No
cabe duda que el brillante resultado del esfuerzo desplegado por el Libertador
Simón Bolívar, por agrupar un admirable y disciplinado ejército, que pudiera
enfrentar a las experimentadas tropas del Rey, se dio por primera vez a 4,220
metros de altura sobre el nivel del mar, en la gélida llanura de Junín, el 6 de
agosto de 1824.
Para
lograrlo el Libertador había contado con el oportuno, decisivo e indiscutible
apoyo brindado por los pueblos del Perú, en especial de la costa norte y centro
del país. Entre los que destacaba, nítidamente,
el pueblo de San Pedro de Lambayeque, con su cuota de aguerrida sangre joven,
factor determinante en cualquier combate.
En
esas ubérrimas pampas de Junín, aproximadamente 900 bravos jinetes patriotas, que
conformaban los tres escuadrones del “Primer Regimiento de Caballería del Perú”
o “Húsares del Perú”, al mando del general Mariano Necochea, se prestaron a
luchar, en horas de la tarde, contra 1,200 de la caballería realista, unidad
selecta y engreída del ejército realista, a cuyo frente se encontraba el propio
general José de Canterac.
El
choque fue violento, encarnizado y cuando a todas luces la victoria le era
adversa a la caballería independiente, cuando cundía el desorden y desconcierto
en sus filas, más aún, cuando prácticamente todos los escuadrones patriotas
habían emprendido la retirada, perseguidos muy de cerca por la caballería
realista, fue en ese preciso momento en que el primer escuadrón de “Húsares del
Perú”, conformado en gran parte por voluntarios de Piura, Lambayeque, Chiclayo,
y Trujillo, situados en posición estratégica y comandado por el teniente coronel
argentino Isidoro Suárez, se lanza como un relámpago en memorable carga contra
el enemigo, gracias a una “inspirada visión” del mayor, natural de San Pedro de
Lloc, José Andrés Rázuri Estéves, logrando así detener la persecución; la
situación es por demás propicia y oportuna, los patriotas reaccionan, se
organizan inmediatamente, vuelven caras y en carga descomunal, obligan a la
“tan considerada, bien armada, equipada, montada, instruida y disciplinada”
caballería realista, a emprender en derrota, vergonzosa fuga.
La
batalla duró apenas 45 minutos y en ella no se escuchó un solo disparo, pues se
combatió exclusivamente con arma blanca, a sable y lanza. El general EP Felipe
de la Barra en su obra La campaña de
Junín y Ayacucho (1974), nos dice:
"En el bando patriota los muertos alcanzaron al número de 45, entre ellos
algunos oficiales, quedando aproximadamente 100 heridos; los realistas
perdieron 2 jefes, 2 oficiales, 245 hombres de tropa, entre muertos y heridos;
más 80 prisioneros; el botín de los patriotas consintió en 400 caballos
ensillados y gran cantidad de armas".
José Andrés Rázuri
En
su conferencia “Llampallec”,
aparecida en el Boletín de la Sociedad Geográfica de Lima (1920), el coronel etenano Manuel Casimiro Bonilla
Castro, escribe:
"Junín es un milagro, es un prodigio de la audacia. Es una apoteosis del
patriotismo. Es un laurel inmarcesible en la orla del esfuerzo lambayecano.
Fueron brazos suyos los que blandieron las lanzas, hechas con las maderas de
sus bosques, espuelas forjadas en sus talleres, las que apretaron los ijares de
los corceles salidos de sus campiñas".
Enrique
Benítez, en su obra “Geografía del Perú”,
nos dice:
[…] fueron en gran parte lambayecanos, los valerosos soldados de tropa
que nos dieron la victoria en las pampas de Junín y en la decisiva de Ayacucho".
En
el discurso pronunciado, en el campo de Junín, por el Prefecto de ese Departamento,
señor Manuel Pablo Villanueva, en representación del Supremo Gobierno presidido
por don Augusto Bernardino Leguía Salcedo, con motivo del centenario de la
batalla de Junín, manifestó:
"En esa gloriosa acción de armas cúpole rol brillante y decisivo al
Escuadrón “Húsares del Perú”, exclusivamente compuesto de valientes, aunque
noveles, voluntarios trujillanos y lambayecanos".
El
historiador Horacio H. Arteaga, manifiesta:
"En Junín esos voluntarios de Lambayeque exhibieron brío y mostraron su
empuje extraordinario, formidable, irresistible, sorpresivo. Cuando Bolívar,
después de esa victoria estupenda de las pampas de Junín, preguntó asombrado
por los audaces y los héroes, le señalaron los pelotones de voluntarios
lambayecanos, ferreñafanos y chiclayanos que se enfilaban cansados y haraposos,
muchos de ellos no tenían sombrero ni morrión, una faja ennegrecida apretaba en
su frente las heridas que aún manaban sangre. Estaban descalzos y flacos, pero
tenían el rostro resplandeciente como los semidioses de la Ilíada. Bolívar los
declaró en el acto ¡Húsares de Junín!"
Carga de los “Húsares del Perú” (Óleo de Etna Velarde)
Entre
los hijos de nuestra región que asistieron a esta memorable jornada se
encuentran: José María Lastres y Martínez de Tejada, Manuel Salcedo, Gertrudis
Poemape, Sebastián Fernández Samudio, José Francisco Deza, Luciano Mejía (naturales
de Lambayeque), y José Leonardo Ortiz (chiclayano).
Del Castillo Niño nos dice
que en ésta histórica batalla también estuvieron presentes los siguientes motupanos:
José Orozco, Juan José del Castillo, Nicanor Falla, Andrés Obando, Manuel
Jiménez, Juan M. Luna, José M. Saavedra y José Santos Zapata.
El
héroe lambayecano Luciano Mejía vivía aún en su ciudad natal por el año de
1887, como consta en el Libro de Actas del municipio lambayecano de ese año. En
julio de 1887, con motivo de celebrarse un aniversario más de la jura de la
independencia nacional, la Municipalidad de Lambayeque, en cesión solemne, le
otorgó un premio consistente en diez soles de plata.
El
octogenario paladín de nuestra independencia, mostraba orgulloso, prendidas en
las solapas de su viejo traje, las medallas conmemorativas de Junín y Ayacucho.
Don
David Sosa, a la sazón teniente alcalde del municipio lambayecano, al hacerle
entrega del premio pecuniario, en emocionadas palabras le dijo:
"Señor Luciano Mejía, vencedor de Junín y Ayacucho, esta pequeñísima suma
que hoy se le obsequia, os hará comprender, que vuestros compatriotas no son
ingratos para aquellos, que como vos, nos dieron libertad y patria".
Coronel José
Maria Lastres. Héroe de Junín y Ayacucho
José María de la Natividad Lastres y Martínez de Tejada, nació en
Lambayeque el 7 de septiembre de 1798, del matrimonio de don Cristóbal de
Lastres y Pasos, prospero comerciante natural de la Villa de Murgia en el reino
de Galicia (España), y de doña Teresa Martínez y Soraluce, distinguida dama
lambayecana. A los siete días de haber nacido fue bautizado en la iglesia
matriz de San Pedro de esta ciudad por el cura propio de la doctrina o ramada
de San Pedro Dr. Manuel Insua Pasos, siendo sus padrinos el ayudante mayor de
milicias don Pedro Estela y doña Josefa Orvalle (Archivo Parroquial de
Lambayeque (APL). Libro de Bautismos No 19. Año 1772 – 1811, f 143).
Recibió su primera educación en su pueblo natal, para luego, cumplidos
los 14 años, seguir estudios en el Real Seminario de San Carlos y San Marcelo,
en la ciudad de Trujillo. En esta casa de estudios, Lastres, escribe Ricardo
Miranda Romero en su Monografía del
Departamento de Lambayeque (1927):
"Siempre se distinguió por su constancia en el estudio y el trabajo, por
su personalidad invariable y conducta intachable. Testimonio de todo ello es el
certificado extendido en octubre de 1818, por el doctor don Juan Antonio de
Andueza, rector del Seminario y cuyo tenor es el siguiente: “Siempre se
advirtió en José María Lastres, mucha constancia en el trabajo, docilidad y
juicio, sin que jamás se le hubiese tachado defecto alguno en su conducta".
Lastres y Martínez de Tejada, fue un colaborador eficaz en el movimiento
libertario del 27 de diciembre de 1820, en Lambayeque. Firmante del acta de la
segunda proclamación de la independencia de Lambayeque, la madrugada del 31 de
diciembre de 1820. El 25 de marzo de 1821, se enrola en el Ejército Libertador
en el batallón “Numancia” con el grado de cadete. Estuvo en el primer sitio del
Callao, con el grado de teniente primero. En 1823, hizo la Segunda Campaña de
Intermedios al mando de los generales Agustín Gamarra y Andrés de Santa Cruz.
Sirvió bajo las órdenes del Gran Mariscal José de la Riva Agüero y Sánchez
Boquete – figura destacada en las conspiraciones limeñas - en calidad de
ayudante mayor. El 3 de mayo de 1823, obtuvo el grado de capitán. Incorporado
al Batallón Legión Peruana estuvo presente en toda la titánica campaña de 1824,
asistiendo a las históricas jornadas de Junín, a las órdenes del Libertador don
Simón Bolívar, y Ayacucho, bajo el mando del general Antonio José de Sucre.
Después de esta última batalla fue ascendido al grado de sargento mayor.
En 1825, estuvo en la campaña del Alto Perú, bajo el comando del mariscal
Sucre. Con motivo de la conmemoración del segundo aniversario de la batalla de
Ayacucho fue promovido a la clase de teniente coronel graduado. Durante la
República tomó parte en la guerra con la Gran Colombia 1828 – 1829, bajo las órdenes del general don José de la
Mar. El 12 de octubre de 1829 fue ascendido al grado de coronel efectivo del
Ejército. En 1836, participó en la Campaña del Sur, al mando del inquieto
caudillo militar don Carlos Augusto Salaverry; junto a él estuvo en las
acciones del Gramadal, Puente de Arequipa, Uchumayo, hasta batalla de Socabaya
– Arequipa, 7 de febrero de 1836 - en que fue hecho prisionero. Aquí, por
decisión propia, dio por concluida su carrera militar. Entre las preseas que
lucía orgulloso sobre su pecho destacaban las medallas de Junín, Ayacucho y la
de los Libertadores.
El coronel José María Lastres y Martínez de Tejada, fue casado con doña
María Riglos y Benavente, bella dama arequipeña – con la que tuvo una ilustre
descendencia - hija de don Marco Fermín de Riglos y Santa María y de la dama
peruana doña Asunción Benavente. Lastres falleció en la ciudad de Lima el 7 de
agosto de 1864, a la edad de 66 años. Sus restos fueron inhumados en el Panteón
Nacional de los Próceres el 2 de octubre de 1968.
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