Calle Junín en escombros. Eten 1983. F. Vallejos |
“El
mayor conocimiento de El Niño ha llevado a la conclusión de que hoy los
meteorólogos no están en condiciones de predecirlo con antelación”.
Tomás Unger.
En pasados siglos nuestra
región y en especial la ciudad de San Pedro de Lambayeque, soportaron la devastadora
presencia del cíclico o recurrente fenómeno de “El Niño”, con una periodicidad
impresionante. Los años de 1701, 1720, 1728 y 1791, en el siglo XVIII, y los de
1828, 1871, del bienio de 1877-1878 y 1895, en el siglo XIX, figuran en los anales de la nuestra incipiente
historiografía regional como los más desastrosos. Las alteraciones
producidas por la corriente de “El Niño” en el bienio de 1925-1926, en el bienio de 1982-1983,
y en el bienio de 1997-1998, fueron las más catastróficas de las ocurridas en
el siglo XX.
Ésta fue, a todas luces, una de las principales causas del paulatino éxodo de pobladores denominados “notables” - por su vasto poder económico - de la ciudad de Lambayeque en el siglo XIX. Algunas de estos personajes eran descendientes directos de aquellas acaudaladas familias que optaron por trasladarse a ésta ciudad luego de abandonar la Villa de Santiago de Miraflores de Saña, fundada en 1563 y arrasada por un Niño asesino el 15 de marzo de 1720.
Los copiosos aguaceros y las fatales inundaciones doblegaron, al final, el espíritu de aquellas “copetudas” familias que con su impulso forjaron el “evocador” y tradicional paisaje urbano de ésta, hogaño, generosa y benemérita ciudad. Espacio nutrido de hermosas casonas solariegas del que hasta hace algún tiempo atrás se vanagloriaban, con cierta nostalgia, los viejos lambayecanos.
Ésta fue, a todas luces, una de las principales causas del paulatino éxodo de pobladores denominados “notables” - por su vasto poder económico - de la ciudad de Lambayeque en el siglo XIX. Algunas de estos personajes eran descendientes directos de aquellas acaudaladas familias que optaron por trasladarse a ésta ciudad luego de abandonar la Villa de Santiago de Miraflores de Saña, fundada en 1563 y arrasada por un Niño asesino el 15 de marzo de 1720.
Los copiosos aguaceros y las fatales inundaciones doblegaron, al final, el espíritu de aquellas “copetudas” familias que con su impulso forjaron el “evocador” y tradicional paisaje urbano de ésta, hogaño, generosa y benemérita ciudad. Espacio nutrido de hermosas casonas solariegas del que hasta hace algún tiempo atrás se vanagloriaban, con cierta nostalgia, los viejos lambayecanos.
Sin embargo, sabemos que una
primera e importante emigración de “vecinos principales”, ya se había producido
poco tiempo después de que las fuertes lluvias y una pavorosa inundación
asolaran el pueblo de Lambayeque en el verano de 1791.
El coronel Manuel
Casimiro Bonilla Castro, natural de Eten, en su conferencia Llampallec, nos dice:
“Lambayeque por su situación geográfica vio
marchitarse su Florencia. Las aguas del Taymi que con el riego de sus vastos
campos le habían producido esplendor durante todo el siglo XVIII y el primer
cuarto del XIX, amenazáronla en 1791 y la devastaron en 1828” (sic). (Bonilla Castro, 1920, p. 215)
Es precisamente de ese último
caluroso y devastador verano de 1828, del que trataremos brevemente en esta
entrega. En realidad un fenómeno de “El Niño” catalogado de “Muy Fuerte” por
los especialistas. Para esto, hemos tomado como fuente de primera mano el artículo que publicáramos en 1986, en el Diario “La Industria” de Chiclayo, bajo
el título: Las lluvias de 1828 en
Lambayeque. Veamos.
LAS
LLUVIAS DE 1828 EN LAMBAYEQUE
Había venido desempeñando
el cargo de subprefecto de la provincia de Lambayeque el coronel Rafael Saco
Oliveros, hermano del prócer de la independencia de Lambayeque coronel Pascual Saco
Oliveros, pero una súbita enfermedad (?) lo alejó repentinamente del cargo.
Ante esta situación y
atendiendo un clamoroso pedido de Saco, la prefectura con sede en la ciudad de
Trujillo y a cuya cabeza se encontraba el general Luís José de Orbegoso y
Moncada, nombró en su reemplazo al coronel José María Raygada y Gallo, natural de la
ciudad de Piura, que se encontraba en Lambayeque al mando del regimiento
“Húsares de Junín”.
Raygada, se había
incorporado a las fuerzas patriotas después de plegarse al movimiento
emancipador efectuado en Piura el 4 de enero de 1821, donde inmediatamente asumió
la dirección de las fuerzas revolucionarias con el grado de Subteniente de
Cazadores. Concurrió a la batalla de Pichincha (24/5/1822), estuvo presente en
la batalla de Zepita (25/8/1,823). Ascendido a Sargento Mayor participó en las
decisivas acciones de Junín (6/8/1824), Colpahuayco (3/12/1824) y Ayacucho
(9/12/1824). Hizo la campaña que el general Antonio José de Sucre dirigió sobre
el Alto Perú, a fin de reducir al general español Pedro Antonio de Olañeta Marquiegui. Hasta aquí su
foja de servicios al momento de asumir el cargo de subprefecto de la provincia de Lambayeque.
Todo parece indicar que a
este ilustre militar de brillante actuación - como veremos más adelante - en la
salvación de la amenazada ciudad de Lambayeque, no le pareció nada bien el
sorpresivo alejamiento de Rafael Saco. Así lo deja entrever en el párrafo de una
nota dirigida a la prefectura, en la que manifiesta que dicho coronel […] se encontraba más preocupado en salvar
su persona, su familia y pertenencias con motivo de la inundación”. Casos y
cosas de nuestros “patricios” (Izquierdo Castañeda, 1986, p. 2).
José María Raygada y Gallo |
Con fecha 21 de febrero de 1828, y a instancias de la prefectura del departamento, el coronel Raygada convocó a una reunión de emergencia a las autoridades y vecinos principales en el local de la Municipalidad de Lambayeque. El asunto a tratar: salvar a la población de la inminente inundación que la amenazaba. Después de ardua y, por momentos, acalorada deliberación, dos vecinos principales de la ciudad ofrecieron franquear de su propio peculio la suma de 500 pesos para la obra que había meditado el ingeniero Alberto Bronsson (?), con la calidad de ser reintegrados en su totalidad de los fondos de la caja municipal.
Con estos emolumentos se comenzó
a construir una enrejada en “Huaca Tendida”, situada al noreste de la ciudad, con
la intención de impedir el avance de las aguas. Dicha enrejada cumplió en buena
parte su cometido, ya que por esos días la ciudad debería estar reducida a
escombros por la fuerza que presentaban las aguas contra su estructura.
El 10 de marzo, el
coronel Raygada informaba a la Prefectura:
“Dicha
enrejada no ha tocado en su conclusión por haberlo estorbado caudalosas
corrientes que aparecen, pero – anotaba optimista – tan luego que su naturaleza
consienta el primer descanso, continuara la obra hasta su totalidad, venciendo los obstáculos que a ellos se opongan”
(el subrayado es nuestro) (Ibíd., 1986, p. 2).
El investigador Guillermo
Figueroa Luna, da cuenta de una carta dirigida el 14 de
marzo por el prefecto de Trujillo, general Luís José de Orbegoso, al
subprefecto de Lambayeque. O sea cuatro días después de haber recibido el
informe de Raygada sobre los acontecimientos en Lambayeque. En ella el prefecto
manifestaba:
“He
sido instruido de las medidas que adoptó para salbar esa ciudad de la ruina que la amenasaba con motivo de la abundancia de
las aguas…Yo espero pues que V.D. perfeccione la obra que para el efecto
emprendió, y lo ponga a cubierto de todo peligro, y como conozco su carácter y
actividad estoy confiando en el buen resultado” (sic) (Figueroa Luna, 1996, p. 4).
Luís José de Orbegoso y Moncada |
Pero lamentablemente llegó
el fatídico día. El 16 de marzo de 1828, la ciudad de Lambayeque fue invadida
por una impetuosa corriente del río que saliendo “de madre” o “caja”, inundó la
parte septentrional de la población. Torrenciales lluvias arruinaron la casa
municipal y, en horas de la noche, una horrorosa tormenta sorprendió a los
habitantes con relámpagos, truenos y rayos.
El fenómeno El Niño de
1828, tuvo un gran impacto en la costa del Perú, afectando principalmente las
ciudades de Trujillo, Lambayeque y Piura. En el Calendario y Guía de Forasteros de Lima para el Año de 1829,
publicado por el Cosmógrafo Mayor doctor José Gregorio Paredes, se hacen referencias
a lo ocurrido en la provincia de Lambayeque, veamos algunos párrafos:
"Los
estragos que padecieron la ciudad de Lambayeque y su provincia son
verdaderamente lamentables […] Una parte de la ciudad fue inundada por las
aguas desbordadas del canal Tayme…el resto de ella quedó aislado estropeado y a
trechos demolido por una copiosa e incesante lluvia de cuatro días” […] el
conductor de correos llegó a la casa administración (de Lambayeque se
entiende) embarcado en una balsa que hubo
de tomar desde dos leguas antes de la población y los consternados habitantes
iban a asilarse a las huacas y médanos de arena” […] La ciudad de Saña, antigua
capital de la provincia, Olmos, y Pacora fueron destruidos, y Mórrope, Eten,
Reque, San Pedro, Chiclayo y otros varios pueblos sufrieron casi la misma
suerte con pérdida incalculable de las casas, oficinas, ganados y cementeras” (sic) (Cf. Rocha Felices, 2016, p. 8).
Carlos J. Bachmann, en su obra: Departamento de Lambayeque. Monografía Histórico-Geográfica, escribe:
"En 1828 las avenidas desbordaron el río por el Este y una nueva inundación destruyó una parte de la población y casi la otra banda, que así se llamaban los barrios que estaban al N. del río..." (Ob. Cit.: 1921, p. 214).
Carlos J. Bachmann, en su obra: Departamento de Lambayeque. Monografía Histórico-Geográfica, escribe:
"En 1828 las avenidas desbordaron el río por el Este y una nueva inundación destruyó una parte de la población y casi la otra banda, que así se llamaban los barrios que estaban al N. del río..." (Ob. Cit.: 1921, p. 214).
Ricardo Miranda Romero,
en su Monografía General del Departamento de Lambayeque, nos dice que la ciudad de Lambayeque:
[…] fue invadida por una impetuosa
corriente del río que saliendo de madre
invadió la parte septentrional de la población. Lluvias torrenciales
derrumbaron la casa del Ayuntamiento, y en la noche, una horrorosa tormenta
sorprendió a los habitantes, con relámpagos, rayos y truenos espantosos. Se
cuenta que en una extensión de más de dos leguas en contorno (aproximadamente
10 kilómetros) de lo que había sido Lambayeque se navegaba en botes y balsas” (Ob. Cit.: 1927)
Y como si esto fuera poca
cosa el 30 de marzo, siendo la una y diez de la tarde, un terremoto de una
duración de 29 segundos acabó de arruinar Lambayeque. Miranda Romero, agrega:
[…] las circunstancias de haber mediado
pocos días entre la inundación y el terremoto, hizo pensar a muchos que entre
el fenómeno meteorológico y el fenómeno sísmico existió relación” (Ibíd.).
Ahora bien, con fecha 23
de marzo de 1828, siete días antes del aludido terremoto, el coronel Raygada
había enviado a la Prefectura del Departamento, un detallado informe sobre los
desgraciados acontecimientos del día 16 de marzo, en la ciudad de Lambayeque.
Histórico documento que a la letra reza:
Histórico documento que a la letra reza:
PREFECTURA
DEL DEPARTAMENTO
23
de Marzo de 1828
“El 16 del corriente recibí un parte
comunicándome que el río Taymi en Ferreñafe, había roto su cauce superior al de
ésta ciudad, y descendido sobre él cuya unión amenazaba grave perjuicio a este
vecindario. En efecto, las crecientes que de contado se advirtieron fueron tan
grandes que inundaron íntegramente el otro lado del puente, destrozando las
tierras y chacaras (sic)
situadas en su terreno, y el caudal de
aguas que había manifestaba que no solo debía tocar por aquel punto sino al de
la población…En tan criticas circunstancias, y estar el ingeniero Dn. Alberto
Bronsson gravemente enfermo, se hallaba la ciudad en peligro por la inercia de
sus vecinos representativos é indolencia popular que no permitía resolver un
arbitrio capaz de su salvación. Sin embargo se reunió el Cabildo á tratar de
las materias, y se tocaron las campanas para que compareciese el pueblo, y el
primero chocando en opiniones diferentes no acordaron cosa alguna remediable en
el conflicto, y el segundo a pesar de los tambores y campanas con que se les
provocaba a la reunión, nadie comparecía a prestar sus servicios.
Centralmente me mantuve yo entre tanto que
la municipalidad como representante del pueblo salvaba mi responsabilidad en
las providencias que expidiese en su acuerdo en favor de la ciudad; más
convencido al fin que ésta Corporación por más diversos sentimientos, no
adoptaba medios interesantes, yo no podía ser indiferente a la destrucción de
un pueblo que se me había confiado, pero restringidos mis conocimientos en
razón de que no profeso la hidráulica me consulte con algunos imparciales, y
por ellos dispuse dar un corte por la parte de unos médanos que aunque tendía
en perjuicio de infinitas chacras, éstas siempre lo sufrían aún sin tal
operación, y yo lograba llamar la fuerza del agua por un costado de la ciudad.
Para realizar esta providencia tuve que denudar el sable y salir personalmente
por las calles, acompañado de muchos vecinos principales, obligando a los
hombres concurriesen al trabajo, que al fin pude conseguir, y mediante el cual
ha conservado hasta hoy el centro de la ciudad, pues todo su círculo está
tomado por el río, y destruidas las calles que forman el contorno.
Instruido ya V.S., del estado actual en que
nos hallamos por ésta parte, es preciso sepa también por otra los incalculables
perjuicios que han causado los aguaceros en ésta provincia la que toda ya en la
totalidad de su ruina, porque sus cementeras, producciones y cosechas, han sido
disueltas por las lluvias y aún los acopios depositados en las casas, han
corrido igual suerte por su destrucción. Las haciendas y campiñas se han
inundado como los tránsitos, y las poblaciones de Ferreñafe, Olmos, Motupe,
Jayanca, Monsefú, Eten y Chiclayo han perdido muchísimas casas, esperando las
que existen otro ataque de aguacero para tocar su último exterminio. Ignoro el
estado en que se halla San Pedro, pero probablemente no debe haber escapado del
mal. Doble fracaso padece ésta ciudad, porque aun cuando su centro no sea
invadido por el rio es irresistible a la lluvia que va venciendo por todas
partes sus edificios, siendo en esto un testimonio la casa del Cabildo que
ocupo, de cuya parte en ruinas escapé felizmente”. (Izquierdo Castañeda, 1986, p. 2).
Hace algunos meses atrás,
mi dilecto amigo el bibliófilo y bibliógrafo chiclayano Miguel A. Díaz Torres, me proporcionó la
copia – que insertamos a continuación - de una inédita e interesante fotografía que registra la ceremonia realizada en la ciudad de Lambayeque con motivo de la Jura de
la Bandera el 7 de junio de 1828. Al extremo derecho de la fotografía podemos
apreciar una histórica vista del antiguo local de la Municipalidad Provincial
de Lambayeque; edificio que fuera construido en las dos últimas décadas del siglo XIX.
Éste
inmueble vino a suplantar al primitivo local de dos pisos y magnifico balcón de
madera construido en el siglo XVIII, y que como hemos visto en el informe presentado por el
subprefecto coronel José María Raygada, se arruinó como consecuencia de las torrenciales lluvias del
fatídico verano de 1828. Del local de siglo XIX, solamente se
conserva, hasta nuestros días, su portada de ingreso, situada justo en frente de la
puerta de acceso a la iglesia San Pedro de ésta generosa y
benemérita ciudad.
Prosigamos:
Según el Calendario y Guía de Forasteros, en Lambayeque, las fuertes precipitaciones pluviales duraron por espacio de 4 días. El centro de la ciudad se salvó del peligro inminente de una fatal inundación gracias a los denodados esfuerzos del coronel Raygada, pero, desgraciadamente, por efecto de las aguas desbordadas del canal Taymi […] el resto de ella quedó aislado estropeado y a trechos demolido”. En fin, los estragos que padeció la provincia de Lambayeque fueron verdaderamente lamentables.
Según el Calendario y Guía de Forasteros, en Lambayeque, las fuertes precipitaciones pluviales duraron por espacio de 4 días. El centro de la ciudad se salvó del peligro inminente de una fatal inundación gracias a los denodados esfuerzos del coronel Raygada, pero, desgraciadamente, por efecto de las aguas desbordadas del canal Taymi […] el resto de ella quedó aislado estropeado y a trechos demolido”. En fin, los estragos que padeció la provincia de Lambayeque fueron verdaderamente lamentables.
La respuesta de la
prefectura al informe emitido por Raygada, llegó a ésta ciudad cinco días
después, el 28 de marzo. En ella, Orbegoso, manifiesta:
“He
recibido el parte que con fecha 23 del corriente me da V.S. sobre el estado
deplorable que quedado reducida la ciudad…y la catástrofe de varias poblaciones
de la provincia…Yo he mirado con el más grande sentimiento acontecimientos tan
desgraciados… (pero) me prometo tomara V.S. aquellas medidas que estuviesen a
sus alcances”.
En lo que toca a la traslación del
Regimiento húsares de Junín que V.S. jusga (sic) indispensable…el único lugar aparente es
esta ciudad (Trujillo) (Y como) no
puede traer consigo la cavallada (sic), es
de absoluta necesidad sea conducida al poblado de Olmos, en cuya comprensión y
en la parte inmediata del despoblado deben las mismas lluvias haber producido
pastos abundantes” (sic) (Figueroa Luna, 1997. p. 4).
Como
se podrá advertir, la preocupación del prefecto se centraba, más que
todo, en el acopio de recursos y forrajes para la monta del
Ejército - con motivo de la inminente guerra con la Gran Colombia - que
en el
gran problema que aquejaba a la comarca lambayecana, a la cual, sabemos,
en ningún
momento brindo su apoyo.
Se dice también que - una vez pasado el mal tiempo - los poderes públicos hicieron cuanto fue posible para aliviar la situación de ésta ciudad, más todo fue inútil. Los habitantes emigraron habiéndose establecido muchas familias en Chiclayo y otras jurisdicciones, temerosos que se repitiera el fenómeno el siguiente año.
Miranda Romero, anota:
"Como después de la inundación del año 28, no existiera Lambayeque sino en ruinas, fue Chiclayo la residencia obligada de los que venían de fuera, ya como autoridades o como empleados, o ya como simples comerciantes..." (Ob. Cit.: 1927).
Se dice también que - una vez pasado el mal tiempo - los poderes públicos hicieron cuanto fue posible para aliviar la situación de ésta ciudad, más todo fue inútil. Los habitantes emigraron habiéndose establecido muchas familias en Chiclayo y otras jurisdicciones, temerosos que se repitiera el fenómeno el siguiente año.
Miranda Romero, anota:
"Como después de la inundación del año 28, no existiera Lambayeque sino en ruinas, fue Chiclayo la residencia obligada de los que venían de fuera, ya como autoridades o como empleados, o ya como simples comerciantes..." (Ob. Cit.: 1927).
Bibliografía consultada
BACHMANN, Carlos J. Departamento
de Lambayeque. Monografía Histórico – Geográfica. 1921. Imprenta Torres
Aguirre, Lima.
BONILLA CASTRO, Manuel
Casimiro. Llampallec. Boletín de la Sociedad geográfica de Lima. Lima: 1920. T. XXXVI. n° 4, p. 245 - 282.
FIGUEROA LUNA, Guillermo.La Guerra y las Lluvias. Los bélicos
esfuerzos en el aluviónico año de 1828. Suplemento Dominical del Diario “La Industria” de Chiclayo,19/10/1997
IZQUIERDO CASTAÑEDA,
Jorge. Las lluvias de 1828 en Lambayeque.
Diario “La Industria” de Chiclayo. 1986.
MENÉNDEZ RÚA, Ángel. Boceto Histórico de la Iglesia de
Lambayeque . Imprenta La Gaceta. Lambayeque - 1935.
MIRANDA ROMERO, Ricardo
A. Monografía General del Departamento de
Lambayeque. Talleres Tipográficos “El Tiempo”, Chiclayo, 1927.
ROCHA FELICES, Arturo. LAS LLUVIAS DE 1828 EN LA COSTA NORPERUANA.
Marzo 2016.
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