domingo, 11 de marzo de 2018

El Caos. El terrible fenómeno de “El Niño” del bienio de 1877 – 1878, en la ciudad de Lambayeque


Plaza de Armas de la ciudad de Lambayeque, 1929. (Colección: Miguel A. Díaz Torres)

No cabe duda que la recurrente presencia del fenómeno de “El Niño”, muy fuerte, en el siglo XIX, postró en sus afanes de progreso a la generosa y benemérita ciudad de San Pedro de Lambayeque. Los copiosos aguaceros y las consecuentes inundaciones registradas a lo largo del siglo XIX, y ninguno otro, fueron la principal causa del “éxodo” paulatino de sus capitales, su comercio, industria y de sus personajes más representativos. 

Todos estos dramáticos sucesos, acabaron por quebrantar también la paciencia de algunos de sus hijos y al igual que los descendientes directos de las grandes y poderosas familias, que su suelo había cobijado desde las tres primeras décadas del siglo XVIII, también la abandonaron. Que abundante material para observar en un solo suelo los contrastes del esplendor y grandeza de un siglo (XVIII) y la desolación del otro.

Ahora bien, movidos tan sólo por el modesto afán de dar a conocer aspectos aún desconocidos en nuestra incipiente historiografía regional, es que en esta oportunidad trataremos de historiar, muy brevemente, pasajes de la ocurrencia de un extraordinario fenómeno de “El Niño” que data del bienio de 1877 – 1878, considerado por los especialistas como un Meganiño de impacto mundial. Éste, a las finales, se convirtió en otra verdadera catástrofe para la ciudad de Lambayeque. 

Los datos que daremos a conocer en ésta entrega, los exhumamos, hace algún buen tiempo atrás, de uno de los viejos Libros de Actas de la Municipalidad Provincial de Lambayeque, y del informe presentado por el subprefecto de la provincia de Lambayeque don José Agustín Bedoya, aparecido en el periódico “El Nacional” de la ciudad de Lima, el 15 de marzo de 1878. Veamos.

Verano de 1877.  Preludio de una catástrofe

Corría el año de 1875, y la ciudad de Lambayeque no se recuperaba aún del desastre y ruina que le ocasionaran las torrenciales lluvias y la feroz inundación de las aguas salidas “de madre y caja” de su temperamental río, con motivo del nefasto “Niño” acaecido en el verano de 1871. 

A cuatro años de la ocurrencia de este fenómeno “El Niño”, tipificado por los especialistas de muy fuerte, la ciudad de Lambayeque presentaba un aspecto por demás deplorable. Corrobora éste hecho la nota dirigida por el alcalde de la ciudad don Miguel Boggiano al subprefecto de la provincia don Gregorio Silva, que a la letra dice: 
     
    "En el periódico “Eventual” (informativo lambayecano que circulara por los años de 1875 y 1878), que tengo el honor de adjuntar a Ud. encontrará la Ordenanza Municipal publicada por bando el 3 de abril de 1875, y que Ud. sirve pedirme, por él se impondrá Ud. de todas las medidas que el consejo de mi presidencia creyó necesario adoptar, a fin de que desapareciese el desagradable aspecto que presentaba la ciudad en hacinamiento de escombros de los edificios derrumbados a consecuencia de la inundación de 1871, así como otras medidas de salubridad pública” (Izquierdo Castañeda, 1994, s/n).

Entre sus múltiples tareas, Boggiano puso todo su empeño en la reconstrucción de la escuela pública, arruinada a raíz de la catástrofe del verano de 1871. A su pedido, los señores Solf y Compañía, dueños de la hacienda Tumán, donaron 6,000 cañas procedentes de dicha hacienda para la construcción del techo de la escuela. El material fue transportado gratuitamente a ésta ciudad en el ferrocarril de Eten.

En los meses de septiembre y octubre del siguiente año de 1876, noticias alarmantes del norte del país y el Ecuador, a la que se sumaron la aparición de cargados nubarrones en los cielos de Lambayeque, hacían presagiar en sus moradores funestos acontecimientos. A la sazón, era alcalde la ciudad don Gregorio Silva.

Para el año de 1877, era nuevamente alcalde de Lambayeque don Miguel Boggiano, sucediendo en el cargo a don Gregorio Silva, que lo había ejercido por espacio de un año. A mediados de octubre del citado año, se presentaron copiosos aguaceros que fueron intensificándose en los siguientes meses, hasta que el 23 de marzo de 1877, la creciente del río Lambayeque amenazó con inundar nuevamente la ciudad. El alcalde Boggiano trató, por todos los medios a su alcance, de conseguir el apoyo necesario para salvar a la ciudad y población de catástrofes futuras.

Consciente de su obligación y premoniciones, Boggiano, envió al general don Javier de Osma y Ramírez de Arellano, a la sazón representante al Congreso por el Departamento de Lambayeque, una carta fechada el 8 de abril de 1877. En ella le manifestaba que para aliviar la situación, que amenazaba siempre la ciudad de Lambayeque, cuya decadencia provenía de las frecuentes inundaciones que sufría tanto en su poblado como en su campiña, le remitía un croquis por el cual se demostraba, y le demostraba al mismo De Osma, que el medio más eficaz de preservar a la ciudad y sus cultivos de los peligros de una inminente inundación, consistía en formar un dique o muro de tierra de [...] de ocho a diez mil varas de longitud" (aproximadamente unos 8 kilómetros) en los puntos indicados en dicho croquis. Esta obra estaba calculada en veinte mil soles de aquella época.

Desde hacía algún buen tiempo se encontraba en poder de las autoridades lambayecanas un proyecto elaborado por el ingeniero Enrique Winstenghan que consistía en formar un dique de tierra que partiendo desde el punto denominado "Del Morropillo", al norte de Lambayeque (?), convergiera en esta misma ciudad. Pero como esta monumental obra demandaba la cantidad de cincuenta mil soles, Boggiano comunicaba también al general De Osma, [...] que juzgaba prudente reservara la petición de ésta para más tarde" (Ibíd.).

Todo esto, porque en Lambayeque se sabía que en la Caja Fiscal del Gobierno Central se encontraban depositados diez mil soles, que no eran otra cosa que el sobrante de los fondos que fueran remitidos al señor Bernardino Salcedo Peramás, para levantar el terraplén que rodeaba y protegía la ciudad.

El alcalde lambayecano, suplicaba a De Osma pusiera todo su empeño e instara al Supremo Gobierno, en el envío de un ingeniero especializado con los fondos arriba mencionados, para la realización de tan importante como urgente obra:
      
    [...] a fin de evitar - manifestaba Boggiano en su nota - los incalculables perjuicios que produce las inundaciones, pues los daños que ésta ha ocasionado a la agricultura en esta capital, en el presente año de 1877, no baja, según el cálculo más aproximado, de la cifra de trescientos mil soles" (Ibíd.).

El 9 de octubre de 1877, ante el inminente peligro que se cernía sobre la ciudad, Boggiano oficiaba al Superintendente del Ferrocarril de Eten, para que inmediatamente ordenara que el único ojo del puente que servía de acceso al hospital Belén de ésta ciudad, sea formado de tres ojos:
      
    [...] ya que no tiene la capacidad necesaria para que las aguas que se desbordaran del río tengan un libre curso, habiéndose hecho notorio el represamiento en las avenidas pasadas con grave perjuicio a la agricultura y al mismo terraplén" (Ibíd.).

Las sucesivas notas muestran la comprensible preocupación del alcalde Miguel Boggiano, en el sentido de tratar de amenguar los efectos que podrían acarrear las copiosas lluvias y una nueva inundación, tanto en la ciudad de Lambayeque como en su campiña. Las experiencias pasadas daban cuenta de esto.

El caos. Verano de 1878

Desde el 15 de febrero de 1878, la atmósfera en la ciudad de Lambayeque se presentaba cargada de espesos y negros nubarrones que hacían presagiar fatales acontecimientos. Éstos no se hicieron esperar, ya que por la tarde, de ese día, se produjo el desencadenamiento de una fuerte tempestad precedida de truenos y relámpagos, continuando una torrencial lluvia que se prolongó por espacio de tres horas, al principio muy fuertes y después pausadas, además de las crecientes que jamás se habían presentado tan terribles y destructoras.

Las calles inundadas por las lluvias en esa ocasión fueron desaguadas al día siguiente por el vecindario y los presos de la cárcel pública, local ubicado a un costado del local del cabildo, todo esto bajo la atenta y celosa vigilancia del subprefecto de Lambayeque don José Agustín Bedoya, el alcalde de la ciudad don Belisario Piedra, que había sustituido a don Miguel Boggiano, y de don Juan Manuel Iturregui Montalvo. Hijo, éste último, de don José Ignacio Iturregui Aguilarte hermano de don Juan Manuel Iturregui Aguilarte prócer de la independencia de Lambayeque.

Así transcurrieron los días hasta el 20 “siempre con la atmosfera amenazante y las aguas creciendo gradualmente”, anota en el informe que presentara el subprefecto de Lambayeque al prefecto del departamento don José Miguel Ríos, el 28 de febrero de 1878.

El día 22, a las cuatro y media de la tarde se descolgó una terrible tempestad que duró hasta las once y media de la noche. El agua corría a torrentes por las calles y se depositaba en la plaza mayor o principal, amenazando echar por el suelo los edificios. Los ríos y acequias se llenaron y “saliendo de caja y madre” inundaron la campiña en todas direcciones, comenzando también a minar por debajo de los terraplenes de Pimentel y Eten situados al lado Este de la ciudad de Lambayeque.

El día 23, ya habían aumentado notablemente las aguas, y de momento en momento aumentaban más, el peligro era inminente, la ruina segura. Se tomaron todas las precauciones del caso para que, en el extremo, pudieran salir las familias hacia los médanos, que por aquel tiempo se encontraban al lado Norte y Oeste de la ciudad, y así poder salvar siquiera sus vidas.

El 24 de febrero, las aguas se habían puesto a nivel de los terraplenes y bordes, relativamente ya no cabían en ninguno de los causes. El subprefecto Bedoya, relata:
     
    “Fue el momento supremo, un considerable cordón humano rodeaba la ciudad, para servir ellos mismos en último caso de murallas, mientras fugaban hacia los médanos las familias”. Pero todo esfuerzo fue ya inútil, se quebró el bordo en el lugar denominado la “Alcantarilla”, por el antiguo barrio de San Carlos que se encontraba situado al Sur de la ciudad de Lambayeque, y en el acto se descolgó una formidable cantidad de agua sobre la parte baja de la población formándose un río de  más de treinta metros de ancho con una profundidad y corrientes terribles.

Treinta minutos después, tuvo lugar otra quiebra por el camino que conducía a Chiclayo, precipitándose un torrente mucho mayor que el anterior, formándose relativamente otro río, cuyas aguas entraban a la población por la alameda “Waddigton”, destruyendo todo el terraplén de la línea del ferrocarril de Eten, y como éste era más alto que la línea del ferrocarril de Pimentel, pasaban ya las aguas con entera libertad, encontrándose la población inundada por dos de sus extremos, Este y Sur" ("El Nacional", 1878). 

La hermosa alameda "Waddigton", abarcaba la parte Sur de la actual avenida Ramón Castilla y el terreno donde hoy se levanta la Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo (UNPRG). Debía su nombre al ingeniero que la proyectó y construyó, don Carlos Waddigton, de nacionalidad Chilena,

Los estragos ocasionados por las lluvias e inundaciones fueron incalculables. En la campiña los campos de cultivo fueron totalmente arrasados y cubiertos por las aguas lo mismo que los tránsitos, medios vitales para el transporte y la comunicación. Al haberse inundado los caminos, éste se realizaba mediante botes y balsas. Gran número de animales se ahogaron. Se destruyeron algunas hermosas casonas solariegas y barrios enteros fueron barridos por las aguas desbordadas.

Los barrios que más sufrieron en la ciudad fueron los siguientes: 

    [...] mil quinientos metros del terraplén o bordo de circunvalación, partiendo de lo que era la estación del ferrocarril de Eten, situada frente al hospital Belén de ésta ciudad, hasta el lugar denominado la “Cantarilla”, que era la boca de salida para el despoblado con dirección al otrora puerto de San José. El bordo media en toda su extensión dos metros superiores al plano de Lambayeque. La quiebra de éste hasta la alameda “Waddigton”, inundó las calles de Santo Domingo (hoy “Huamachuco”) Quita Calzón (?) Pueblo Nuevo (hoy calle “Tarapacá”) y el barrio de San Carlos, en éstas no bajaron de trescientas las casas destruidas, siendo las dos más notables la tina de elaborar jabón y curtir pieles de los hermanos Silva, situada en los terrenos donde hoy se levanta la Institución Educativa “Sara Antonieta Bullón”, y todas las paredes de la estación del ferrocarril de Pimentel, cuyos terraplenes fueron también destruidos al igual que los del ferrocarril de Eten.

La quiebra que práctico la creciente frente a la “Alcantarilla”, inundó el barrio de Tancún (hoy calle “Emiliano Niño Pastor”), inutilizando también las casas del barrio de la Ladrillera (hoy calle “28 de julio”). Por el arenal, al Norte de la ciudad, se inundaron las calles del Puente (hoy “José Gálvez”), de las Carretas (?), la de los Pescadores (?), y buena parte del callejón de San Sebastián (hoy calle “Manco Cápac”). En todas estas calles se perdieron más de seiscientos casas" (Ibíd.).

El hospital Belén fue totalmente inundado y parcialmente destruido, los enfermos, que en él se encontraban internados, tuvieron que ser evacuados a otro local en una balsa ex profesamente acondicionada. En fin la ruina fue completa.

En el mismo informe que el subprefecto de Lambayeque presentara a la prefectura del departamento, y que apareciera en el periódico “El Nacional” de Lima el 15 de marzo de 1878, se consigna la relación de los “vecinos notables y artesanos”, jefes de cuadrillas, que se distinguieron “por su constancia y entusiasmo en los trabajos y servicios durante los días de la inundación”. 

Así tenemos:

El señor alcalde municipal doctor don Belisario Piedra; el señor representante de la provincia don Juan Manuel Iturregui Montalvo; el señor gobernador del cercado don Manuel de León. Los concejales: don José María del Castillo; don Antonio Fernández; don Felipe Campos; don Adolfo Paredes; don Carlos Santisteban y don Valentín Carrión. El juez de primera instancia accidental don Pedro José Cárpena; el escribano público don Manuel Samillán; el juez de paz don Pedro Almestar; el rector del colegio don Nicanor Solís. Los señores don Clodomiro Borel; don Santiago Fry; don Santiago Montjoy;  don David Doig; don Manuel Iparraguirre; don Pedro Escurra; don Víctor Descalzi; don Juan Aurich; don Bernardo Céspedes; Don Baltazar Castro; don Manuel Antonio Pastor; don José Lezcano; don Miguel Boggiano; don Juan Guerra; don Juan Valiente, don José Manuel Valiente; don José María Cater, don Juan Colmenares; don Salvador Descalzi; don Luís Fernando, don Domingo Santisteban; don Belisario Burgos; don Rafael Silva; don Ignacio Figueroa; don Santiago Azasiga y don Encarnación Albañil.  
        
Plaza de Armas de Lambayeque. (Foto: Enrique Brüning, 1897. Colección: Arquitecto Benigno León Escurra)

“Sin embargo, a pesar de todas las calamidades sufridas, la ciudad siguió viviendo, con los desgraciados que quedaron rezagados pero que no la abandonaron ni en sus momentos más difíciles, duros como el algarrobo y sin ganas de rendirse, así, entre las lluvias y la desocupación, entre el barro y la esperanza" (Izquierdo Castañeda, 1986, p. 6).

Para colmo de males la ciudad de Lambayeque tendría que soportar todavía, en los postreros años del siglo XIX, la presencia del terrible “Niño” en los veranos de 1891 y 1895. Eventos que ya no causaron grandes daños en su golpeada fisonomía ni en el alma de sus habitantes. Así, en 1887, había aparecido en esta maltratada ciudad el diario “El fénix”, un año después “El Norte”. En 1891, salió a circulación el diario “El Independiente”. En 1892, el diario “Lambayeque”. En diciembre de 1892, se inauguró el reconstruído Teatro, con una impresionante velada literario-musical, en la que el laureado poeta Emiliano Niño Pastor, estrenara su magistral poema "Lámpara de Aladino". En 1898, apareció el Diario “La Juventud” y en 1899 “La Reforma”.

"Lambayeque quedaba así, en el siglo XIX, como una sagrada reliquia de mejores tiempos, como último rezago de una nobleza privilegiada. Tenía la apariencia de esos venerables ancianos envejecidos por los años, que saben del dolor y la alegría de la vida, que han dejado su fecunda huella como maestros, como padres. A su vera, junto a ella, crecía su hija, bullanguera y cosmopolita, Chiclayo la repúblicana” (Ibíd.). 

Panteón de la ciudad de Lambayeque, 1921. Foto: J. Degola Chávez. Colección Vicente Sierra León.

                                                         Bibliografía consultada

Diario “EL Nacional” de Lima. 15 de marzo de 1878. (Propiedad del autor).

IZQUIERDO CASTAÑEDA, Jorge. Fenómeno de “El Niño” en Lambayeque. Diario “La Industria de Chiclayo”, 24 de noviembre de 1986.

IZQUIERDO CASTAÑEDA, Jorge. Catástrofe anunciada. CALLE REAL, Boletín Informativo del Patronato de Lambayeque. Gestetner S. A. Octubre de 1994.

Documentos

Municipalidad Provincial de Lambayeque (MPL). Libro de Actas. Año 1876 - 1878

 

           







                                                       

1 comentario:

  1. Estimado Jorge por favor quisiera comunicarme contigo, estoy interesado en revisar los Libros de Actas 1876-1878, en que archivo historico se encuentran. Gracias.

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