Detalle de la Imagen del Señor de la Exaltación de la Iglesia San Pedro de Lambayeque (Memo Luna, 2014) |
VORÁGINE, J., La leyenda dorada, Madrid
1987, t. II, p. 219.
A fines de marzo, del presente año, publicamos en
nuestra cuenta de Facebook una pequeña nota a la que rotulamos: Viernes
Santo de antaño en Lambayeque. Después de una ligerísima y rigurosa introducción,
en la que recordábamos la importancia de ese día en las celebraciones de Semana
Santa en la liturgia cristiana - pues en él se conmemora la muerte de Cristo en
la Cruz - nos abocamos también a reseñar muy someramente lo que acontecía, ese
día, en la ciudad de Lambayeque a finales del siglo XIX. Teniendo muy en cuenta
que esta fiesta religiosa goza, hasta nuestros días, de gran tradición en esta devota
ciudad. Sobre todo por la variedad de pasos procesionales que salen a la calle
para su veneración y recuerdo de lo acontecido en el ciclo de la Pasión de
Cristo.
Pues bien, en esa oportunidad la atención se centró
principalmente, según tengo entendido, en el inédito y relevante dato que diéramos
a conocer en aquella publicación, Y no era para menos, ya que se trataba de una
vieja costumbre religiosa lambayecana que consistía: en velar la imagen de
un Cristo muerto en el Santo Sepulcro. Vieja tradición, hoy por hoy,
completamente desaparecida en esta ciudad.
Hace algunos años atrás, el arqueólogo e
historiador trujillano Juan Castañeda Murga, tuvo la gentileza de enviarnos
copia del párrafo de un interesante documento colonial que data de 1803,
Instrumento que se conserva en el Archivo Arzobispal de Trujillo (AAT). Después
de su paciente lectura y consecuente verificación, no nos cabía ninguna duda
que el fragmento aludido daba cuenta de un acontecimiento completamente
desconocido, hoy, en el imaginario popular de nuestra ciudad.
Se trata de un acto sacro que se llevaba a cabo a
la medianoche, inmediatamente después que los pasos de la procesión de Viernes
Santo ingresaban a la monumental iglesia San Pedro. En ese momento la efigie
del Cristo Yacente era trasladada al interior de la capilla doctrinal o ramada
de San Pedro, denominada, a partir de 1895, como capilla “San Francisco de
Asís”.
Antigua ramada de San Pedro, hoy Capilla San Francisco de Asís |
En esa ocasión, “Los fieles “en copioso número y
con mucha devoción” velaban el cuerpo encendiendo velas de cera amarilla de
Castilla; y el sábado santo por la noche se realizaba una Vía sacra “muy
solemne en el mismo sepulcro”, cantada a la Virgen de los Dolores;
permaneciendo allí hasta las seis de la mañana del Domingo de Pascua de
Resurrección” (Castañeda
Murga, Espinoza Córdova, Pimentel Carranza O.P., 2015).
No sabemos, hasta la fecha, en qué momento se
perdió esta antigua y hermosa tradición en la generosa y benemérita ciudad de
San Pedro de Lambayeque. Costumbre que hasta las dos primeras décadas del siglo
XX, se conservaba aún en los actuales distritos de Eten y Monsefú.
Augusto León Barandiarán y Rómulo Paredes, en un
artículo titulado Lambayeque ciudad festiva y devota, aparecido en su
libro A Golpe de Arpa, hacen una interesante referencia descriptiva de
las celebraciones que con motivo de conmemorarse la festividad de Semana Santa
se efectuaban a lo largo de toda esa semana en el Lambayeque de finales del
siglo XIX. En uno de los párrafos de dicho artículo podemos observar, en
apretadas líneas y con lujo de detalles, cómo se efectuaba, antaño, la
celebración del Viernes Santo en ésta devota ciudad.
Comentan, los anteriormente citados autores, que en
esa ocasión, en que el ayuno era forzoso en todos los hogares lambayecanos y el
pescado se había puesto por las nubes y no se comía carne; salían solamente
tres andas o “pasos” en Lambayeque – aquí debemos tener en cuenta que las
procesiones se sucedían una tras otra durante toda la semana exceptuando el día
jueves - los pasos de ese día lo constituían: “el Señor del Descendimiento, con
los santos varones vestidos de blanco que eran los encargados de bajar a Jesús
de la Cruz”, “paso” hoy desaparecido; el Señor de la Urna, que no es el que
posesiona actualmente ya que aquel tenía una particularidad muy especial, la de
tener los brazos articulados, con el objeto de poder realizar con Él el acto
del desenclavamiento y su posterior descendimiento. Y como Cristo Yacente se
introducía en su Urna para poder realizar acto de penitencia como El Santo
Sepulcro, y, por último, La Dolorosa, a la cuál le salían lágrimas y se llevaba
el pañuelo a los ojos y cuya anda se detenía frente a la cárcel para que los
reclusos le entonaran una canción “larga, monótona y triste”.
En la pequeña nota que, repito, apareció en
nuestra cuenta de Facebook, y que algún revuelo alcanzo, no colocamos, por
motivo de espacio y algunas circunstancias, lo que poco después de haber
revisado el dato y comprobada su autenticidad nos propusimos realizar
conjuntamente con el P. Edwin Fredy Beltrán García - a la sazón administrador
eclesiástico de la parroquia de Lambayeque - en torno al rescate de esa vieja y
desaparecida faceta de nuestro pasado religioso, cultural y etnológico, la de
velar a Jesús en El Santo Sepulcro,
Y como no contábamos con ningún registro escrito de cómo se
desarrollaba tal escenificación en ésta ciudad, tomamos como ejemplo el tradicional
y singular acto de desenclavamiento y descendimiento que se realiza en la
iglesia San Juan Bautista de la localidad de Archena, en Murcia, España.
Para esto se hacía necesario contar con la imagen
de un Cristo articulado para la escenificación, y cuando mencionamos
articulado, es que se trata de una imagen en que una vez retirado los clavos
con que se sostienen al madero ambos brazos y los pies del Varón, los miembros
superiores caen lentamente hacia abajo - se trata, no cabe duda, de una talla
barroca – transformándose en Yacente, para después proceder a la ceremonia de
la velación.
Al interior de la iglesia San Pedro de Lambayeque existen
cuatro tallas barrocas de Cristo Crucificado, veamos: El Señor de la
Exaltación, ubicado en el primer tramo de la nave del Evangelio; El Señor de
Ánimas que se encuentra en la hornacina principal del retablo rococó o
post-barroco del mismo nombre, ubicado en la nave de la Epístola; el Cristo
Crucificado del Altar Mayor y el Señor de la Agonía que se encuentra en la
sacristía mayor. Queremos mencionar que todas estas imágenes datan del siglo
XVIII.
Sumémosle a estos el Cristo Yacente que con su
respectiva urna sirve de mesa de altar del retablo rococó o post-barroco del
Sagrado Corazón de Jesús, ubicado en el muro testero de la nave del Evangelio.
Pero como estamos hablando de nuestro Señor
Jesucristo muerto en la Cruz, solamente nos quedaban dos imágenes para realizar
la escenificación del solemne acto del desenclavamiento y descendimiento y su
posterior traslado al Santo Sepulcro: El señor de la Exaltación y el Cristo
Crucificado del altar mayor.
Cristo Crucificado. Altar Mayor (Memo Luna, 2017) |
El Señor de la Exaltación (Memo Luna, 2014) |
Como hemos podido observar no hemos considerado al
Cristo Yacente que se encuentra a los pies del retablo del Sagrado Corazón de
Jesús, y esto obedece a que la mencionada escultura de madera policromada del
siglo XVIII, que fue realizada en un principio como un Cristo Crucificado, se encuentra
con los hombros y brazos adaptados previamente para el fin que ahora representa
y, por ende, resultaba imposible realizar con Él, el emotivo acto del desclavo
y descendimiento.
Ahora, de las dos imágenes seleccionadas:
el Señor de la Exaltación y el Cristo Crucificado del altar mayor, el primero de
los nombrados era el que reunía todas las condiciones para la realización del solemne
acto del desenclavamiento y su posterior conversión en Cristo Yacente, por
mantener intactos y en buenas condiciones los antiguos mecanismos que para el
fin deseábamos.
Es más los elementos del Señor de la Exaltación, que hacen posible que baje los brazos en el momento de ser desclavados, son muy parecidos, por no decir iguales - guardando las diferencias respecto a la talla - a los que posee el Cristo de la localidad española de Archena. En cuanto al Cristo Crucificado del Altar Mayor, las piezas, lamentablemente, han sido suplantadas por una contemporánea platina de metal sujetada con tornillos.
Es más los elementos del Señor de la Exaltación, que hacen posible que baje los brazos en el momento de ser desclavados, son muy parecidos, por no decir iguales - guardando las diferencias respecto a la talla - a los que posee el Cristo de la localidad española de Archena. En cuanto al Cristo Crucificado del Altar Mayor, las piezas, lamentablemente, han sido suplantadas por una contemporánea platina de metal sujetada con tornillos.
Señor de la Exaltación. Se nota claramente el mecanismo en sus hombros y axilas |
Ahora bien, en cuanto al
lugar donde se debían realizar las velaciones (Santo Sepulcro), éste no era
otro que la antigua y recientemente restaurada ramada de San
Pedro o “Capilla San Francisco de Asís”. Espacio en el cual - como hemos reseñado anteriormente - se realizaba el acto desde el siglo XVIII hasta los primeros años del siglo XX.
Pero actualmente ésta vieja y
magnifica capilla doctrinal ha sido destinada para exponer, las 24
horas del día, el Santísimo Sacramento, con lo cual el rescate de esa antigua tradición religiosa lambayecanaen se hace, hoy por hoy, imposible.
Exposición permanente del Santísimo Sacramento. Capilla "San Francisco de Asís" |
Bibliografía
CASTAÑEDA MURGA,
Juan, ESPINOZA CÓRDOVA, María del Carmen PIMENTEL CARRANZA, Eduardo. Templos virreinales de los valles de
Lambayeque. Fondo Editorial USMP. Lima – 2015
LEÓN BARANDIARÁN, Augusto. PAREDES, Rómulo. A golpe de arpa. (Folklore lambayecano
de humorismo y costumbres) Ed. de los autores, Lima – 1934.
Fotografía
Guillermo Luna Lorenzo
No hay comentarios:
Publicar un comentario