Ruina y desolación. Eten, 1983 (Fotografía: F. Vallejos) |
Después de las
calamidades sufridas como consecuencia del fatídico fenómeno de “El Niño” del
verano de 1828 – del cual nos hemos ocupado en la entrega anterior - la ciudad
de San Pedro de Lambayeque logró recuperarse, aunque lenta y trabajosamente, de
los daños causados por el nefasto evento en términos de su población. Todo
ello, gracias al denodado esfuerzo de sus moradores, de aquellos, que pese a las
críticas circunstancias, no la abandonaron.
Al final, diríamos, se decretó una expectante tregua entre la naturaleza y el hombre, hijo de ella. En ese lapso - de aproximadamente medio siglo - la ciudad trató por todos los medios de adquirir nuevamente ese esplendor de tiempos idos. Esta intermisión se prolongó por algunos años.
Así, reconstruyó su hospital – levantado en 1840 - y su hermosa capilla, lugar donde se celebraba la fiesta religiosa de Nochebuena; se reedificaron y modificaron, en algunos casos, las castigadas casonas solariegas conforme al gusto imperante en aquella época; se empedraron sus principales calles y enlosaron sus veredas. Abrió sus puertas "La Escuela de la Patria", centro de enseñanza de primeras letras, en el reacondicionado local de la antigua capilla doctrinal o ramada de Santa Catalina. En 1846, se instala en ésta ciudad una imprenta y aparece "El Regulador" el primer diario del Departamento, dos años después sale a la luz "La Estrella del Norte" (1848). Se construyó un hermoso y amplio teatro que fue inaugurado en 1851, considerado uno de los mejores del norte del Perú y al que eran muy aficionados los pobladores de esta ciudad. Las fábricas de jabón - que habían logrado subsistir - trabajaban intensamente; su industria agrícola se vio nuevamente productiva, su sociedad animada (Izquierdo Castañeda, 1986, p. 6).
Al final, diríamos, se decretó una expectante tregua entre la naturaleza y el hombre, hijo de ella. En ese lapso - de aproximadamente medio siglo - la ciudad trató por todos los medios de adquirir nuevamente ese esplendor de tiempos idos. Esta intermisión se prolongó por algunos años.
Así, reconstruyó su hospital – levantado en 1840 - y su hermosa capilla, lugar donde se celebraba la fiesta religiosa de Nochebuena; se reedificaron y modificaron, en algunos casos, las castigadas casonas solariegas conforme al gusto imperante en aquella época; se empedraron sus principales calles y enlosaron sus veredas. Abrió sus puertas "La Escuela de la Patria", centro de enseñanza de primeras letras, en el reacondicionado local de la antigua capilla doctrinal o ramada de Santa Catalina. En 1846, se instala en ésta ciudad una imprenta y aparece "El Regulador" el primer diario del Departamento, dos años después sale a la luz "La Estrella del Norte" (1848). Se construyó un hermoso y amplio teatro que fue inaugurado en 1851, considerado uno de los mejores del norte del Perú y al que eran muy aficionados los pobladores de esta ciudad. Las fábricas de jabón - que habían logrado subsistir - trabajaban intensamente; su industria agrícola se vio nuevamente productiva, su sociedad animada (Izquierdo Castañeda, 1986, p. 6).
Se construyó una hermosa
alameda en la parte Sur de la ciudad, con sus hileras de frondosos árboles y a
la que los pobladores de esta ciudad denominaron “Waddigton”, en homenaje al
ingeniero chileno que la proyectó y ejecutó, el Sr. Carlos Waddigton, vecino de
ésta ciudad. La Alameda abarcaba todo el terreno denominado después "Tiro al
Blanco", en su lugar se levanta hoy la Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo. Se
colocaron hermosos faroles para el alumbrado de algunas de sus principales
arterias, y se instaló en la única torre del lado Sur de su iglesia un
monumental reloj de factura inglesa, obsequiado, en 1862, por el filántropo
lambayecano don Manuel Salcedo Peramás. En 1869, aparece el periódico "El Liberal" (Ibíd.).
Sin embargo, este espacio de tiempo estuvo también salpicado por momentos de tensión e incertidumbre. Por un lado su seguridad se mantuvo amenazada - de cuando en cuando - por el retumbar de los tambores de las cruentas guerras civiles que enlutaron el país (periodo en que el Perú cayó en manos de los que habían trabajado por la independencia), y, por el otro, la amenaza latente del recurrente fenómeno asesino. En cuanto a éste último, veamos algunos ejemplos.
Los copiosos aguaceros registrados en el verano de 1837, causaron el desborde de las aguas de su temperamental río. Esto ocasionó la ruina total de la otra mitad del populoso barrio indígena de “La Otra Banda”, situado al norte de ésta ciudad y que milagrosamente se había salvado con la inundación de 1828. De esta nativa población, fundada en las dos últimas décadas del siglo XVIII, con el nombre de Nuestra Señora de la Purisima Concepción, solo quedaron algunas maltratadas casas del denominado callejón de San José. Concurrido espacio donde los lambayecanos de aquella época iban, en tropel, a degustar su famosa y espumante chicha de jora de dos cocidas y a degustar los suculentos y exquisitos piqueos.
El historiador y geógrafo peruano Mariano Felipe Paz Soldán y Ureta, en su "Atlas Geográfico del Perú", aparecido en 1865, inserta un plano de la ciudad de Lambayeque, levantado, según Carlos J. Bachmann, antes de 1845 por el sargento mayor de ingenieros don Gregorio de la Rosa. En opinión del matemático, ingeniero, fisíco y políglota tucumano don Federico Vidarreal Villareal, el plano fue levantado poco después de 1828 (Bachmann, 1921, p. 321).
Al parecer, ambos personajes se equivocaron en sus apreciaciones. Ya que en el plano topográfico figura el "Teatro" de ésta ciudad, y sabemos que éste se comenzó a construir en 1850 - en el terreno que albergara el antiguo Tambo del pueblo de Lambayeque - y se inauguró en 1851 (Izquierdo Castañeda, 1994 - 1995, p. 39). Sin embatgo es interesante observar en el plano el cause del viejo río Lambayeque, cuya "caja" atravezaba, por aquella época, toda la actual calle "Miguel Baca Matos", y abarcaba también - más al Norte - las calles "Juan Manuel Iturregui" y "Libertad". A ésta última calle, se le denominaba antiguamente "arrabal de Vulcano" o simplemente "Vulcano".
Plano de la ciudad de Lambayeque, levantado a mediados del siglo XIX |
En el verano de 1866, se presentaron fuertes precipitaciones pluviales en la región, más no se registró ninguna inundación en la ciudad de Lambayeque. Bachmann nos dice que en esa oportunidad:
[…] volvió a desbordarse la gran acequia de Chiclayo, cuyos estragos no tuvieron la magnitud que en la catástrofe anterior – se refería al fatídico “Niño” del verano de 1828 – debido, sin duda, a que las aguas abrieron cause un poco al Sur de la ciudad (Lambayeque), por la zanja de la Alcantarilla o San Carlos, cause que desde tiempos antiguos estaba obstruido por las arenas viajeras” (Bachmann, 1921, pp. 315, 316).
Cosa que no ocurrió con
la presencia del recurrente fenómeno, aunque moderado, en el verano de 1867. Año en que su río
salió de “madre” o “caja” e inundó buena parte de la zona Norte de la
población.
En 1868, se encontraba de paso por la ciudad de Lambayeque el sabio italiano Antonio Raimondi y anotaba en su libreta de campo:
En 1868, se encontraba de paso por la ciudad de Lambayeque el sabio italiano Antonio Raimondi y anotaba en su libreta de campo:
“La población de Lambayeque tiene en el río
que la baña su ruina y su sentencia de muerte, hallándose amenazada casi todos
los años con inundaciones; y se cuentan casos en que el agua ha invadido una gran
parte de la ciudad (Raimondi, 1874, p. 330).
El catastrófico fenómeno de “El Niño” de 1871, en
Lambayeque
Llegamos así, al verano de 1871. Año en que el
pacifico pacto entre la naturaleza y el medio se quebró de nuevo.
Efectivamente, como consecuencia de la recurrente ocurrencia de un terrible fenómeno
de “El Niño” en nuestro litoral, se presentaron lluvias torrenciales y la
consecuente inundación de la ciudad de Lambayeque.
En nuestra afanosa búsqueda de información, tuvimos la suerte – hace ya algunos años atrás - de tener a la vista un inédito, viejo y amarillento ejemplar del periódico lambayecano “El Liberal”, su fecha 1 de abril de 1871. Éste se encontraba muy deteriorado por el tiempo y era propiedad de un cercano amigo, residente en la capital, De la paciente lectura de algunos de los párrafos que de él pudimos rescatar, podemos darnos una clara idea de lo que realmente significó para la ciudad de Lambayeque, el fatídico evento del verano de 1871.
Historiemos juntos éste trágico suceso.
En nuestra afanosa búsqueda de información, tuvimos la suerte – hace ya algunos años atrás - de tener a la vista un inédito, viejo y amarillento ejemplar del periódico lambayecano “El Liberal”, su fecha 1 de abril de 1871. Éste se encontraba muy deteriorado por el tiempo y era propiedad de un cercano amigo, residente en la capital, De la paciente lectura de algunos de los párrafos que de él pudimos rescatar, podemos darnos una clara idea de lo que realmente significó para la ciudad de Lambayeque, el fatídico evento del verano de 1871.
Historiemos juntos éste trágico suceso.
Dadas las
alarmantes noticias que el Gobierno Central recibía de parte de las autoridades
lambayecanas, resolvió enviar a la ciudad de Lambayeque una comisión evaluadora
compuesta por los señores B. Helguera, Antonio Salinas, Carlos Marzo y el
ingeniero Kindle. Dicha comisión desembarcó en el puerto de Pimentel, a las
diez de la mañana del 1 de marzo de 1871. Inmediatamente, al día siguiente de
su arribo, enviaban al Ministro de Gobierno, Policía y Obras Públicas una
extensa nota que en uno de sus párrafos decía:
“No han sido infundadas, señor Ministro, los
temores que abrigaba el Gobierno por el estado de la provincia de Lambayeque.
Sin haber adquirido todavía un conocimiento exacto de la situación, podemos
asegurar a US.(sic) que la magnitud de los males causados por la inundación y
de las que aún deben esperarse como inevitable consecuencia, nos ha causado
dolorosa sorpresa…la ciudad, que es lo único que por ahora hemos visitado, no
padece sino ruinas en casi todos sus contornos. Más de trescientas casas están
completamente derrumbadas” (El Liberal, 1871).
El informe de los evaluadores termina con la
siguiente acotación:
“Según
hemos podido juzgar el plan de futura defensa para la población es un problema muy
difísil (sic), que necesita serios estudios para los cuales no se prestan hoy
los terrenos invadidos por las aguas. El Gobierno, que en tan delicado asunto
debe usar la prudencia necesaria, puede reservarla para una oportunidad mas
favorable” (sic) (Ibíd.).
Por su parte el subprefecto de la provincia de
Lambayeque don Pedro C. Vizcarra, en comunicación dirigida al prefecto del
Departamento le hacía saber que había mandado formar estacadas en los
lugares bajos de la población con el fin de impedir el desborde de las aguas:
[...] todo esto sin
perjuicio de enviar también US. un ingeniero que proyecte la canalización de
los ríos de esta ciudad y los desagues que deben tener, para evitar en lo
posterior desgracias como la que hoy lamentamos" (sic) (Ibíd.).
El tráfico en ese fatal verano se realizaba
utilizando botes y balsas proporcionados por Pedro José Cárpena, a la sazón,
gobernador del puerto de San José, y Valentín Fry, vicecónsul de Inglaterra en
Lambayeque. Estos medios de transporte eran conducidos por fornidos y curtidos
hombres de mar, oriundos del mencionado puerto.
Es por todo lo antes mencionado que se dice que el fenómeno de
"El Niño" del verano de 1871, es el evento que más ingratos recuerdos
dejó en la memoria de los habitantes de la ciudad de Lambayeque en el siglo
XIX, pues se convirtió en una verdadera catástrofe.
Tales fueron sus devastadores efectos que el diario
"El Comercio" de Lima, en su edición del 15 de abril de 1871, daba
cuenta de lo sucedido de la siguiente manera:
"Lambayeque ha quedado
reducido a tres cuadras útiles: las demás están en ruinas. La Iglesia yace
maltratada, y el Colegio destruido. Los vecinos han emigrado todos. Viven en
los médanos cercanos, en donde han construido rancherías provisionales"
(Cf. Diario El Comercio de Lima, abril de 1983).
Ricardo Miranda Romero, en su Monografía del
Departamento de Lambayeque, escribe:
“En efecto, en febrero y
marzo de ese año, cayeron lluvias de excepcional violencia y duración en toda
la costa del Perú y hasta 100 Km. al interior, que causaron ruinas y estragos
en todas partes. Pero donde mayores pérdidas ocasionaron fue en Lambayeque,
pues las aguas, considerablemente aumentadas por las avenidas del interior y
por las fuertísimas y prolongadas lluvias, salieron de madre e inundaron campos
y ciudad, causando inmensa ruina” (Ob. Cit., 1927).
Por su lado, el fraile dominico Ángel Menéndez Rúa,
anota:
“El trece de Marzo del año
1871 a las nueve de la noche, el agua del río que inundó Lambayeque entraba en
la Plaza de Armas e Iglesia Matriz. Este edificio fue el que más ha sufrido con
las lluvias, pues se desplomaron las dos bóvedas que ocupan ambas sacristías.
En 1872 y 1873 fueron reconstruidas por los artesanos del lugar Dn. Manuel
Siancas y Dn. Valentín Carrión”. (Menéndez Rúa, 1935: p. 95).
El mismo Menéndez Rúa, da cuenta de una solicitud
enviada al Gobierno Central, el 6 de julio de 1872, por el párroco Dr. Manuel Orbegoso y
algunos moradores de Lambayeque, con motivo de los nefastos perjuicios
ocasionados en la iglesia, a raíz de las torrenciales lluvias y fatal
inundación de 1871. A continuación transcribimos parte de su primer párrafo:
[…] Que por consecuencia
del desborde del río que atraviesa esta capital, causado por la abundancia de
las aguas y lo copiosos de las lluvias, fué inundado el templo y la mayor parte
de los edificios de habitación sin que las providencias y medidas oportunas que
se pusieron en acción pudieran salvarlos de esta catástrofe, pues las aguas que
penetraron en la Iglesia subieron hasta la grada tercera del altar mayor y por
el exterior hasta la altura de dos pies, sobre el piso del atrio, permaneciendo
por más de 48 horas en que fueron absorbidas por la tierra, Estas causas
influyeron no sólo para desnivelar partes principales del edificio, sentándose
las paredes, sino también para el desprendimiento de las bóvedas del altar
mayor, las de las del Santo Cristo y Virgen del Rosario, y últimamente, las
paredes colaterales de ambas sacristías, quedando completamente destruida la
parte principal del Templo” (sic)
(Ibíd.: 1935, pp. 97, 98).
Las caudalosas aguas del
río rebasaron los muros o bordes de tierra que se habían hecho para
contenerlas, tanto al Norte como en el perímetro de la ciudad, pero todo esfuerzo resulto inútil. Justamente en 1870, durante el gobierno del presidente José Balta, se iniciaron los trabajos de abertura de un nuevo brazo del río Lambayeque, obra a cargo del coronel Villabazo.
"Este nuevo cause llamado Río Nuevo, sale del antiguo del río Lambayeque, 600 metros aguas arriba de la ciudad y ha sido cortado casi paralelamente al antiguo y á una distancia de 400 á 500 metros al N. Cuando tuvo lugar la gran avenida de 1871, éste nuevo cause no estaba abierto del todo, y las aguas que corrieron por allí, no encontrando salida, se empozaron, y rebalsando en gran cantidad, hicieron desaparecer en un momento el populoso barrio de indios de la banda del N., al frente de Lambayeque" (Bachmann, 1921, p. 316).
Se sabe que en esa fatídica ocasión, las aguas que inrrumpieron en la ciudad llegaron a tener una altura de un metro diez del suelo al interior del templo:
"Este nuevo cause llamado Río Nuevo, sale del antiguo del río Lambayeque, 600 metros aguas arriba de la ciudad y ha sido cortado casi paralelamente al antiguo y á una distancia de 400 á 500 metros al N. Cuando tuvo lugar la gran avenida de 1871, éste nuevo cause no estaba abierto del todo, y las aguas que corrieron por allí, no encontrando salida, se empozaron, y rebalsando en gran cantidad, hicieron desaparecer en un momento el populoso barrio de indios de la banda del N., al frente de Lambayeque" (Bachmann, 1921, p. 316).
Se sabe que en esa fatídica ocasión, las aguas que inrrumpieron en la ciudad llegaron a tener una altura de un metro diez del suelo al interior del templo:
Tales fueron los daños ocasionados al templo lambayecano que tres años después de la catástrofe, en 1874, el cura Orbegoso se vio en la necesidad de solicitar autorización:
[…] para vender los solares de casas arruinadas por las inundaciones del 71, con el fin de dedicar su producto a las obras de reparación de la Iglesia” (Ibíd.).
El permiso o autorización le fue concedido, al
mencionado cura, en ese mismo año de 1874.
Menéndez Rúa, nos dice que al refaccionar la iglesia por dentro, a raíz de los daños ocasionados en ella por los temblores de 1928, desapareció la señal puesta en uno de los pilares laterales de la nave central con esta inscripción: “Hasta aquí llegaron las aguas el 71” (Ibíd.).
El mismo fraile dominico nos relata que “desde la señal al suelo medía un metro diez centímetros de alto”. En esa ocasión “las casas quedaron desiertas” y pagaban los dueños “a familias humildes para que se sirvieran de sus viviendas y se las cuidaran en vez de cobrar alquiler por las mismas” (Ibíd.).
Plaza de Armas de Lambayeque, al fondo la iglesia San Pedro (Enrique Brüning. Primera década del siglo XX) |
Bibliografía consultada
BACHMANN, Carlos J. Departamento
de Lambayeque. Monografía Histórico – Geográfica. 1921. Imprenta Torres
Aguirre, Lima.
Diario el COMERCIO de Lima. Un día como hoy.
Abril de 1983.
EL LIBERAL. Periódico editado en Lambayeque. Abril,
1871. Propiedad particular.
IZQUIERDO CASTAÑEDA, Jorge. El otoño de Lambayeque.
Suplemento Dominical del Diario “La Industria” de Chiclayo, 1986.
IZQUIERDO CASTAÑEDA, Jorge. El desaparecido
Teatro de Lambayeque. Revista "Calle Real". Órgano del Patronato
de Lambayeque. Diciembre de 1994 - Febrero de 1995. Jhesta Grafica S. R. L.
Jesús María - Lima.
MENÉNDEZ RÚA, Ángel. Boceto Histórico de la
Iglesia de Lambayeque. Imprenta La Gaceta. Lambayeque - 1935.
MIRANDA ROMERO, Ricardo A. Monografía General
del Departamento de Lambayeque. Talleres Tipográficos “El Tiempo”,
Chiclayo, 1927.
PAZ SOLDÁN Y URETA, Mariano Felipe. Atlas
Geográfico del Perú. Tomo III, 1865.
RAIMONDI, Antonio. EL PERÚ. Tomo I. Parte
Preliminar. Imprenta de la Rifa N° 58. Por J. Enrique del Campo. Lima – 1874.
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