Jesús Nazareno (Foto: R.P. Fredy Beltrán García)
Semana Santa
La Semana Santa, “Semana de Pasión”, “Semana Mayor” o “Semana Grande”, alternativas denominaciones con las que también suelen llamarla tanto los católicos romanos como los ortodoxos. Esta es la semana de más intensa actividad dentro de la Iglesia por ser la semana en la que se hace un memorial de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. Es considerada como la festividad más importante del año cristiano, incluso más que Navidad.
Este periodo sagrado transcurre, según el punto de vista litúrgico, desde el Domingo de Ramos hasta el Domingo de Resurrección, aunque en muchos casos las festividades empiezan desde algunos días antes. Los días que la conforman son los siguientes: Viernes de Dolor; Sábado de Pasión; Domingo de Ramos; Lunes, Martes y Miércoles Santos; Jueves Santo; Viernes Santo; Sábado Santo o Sábado de Gloria y Pascua de Resurrección o Domingo de Resurrección.
Triduo Pascual
Los días más importantes de la Semana Santa son los formados por el llamado Triduo Pascual: el Jueves Santo, día en el que la iglesia católica conmemora la institución de la Eucaristía o Comunión. Según el Nuevo Testamento, Cristo lavó los pies de sus discípulos y ofició la primera misa ofreciéndoles pan y vino (la última cena del Señor). Viernes Santo, captura de Jesús en el monte de los olivos, su inenarrable juicio, el camino al calvario y su muerte en la Cruz. Sábado Santo o de Gloria, su día de reposo en el Sepulcro y, finalmente, su posterior Resurrección. Domingo de Resurrección o Pascua de Resurrección.
La fecha de la Semana Santa. Historia
A principios del siglo IV había en la cristiandad una gran confusión sobre cuando había de celebrarse la Pascua cristiana o de Pascua de resurrección, con motivo del aniversario del día en el cual Jesús de Nazaret salió de su sepulcro. Hecho fundamental para el cristianismo. Habían surgido en aquel momento numerosas tendencias o grupos de practicantes que utilizaban cálculos propios. Ya en el Concilio de Arlés (en el año de 1314), se obligó a toda la Cristiandad a celebrar la Pascua el mismo día, y que esta fecha habría de ser fijada por el Papa, que enviaría epístolas a todas las iglesias del orbe con las instrucciones necesarias. Sin embargo, no todas las congregaciones siguieron estos preceptos.
Es en el Concilio ecuménico de Nicea (ciudad de la antigua Bitinia, hoy Iznik, Turquía), entre el 20 de mayo y el 23 de julio del año 325, donde se llega finalmente a una solución para este asunto, fijándose la celebración de Semana santa el domingo después de la Pascua judía, que los cristianos no celebrasen nunca la Pascua dos veces en el mismo año. Esto tiene su explicación porque el año nuevo empezaba en el equinoccio primaveral, por lo que se prohibía la celebración de la Pascua entre el equinoccio real (antes de la entrada del sol de Aries). También se garantizaba la autoridad del Obispo de Alejandría. En esta última concesión se asienta el origen de los patriarcados.
No obstante siguió habiendo diferencias entre la iglesia de Roma y la iglesia de Alejandría, si bien el Concilio de Nicea dio la razón a los alejandrinos, estableciéndose la costumbre de que la fecha de la Pascua se calculaba en Alejandría, que lo comunicaba a Roma, la cual difundía el cálculo al resto de la cristiandad. Finalmente fue Dionisio el Exiguo (en el año 525) quien desde Roma convenció de las bondades del Cálculo alejandrino, unificándose al fin el cálculo de la pascua cristiana.
La Pascua de Resurrección es el domingo inmediatamente posterior a la primera Luna llena tras el equinoccio de primavera, y se debe calcular empleando la Luna llena eclesiástica, ésta, sin embargo, casi siempre coincide con la Luna llena astronómica, de modo que para efectos de cálculo es generalmente válido emplear la más tradicional definición astronómica. Por ello puede ser tan temprano como el 22 de marzo, o tan tarde como el 25 de abril.
Lambayeque ciudad alegre, festiva y devota
Es con la llegada de las huestes españolas al Perú, que la fiesta de Semana Santa, la más antigua de la Iglesia Cristiana y el vínculo que une al Antiguo y el Nuevo Testamento, se traslada, al igual que muchas otras, a las tierras del viejo Tahuantinsuyo. No sabemos si calaron muy pronto en el espíritu del hombre andino, pero esta comprobado que con el tiempo las hizo suyas dándoles un sabor muy característico, claro ejemplo de esto lo constituyen las diferentes manifestaciones de estas conmemoraciones en todo el territorio peruano.
En el caso especifico de Lambayeque, podemos asegurar que esta ciudad posee un acendrado catolicismo popular, una antigua y larga tradición religiosa, que se manifiesta, hasta nuestros días, en la veintena de procesiones que anualmente celebra su feligresía devota y festiva.
Desde antaño, las más renombradas fiestas del calendario católico que se celebraban en esta ciudad lo constituían, por orden de importancia, la de Semana Santa o Semana de Pasión, considerada desde fines del siglo XVIII, como una de las fiestas más célebres en esta ciudad, por su popularidad y por su gentío; de ella nos ocuparemos más adelante. Le seguían la del Corpus Christi, por su recogimiento y por su unción, y la del Sagrado Corazón de Jesús, que hacia época por ser fiesta de la aristocracia y de la elegancia. Cabe mencionar también aquí a las celebraciones de Nuestra Señora de la Purísima Concepción, cuya imagen se encontraba colocada en la parte superior del segundo retablo mayor esta Iglesia, construido a partir de 1814 y lamentablemente arruinado, conjuntamente con la imagen, como consecuencia de un voraz incendio en 1891; la festividad de Nuestra Señora del Rosario y la de Nuestra Señora del Carmen.
Fueron los miembros de la acaudalada familia Delgado los que celebraron solemne y pomposamente la festividad de Nuestra Señora del Monte Carmelo, desde finales del siglo XIX, hasta las tres primeras décadas del siguiente siglo. Cuenta una antigua tradición lugareña que esta familia echaba la “casa por la ventana” para la celebración de esta festividad. Había derroche de dinero y de elegancia y se pagaba a varios curas para que acompañaran el anda en que ricamente vestida iba la Virgen de “paseo” por las principales calles de la ciudad. Se dice también que a esta procesión asistía tanta gente “que cierta vez ocupó cinco cuadras”. Lo interesante de esta procesión radica en el hecho de que era acompañada por dos grupos de danzantes denominados: “Montezuma” y “Barba Roja”. Lamentablemente estas “danzas”, y la de los “Negritos”, desaparecieron hace más de un siglo atrás y de ellas ya no queda ningún rastro.
En el presente la ciudad de Lambayeque conmemora las siguientes festividades religiosas:
Cruz del Siglo XX. (1 de enero). San Sebastián (20 de enero). Domingo de Ramos (marzo – abril). Viernes Santo (marzo – abril). Pascua de Resurrección (marzo – abril). Virgen de Fátima (13 de mayo). Corpus Christi (junio). Sagrado Corazón de Jesús (junio). San Pedro. Patrono de la ciudad (29 de junio). Nuestra Señora del Carmen (16 de julio).
Santa Rosa de Lima (30 de agosto. Festividad celebrada en el Pueblo Joven Santa Rosa de esta ciudad). Virgen de las Mercedes (24 de septiembre). Virgen del Rosario (el primer domingo del mes de octubre). Señor de los Milagros (18 de octubre – 28 de octubre). San Judas Tadeo (29 de octubre). San Martín de Porres (3 de noviembre). Santa Cecilia. Patrona de los músicos (22 de noviembre). Nuestra Señora de Guadalupe (3 de diciembre).
Niño Dios de Pascua (23, 24, 25, 26 de diciembre). La Navidad (25 de diciembre).
La Semana Santa de antaño en Lambayeque (Siglo XIX).
No cabe duda que la festividad de Semana Santa en Lambayeque es uno de los más importantes acontecimientos que se produce cada año en esta generosa benemérita y devota ciudad, tanto desde el punto de vista religioso, como cultural y turístico. Esta relevante celebración del mundo cristiano se ha ganado en Lambayeque, a través de los años, una significativa resonancia regional y últimamente, podemos asegurar, ha traspasado sus fronteras, por lo que debería ser declarada de Interés Turístico del Norte del Perú por los organismos competentes.
Así como en cada rincón del mundo católico esta festividad toma o adquiere diversas expresiones según la tradición y costumbres locales, así también las celebraciones de Semana Santa en Lambayeque tuvieron, en otro tiempo, variadas características y podríamos afirmar que son las llamadas “procesiones”, que representan una escena significativa de la pasión de Jesucristo, las que se convirtieron en protagonistas indiscutibles de la Semana Santa en esta ciudad.
El Domingo de Ramos
En la liturgia cristiana, el Domingo de Ramos es el primer día de la Semana Santa. En el mismo se conmemora la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén montado sobre un asno, en medio de una multitud que lo aclamaba como el Hijo de Dios, siguiendo la narración del Evangelio de San Marcos. Con esta festividad se da inicio a la Semana Santa. Su fecha varía cada año.
Hace poco más de una centuria atrás se daban en esta localidad múltiples procesiones y manifestaciones de piedad cristiana con motivo de esta festividad. Convirtiéndose Lambayeque, en esos días, en punto de peregrinación de toda la región.
El Domingo de Ramos se celebraban tres procesiones en esta ciudad. La primera en horas de la mañana, en la cual salía el Señor montado en un borriquito que era paseado por las almenías, alrededor del atrio de la Iglesia. Salía por la puerta del “Perdón” que da a la antigua calle de “San Sebastián”, hoy calle “Bolívar”, aquella que mira a la Plaza de Armas de esta ciudad, e ingresaba por la puerta principal o de la “Esperanza”, con frente a la antigua calle “del Cabildo”, después San Roque”, hoy calle “2 de Mayo”. “Una vez que la procesión salía, se cerraban todas las puertas de la Iglesia, con el fin de que fuera tocada la de San Roque y se simulara, de esta manera, la entrada en Jerusalén” (Augusto León Barandiaran, Rómulo Paredes. “A Golpe de Arpa”. Folklore lambayecano de humorismo y costumbres. Edición de los autores. Lima 1934)
Poco después del ingreso al Templo, se procedía a la bendición de las palmas y ramitas de olivo seguidamente se celebraba la Santa Misa, acabada esta y en horas de la tarde salía la procesión muy popular del Señor del borriquito, con la que se daba inicio a la Semana Santa propiamente dicha. La efigie de Jesús sentado en una autentica burra “de mullido y blanco lomo”, amarrado en montura de cajón, con riendas y estribos de fina plata, recorría las calles de la ciudad. Una gruesa soga conducida por el mayordomo guiaba a la burra mientras dos miembros de la hermandad sostenían la imagen del Justo. Esta conmemoración era acompañada de numeroso público, en su mayoría jóvenes y niños. “Esta procesión comenzaba a las tres de la tarde y terminaba, por regla general, a las seis, después que se habían lucido miles de palmas, con infinidad de adornos, como son cintas, de los más variados colores y precios, adornos y un mundo de trabajos manuales, como sortijas, canastas sombreros, etc. todo hecho de la misma hoja de palma”.
Esta procesión comenzó a salir, a partir de las tres primeras décadas del siglo XX, desde la capilla de la Cruz del Siglo XX, ubicada en la antigua calle del “Hospital” hoy avenida “Charles Suttón”, al noroeste de la ciudad, haciendo su recorrido por la vieja calle “Chancay” hoy “Francisco Bolognesi” y la calle “2 de Mayo” hasta la Iglesia Matriz de San Pedro. Desde el 2000, la festividad solo se celebra en la Iglesia y su recorrido procesional solo abarca el perímetro del cuadrilátero de la Plaza de Armas “27 de Diciembre” de esta ciudad.
En horas de la noche del mismo Domingo de Ramos salía otra procesión la del Señor del Huerto. Una imagen de regular tamaño de Jesús, solo, de pie, orando, en un anda de madera “profusamente adornada con palmas, ficus, flores y frutos”, simulando, no cabe duda, el huerto de Getsemaní. Le seguía el anda de los apóstoles y en ella Pedro en actitud de cortarle la oreja a Malco”. Las imágenes de Pedro y Malco de este antiguo “Paso” han desaparecido con el correr de los años. Estas andas las cargaban los hombres del pueblo y las seguían el cura y una banda de músicos.
Lunes Santo
Primer día conmemorativo de Pasión y Muerte. Cristo empieza a padecer y los festejos y alegrías dejadas por las flores, las palmas y los ramitos de olivos del domingo empezaban a desaparecer. El Lunes Santo la celebración litúrgica católica recuerda el pasaje de la Unción en Betania, donde vivía Lázaro a quien Jesús había resucitado de entre los muertos. María tomó una fibra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió al Señor los pies y se los enjugó con su cabellera, tal y como lo refleja el Evangelio de San Juan.
En este día salía en andas por las calles de la ciudad San Juan el Novelero, “que lo preparaba el sacristán y lo acompañaban y cargaban los muchachos”. Con un intervalo de tres a cuatro cuadras le seguía el Señor del Prendimiento. Aquí lo curioso del caso consistía en que la imagen del Señor del Prendimiento o de Jesús en el Monte de los Olivos se encontraba rodeado de imágenes de judíos y Judas, “barbudo y mal encarado, con la cabeza baja y la mirada medrosa, acercándose a dar el beso traidor de la venta”. De las efigies que representaban a los judíos y a Judas Iscarioti, no que queda hoy rastro alguno. A este paso le seguía también el Señor del Huerto.
Martes Santo
Continúan las celebraciones de la Semana Santa cristiana. La traición de Judas y el papel de éste centran las reflexiones de la lectura del Evangelio de San Juan, que se lee en la ceremonia litúrgica en este día. Así mismo se anuncian las Negaciones de Pedro.
Antaño en este día salían las siguientes procesiones: San Juan el Novelero, el Señor del Prendimiento, el Señor de la Columna, le seguía Pilatos en actitud de lavarse las manos y su mujer, cerca al dosel de su marido. Rómulo Paredes nos da una leve descripción del “Paso” procesional del Señor de la Columna, tal vez de mediados del siglo XIX, veamos: “…consistía en una imagen de Jesús, con el torso desnudo y las manos amarradas a una columna, y un judío con un azote en la mano derecha y el brazo en alto en actitud de agredir”. La escultura del Señor de la Columna es, no cabe duda, la que aún constituye uno de los once pasos de la tradicional procesión de Viernes Santo en esta ciudad, la imagen del judío portando el azote ha desaparecido desde hace mucho tiempo atrás victima, tal vez, del paso inexorable del tiempo y el ataque de los Xilófagos. Conservamos una fotografía de los años sesenta del pasado siglo y en ella podemos observar que la imagen del judío fue reemplazada por una lograda escultura dieciochesca, realizada en madera policromada y ojos de cristal, del apóstol San Pedro. Representado como un hombre ya maduro con la pierna izquierda de rodillas y la derecha flexionada hacia delante; con notable pérdida de cabello en la parte superior del cuero cabelludo (calvicie), con un mechón de pelo rizado y ondulado sobre la frente, el ceño fruncido, la frente con visibles arrugas, las cejas ralas; la cabeza inclinada hacia arriba. Los ojos arrepentidos de los que se desprenden gruesas lagrimas pintadas como suplicando perdón por haberlo negado tres veces; nariz recta y pronunciada, pómulos acusados, barba bífida, rizada y ondulada; la boca entreabierta deja traslucir un único diente superior. La cabeza y tórax ligeramente inclinados hacia la derecha, con el brazo de ese lado flexionado hacia arriba, el brazo izquierdo flexionado hacia adentro y a la derecha y las manos cruzadas en actitud orante, apoyando la mejilla derecha en la mano izquierda. No cabe duda es una imagen de retablo de ¾ de cuerpo.
Miércoles Santo
La primera parte de la Semana Santa cristiana llega a su fin con la celebración del Miércoles Santo Además, la liturgia católica contempla en este día la celebración de la denominada Misa Crismal, en la que los obispos de las distintas Diócesis proceden a la bendición del denominado Santo Crisma, que será utilizado durante el año para los Bautismos, en la confirmación y en el Orden Sagrado, el Óleo de los Enfermos, que se utiliza en la unción de los enfermos, y el Óleo de los Catecúmenos, que se utiliza en el Bautismo junto con el Crisma.
En este día salían en la ciudad de Lambayeque las siguientes procesiones: San Juan el Novelero, el Señor del Huerto, el Señor del Prendimiento, el Señor de la Columna, Pilatos y Jesús Nazareno, de pie y con corona de espinas, la Verónica, sujetando en sus manos un lienzo que representaba la faz del Señor, y la Virgen Dolorosa. Con este día comenzaba la verdadera Semana Santa o Semana de Pación.
Jueves Santo
Junto a las celebraciones litúrgicas del Jueves Santo, procesionaban en ese día: San Juan el Novelero, el Señor del Huerto, el Señor del Prendimiento, el Señor de la Columna, Pilatos, Jesús Nazareno, la Dolorosa, la Verónica, el Señor de las Siete Caídas o de los “Siete pasos”, que consistía en la imagen de Jesús con la Cruz a cuestas, dotado de resortes para hacerlo caer efectivamente en cada una de las siete estaciones, y a Simón el Cirineo ayudándolo a soportar el pesado madero, estas curiosas imágenes ha desaparecido desde hace mucho tiempo atrás; el Señor de la Agonía, imagen de Cristo clavado en la Cruz, el Señor de la Caña, arruinado completamente por un voraz incendio en el 2000 y, por último el paso de la Cena, enorme anda con Jesús y sus doce apóstoles sentados alrededor de una mesa.
En una vieja fotografía captada por el lente de H. Brüning, se puede apreciar a Jesús y sus doce apóstoles presidiendo un peculiar Monumento, levantado, a principios del siglo XX en el altar mayor de la Iglesia lambayecana. A mediados del mencionado siglo y por iniciativa del fraile dominico Miguel Matamala Ortiz, a la sazón párroco de la Iglesia, se confecciono un impresionante y elegante Monumento, elaborado en finas telas de terciopelo color “concho de vino”; recientemente ha sido remodelado gracias a la colaboración de la feligresía lambayecana, se expone en este mismo día de Jueves Santo con la misa de la institución de la Eucaristía y el Sacerdocio. El Santísimo queda en custodia en un antiguo sagrario que tiene la figura de un pelícano de madera forrado enteramente en plata piña, colocado en la hornacina principal del retablo mayor hasta el Sábado de Gloria en que se celebra la Vigilia Pascual. El pelícano es el símbolo de la Eucaristía y de la entrega de Jesús. Recoge la creencia de que este animal alimentaba sus crías con su propia sangre, que extraía de su pecho con el pico.
El Miércoles, el Jueves y el Viernes Santo se realizaban las temidas tinieblas, acto en el cual se cerraban las puertas y ventanas de la Iglesia, se apagaban todas las luces y se sonaban con palos y piedras, las bancas; se arrastraban cadenas, fierros y se hacían sonar tablas y matracas. Desde el Jueves Santo, que habían “muerto” las campanas, no se salía a la calle, no se hacía bulla, y se cuenta – narra Rómulo Paredes – que en algunas casas los chicos no podían reír ni los mayorcitos jugar; las locomotoras no sonaban sus silbatos y todo era recogimiento y tristeza. Pobre de aquel pequeñuelo o jovencito que se atreviese a salir a juguetear, a hacer bromas, a regañar o a hablar en voz alta siquiera.
El Viernes Santo
El Viernes Santo es uno de los principales días de la liturgia cristiana, pues en él se conmemora la muerte de Cristo en la Cruz. En los oficios del día se conmemora de una manera sobria y solemne la Pasión de Cristo. Se lee el relato completo de la Pasión según San Juan (Sermón de las tres horas). Luego tienen lugar las peticiones, hechas de manera solemne por la Iglesia, el Papa, los clérigos, fieles, gobernantes e incluso por los no católicos, los judíos y los ateos. Después tiene lugar la veneración de la Cruz. Terminada esta parte, se procede a distribuir la Comunión a los fieles con las Hostias reservadas en el monumento el día anterior (Jueves Santo). El Viernes y el Sábado Santos son los únicos días del calendario litúrgico católico donde no se celebra la Misa, en señal de luto por la muerte del Señor.
En esta ocasión, en que el ayuno era forzoso en todos los hogares; el pescado se había puesto por las nubes y no se comía carne; salían solamente tres andas en el Lambayeque de ayer: el Señor del Descendimiento, con los santos varones vestidos de blanco que eran los encargados de bajar a Jesús de la Cruz, “paso” hoy desaparecido; el Señor de la Urna, que no es el que procesiona actualmente ya que aquel tenía una particularidad muy especial, la de tener los brazos articulados, con el objeto de poder realizar con Él el acto del desenclavamiento y su posterior descendimiento. Y como Cristo Yacente se introducía en su Urna para poder realizar acto de penitencia como El Santo Sepulcro, y, por último, La Dolorosa, a la cuál le salían lagrimas y se llevaba el pañuelo a los ojos y cuya anda se detenía frente a la cárcel para que los reclusos le entonaran una canción “larga, monótona y triste”.
Sábado de Gloria
Día de la Semana Santa en el que los cristianos conmemoran a Jesús en el sepulcro y su descenso al lugar de los muertos. Una vez ha anochecido, tiene lugar la principal celebración cristiana del año: la Vigilia Pascual. Este es el día de espera litúrgica por excelencia, de espera silenciosa junto al sepulcro: el altar está desnudo, las luces apagadas; pero se respira un ambiente de fervorosa espera llena de paz y cargada de esperanza.
El Sábado Santo no salía ninguna procesión. El menú casero variaba, con la reaparición de la carne después de dos días de suspensión. A las 9 de la mañana “resucitaban” las campanas que habían “muerto” el Jueves Santo, a la hora de la misa, usándose solamente, en ese tiempo, la perturbadora matraca, que anunciaba la realización de todos los oficios y que portaba por las principales calles algún mayordomo. Ese día la gente se retiraba a dormir temprano.
Domingo de Resurrección
La Resurrección es una de las evidencias más grandes de que Cristo es el hijo de Dios. En la madrugada de ese día la Misa de Resurrección. Luego a las seis de la mañana salían dos procesiones. Por la puerta principal o de la “Esperanza”, aquella que da a la antigua calle de “San Roque” hoy calle “2 de Mayo”, salía el anda de la Dolorosa, con rico manto negro, y por la puerta del “Perdón”, que mira a la Plaza de Armas de esta ciudad, Jesús Resucitado, vestido con una especie de trulla, con una banda roja, que le cruzaba el tórax, y la mano derecha en alto, portando una bandera roja, adornada con lentejuelas. Esta procesión se mantiene hasta nuestros días casi sin ninguna variante. Madre e hijo, después de rodear la plaza se encuentran, en la mitad del recorrido, frente al local del Casino Civil Militar de Lambayeque, haciéndose, ambas imágenes, tres ceremoniosas venias.
La imagen de la Dolorosa o Virgen de la Aurora, es “de vestir” o “de candelero”, data de finales del siglo XVIII y su autor es anónimo, mide 129 cm. de altura. Solamente la cabeza, brazos y manos articuladas están tallados en madera policromada, posee ojos de cristal. A la imagen se le presenta con un rostro sereno, de mujer joven, no coincidiendo la representación con la edad que debía tener María cuando se realizó el encuentro con Jesús resucitado. Posee una frente amplia y despejada, finas cejas que en buena parte han perdido su color castaño claro, ensoñadores ojos de cristal con el iris color castaño, diminutas pestañas pintadas, nariz recta, labios cerrados, barbilla redondeada y una papada destacada, los brazos flexionados a la altura de la cintura y hacia su pecho, con las manos abiertas y los dedos ligeramente flexionados. El ovalo del rostro enmarcado por un velo de color blanco transparente, que deja traslucir una cabellera corta, pintada de color castaño oscuro, y el lóbulo de los pabellones auditivos. La encarnadura de tono pálido adquiere tonos rosados en mejillas labios y barbilla. Viste túnica y manto de color blanco, ciñe su cintura un grueso cíngulo de tela plateada y dorada. Para la procesión se la viste con un manto de color negro. Realizado el feliz encuentro una jovencita vestida de blanco sube al anda de la Dolorosa y le quita el manto de riguroso luto, para reemplazarlo por un rico manto de color celeste cielo adornado con motivos florales elaborados en finos hilos dorados, en prueba de que el duelo ha terminado, hasta el siguiente año. Todo esto en medio de los aplausos de los numerosos fieles concurrentes, poco después ambas imágenes hacen su ingreso al Templo por la puerta “del Perdón”, al son de repiques de campanas, quema de cohetes y alegres melodía ejecutadas por una banda de músicos de la localidad.
Desde siempre y durante la Semana Santa la población lambayecana prepara potajes especiales para estos días de recogimiento y oración, entre los que destacan la guitarra guisada, el cebiche, pepián de pava, manías, frito, boda de pato, nacidos y otros platos tradicionales más, preparados por experimentadas manos culinarias de la localidad y cuya sazón ha rebasado sus fronteras. Por todo esto la benemérita Lambayeque se ha convertido en la “Capital Gastronómica del Norte del Perú”. Y que decir de sus exquisitos dulces, como las empanaditas de “ña Millán” y los famosos alfajores (King Kong), delicias del paladar más exquisito.
Procesión de Domingo de Resurrección (Foto: Memo Luna)
Los actuales “pasos” de Viernes Santo en Lambayeque
Aunque no todas las imágenes, que “pasean” en hombros el Viernes Santo los feligreses lambayecanos por las principales arterias de esta ciudad, tengan un claro valor artístico, poseen sin duda un valor testimonial histórico; estas imágenes son símbolo de espiritualidad y por lo mismo, objeto de veneración, lo que ha permitido su supervivencia a través del transcurso de los siglos en Lambayeque. En su gran mayoría fueron costeados con dinero de los propios cofrades, o, en su defecto, solamente con el peculio del mayordomo de turno más acaudalado. A esto se suma también las donaciones que particulares hacían al Templo de imágenes que habían recibido culto en sus adoratorios caseros, en las pequeñas capillas de sus haciendas o en las de sus tinas de elaborar jabón y curtir pieles, tales el caso de la Dolorosa y la lograda talla del Señor de la Agonía. Pero también se trata de esculturas que han sido sufragadas con dinero de los indios principales del pueblo, tal es el caso de la imagen dieciochesca de Cristo Pobre, una obra de excelente calidad artística, o de un magnifico obsequio como en el caso de la contemporánea Urna de Cristo Yacente, regalo de un personaje notable de esta ciudad, el Presidente Augusto B. Leguía Salcedo.
Pero no debemos dejar de anotar también, que varias de las imágenes que actualmente procesionan el Viernes Santo en esta ciudad se encuentran afectadas por xilófagos, tales como termes (polilla de la madera) y anobios conocidos vulgarmente como carcomas de la madera, que han dañado sus estructuras al grado de encontrarse con partes expuestas por la pérdida de sus elementos compositivos, pues los insectos ya se comieron la madera. Un claro ejemplo de lo que venimos manifestando lo constituye la efigie del Señor de la Columna, uno de los “Pasos” de esta tradicional procesión, por lo que urge su inmediata restauración.
Hagamos a continuación un breve y atrevido intento por describir cada una de las imágenes que componen los “pasos” de la bicentenaria y tradicional procesión de Viernes Santo en la devota, alegre y festiva ciudad de San Pedro de Lambayeque.
Procesión del Señor del Palmo o del borriquito (Foto: R.P. Fredy Beltrán García)
El Señor del Palmo o del borriquito
Se trata de una Imagen de vestir. Cabeza, brazos (articulados) y piernas (articuladas), desde las rodillas a los pies, tallados en madera policromada. Ojos de cristal. Representa a Jesús en su entrada a Jerusalén sosteniendo entre sus manos una palma. Esta narración está escrita en el Nuevo Testamento, de la Biblia, siendo mencionada por todos los evangelios canónicos. Es el primer paso en la tradicional procesión de Viernes Santo en Lambayeque, donde al Justo se le coloca amarrado al lomo de un borriquito. La efigie muestra el rostro alargado y la frente despejada; cabello largo sin ningún tratamiento y recogido hacia atrás; el pabellón auditivo inferior visible a ambos lados; cejas anchas ligeramente arqueadas y repintadas de color castaño claro; ojos con el iris color castaño oscuro; pómulos acusados; boca entreabierta; pequeña barba apuntada y ligeramente bífida. Como antaño una gruesa soga conducida por el mayordomo guía a la burra mientras dos miembros de la hermandad sostienen la imagen. La procesión, que es acompañada desde las primeras horas del día por gran número de fieles portando palmas, es presidida por el párroco de la ciudad y varios acólitos.
La Última Cena (Foto: R.P. Fredy Beltrán García)
La Última Cena
Es la representación en imágenes de la última Cena del Señor y sus doce apóstoles. Este grupo estaba formado por hombres que Jesús llamó personalmente y que le acompañaron en su misión de instaurar el Reino de su Padre, fueron testigos de sus palabras, de sus obras y de su resurrección.
Se trata de un conjunto escultórico muy curioso y que por su peso procesiona sobre una plataforma de madera con ruedas. Jesús preside la mesa, de mantel largo, que se encuentra muy bien surtida de pan o bizcochos, vino y variedad de frutas. A su costado izquierdo la imagen de San Juan, el discípulo amado, y a su diestra la del apóstol San Pedro, alrededor de la mesa los apóstoles Andrés, Bartolomé, Felipe, Judas Tadeo, Mateo, Simón, Santiago el mayor, Judas Iscariote, Santiago el menor y Tomás.
Se trata de Imágenes “de vestir” o “de candelero”, que no sobrepasan los 100 cm. de altura. La cabeza, el tronco y los brazos articulados de la imagen de Jesús se encuentran tallados en madera policromada y ojos de cristal. El candelero se compone de una estructura de cuatro listones de madera sobre una base cuadrada de madera. En cuanto a las figuras de los apóstoles solamente la cabeza se encuentra tallada en madera policromada con ojos de cristal; con hombreras de tela acolchada que le dan forma de un busto sin brazos. El candelero se compone de una pequeña estructura de cuatro listones de madera sobre una base cuadrada de madera. Visten una especie de poncho elaborado en burda tela de diversos colores. Suponemos datan de principios del siglo XIX, y habrían sido realizadas en algún taller de la ciudad de Quito. Este grupo escultórico con sus respectivos vestidos, incluido el Señor de la Cena con sus tres potencias de plata y cabellera postiza, perteneció a la Cofradía del Santísimo Sacramento de la Iglesia lambayecana, y consta que fueron retocados en los primeros años del siglo XX, tal y como se lee en un viejo Inventario perteneciente a esta Cofradía que se conserva en el Archivo Parroquial de esta ciudad.
El Señor del Huerto preparado para la procesión (Foto: del autor)
El Señor del Huerto
Escultura “de candelero” o “de vestir”, solamente la cabeza, busto y manos están realizadas en madera policromada, tiene ojos de cristal. Data de finales del siglo XVIII y su autor es anónimo. Se le representa de pie y de frente. Con larga cabellera postiza recogida hacia atrás dejando expuestos los lóbulos auditivos de ambos lados, la frente amplia surcada con pequeños hilos de sangre, cejas delineadas color castaño, la mirada ligeramente hacia arriba, las pestañas superiores e inferiores pintadas, la nariz recta, la boca cerrada, bigote partido con las partes cercanas a las comisuras rasuradas y barba rizada color castaño oscuro. Los brazos flexionados, a la altura de la cintura y extendidos hacia delante, con las manos abiertas en actitud implorante. Viste túnica de terciopelo morado, ciñe su cintura un ancho cinturón del mismo tono. Corona su testa a manera de aureola tres potencias de plata.
El Señor del Prendimiento o Cautivo (Foto: del autor)
El Señor del Prendimiento (Cautivo)
Imagen “de vestir” o “de candelero”. La cabeza y manos talladas en madera policromada, ojos de cristal. Rostro completamente repintado. Data de finales del siglo XVIII y su autor es desconocido. Jesús esta de pie, resignado, sumiso, humilde y solo. Tiene la frente amplia, cinco hilillos de sangre le corren por esta. Tiene la mirada ligeramente hacia abajo, cejas arqueadas, parpados pintados. En la mejilla izquierda muestra una laceración y tumoración verdosa; nariz recta, boca cerrada, cabellera negra y liza, bigote con las partes cercanas a las comisuras rasuradas, barba rizada y ligeramente bífida, de color negro. Los brazos extendidos hacia abajo con las muñecas de ambas manos entrelazadas a la altura del vientre con grueso cordón de hilo color blanco. Tres potencias doradas exornan su testa. Viste túnica de paño color vino con fajín del mismo tono, ambos bordados en finos hilos dorados.
El Señor de la Columna (Foto: del autor)
Hermosa talla de madera policromada y ojos de cristal. Mide 163 cm. de altura. Data de finales del siglo XVIII y su autor es desconocido Se trata de una trágica representación de Jesús flagelado. Se le muestra de cuerpo entero, de pie y de frente. Lleva como única vestimenta un paño de pureza elaborado en tela encolada, cubierto por un faldellín de color morado atado a la cintura por un fajín del mismo tono. Está atado a una columna de madera dorada, exenta, ubicada al costado izquierdo de la imagen y a la altura de su cadera, por una especie de cuerda de metal plateado que cuelga de su cuello. Se supone que la columna representa la unión entre el cielo y la tierra.
La cabeza, que lleva tres potencias plateadas, se encuentra levemente inclinada hacia el hombro derecho. El rostro ovalado, la frente despejada. Cejas arqueadas; la mirada baja refleja gran sufrimiento, con un extraño y trágico brillo; los ojos con el iris color castaño oscuro; nariz recta y prominente; los labios, bien dibujados y gubiados y ligeramente entreabiertos. La cabellera larga y rizada, dejando visible buena parte del pabellón auditivo del lado izquierdo. La barba corta y rizada. Los brazos flexionados, cruzados y enlazados, por la cuerda de metal plateado, a la altura del abdomen, la muñeca de la mano derecha monta la de la mano izquierda. Esta apoyado en su pie y talón izquierdo, con la pierna derecha ligeramente flexionada hacia adelante, dejando el talón en el aire. La imagen muestra una carnadura de tonos claros, salpicada por huellas de laceraciones y tumoraciones, destacándose las de la parte media de la espalda, donde también son remarcados los huesos que la conforman.
Cristo Pobre (Foto: del autor)
Cristo Pobre
Lograda talla barroca de 117 cm. de altura, realizada en madera policromada, ojos de cristal y sudario de tela encolada. Su autor es anónimo. Sabemos fue trasladada a la Iglesia San Pedro de Lambayeque en febrero de 1785. Costearon su fábrica los señores Manuel Albujar y Antonio Farro, indios originarios del pueblo de Lambayeque, quienes a su vez fueron sus primeros mayordomos. (Jorge Izquierdo Castañeda. “Una Joya del arte virreinal en Lambayeque”. Suplemento Dominical del Diario “La Industria” de Chiclayo. 12 de octubre de 2008).
Es la representación de Jesús en uno de los momentos más dramáticos de su Pasión. Se le muestra de contextura delgada y semidesnudo. Su semblante ofrece una expresión de angustia y abandono, con la mirada hacia abajo y los parpados sombreados, la nariz recta, los pómulos acusados, la boca entreabierta mostrando claramente los dientes superiores tallados y parte de la lengua. La barba ligeramente bífida. Se encuentra sentado sobre una silla de madera de moderna factura y dorada con purpurina, asiento de pana color rojo. Las piernas cruzadas, el pie izquierdo descansa sobre un cojín forrado en tela de pana color rojo. La cabeza y el tórax ligeramente hacia delante y ladeados hacia el lado derecho del cuerpo. La cabeza ligeramente inclinada hacia la derecha descansa sobre la mano del brazo derecho, cuyo codo se asienta en la pierna del mismo lado. El brazo izquierdo cruzado descansa sobre la pierna derecha. Es fin se trata de un Varón de carnaciones mate, con visibles heridas en ambas rodillas, hombros y espalda, producto del Vía Crucis y la flagelación. Procesiona cubierto con un rico manto de terciopelo rojo ricamente bordado en finos hilos dorados, y tres potencias de plata a manera de aureola.
Jesús Nazareno (Foto: del autor)
Jesús Nazareno
Representa una de las caídas de Cristo con la Cruz a cuestas en la calle de la Amargura mientras camina hacia el más alto y generoso de los sacrificios en el monte del Calvario.
Se trata de una efigie, de vestir, aunque aparentemente parezca una talla completa, como erróneamente se puede juzgar en una observación parcial. Una observación más detenida e integral permite comprobar que tan sólo se trabajaron las partes más visibles, como son la cabeza, pies, antebrazos y manos (articuladas), elaborados en madera de cedro policromada y ojos de cristal, mientras que al resto del cuerpo se le dio tan sólo forma y volumen pero no talla y encarnación. Su autor es anónimo y dataría de la primera mitad del siglo XVIII,
Muestra el Nazareno la cabeza levemente girada a la derecha. Su rostro alargado, posee rasgos serenos y varoniles. Finos hilos de sangre parten de la frente ancha, las fosas nasales y las comisuras de los labios. La nariz recta y pronunciada, de inspiración judaica, prolongada por cejas levemente arqueadas en sus extremos, en la mejilla del lado izquierdo se puede observar la herida producida por el bastonazo que le dio un guardián de Caifás. Acusa el rostro casi extenuación, agobiado por el peso de la cruz y el duro castigo de los azotes, reforzando este efecto los párpados caídos y la mirada triste y resignada. El bigote nacido a partir del surco nasolabial y la barba, apuntada y ligeramente bífida, enmarcan una boca entreabierta por la que asoma la dentadura inferior y parte de la lengua trabajadas con minuciosidad en la misma madera. Lleva procesionalmente largos cabellos postizos que cubren su original cabellera, partida al medio y recogida hacia atrás, con una leve e intencionada deformación de los parietales para ahormar la corona de espinas que es sobrepuesta. Viste un atuendo morado ricamente bordado.
La Verónica
Aunque a este personaje no se le cita en los evangelios, existen referencias en los evangelios apócrifos, y su leyenda se extendió a partir de la Edad Media. Dicha mujer según la tradición se abrió paso entre la multitud que acompañaba a Jesús en su camino al calvario, y con un pañuelo limpió el sudor y la sangre que corría por su faz.
Se trata de una escultura de regular tamaño, realizada en pasta de madera, tela encolada y ojos de cristal. Data de principios del siglo XX y su autor es anónimo. Se le muestra de cuerpo entero, de pie y de frente. De rostro ovalado, con la cabeza ligeramente inclinada hacía la izquierda, con aureola de metal plateada. La mirada ligeramente hacía arriba, frente amplia y despejada, cejas delineadas color castaño oscuro, nariz recta, boca entreabierta que deja traslucir los dientes superiores, labios y mejillas sonrosadas. Sus brazos flexionados a la altura de la cintura y hacia adelante, las manos abiertas, con los dedos ligeramente flexionados en actitud de sostener el velo impreso con las facciones de Jesús. Viste tocado de color blanco, túnica de color lila, y manto abierto de color castaño claro con revés celeste, ciñe su talle una correa dorada. Se encuentra descalza.
Cristo de la Agonía (Foto: R.P. Fredy Beltrán García)
Escultura de tamaño natural de mediados del siglo XVIII, realizada en fina madera de cedro policromada y ojos de cristal. Se trata de una dramática representación barroca de Cristo vivo en la cruz, en el momento de la expiración. Jesús eleva ligeramente la cabeza hacia la derecha, y dirige la mirada, ya carente de visión, al cielo clamando al Padre las últimas palabras. La corona de espinas es superpuesta y la abundante cabellera, ha sido modelada a base de suaves rizos que caen sobre la espalda, dejando descubiertas ambas orejas. La barba redondeada recibe el mismo afán naturalista en su modelado. El semblante del Varón ofrece una expresión de angustia y abandono, con el entrecejo fruncido, los ojos entreabiertos, las pestañas pintadas en la madera, el perfil hebraico, la nariz recta y perfilada esta dotada de aletas de correctas dimensiones. Los pómulos acusados y los labios amoratados y abiertos, mostrando claramente los dientes superiores tallados. El cuello aparece notablemente tensionado por la forzada posición de la testa. Los brazos colgantes del travesaño y las manos con las palmas extendidas y los dedos ligeramente flexionados. El sudario es de tipo cordífero, y forma un nudo en la cadera derecha que se encuentra descubierta. La talla presenta una anatomía ampulosa en el modelado de ambas piernas, es de carnaciones claras, con abundancia de heridas en su piel y regueros de sangre, destacando las heridas de sus hombros, manos, rodillas, pies y del pómulo izquierdo. Se halla crucificado por tres clavos, montado el pie derecho sobre el izquierdo. La Cruz es de formato rectangular, plana, y de color verde. El fraile dominico Ángel Menéndez Rúa nos dice que fue traído de Quito, por encargo del señor don José Silva Ruiz para el oratorio de la Tina o taller de elaborar jabón y curtir pieles de San Judas Tadeo, del cual era propietario. Arruinada completamente la Tina, como consecuencia de las torrenciales lluvias e inundación de marzo de 1871, el Santo Cristo pasó donado a la Iglesia. (“Boceto Histórico de la Iglesia de Lambayeque”. 1935). Debemos agregar que la Tina del señor Silva se ubicaba en los terrenos donde hoy se levanta el Centro Educativo “Antonieta Sara A. Bullón” de esta ciudad.
La Urna de Cristo Yacente (Foto: del autor)
Cristo Yacente
Se trata de una talla completa de tamaño natural, realizada en fina madera de cedro policromada de claro estilo barroco. Se muestra en posición decúbito supino, bien depositada en el interior de una urna de madera, adornada en sus cuatro esquinas por Ángeles alados, de rodillas y en actitud orante, a modo de sepulcro, toda cubierta en finas hojas de pan de oro. La escultura se encuentra bien colocada sobre un lecho de color lila, también de madera. Tiene la cabeza ligeramente inclinada hacia delante por encontrase apoyada sobre un cojín o almohada y la cabellera desplegada en varias madejas de cabello a ambos lados de esta. De rostro sereno, con los brazos extendidos a lo largo de su cuerpo y las manos ligeramente cerradas, las piernas y los pies juntos. No se trata de un Cristo sangriento y destrozado, magullado por los azotes y el castigo. Al contrario, demuestra ternura y cuidados. Cubre sus partes más intimas un paño de pureza. Esta significativa obra de arte fue ejecutada por el peruano C. Alberto Nalli. Fue Obsequiada a esta Iglesia en 1927, por uno de sus más notables hijos el Presidente Augusto Bernardino Leguía Salcedo.
La Madre Dolorosa (Foto: del autor)
La Madre Dolorosa o Virgen de Dolores
Imagen que procesiona bajo palio. Se trata de una escultura “de candelero" o "de vestir", solamente la cabeza, el busto y las manos, estas últimas articuladas, están realizados en madera policromada, con ojos de cristal. Data de mediados del siglo XVIII y su autor es desconocido. Entendemos por candelero al maniquí formado por un armazón de madera compuesto por dos secciones troncocónicas unidas entre sí para darle una forma corporal, en cuya parte superior se coloca el busto tallado y los brazos articulados. Para darle una mayor consistencia, este armazón de listones esta recubierto con tela.
La Virgen de los Dolores es la figura indispensable e indisoluble de la Semana Santa. Su nombre responde a esa tradición medieval que representa a la Madre angustiada por el inmenso dolor producido por la Pasión y Muerte de su Hijo.
La imagen muestra un rostro, con un leve giro a la izquierda, formado por un óvalo de perfectas proporciones, con cejas rectas y la frente despejada, sus ojos oscuros, serenos, de mirada introspectiva. Se le representa como una doncella en plena juventud a pesar de que esto sea un anacronismo en comparación con la realidad bíblica, esto como símbolo de su Virginidad. La pequeña boca de finos labios cerrada, la nariz recta y pequeña, los parpados, las mejillas y el mentón sonrosados. Va engalanada con preciado tocado, vestido blanco adornado con motivos florales elaborados en finos hilos dorados y un largo manto negro, que manifiesta su soledad y luto, decorado con hermosos bordados dorados. Porta sobre su cabeza una diadema con ráfagas por tratarse de la Reina de los Cielos. Sus manos, entreabiertas al más puro estilo sevillano, portan el pañuelo para enjugar sus lágrimas. Sobre su pecho el corazón llameante traspasado por siete puñales como símbolo del amor atravesado por los siete dolores que debía padecer según las Escrituras. Estos son: Profecía de Simeón el día de la Presentación en el Templo, Huida a Egipto, Pérdida de Jesús en el Templo y su encuentro entre los doctores, el Encuentro de Jesús con su Madre camino del Calvario, la Crucifixión, la Entrega de Cristo muerto en su regazo y, por último, la Sepultura de su Hijo.
Vista de la Madre Dolorosa bajo palio (Foto: del autor)
Detalle del rostro de Cristo Yacente (Foto: del autor)
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