer, con toda oportunidad, a los hombres que han de influir o
intervenir en él, sino que con precisión admirable, los acerca y los junta” (Ibíd.).
El abnegado y prudente chileno bajaba del gélido ande en accidentado y penoso
éxodo, con el corazón sumido en inmensa tristeza al ver amenazada la libertad
de su amada patria. “Al pie
de la montaña San Martín, a la sazón gobernador de Cuyo, lo esperaba para
estrecharle la mano en señal de reconocimiento y ofrecerle el respectivo asilo.
La sentencia antes mencionada cobra en esos momentos verdadera dimensión; la
amistad que a primera vista nació entre ambos paladines, iba a prolongarse por
espacio de veintiocho años en la tierra y una eternidad en el mundo donde moran
los espíritus de los héroes” (Ibíd.)
Dos años después de este histórico encuentro, en octubre de 1816, el
congreso reunido en la ciudad de Tucumán (Argentina) nombra a San Martín
Capitán General del Ejército de los Andes. Metódicamente organiza el ejército
en Mendoza en la zona de Cuyo, teniendo como principales colaboradores a O´Higgins
y al peruano Toribio de Luzuriaga, natural de Huaraz. En 1817, se reanuda la
campaña. Apreciamos reunida aquí una trilogía de próceres americanos, unidos
por una entrañable amistad y un ideal común, la libertad.
José de San Martín y Matorras
Tenemos que destacar un hecho de suma importancia para los peruanos, y es
que al presentarse el dilema de designar a un sustituto para el puesto de
gobernador de Cuyo, la elección recayó en Toribio de Luzuriaga. Hombre de
confianza y de excepcionales condiciones así como amigo entrañable de San
Martín. Fue tan brillante la tarea que desempeñó Luzuriaga, como intendente de
Cuyo, particularmente en lo que se refiere al apoyo logístico del Ejercito de
los Andes, fue tan efectiva y distinguida su actuación, que le valió,
posteriormente, ser designado Mariscal de Campo del Ejército Chileno.
Bernardo O´Higgins, volvió a su patria como brigadier del flamante
Ejército de los Andes, con él cruzó la gran cordillera de los andes, el
espinazo de América, para luchar por la reconquista de la libertad de su patria
y así cumplir con su juramento. Interviene decididamente en la batalla de Chacabuco
el 12 de febrero de 1817, la que le permite demostrar en grado eminente su
heroísmo y dotes de mando. Cuatro días después el 16 de febrero de 1817, el
pueblo de Santiago lo nombra Director Supremo del Estado de Chile. Sin embargo
debió concurrir a la ciudad de Concepción y mantenerse allí hasta enero de
1818, tratando de doblegar a los realistas que se encontraban resistiendo en
los puertos de Valdivia y de Talcahuano. El 12 de febrero de 1818 O´Higgins
proclamaba la independencia de Chile.
En realidad su etapa de soldado termina la tarde del 5 de abril de 1818,
cuando acude al llano de Maipú para abrazar a su amigo incomparable el general
San Martín. Su grito de gratitud sin limites aún resuena en dicho campo:
“Gloria al salvador de Chile”.
Una vez sellada la independencia de Chile, imprime a su gobierno un
sentido progresista, sentando las bases institucionales de la República. Convocado
e instalado el Congreso, le encara la formación de la escuadra de Chile. La
idea genial de San Martín de llevar la independencia al Perú a través del mar,
como medio seguro de debilitar y destruir el poderío español enseñoreado en
América del Sur, había calado hondo en O´Higgins, el colaborador insuperable
del ilustre argentino. “Mientras no lleguemos al Perú y acabemos con los godos,
la guerra no habrá terminado”, tal la concepción estratégica del libertador San
Martín.
Toda la ilimitada abnegación, todo el espíritu organizador del Director
Supremo de Chile en preparar la escuadra libertadora, que traería a nuestras
costas al ejército unido argentino – chileno
a luchar por nuestra independencia, es verdaderamente encomiable. Sin la
independencia del primer y poderoso virreinato de las colonias de España, el
Perú, no habría libertad posible en América y sin la ayuda del “Apóstol de la
Unidad Americana” Bernardo O´Higgins, San Martín no hubiera podido cristalizar
su estupenda obra.
Debemos saber que es el mismo O´Higgins, quien propicio el empréstito
interno que se levantó en su país para “la expedición libertadora de nuestros
hermanos en el Perú”, tal y como consta en la carta que dirigiera a la
acaudalada dama chilena Teresa Alderete viuda de Julián Díaz (ver copia literal
de la carta en Apéndice). Para esto contó también con eficaces colaboradores,
entre los que destacan los chilenos: José Ignacio Zenteno, ministro de guerra y
marina; José Ignacio Cienfuegos, presidente del senado; el ministro Joaquín
Echevarria, y José Gaspar Marín. En fin, es a todo el decidido e inquebrantable
esfuerzo desplegado por O´Higgins, y sus corifeos antes mencionados, al que
nosotros debemos rendir nuestro reconocimiento y gratitud.
El historiador, dramaturgo, escritor y magistrado lambayecano Dr. Germán
Leguía y Martínez, en su monumental obra La
Historia de la Emancipación del Perú: El Protectorado, concluida en 1928 y publicada,
recién, en 1972, nos dice:
La historia, en efecto, pone, sobre las sienes del
prócer (O´Higgins), el nimbo de la inmortalidad que le es debido, como a uno de
los personajes más útiles y grandes de aquellos hermosos tiempos; tiempos de
desinterés, tiempos de fraternidad, tiempos de gloria, cuyos alcances y
recuerdos húndense (sic) hoy, entenebrecidos, en el denso y caldeado ambiente
de resentimientos, de desconfianzas y odios suscitados entre peruanos y
chilenos […] ¿Quién habría de decir a los O´Higgins y los Zenteno, los
Echevarria y los Zañartu, los Cienfuegos y los Marín, que tan solo cincuenta y
nueve años después, sus nietos, confabulados criminalmente en la sombra y
armados en el misterio, habrían, pérfidos, y hambrientos de destrucción, de
emprender rumbo y campaña parecidos a los del 20 de agosto de 1820, ya no
guiados ni conducidos por la estrella blanca y pura del bien común americano,
sino atraídos por el ansia vil de usurpar los tesoros de sus hermanos
descuidados e indefensos, empujados por la codicia y por la ruindad, a
incendiar nuestros emporios industriales, arrasar nuestras sementeras,
arrebatar nuestras riquezas colosales, apropiarse de nuestros territorios más
preciados, y desmedrar nuestro organismo histórico mutilándolo, desgarrándolo,
sin causa ni razón plausibles; erigiendo en el continente la ley satánica de la fuerza , predicando “los derechos espurios de la victoria” y enarbolando el negro y sangriento estandarte
de la conquista?... (Op. cit. 1972: 220).
Huelgan los comentarios. Ahora continuemos.
La Expedición Libertadora al mando de San Martín, nombrado por O´Higgins
Capitán General del Ejército Chileno zarpó de Valparaíso el 20 de agosto de
1820. La flota, […] la mayor, que, hasta entonces, se hubiese reunido
y contemplado en Sub América” (Leguía y Martínez 1972: 207), se encontraba al mando del Almirante Lord
Thomas Alexander Cochrane, de nacionalidad inglesa. El escritor argentino Ricardo
Rojas, en su obra “El Santo de la Espada”,
anota:
[…] llevaba
a bordo 4,700 soldados y pertrechos de guerra como para armar a 15,000 hombres
que se podrían reclutar en el Perú cuando desembarcaran. […] Formaban la
Escuadra libertadora del Perú, los siguientes buques de guerra: navío San Martín, la capitana, 1,300 toneladas
y 64 cañones, en él iba el general San Martín y su Estado Mayor; fragata O´Higgins, 1220 toneladas, con 44 cañones, conducido por Lord
Cochrane con la insignia del almirante,; fragata Lautaro, 850
toneladas, con 46 cañones; fragata
Independencia, 380
toneladas, con 28 cañones; bergantín
Galvarino, 398
toneladas, con 18 cañones; bergantín Araucano, 270 toneladas, con 16 cañones; bergantín Pueyrredón,
220 toneladas, con 16 cañones; goleta Moctezuma, 200 toneladas,
con 7 cañones. Además de éstas unidades, alistáronse en el convoy los
transportes Dolores, Gaditana, Consecuencia, Emprendedora, Santa Rosa, Águila,
Mackenna, Perla, Jerezana, Peruana, Golondrina, Minerva, Libertad, Argentina
Hércules y Potrillo, con 7,178 toneladas por
todo” (Op. cit. 1850: 202).
Los buques de guerra y de transporte, llevaban en lo alto de sus
mástiles la bandera de Chile […] pero, naturalmente cada cuerpo del ejército
conservó la enseña, querida e inalienable de su patria y de su procedencia […]
(Leguía y Martínez 1972: 215).
El 7 de septiembre, después de más de dos semanas de navegación, la
expedición llegó a la bahía de Paracas. Al día siguiente comenzó el desembarco.
Ese fue también el histórico y propicio momento para que el pueblo del Perú
demostrara que desde mucho tiempo atrás estaba dispuesto a insurreccionarse, y
que la influencia sanmartiniana solo fue indirecta, en otras palabras no nos
fue concedida por el Ejército aliado Argentino – Chileno comandado por San Martín.
De todo esto se desprende también, el hecho de que no fue tarea difícil
para San Martín, propagar, en suelo peruano, la noble causa de la independencia
y atraer a ella el mayor número de pueblos. Fresco y latente aún en la memoria
colectiva de muchas de estas comarcas el precursor y cruento periodo denominado
por los estudiosos como el de la Pre-Emancipación, comprendido entre los años
de 1780 y 1819.
En su primer Manifiesto, ya en suelo peruano, San Martín, expresaba: “El
gobierno realista de Lima ha hecho derramar a torrentes la sangre de los
peruanos para sofocar el espíritu de Independencia”. El ilustre argentino reconocía así, las duras y cruentas jornadas de los
hijos de esta tierra en pro de su emancipación del régimen español.
A todo esto se sumaba también, la existencia soterrada de fuertes grupos
separatistas, sobre todo en el norte y centro del país, compuestos en su
mayoría por criollos. Si no recordemos la proclama de San Martín en Huaura de
fecha 12 de febrero de 1821, en la que entre otras cosas decía: “
Más de cien
pueblos proclaman su independencia y se hace tan gloriosa transformación, sin
disensión alguna, sin licencia, sin ninguno de aquellos excesos tan frecuentes
en la historia de las revoluciones.
Entre este centenar de poblaciones se encontraba el pueblo de San Pedro
de Lambayeque, cuyo cabildo fue el primero en arriar, exitosamente, los
pendones de Castilla en el norte grande del Perú, la memorable noche del 27 de
diciembre de 1820.
El 9 de julio de 1821, entraba San Martín en la capital peruana. En
horas de la mañana del día 28, de ese mes y año, pronunciaba en la plaza mayor
de Lima, y hacía pregonar, a tambor batiente, por calles y plazas principales de
la capital, su celebre proclama:
El Perú es desde este momento, libre e
independiente por la voluntad general de los pueblos y por la justicia de su
causa que Dios defiende.
Lamentablemente esta independencia del poder español fue solamente
política. El historiador de la República Jorge Basadre, en su libro El Azar en la Historia y sus Limites, escribe:
[…] esta ruptura política no significó en manera alguna la quiebra del
ordenamiento económico
y social de carácter colonial que continuó vigente hasta el siglo XIX”. (Op.
cit 1973: ) Dicho en otras
palabras: la estructura de explotación se mantuvo.
Prosigamos. Cumplida su histórica y magna obra, O´Higgins soportó
estoicamente los embates de los enemigos políticos. La constitución que
promulgó en 1822 provocó vigorosa y tenaz oposición en su país, y relativamente
solo lo sostenía y salvaba su reconocido y enorme prestigio. A fines de 1822 la
situación se tornó por demás insostenible. El 23 de enero de 1823 estalla el
descontento; “el pueblo quiere la dimisión del Dictador”. La respuesta de O´Higgins
no se hizo esperar. Respetuoso de la opinión pública y con aquel extraordinario
desinterés que lo caracterizaba, abdicó a su cargo de Director Supremo
depositando sobre una mesa la banda tricolor y el bastón insignia del mando.
Después de haber dado este bello ejemplo a todos los pueblos de América,
salió a la calle y entre las aclamaciones de una nutrida multitud de
partidarios se trasladó a su domicilio. Diez días después acompañado de su
madre doña Isabel Riquelme Meza y de su hermana salió para el destierro que el mismo
se impuso.
A la figura más admirable conque cuenta la historia de Chile, el gobierno
peruano le había donado los fundos de Cuiva y Montalbán, ubicados al sur de
Lima, en el fértil valle de Cañete. Aquí residía, entregado al cultivo de la
caña de azúcar. Diecinueve años después, el 24 de octubre de 1842, dejaba de
existir este ilustre prócer de la independencia de Chile, en su casa ubicada en
el Jirón de la Unión 554 de la ciudad de Lima. Esta mansión, en la que Bernardo
O´Higgins vivió por espacio de alrededor de veinte años, es ahora sede del
Museo de Arqueología “Josefina Ramos de Cox”.
Apéndice
Septiembre
4 de 1819
Sra. Doña
Teresa Alderete viuda de Don Julián Díaz
EL GOBIERNO SUPREMO, ha llenado ya de su
parte el voto uniforme de los ciudadanos. En la reunión general, que se tuvo el mes de
Diziembre del año anterior en el Palacio Directorial, hizo presente el cuadro
de nuestra situación, manifesté que si bien el Estado se ha cubierto de gloria,
esta se ha comprado con sacrificios generosos, vidas apreciables han terminado;
y consumidas las rentas fiscales, solo la propiedad particular puede dar la
ultima mano á la grande obra de nuestra libertad. Como esta sería vacilante
mientras en Lima se mantuviesen el despotismo, se resolvió entonces una
expedición libertadora a nuestros hermanos en el Perú; y al modo que las
provincias amigas oblaron los ultimos restos de su antigua riqueza para dar
eterna muerte á la tirania de Chile, el senado, los vecinos todos en aquella
reunion augusta, renovaron las ofertas de un absoluto desprendimiento de
haberes, para la expedición de consuno con el Ejercito – Unido. Diorense
entonces las bases y se nombro una comisión de vecinos bien conceptuados para
que en justa proporción de las fortunas, de anteriores derramas, y de lo que
cada uno daría al enemigo de grado, ó por fuerza; formase un rateo para un
empréstito general. Se han echo las listas, y revisadas detenidamente se
aprobaron por el Senado.
Yo me prometo la mas puntual entrega, para que cada prestamista no pierda por la coaccion el merito que
adquirira con la deferencia, y brevedad. Si es deber del hombre en sociedad
sacrificar lo mas estimable en las necesidades extraordinarias del Estado; si
este se ha solemnizadoen una promesa jurada, y aceptada; si este empréstito
sera probablemente el ultimo servicio pecuniario que exigira la Patria; si
siempre fue prudencia desprenderse de una parte para no perder el todo; si la
libertad del Perú, asegurando la nuestra, vá á revivir el comercio, aumentar el
trafico, dar salida á los frutos, y proporcionar reciprocas medras; solo el que
esté poseido de un frio egoismo, ó no sepa calcular sus intereses, podrá
entorpecer la entrega de la moderada cuota que se le ha asignado. Ninguna
Republica fue libre, sin que hasta las matronas se desprendiesen de sus
preceas. La reina Isabel, empeñando sus alhajas para esclavisar la America, nos
debe estimular al desprendimiento de las nuestras para libertarnos: y Fernando
7, aumentando la miseria de España con extraordinarias contribuciones, y
gravando pesadamente ambos cleros para una expedición homicida, nos incita a
cualesquiera sacrificios, para que la emancipación del Perú inutilize sus
planes. Se acerca el día venturoso en que la Patria, libre de enemigos, llamará
uno á los premios, y otros á la reconciliación general. Entonces preguntando á
todos ¿qué habeis hecho por mi? recordará el militar su vida expuesta, y su
sangre derramada; el funcionario publico su interrumpido reposo, y sus tareas;
el labrador, y el artesano sus trabajos, y sus privaciones, y hasta la Iglesia
recordará las preces, y obligaciones de sus Ministros; pero el propietario, el
vecino pacifico alegará sus donativos voluntarios, y este empréstito con que se
corona el majestuoso edificio. Solo enmudecerán en ese día los que, adoptando
una hipocresía politica, nada han querido aventurar por una suerte feliz.
Estas y otras consideraciones se han tenido
presentes para esperar que cuantos querian ver el deseado término de esta
guerra justa de nuestra parte, se apresurarán á realizar el empréstito
asignado. Sin esto se paralizaria la expedición proyectada, suspirada por
nuestros hermanos del Perú, y que debe zarpar con brevedad. V. que toma tanto
interes para que se logre su obgeto,, y resultados, se adquirirá un distinguido
mérito entregando 321 pesos en la Tesoreria de la Casa de la Moneda dentro de
ocho días. Improrrogables, bajo el recibo impreso que le dará la comision
encargada del rateo. Allí vá á quedar la
cantidad distruibuida en arcas de tres llaves, que guardarán como un deposito
sagrado los mismos comisionados, para que todos los prestamistas sepan, que no
se invierte en otro obgeto que el de la expedición. Puede V. estar seguro de
que esa cantidad le sera religiosamente devuelta dentro de un año bajo la
hipoteca de todas las rentas del Estado, y se le admitirá en pago de dinero, y de cualquiera
credito Fiscal. Es este el primer empréstito, y si la expedición tiene el feliz
suceso que todo nos indica debemos prometernos, sera seguramente el ultimo que
decreta el Senado, cuyo honor identificado con el mio está empeñado en revivir
de este modo un credito público que hizo despreciable la mala fe de enemigos
que lo profanaron. Santiago y setiembre 4 de 1819.
Bernardo O´Higgins
Bibliografía consultada
BASADRE, Jorge
1973. El Azar en la Historia y sus
Límites. Con un apéndice: la serie de probabilidades dentro de la emancipación
peruana. Ediciones P. L. V. Lima – Perú.
ROJAS, Ricardo
1950. El Santo de la Espada. Vida
de San Martín. Editorial Losada, S.A. Buenos Aires.
LEGUÍA Y MARTÍNEZ, Germán
1972. Historia de la Emancipación
del Perú: el Protectorado. T. II. Publicaciones de la Comisión Nacional del
Sesquicentenario de la Independencia del Perú. Lima.
IZQUIERDO CASTAÑEDA, Jorge
1985. O´Higgins y la Independencia
del Perú. Suplemento Especial del Diario “La Industria” de Chiclayo.
MUY BIEN AMIGO JORGE, EXCELENTE CONTRIBUCION A LA HISTORIA,
ResponderEliminar¿ DONDE PUEDO ENCONTAR A EL ARTICULO SOBRE CLEMENTE ANTO ¿
SALUDOS
JULIO
Gracias Julio, este es el enlace
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