La desaparecida
imagen del Señor de la Caña de la
Iglesia San
Pedro de Lambayeque
Todo parece indicar que es desde principios del siglo XX, en que
comienzan a desfilar por las principales arterias de la devota ciudad de Lambayeque
los pasos que componen su tradicional procesión de Viernes Santo. Como sabemos
antaño las procesiones en esta ciudad se sucedían a lo largo de toda la semana,
exceptuando el Sábado de Gloria.
Hasta el 2000, la imponente procesión
se componía de 12 pasos, lamentablemente un voraz incendio acaecido en ese
mismo año destruyó la efigie dieciochesca del Señor de la Caña, que constituía uno
de sus pasos. La imagen, de claro estilo barroco, realizada en fina madera
policromada, ojos de cristal y de aproximadamente 125 cm. de altura, se
encontraba colocada en la hornacina del lado izquierdo del primer cuerpo del
retablo rococó de la Virgen del Perpetuo Socorro, ubicado en el lado del
Evangelio.
En ese trágico suceso gran parte del retablo, compuesto de dos cuerpos
horizontales, tres calles verticales y enteramente forrado en finas hojas de
pan de oro, fue consumido por las llamas.
A raíz de este siniestro se perdieron también la imagen de San Roque y el
hermoso grupo escultórico compuesto por San Joaquín, Santa Ana y la Virgen
Niña, todas ellas tallas barrocas del siglo XVIII, realizadas en madera
policromada y ojos de cristal.
Vista del retablo de Nuestra
Señora del Perpetuo Socorro antes del siniestro (Foto. Memo Luna)
Ante la escasa información conque contábamos referente al proceso vital
de muchos de los pasos que componen la tradicional procesión de Vienes Santo en
esta ciudad, es que decidimos publicar en abril de 1999, una revista o boletín
conmemorativo que reuniera los trabajos de investigación que hasta ese momento
habíamos podido realizar con respecto al origen de algunos de estos pasos. La
revista, que editáramos conjuntamente con Carlos Roncal Pretell, llevaba por
nombre ÑAMPAGIC, y por titulo Semana
Santa en Lambayeque.
En esta ocasión, creemos oportuno reseñar uno de los artículos
publicados en la mencionada revista, aquel que trata precisamente sobre El
Señor de la Caña, tanto por su significativo valor histórico como porque
encerraba en sí buena parte del proceso vital de la irremediablemente
desaparecida imagen. Veamos:
Don Casimiro Serquén (tal y como figura en el instrumento), testó en el
pueblo de Lambayeque el 22 de marzo de 1785, ante el escribano de cabildo de
los naturales don Cipriano Cornelio Huamán, actuando como testigos Eduardo
Uchufan y Mathías Gutiérrez. Dijo ser indio principal, de ahí el apelativo de
don, y estar casado con doña María de la Concepción Rondón. Durante su
matrimonio procrearon solamente una hija nombrada Tiburcio Serquén. Don
Casimiro era, al momento de redactar su testamento, depositario, por espacio de
tres años, de las salinas de Corñan, nombre éste de una arcaica parcialidad o
comunidad nativa tradicional lambayecana de la que eran pachacas principales la
poderosa familia Infuc Corñan, perteneciente a la élite nativa local.
Estos yacimientos de sal se encontraban por aquellos años “arruinados por las continuas inundaciones”,
causadas, no cabe duda, por la recurrente presencia del fenómeno de El Niño en
nuestro litoral a lo largo del siglo XVIII.
Serquén manifestaba, en una de las cláusulas de su última voluntad, su
deseo de ser sepultado “en la Iglesia Mayor”
del pueblo de Lambayeque, amén de que lo
enterrara el cura del cual era feligrés “con
capa de coro, Cruz alta, Vigilia y misa de cuerpo presente”.
Al momento de transcribir el viejo instrumento, que se encuentra en el
Archivo Regional de Lambayeque, me llamó poderosamente la atención el párrafo
de una de sus cláusulas. En sus líneas Serquén mencionaba poseer en la calle
Chancay, hoy Francisco Bolognesi, una casa y junto a ésta una capilla “para las andas del Cristo de la Caña”. El
nombre de la calle es el mismo que poseía una antigua parcialidad lambayecana
conocida, alternativamente, como Chan o Chancay. En viejos manuscritos del
siglo XVIII, se le conoce como camino a los arenales de Chancay o camino al
valle de Chancay.
Como es de suponer el dato sobre la capilla concitó nuestro interés, así
que decidimos continuar pacientemente con la lectura de la disposición
testamentaria. Grande fue nuestra sorpresa al toparnos seguidamente con una
cláusula en la que Serquén manifestaba haber adquirido con su peculio “un Señor con el nombre de la Caña”.
Habíamos encontrado, y de manera casual, unos inéditos e interesantes datos
sobre la hoy desaparecida efigie del Señor de la Caña.
A continuación, y para conocimiento del caro lector, creemos oportuno
transcribir literal e íntegramente la referida cláusula.
Item: Declaro
que he adquirido con mi sudor y trabajo un Señor con el nombre de La Caña, de
cuerpo entero de hombre formal sentado con su sudario de Volillo de hilo de encagito de oro al canto, su cíngulo de
cinta de tela de plata y oro, y su azuceno al fin de d(ic)ho cíngulo, que lo
compone integro su caña de madera dorada, su soga con sus flores de verano y
perlas falsas, adornada sus tres potencias de plata con más de un marco, corona de espinas verde,
con su banda de género de seda rosado de flores y su peana, dos cabelleras con
unas andas de d(ic)ho Señor, quatro
indios y un estandarte de
persiana de la china de flores y diversos colores y su cinta morada con
vorlas concerniente al d(ic)ho estandarte; mando que todo lo expresado quede
queda a la d(ic)ha Iglesia Matriz de este d(ic)ho Pueblo, para que se le de culto
y veneración necesaria que así es mi voluntad. Más corresponden a d(ic)ho Señor
de la Caña un cojincito que se pone a los pies de Mantilla con su franja fina de oro, asi lo declaro para que
conste y es mi voluntad (cic).
En esa oportunidad nos pareció innecesario hacer cualquier comentario
sobre el origen de la imagen ya que la cláusula arriba citada hablaba por si
sola. Añadimos solamente que algunos elementos del vestuario habían sufrido con
el tiempo ciertas modificaciones u omisiones, agregamos también que la original
peana, base o pie, en que descansaba la antigua imagen se había sustituido por
una silla de madera dorada en pan de oro, que también desapareció con el
siniestro.
La desaparecida imagen del Señor de la Caña, cuando desfilaba por las
principales arterias de la ciudad en la procesión de Viernes Santo (Foto. Memo
Luna, 1995).
No hay comentarios:
Publicar un comentario