Situado justo en medio de los antiguos partidos de San Miguel de Piura y Trujillo, se encuentra, a "dos leguas del mar", el laborioso pueblo de indios de San Pedro de Lambayeque. Se asienta en un pequeño y fértil valle, bañado por cuatro acequias regaderas que se desprenden de su arcaico y temperamental río, que lo surca de este a oeste hacía el septentrión de su emplazamiento principal.
"Campo llano, despejado y muy frondoso", anota el Cosmógrafo Mayor del Virreinato del Perú don Francisco Antonio Cosme Bueno y Alegre, en sus famosas "efemérides" del año de 1777. Tierra ubérrima de orígenes tan remotos que se pierden en la pátina del tiempo, rodeada de algarrobos, sauces, faiques, vichallos, hierba santa y médanos de arenas movedizas y cambiantes.
Arruinada la villa de Santiago de Miraflores de Saña, a raíz de una fatal inundación el 15 de marzo de 1720, el Corregidor, el Justicia Mayor, el Alférez Real y de hacienda, el Escribano de cabildo, en fin todo el aparato administrativo, militar, parte del eclesiástico, además de buena parte de sus vecinos más representativos deciden una década después, abandonarla a su suerte; trasladándose al surgente pueblo de indios de San Pedro de Lambayeque; aportando de esta manera - escribe el historiador Dr. Jorge Zevallos Quiñones - "...el núcleo de la famosa sociedad lambayecana de los siglos XVIII y XIX".
"Allá quedaron muchos negros leales como sus pétreos cerritos de cal y buenos como su suave tabaco", diría Ismael Aspillaga Anderson, en una sabrosa conferencia ofrecida en el "Club Lambayeque" de Lima, en 1944. Y San Pedro de Lambayeque, la tierra de caciques, pachacas, mandones y mandoncillos, en fin, de una nativa y secular nobleza local, se convirtió, anota Cosme Bueno, "en el más opulento y más grande" de la región".
Parafraseando a Carlos Camino Calderón, autor de la novela "El Daño", diremos que Lambayeque se convirtió en "solar y vivero" de los Salcedo y los Temoche Farrochumbi; de los Delgado y los Minollulli, de los Briones y los Techún; de los Odiaga y los Minsec; de los Ripalda y los Infuc Corñan; de los Medina y Búcaro y los Maquen; de los Gástelu y Pereda y los Failoc Huerta; de los Robles y Garay y los Azabache; de los de la Banda y los Efquen; de los Vidaurre de la Parra y los Fayso, etc.
Todos los estudiosos coinciden en anotar que Lambayeque adquirió bien pronto gran importancia. Desde mediados del siglo XVIII, aumentó notablemente su población y gracias al espíritu progresista y emprendedor de sus moradores y a la política liberal de Carlos III, en que se abrieron los puertos de España a la América, crecieron sus industrias, agricultura y comercio, incrementando de por sí sus caudales. El Virrey Teodoro Francisco de Croix Heuchin en sus "Memorias" de fines del siglo XVIII, refiriéndose a Lambayeque lo nombra, como "el pueblo rico".
"Aquí viven los indios más ricos del reino", diría también el Contador de la Real Audiencia de Lima don José Ignacio de Lecuanda, en su "Descripción del Partido de Saña o Lambayeque", por ser estos, agrega: "muy propensos al comercio y manufacturas", llegando incluso, en algunos casos, a aventajar a los españoles que residen en él (Mercurio Peruano. T. II, 1789).
En el "numeroso y comerciante" pueblo de Lambayeque, ya a estas alturas capital del partido del mismo nombre, convive una población de aproximadamente 12,000 habitantes de ambos sexos, entre españoles europeos, criollos, mestizos, indios, negros, sambos y mulatos, tanto esclavos como libres.
Su zona urbana cuenta con 1,500 casas, algunas de ellas de "muy buena fabrica", distribuidas en manzanas que asemejan un tablero de ajedrez; tal y como se encuentra graficada en el plano que de este pueblo mandara levantar el Obispo de de la Diócesis de Trujillo Don Jaime Martínez de Compañón, en 1784.
Entre las mansiones solariegas dieciochescas destaca la casa solariega construida entre los años de 1751 y 1754, por el maestre de campo don Nicolás Jaramillo de la Colina, conocida hoy como casa de la Logia o Montjoy; la casa Descalzi, mandada edificar por don Pedro Fernández de la Cotera en 1782 y concluida en 1789; la casa Leguía Cúneo de mediados del siglo XVIII; la casa Iturregui, de doña Catalina Aguilarte de Iturregui, construida en 1777, ubicada en una de las esquinas de la Plaza principal y derribada por la "piqueta del progreso" en 1928. Los materiales constructivos más habituales fueron el adobe, la madera y el ladrillo.
La mayor parte de la población de la población aborigen moraba en casa de cañas enlucidas con barro y en populosos barrios como el de "la Otra Banda", situado al norte del pueblo, del otro lado del río, al que se accedía por un primitivo y único puente, ubicado en la antigua calle "del Puente", después "Puente Viejo", hoy calle Gálvez; el antiguo barrio del "Horno" o del "Horno de quemar ladrillos", después la Ladrillera", hoy 28 de Julio; el de "Chancay", hoy Bolognesi, y por último el barrio de "San Carlos", destruido por los terribles "niños" de los veranos de 1791, 1828 y 1871, éste se encontraba ubicado en los terrenos donde, desde 1952, se levanta el Parque Infantil "Victoria Mejía de García" y el Colegio " Juan Faning García" en esta ciudad.
En fin, sus calles rectas y en algunos casos estrechas y serpenteantes, con el propósito de evitar los fuertes vientos alisios o del Sur, y sus infaltables callejones como el de "Coheteros" o de la "Luna", hoy calle Manco Cápac; el callejón de "Chinchay" en la vieja calle "Real de Mercaderes", después del "Comercio" e "Independencia", hoy calle 8 de Octubre; el "Culebrón", después "Pueblo Nuevo", hoy calle Tarapacá; el callejón "Rojo", en la cuadra 2 de la actual calle Grau; el callejón de la "Aduana", hoy prolongación de la calle Atahualpa, etc.
Cuenta Lambayeque con una espaciosa Plaza Mayor o Real, aparte de las de Belén y San Carlos. Desaparecidas, estas dos últimas, como consecuencia de las inundaciones de 1791, la primera, y con las de 1828 y 1871, la segunda, conjuntamente con su capilla y hermosa alameda. Con una imponente Iglesia Matriz bajo la advocación de San Pedro, patrono de la ciudad, engalanada con hermosos retablos de elaboradas tallas de madera y pan de oro, como el de Nuestra Señora de las Mercedes, ubicado en el crucero de la nave del Evangelio, considerado una de las joyas más esplendidas del arte religioso virreinal de las costa Norte del Perú. Fue ensamblado por el "maestro de carpintería" trujillano don Juan Inocencio de Herrera, entre los años de 1783 y 1786. Magnífica imaginería de madera policromada procedente, en buena parte, de los reputados talleres de Quito, entre la que destaca la imagen de "Cristo Pobre", donado a la Iglesia en 1784, por don Manuel Albujar y don Antonio Farro, indios originarios del pueblo de Lambayeque.
Cuatro capillas doctrinales o "ramadas", ubicadas a un costado de la Iglesia, denominadas de Santa Catalina; San Roque; San Pedro, actual capilla de San Francisco de Asís; y Santa Lucía, hoy completamente desaparecida; casa de "Aduana", para el cobro de alcabalas y rentas estancadas; casa de Cabildo, con su respectiva carcél; un viejo Tambo, para el justo descnaso de los comerciantes y viajeros en tránsito; un Convento, Iglesia, Hospital y Cementerio de la Orden Religiosa Betlemita, situados al noroeste del pueblo, en la vera misma de su río, y por esto arruinados con la inundación de 1791, y por último un Colegio nombrado "San Salvador", cuya fabrica se iniciara en 1784, y sin llegar todavía a su total conclusión se llegara a arruinar también en el verano de 1791, a raíz de las copiosas lluvias y fatal inundación de aquel año. que dando solamente de este "un arco y un muro".
Esta es pues, si se quiere, una apretada sintesís de su proceso vital entre los años de 1750 y 1790. Así lo vieron y retrataron Cosme y Bueno, Lecuanda y Martínez de Compañon. Un pueblo industrioso, febril, comercial. Rodeado de "tinas", entre las que destacaban la siguientes:
"Tina de Velez.- Don Raphael de Velez tiene tenería corriente con 20 esclavos. - Tina de Yrigoyen.- Don Joachin de Jrigoyen tiene una tenería corriente con 25 esclavos Tina de Texada.- Don Juan de Texada tiene tenería con 22 esclavos Tina de Villapol.- Don Joseph de Villapol y Gastelu tiene tenería corriente con 24 esclavos Tina de Gastelu.-. El licenciado Don Bonifacio Gastelu tiene tenería corriente con 12 esclavos" (Departamento de Lambayeque: monografía histórico-geográfica", Lima 1922).
Casas tinas en las que curtidos negros esclavos, de las grasas de numerosas manadas de cabras, "de 60 a 70 manadas de ganado cabrio, componiéndose cada una de 850 cavezas", que se beneficiaban de año en año, elaboraban jabón y velas, y curtían los cueron para la fabricación de suelas y cordobanes, que se vendía a muy buen precio en la ciudad de Lima y fuera de ella. Por su antiguo puerto de San José se embarcaba, en mazos, el abundante tabaco que producía Motupe, Saña y Chiclayo, para su comercialización en Lima y Chile, con muy buenos dividendos.
Existe gran cantidad de parrales, de donde se elaboraban exquisitos vinos, y uvas de Italia, con las que se preparaban sabrosos dulces. Gran cantidad de sementeras de maíz, para la elaboración de la secular, tradicional y espumante chicha de "dos cocidas" y el mote, que acostumbraban comer los naturales en vez de pan. Entre las menestras los frijoles, "chilenos", garbanzos y pallares son los que más siembran, cosechan y consumen.
En fin un pueblo festivo, abundante y generoso éste el de Lambayeque del siglo XVIII, donde existía "mucha gente honrada y noble" según Cosme y Bueno, y donde no se veía "un hombre ni mujer ociosos, pues ya hilando, tejiendo, pasteando ganado, arando la tierra y trajinando se admira a esta gente de continuo", en palabras de José Ignacio de Lecuanda.
"Allá quedaron muchos negros leales como sus pétreos cerritos de cal y buenos como su suave tabaco", diría Ismael Aspillaga Anderson, en una sabrosa conferencia ofrecida en el "Club Lambayeque" de Lima, en 1944. Y San Pedro de Lambayeque, la tierra de caciques, pachacas, mandones y mandoncillos, en fin, de una nativa y secular nobleza local, se convirtió, anota Cosme Bueno, "en el más opulento y más grande" de la región".
Parafraseando a Carlos Camino Calderón, autor de la novela "El Daño", diremos que Lambayeque se convirtió en "solar y vivero" de los Salcedo y los Temoche Farrochumbi; de los Delgado y los Minollulli, de los Briones y los Techún; de los Odiaga y los Minsec; de los Ripalda y los Infuc Corñan; de los Medina y Búcaro y los Maquen; de los Gástelu y Pereda y los Failoc Huerta; de los Robles y Garay y los Azabache; de los de la Banda y los Efquen; de los Vidaurre de la Parra y los Fayso, etc.
Todos los estudiosos coinciden en anotar que Lambayeque adquirió bien pronto gran importancia. Desde mediados del siglo XVIII, aumentó notablemente su población y gracias al espíritu progresista y emprendedor de sus moradores y a la política liberal de Carlos III, en que se abrieron los puertos de España a la América, crecieron sus industrias, agricultura y comercio, incrementando de por sí sus caudales. El Virrey Teodoro Francisco de Croix Heuchin en sus "Memorias" de fines del siglo XVIII, refiriéndose a Lambayeque lo nombra, como "el pueblo rico".
"Aquí viven los indios más ricos del reino", diría también el Contador de la Real Audiencia de Lima don José Ignacio de Lecuanda, en su "Descripción del Partido de Saña o Lambayeque", por ser estos, agrega: "muy propensos al comercio y manufacturas", llegando incluso, en algunos casos, a aventajar a los españoles que residen en él (Mercurio Peruano. T. II, 1789).
En el "numeroso y comerciante" pueblo de Lambayeque, ya a estas alturas capital del partido del mismo nombre, convive una población de aproximadamente 12,000 habitantes de ambos sexos, entre españoles europeos, criollos, mestizos, indios, negros, sambos y mulatos, tanto esclavos como libres.
Su zona urbana cuenta con 1,500 casas, algunas de ellas de "muy buena fabrica", distribuidas en manzanas que asemejan un tablero de ajedrez; tal y como se encuentra graficada en el plano que de este pueblo mandara levantar el Obispo de de la Diócesis de Trujillo Don Jaime Martínez de Compañón, en 1784.
Entre las mansiones solariegas dieciochescas destaca la casa solariega construida entre los años de 1751 y 1754, por el maestre de campo don Nicolás Jaramillo de la Colina, conocida hoy como casa de la Logia o Montjoy; la casa Descalzi, mandada edificar por don Pedro Fernández de la Cotera en 1782 y concluida en 1789; la casa Leguía Cúneo de mediados del siglo XVIII; la casa Iturregui, de doña Catalina Aguilarte de Iturregui, construida en 1777, ubicada en una de las esquinas de la Plaza principal y derribada por la "piqueta del progreso" en 1928. Los materiales constructivos más habituales fueron el adobe, la madera y el ladrillo.
La mayor parte de la población de la población aborigen moraba en casa de cañas enlucidas con barro y en populosos barrios como el de "la Otra Banda", situado al norte del pueblo, del otro lado del río, al que se accedía por un primitivo y único puente, ubicado en la antigua calle "del Puente", después "Puente Viejo", hoy calle Gálvez; el antiguo barrio del "Horno" o del "Horno de quemar ladrillos", después la Ladrillera", hoy 28 de Julio; el de "Chancay", hoy Bolognesi, y por último el barrio de "San Carlos", destruido por los terribles "niños" de los veranos de 1791, 1828 y 1871, éste se encontraba ubicado en los terrenos donde, desde 1952, se levanta el Parque Infantil "Victoria Mejía de García" y el Colegio " Juan Faning García" en esta ciudad.
En fin, sus calles rectas y en algunos casos estrechas y serpenteantes, con el propósito de evitar los fuertes vientos alisios o del Sur, y sus infaltables callejones como el de "Coheteros" o de la "Luna", hoy calle Manco Cápac; el callejón de "Chinchay" en la vieja calle "Real de Mercaderes", después del "Comercio" e "Independencia", hoy calle 8 de Octubre; el "Culebrón", después "Pueblo Nuevo", hoy calle Tarapacá; el callejón "Rojo", en la cuadra 2 de la actual calle Grau; el callejón de la "Aduana", hoy prolongación de la calle Atahualpa, etc.
Cuenta Lambayeque con una espaciosa Plaza Mayor o Real, aparte de las de Belén y San Carlos. Desaparecidas, estas dos últimas, como consecuencia de las inundaciones de 1791, la primera, y con las de 1828 y 1871, la segunda, conjuntamente con su capilla y hermosa alameda. Con una imponente Iglesia Matriz bajo la advocación de San Pedro, patrono de la ciudad, engalanada con hermosos retablos de elaboradas tallas de madera y pan de oro, como el de Nuestra Señora de las Mercedes, ubicado en el crucero de la nave del Evangelio, considerado una de las joyas más esplendidas del arte religioso virreinal de las costa Norte del Perú. Fue ensamblado por el "maestro de carpintería" trujillano don Juan Inocencio de Herrera, entre los años de 1783 y 1786. Magnífica imaginería de madera policromada procedente, en buena parte, de los reputados talleres de Quito, entre la que destaca la imagen de "Cristo Pobre", donado a la Iglesia en 1784, por don Manuel Albujar y don Antonio Farro, indios originarios del pueblo de Lambayeque.
Cuatro capillas doctrinales o "ramadas", ubicadas a un costado de la Iglesia, denominadas de Santa Catalina; San Roque; San Pedro, actual capilla de San Francisco de Asís; y Santa Lucía, hoy completamente desaparecida; casa de "Aduana", para el cobro de alcabalas y rentas estancadas; casa de Cabildo, con su respectiva carcél; un viejo Tambo, para el justo descnaso de los comerciantes y viajeros en tránsito; un Convento, Iglesia, Hospital y Cementerio de la Orden Religiosa Betlemita, situados al noroeste del pueblo, en la vera misma de su río, y por esto arruinados con la inundación de 1791, y por último un Colegio nombrado "San Salvador", cuya fabrica se iniciara en 1784, y sin llegar todavía a su total conclusión se llegara a arruinar también en el verano de 1791, a raíz de las copiosas lluvias y fatal inundación de aquel año. que dando solamente de este "un arco y un muro".
Esta es pues, si se quiere, una apretada sintesís de su proceso vital entre los años de 1750 y 1790. Así lo vieron y retrataron Cosme y Bueno, Lecuanda y Martínez de Compañon. Un pueblo industrioso, febril, comercial. Rodeado de "tinas", entre las que destacaban la siguientes:
"Tina de Velez.- Don Raphael de Velez tiene tenería corriente con 20 esclavos. - Tina de Yrigoyen.- Don Joachin de Jrigoyen tiene una tenería corriente con 25 esclavos Tina de Texada.- Don Juan de Texada tiene tenería con 22 esclavos Tina de Villapol.- Don Joseph de Villapol y Gastelu tiene tenería corriente con 24 esclavos Tina de Gastelu.-. El licenciado Don Bonifacio Gastelu tiene tenería corriente con 12 esclavos" (Departamento de Lambayeque: monografía histórico-geográfica", Lima 1922).
Casas tinas en las que curtidos negros esclavos, de las grasas de numerosas manadas de cabras, "de 60 a 70 manadas de ganado cabrio, componiéndose cada una de 850 cavezas", que se beneficiaban de año en año, elaboraban jabón y velas, y curtían los cueron para la fabricación de suelas y cordobanes, que se vendía a muy buen precio en la ciudad de Lima y fuera de ella. Por su antiguo puerto de San José se embarcaba, en mazos, el abundante tabaco que producía Motupe, Saña y Chiclayo, para su comercialización en Lima y Chile, con muy buenos dividendos.
Existe gran cantidad de parrales, de donde se elaboraban exquisitos vinos, y uvas de Italia, con las que se preparaban sabrosos dulces. Gran cantidad de sementeras de maíz, para la elaboración de la secular, tradicional y espumante chicha de "dos cocidas" y el mote, que acostumbraban comer los naturales en vez de pan. Entre las menestras los frijoles, "chilenos", garbanzos y pallares son los que más siembran, cosechan y consumen.
En fin un pueblo festivo, abundante y generoso éste el de Lambayeque del siglo XVIII, donde existía "mucha gente honrada y noble" según Cosme y Bueno, y donde no se veía "un hombre ni mujer ociosos, pues ya hilando, tejiendo, pasteando ganado, arando la tierra y trajinando se admira a esta gente de continuo", en palabras de José Ignacio de Lecuanda.
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