lunes, 13 de agosto de 2018

El desaparecido acto de desenclavamiento y entierro de Cristo, en la ciudad de Lambayeque

Detalle de la Imagen del Señor de la Exaltación de la Iglesia San Pedro de Lambayeque (Memo Luna, 2014)
      “Aquella cabeza, (…) fue punzada por gran cantidad de espinas; su rostro, (…) fue profanado con los escupitajos de los judíos; sus ojos (…) quedaron oscurecidos por la muerte; sus oídos,(…) fueron atormentados por los insultos de los pecadores; su boca,(…) quedó amargada por la hiel y el vinagre; sus pies, (…) fueron atravesados por los clavos que le sujetaban en la cruz; sus manos, (…) quedaron extendidas sobre el madero y clavadas a él; su cuerpo fue azotado, y su costado atravesado por la lanza”.
VORÁGINE, J., La leyenda dorada, Madrid 1987, t. II, p. 219.

A fines de marzo, del presente año, publicamos en nuestra cuenta de Facebook una pequeña nota a la que rotulamos: Viernes Santo de antaño en Lambayeque. Después de una ligerísima y rigurosa introducción, en la que recordábamos la importancia de ese día en las celebraciones de Semana Santa en la liturgia cristiana - pues en él se conmemora la muerte de Cristo en la Cruz - nos abocamos también a reseñar muy someramente lo que acontecía, ese día, en la ciudad de Lambayeque a finales del siglo XIX. Teniendo muy en cuenta que esta fiesta religiosa goza, hasta nuestros días, de gran tradición en esta devota ciudad. Sobre todo por la variedad de pasos procesionales que salen a la calle para su veneración y recuerdo de lo acontecido en el ciclo de la Pasión de Cristo.

Pues bien, en esa oportunidad la atención se centró principalmente, según tengo entendido, en el inédito y relevante dato que diéramos a conocer en aquella publicación, Y no era para menos, ya que se trataba de una vieja costumbre religiosa lambayecana que consistía: en velar la imagen de un Cristo muerto en el Santo Sepulcro. Vieja tradición, hoy por hoy, completamente desaparecida en esta ciudad.

Hace algunos años atrás, el arqueólogo e historiador trujillano Juan Castañeda Murga, tuvo la gentileza de enviarnos copia del párrafo de un interesante documento colonial que data de 1803, Instrumento que se conserva en el Archivo Arzobispal de Trujillo (AAT). Después de su paciente lectura y consecuente verificación, no nos cabía ninguna duda que el fragmento aludido daba cuenta de un acontecimiento completamente desconocido, hoy, en el imaginario popular de nuestra ciudad.

Se trata de un acto sacro que se llevaba a cabo a la medianoche, inmediatamente después que los pasos de la procesión de Viernes Santo ingresaban a la monumental iglesia San Pedro. En ese momento la efigie del Cristo Yacente era trasladada al interior de la capilla doctrinal o ramada de San Pedro, denominada, a partir de 1895, como capilla “San Francisco de Asís”.

Antigua ramada de San Pedro, hoy Capilla San Francisco de Asís
En esa ocasión, “Los fieles “en copioso número y con mucha devoción” velaban el cuerpo encendiendo velas de cera amarilla de Castilla; y el sábado santo por la noche se realizaba una Vía sacra “muy solemne en el mismo sepulcro”, cantada a la Virgen de los Dolores; permaneciendo allí hasta las seis de la mañana del Domingo de Pascua de Resurrección” (Castañeda Murga, Espinoza Córdova, Pimentel Carranza O.P., 2015).

No sabemos, hasta la fecha, en qué momento se perdió esta antigua y hermosa tradición en la generosa y benemérita ciudad de San Pedro de Lambayeque. Costumbre que hasta las dos primeras décadas del siglo XX, se conservaba aún en los actuales distritos de Eten y Monsefú.

Augusto León Barandiarán y Rómulo Paredes, en un artículo titulado Lambayeque ciudad festiva y devota, aparecido en su libro A Golpe de Arpa, hacen una interesante referencia descriptiva de las celebraciones que con motivo de conmemorarse la festividad de Semana Santa se efectuaban a lo largo de toda esa semana en el Lambayeque de finales del siglo XIX. En uno de los párrafos de dicho artículo podemos observar, en apretadas líneas y con lujo de detalles, cómo se efectuaba, antaño, la celebración del Viernes Santo en ésta devota ciudad.

Comentan, los anteriormente citados autores, que en esa ocasión, en que el ayuno era forzoso en todos los hogares lambayecanos y el pescado se había puesto por las nubes y no se comía carne; salían solamente tres andas o “pasos” en Lambayeque – aquí debemos tener en cuenta que las procesiones se sucedían una tras otra durante toda la semana exceptuando el día jueves - los pasos de ese día lo constituían: “el Señor del Descendimiento, con los santos varones vestidos de blanco que eran los encargados de bajar a Jesús de la Cruz”, “paso” hoy desaparecido; el Señor de la Urna, que no es el que posesiona actualmente ya que aquel tenía una particularidad muy especial, la de tener los brazos articulados, con el objeto de poder realizar con Él el acto del desenclavamiento y su posterior descendimiento. Y como Cristo Yacente se introducía en su Urna para poder realizar acto de penitencia como El Santo Sepulcro, y, por último, La Dolorosa, a la cuál le salían lágrimas y se llevaba el pañuelo a los ojos y cuya anda se detenía frente a la cárcel para que los reclusos le entonaran una canción “larga, monótona y triste”.

En la pequeña nota que, repito, apareció en nuestra cuenta de Facebook, y que algún revuelo alcanzo, no colocamos, por motivo de espacio y algunas circunstancias, lo que poco después de haber revisado el dato y comprobada su autenticidad nos propusimos realizar conjuntamente con el P. Edwin Fredy Beltrán García - a la sazón administrador eclesiástico de la parroquia de Lambayeque - en torno al rescate de esa vieja y desaparecida faceta de nuestro pasado religioso, cultural y etnológico, la de velar a Jesús en El Santo Sepulcro,  

Y como no contábamos con ningún registro escrito de cómo se desarrollaba tal escenificación en ésta ciudad, tomamos como ejemplo el tradicional y singular acto de desenclavamiento y descendimiento que se realiza en la iglesia San Juan Bautista de la localidad de Archena, en Murcia, España.

Para esto se hacía necesario contar con la imagen de un Cristo articulado para la escenificación, y cuando mencionamos articulado, es que se trata de una imagen en que una vez retirado los clavos con que se sostienen al madero ambos brazos y los pies del Varón, los miembros superiores caen lentamente hacia abajo - se trata, no cabe duda, de una talla barroca – transformándose en Yacente, para después proceder a la ceremonia de la velación.

Al interior de la iglesia San Pedro de Lambayeque existen cuatro tallas barrocas de Cristo Crucificado, veamos: El Señor de la Exaltación, ubicado en el primer tramo de la nave del Evangelio; El Señor de Ánimas que se encuentra en la hornacina principal del retablo rococó o post-barroco del mismo nombre, ubicado en la nave de la Epístola; el Cristo Crucificado del Altar Mayor y el Señor de la Agonía que se encuentra en la sacristía mayor. Queremos mencionar que todas estas imágenes datan del siglo XVIII.  

Sumémosle a estos el Cristo Yacente que con su respectiva urna sirve de mesa de altar del retablo rococó o post-barroco del Sagrado Corazón de Jesús, ubicado en el muro testero de la nave del Evangelio.

Cristo Yacente. Retablo del Sagrado Corazón de Jesús (Memo Luna, 2017)
Pero como estamos hablando de nuestro Señor Jesucristo muerto en la Cruz, solamente nos quedaban dos imágenes para realizar la escenificación del solemne acto del desenclavamiento y descendimiento y su posterior traslado al Santo Sepulcro: El señor de la Exaltación y el Cristo Crucificado del altar mayor.

Cristo Crucificado. Altar Mayor (Memo Luna, 2017)
El Señor de la Exaltación (Memo Luna, 2014)
Como hemos podido observar no hemos considerado al Cristo Yacente que se encuentra a los pies del retablo del Sagrado Corazón de Jesús, y esto obedece a que la mencionada escultura de madera policromada del siglo XVIII, que fue realizada en un principio como un Cristo Crucificado, se encuentra con los hombros y brazos adaptados previamente para el fin que ahora representa y, por ende, resultaba imposible realizar con Él, el emotivo acto del desclavo y descendimiento.

Ahora, de las dos imágenes seleccionadas: el Señor de la Exaltación y el Cristo Crucificado del altar mayor, el primero de los nombrados era el que reunía todas las condiciones para la realización del solemne acto del desenclavamiento y su posterior conversión en Cristo Yacente, por mantener intactos y en buenas condiciones los antiguos mecanismos que para el fin deseábamos.

Es más los elementos del Señor de la Exaltación, que hacen posible que baje los brazos en el momento de ser desclavados, son muy parecidos, por no decir iguales - guardando las diferencias respecto a la talla - a los que posee el Cristo de la localidad española de Archena. En cuanto al Cristo Crucificado del Altar Mayor, las piezas, lamentablemente, han sido suplantadas por una contemporánea platina de metal sujetada con tornillos.
 
Señor de la Exaltación. Se nota claramente el mecanismo en sus hombros y axilas 


El Cristo de Archena, en Murcia, España
Ahora bien, en cuanto al lugar donde se debían realizar las velaciones (Santo Sepulcro), éste no era otro que la antigua y recientemente restaurada ramada de San Pedro o “Capilla San Francisco de Asís”. Espacio en el cual - como hemos reseñado anteriormente - se realizaba el acto desde el siglo XVIII hasta los primeros años del siglo XX. 

Pero actualmente ésta vieja y magnifica capilla doctrinal ha sido destinada para exponer, las 24 horas del día, el Santísimo Sacramento, con lo cual el rescate de esa antigua tradición religiosa lambayecanaen se hace, hoy por hoy, imposible.

Exposición permanente del Santísimo Sacramento. Capilla "San Francisco de Asís"

                                                                     Bibliografía

CASTAÑEDA MURGA, Juan, ESPINOZA CÓRDOVA, María del Carmen PIMENTEL CARRANZA, Eduardo. Templos virreinales de los valles de Lambayeque. Fondo Editorial USMP. Lima – 2015


LEÓN BARANDIARÁN, Augusto. PAREDES, Rómulo. A golpe de arpa. (Folklore lambayecano de humorismo y costumbres) Ed. de los autores, Lima – 1934.


Fotografía

Guillermo Luna Lorenzo










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