sábado, 6 de agosto de 2016

La Batalla de Junín


No cabe duda que el brillante resultado del esfuerzo desplegado por el Libertador Simón Bolívar, por agrupar un admirable y disciplinado ejército, que pudiera enfrentar a las experimentadas tropas del Rey, se dio por primera vez a 4,220 metros de altura sobre el nivel del mar, en la gélida llanura de Junín, el 6 de agosto de 1824.

Para lograrlo el Libertador había contado con el oportuno, decisivo e indiscutible apoyo brindado por los pueblos del Perú, en especial de la costa norte y centro del país. Entre  los que destacaba, nítidamente, el pueblo de San Pedro de Lambayeque, con su cuota de aguerrida sangre joven, factor determinante en cualquier combate.

Libertador Simón Bolívar

En esas ubérrimas pampas de Junín, aproximadamente 900 bravos jinetes patriotas, que conformaban los tres escuadrones del “Primer Regimiento de Caballería del Perú” o “Húsares del Perú”, al mando del general Mariano Necochea, se prestaron a luchar, en horas de la tarde, contra 1,200 de la caballería realista, unidad selecta y engreída del ejército realista, a cuyo frente se encontraba el propio general José de Canterac.

El choque fue violento, encarnizado y cuando a todas luces la victoria le era adversa a la caballería independiente, cuando cundía el desorden y desconcierto en sus filas, más aún, cuando prácticamente todos los escuadrones patriotas habían emprendido la retirada, perseguidos muy de cerca por la caballería realista, fue en ese preciso momento en que el primer escuadrón de “Húsares del Perú”, conformado en gran parte por voluntarios de Piura, Lambayeque, Chiclayo, y Trujillo, situados en posición estratégica y comandado por el teniente coronel argentino Isidoro Suárez, se lanza como un relámpago en memorable carga contra el enemigo, gracias a una “inspirada visión” del mayor, natural de San Pedro de Lloc, José Andrés Rázuri Estéves, logrando así detener la persecución; la situación es por demás propicia y oportuna, los patriotas reaccionan, se organizan inmediatamente, vuelven caras y en carga descomunal, obligan a la “tan considerada, bien armada, equipada, montada, instruida y disciplinada” caballería realista, a emprender en derrota, vergonzosa fuga.

La batalla duró apenas 45 minutos y en ella no se escuchó un solo disparo, pues se combatió exclusivamente con arma blanca, a sable y lanza. El general EP Felipe de la Barra en su obra La campaña de Junín y Ayacucho (1974), nos dice:

"En el bando patriota los muertos alcanzaron al número de 45, entre ellos algunos oficiales, quedando aproximadamente 100 heridos; los realistas perdieron 2 jefes, 2 oficiales, 245 hombres de tropa, entre muertos y heridos; más 80 prisioneros; el botín de los patriotas consintió en 400 caballos ensillados y gran cantidad de armas".


José Andrés Rázuri

En su conferencia “Llampallec”, aparecida en el Boletín de la Sociedad Geográfica de Lima  (1920), el coronel etenano Manuel Casimiro Bonilla Castro, escribe:

"Junín es un milagro, es un prodigio de la audacia. Es una apoteosis del patriotismo. Es un laurel inmarcesible en la orla del esfuerzo lambayecano. Fueron brazos suyos los que blandieron las lanzas, hechas con las maderas de sus bosques, espuelas forjadas en sus talleres, las que apretaron los ijares de los corceles salidos de sus campiñas".

Enrique Benítez, en su obra “Geografía del Perú”, nos dice:

[…] fueron en gran parte lambayecanos, los valerosos soldados de tropa que nos dieron la victoria en las pampas de Junín y en la decisiva de Ayacucho".

En el discurso pronunciado, en el campo de Junín, por el Prefecto de ese Departamento, señor Manuel Pablo Villanueva, en representación del Supremo Gobierno presidido por don Augusto Bernardino Leguía Salcedo, con motivo del centenario de la batalla de Junín, manifestó:

"En esa gloriosa acción de armas cúpole rol brillante y decisivo al Escuadrón “Húsares del Perú”, exclusivamente compuesto de valientes, aunque noveles, voluntarios trujillanos y lambayecanos".

El historiador Horacio H. Arteaga, manifiesta:

"En Junín esos voluntarios de Lambayeque exhibieron brío y mostraron su empuje extraordinario, formidable, irresistible, sorpresivo. Cuando Bolívar, después de esa victoria estupenda de las pampas de Junín, preguntó asombrado por los audaces y los héroes, le señalaron los pelotones de voluntarios lambayecanos, ferreñafanos y chiclayanos que se enfilaban cansados y haraposos, muchos de ellos no tenían sombrero ni morrión, una faja ennegrecida apretaba en su frente las heridas que aún manaban sangre. Estaban descalzos y flacos, pero tenían el rostro resplandeciente como los semidioses de la Ilíada. Bolívar los declaró en el acto ¡Húsares de Junín!"



Carga de los “Húsares del Perú” (Óleo de Etna Velarde)

Entre los hijos de nuestra región que asistieron a esta memorable jornada se encuentran: José María Lastres y Martínez de Tejada, Manuel Salcedo, Gertrudis Poemape, Sebastián Fernández Samudio, José Francisco Deza, Luciano Mejía (naturales de Lambayeque), y José Leonardo Ortiz (chiclayano). 
Del Castillo Niño nos dice que en ésta histórica batalla también estuvieron presentes los siguientes motupanos: José Orozco, Juan José del Castillo, Nicanor Falla, Andrés Obando, Manuel Jiménez, Juan M. Luna, José M. Saavedra y José Santos Zapata.

El héroe lambayecano Luciano Mejía vivía aún en su ciudad natal por el año de 1887, como consta en el Libro de Actas del municipio lambayecano de ese año. En julio de 1887, con motivo de celebrarse un aniversario más de la jura de la independencia nacional, la Municipalidad de Lambayeque, en cesión solemne, le otorgó un premio consistente en diez soles de plata.

El octogenario paladín de nuestra independencia, mostraba orgulloso, prendidas en las solapas de su viejo traje, las medallas conmemorativas de Junín y Ayacucho.

Don David Sosa, a la sazón teniente alcalde del municipio lambayecano, al hacerle entrega del premio pecuniario, en emocionadas palabras le dijo:

"Señor Luciano Mejía, vencedor de Junín y Ayacucho, esta pequeñísima suma que hoy se le obsequia, os hará comprender, que vuestros compatriotas no son ingratos para aquellos, que como vos, nos dieron libertad y patria".           

Coronel José Maria Lastres. Héroe de Junín y Ayacucho

José María Lastres y Martínez de Tejada

José María de la Natividad Lastres y Martínez de Tejada, nació en Lambayeque el 7 de septiembre de 1798, del matrimonio de don Cristóbal de Lastres y Pasos, prospero comerciante natural de la Villa de Murgia en el reino de Galicia (España), y de doña Teresa Martínez y Soraluce, distinguida dama lambayecana. A los siete días de haber nacido fue bautizado en la iglesia matriz de San Pedro de esta ciudad por el cura propio de la doctrina o ramada de San Pedro Dr. Manuel Insua Pasos, siendo sus padrinos el ayudante mayor de milicias don Pedro Estela y doña Josefa Orvalle (Archivo Parroquial de Lambayeque (APL). Libro de Bautismos No 19. Año 1772 – 1811, f 143).

Recibió su primera educación en su pueblo natal, para luego, cumplidos los 14 años, seguir estudios en el Real Seminario de San Carlos y San Marcelo, en la ciudad de Trujillo. En esta casa de estudios, Lastres, escribe Ricardo Miranda Romero en su Monografía del Departamento de Lambayeque (1927):

"Siempre se distinguió por su constancia en el estudio y el trabajo, por su personalidad invariable y conducta intachable. Testimonio de todo ello es el certificado extendido en octubre de 1818, por el doctor don Juan Antonio de Andueza, rector del Seminario y cuyo tenor es el siguiente: “Siempre se advirtió en José María Lastres, mucha constancia en el trabajo, docilidad y juicio, sin que jamás se le hubiese tachado defecto alguno en su conducta". 

Lastres y Martínez de Tejada, fue un colaborador eficaz en el movimiento libertario del 27 de diciembre de 1820, en Lambayeque. Firmante del acta de la segunda proclamación de la independencia de Lambayeque, la madrugada del 31 de diciembre de 1820. El 25 de marzo de 1821, se enrola en el Ejército Libertador en el batallón “Numancia” con el grado de cadete. Estuvo en el primer sitio del Callao, con el grado de teniente primero. En 1823, hizo la Segunda Campaña de Intermedios al mando de los generales Agustín Gamarra y Andrés de Santa Cruz. Sirvió bajo las órdenes del Gran Mariscal José de la Riva Agüero y Sánchez Boquete – figura destacada en las conspiraciones limeñas - en calidad de ayudante mayor. El 3 de mayo de 1823, obtuvo el grado de capitán. Incorporado al Batallón Legión Peruana estuvo presente en toda la titánica campaña de 1824, asistiendo a las históricas jornadas de Junín, a las órdenes del Libertador don Simón Bolívar, y Ayacucho, bajo el mando del general Antonio José de Sucre.

Después de esta última batalla fue ascendido al grado de sargento mayor. En 1825, estuvo en la campaña del Alto Perú, bajo el comando del mariscal Sucre. Con motivo de la conmemoración del segundo aniversario de la batalla de Ayacucho fue promovido a la clase de teniente coronel graduado. Durante la República tomó parte en la guerra con la Gran Colombia 1828 – 1829,  bajo las órdenes del general don José de la Mar. El 12 de octubre de 1829 fue ascendido al grado de coronel efectivo del Ejército. En 1836, participó en la Campaña del Sur, al mando del inquieto caudillo militar don Carlos Augusto Salaverry; junto a él estuvo en las acciones del Gramadal, Puente de Arequipa, Uchumayo, hasta batalla de Socabaya – Arequipa, 7 de febrero de 1836 - en que fue hecho prisionero. Aquí, por decisión propia, dio por concluida su carrera militar. Entre las preseas que lucía orgulloso sobre su pecho destacaban las medallas de Junín, Ayacucho y la de los Libertadores.

El coronel José María Lastres y Martínez de Tejada, fue casado con doña María Riglos y Benavente, bella dama arequipeña – con la que tuvo una ilustre descendencia - hija de don Marco Fermín de Riglos y Santa María y de la dama peruana doña Asunción Benavente. Lastres falleció en la ciudad de Lima el 7 de agosto de 1864, a la edad de 66 años. Sus restos fueron inhumados en el Panteón Nacional de los Próceres el 2 de octubre de 1968.


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