Permitasenos evocar aquellos pasados tiempos que
aún recuerdo rememoraban los viejos lambayecanos, cuando en la esquina de nuestro
querido y bravo barrio, nos contaban que pertenecían a aquella dorada época en que el hígado de res lo
comían los perros, o sancochado y con un poco de ají molido, pero a batán, se daba de
yapa por la compra de una libra de mondongo. Cuando en las mesas de expendio de
pescado del antiguo mercado de abastos se vendía robalo como ahora el jurel o
la caballa, y por su compra se daba de yapa la huevera sancochada. Esos tiempos
en que en el mercado se oía la voz del pregonero anunciar: ¡a dos y media la
libra! ¡a dos y media la libra! o sea: dos reales y medio la libra de
exquisita y no contaminada carne de res.
Como
no recordar el famoso choloque, que antaño servía para pintarse el pelo de
negro, lavar la ropa del mismo color, hacer collares y rosarios, jugar a las
bolas, que con el tiempo fueron sustituidas por las canicas de cristal. Los
choloques también servían para, ensartados en un delgado alambre de metal,
aprender a contar, y, por último, como apodo para designar a un hombre de
color. La higuera (higuerilla) cuyo aceite natural se empleaba para sustituir a
la brillantina o el “aceitillo”, tan usada por nuestros hombres del campo cuando
asistían a la misa dominical, y, porque no, cuando asistíamos, también, a
cortarnos el cabello donde los hermanos don Juan y Leoncio Temoche Cartagena.
El jaboncillo de monte, que se encontraba a orillas del río y las acequias que circundan nuestra ciudad, se utilizaba para lavar la ropa. Nacía y se expandía como enredadera, al igual que la flor de arena o patita de rana, que también se expande como enredadera y hasta hoy se utiliza como efectivo diurético. La época en que los trompos y boleros se adquirían donde el maestro carpintero don Venceslao Valiente. Las hermosas y duraderas puertas de fina madera de cedro se realizaban donde el maestro Elías Flores (alías Pinchirrila), y también donde el Sr. Acosta (alías Chancaca). Tierra de eximios talladores como el maestro Sr. Martel (alías Jalisco) y don Lisandro Pasco, aquel que reconstruyo, en su totalidad, el retablo neobarroco de San Antonio de Padua, ubicado en la nave de la Epístola en la iglesia San Pedro de nuestra ciudad. No nos olvidemos también de don Benjamín Guerrero Cortez, armero, herrero, tornero, mecánico, en fin, un maestro en carpintería metálica.
Tiempos aquellos en que las jaranas, de mediados del siglo pasado, eran animadas por guitarras elaboradas por el maestro Lalopu, el banyo de don Fermín Mogollón, la pianola de don Calín Gamarra y don Samuel en la batería o el charango. Después aparecería el trio "Naylamp", compuesto por: Anaximandro Fernández, Pedro (Perico) Siancas Balarezo y Fermín Mogollón.
El jaboncillo de monte, que se encontraba a orillas del río y las acequias que circundan nuestra ciudad, se utilizaba para lavar la ropa. Nacía y se expandía como enredadera, al igual que la flor de arena o patita de rana, que también se expande como enredadera y hasta hoy se utiliza como efectivo diurético. La época en que los trompos y boleros se adquirían donde el maestro carpintero don Venceslao Valiente. Las hermosas y duraderas puertas de fina madera de cedro se realizaban donde el maestro Elías Flores (alías Pinchirrila), y también donde el Sr. Acosta (alías Chancaca). Tierra de eximios talladores como el maestro Sr. Martel (alías Jalisco) y don Lisandro Pasco, aquel que reconstruyo, en su totalidad, el retablo neobarroco de San Antonio de Padua, ubicado en la nave de la Epístola en la iglesia San Pedro de nuestra ciudad. No nos olvidemos también de don Benjamín Guerrero Cortez, armero, herrero, tornero, mecánico, en fin, un maestro en carpintería metálica.
Tiempos aquellos en que las jaranas, de mediados del siglo pasado, eran animadas por guitarras elaboradas por el maestro Lalopu, el banyo de don Fermín Mogollón, la pianola de don Calín Gamarra y don Samuel en la batería o el charango. Después aparecería el trio "Naylamp", compuesto por: Anaximandro Fernández, Pedro (Perico) Siancas Balarezo y Fermín Mogollón.
No olvidar las tradiciones retretas dominicales, las famosas chicherías,
motejadas de anecdóticos nombres, que pululaban en nuestra ciudad. Los viejos
sastres y costureras. Las surtidas tiendas de los chinos. Los "maestros" zapateros, que se esmeraban en dejar como nuevos nuestros viejos "chusos" de verdadero cuero, después de haberles colocado hasta la tercera suela corrida. Los ojalateros y los viejos médicos que nos sanaban con jarabes elaborados por ellos mismos. Los famosos "hueseros" y "curanderos", Los maestros albañiles, o alarifes, diestros tanto en el manejo del adobe con mortero de barro, como el ladrillo con mortero compuesto de yeso, cal y arena de río (lavada), los vibrantes partidos de futbol en el antiguo "Campo de Tiro al Blanco", etc., etc.
Los vinos y vinagres de los hermanos Descalzi. La fábrica
de gaseosa del Sr. Añi, abuelo de nuestro reputado periodista Gonzalo Añi
Castillo y Los famosos jabones de Chu Fon Chung (Chufón) que se adquirían en la
tienda de los hermanos Varillas, en la antigua calle de “Chancay”, hoy “Francisco
Bolognesi”. Don Martín Varillas Sarrín, tronco de esta familia en nuestra
ciudad, fue un acaudalado talabartero. Los piscos y vinos “Huerequeque”, etc.,
etc.
Sería interesante, lo
hemos intentado más de una vez, tratar sobre la industria del jabón en
Lambayeque, ya que tiene muy antigua data y fue un ramo muy próspero. A finales del siglo XVII, y sobre
todo en el siglo XVIII, existieron en Lambayeque muchas tinas de elaborar jabón
y curtir pieles. Miles de cabezas de ganado cabrío se beneficiaban en este
viejo pueblo para, con su grasa, elaborar el jabón. Las pieles se curtían y con
ellas se elaboraban los famosos cordobanes, suelas, correas, monturas y
zapatos, amén que su sabrosa carne se degustaba en un suculento "cabrito con
arroz arverjado" acompañado de su infaltable puré de zapallo loche.
Cuanto por rememorar. Nosotros estamos del todo concientes de que nos hemos quedado cortos. Sin embargo, creemos que con su inalorable apoyo sera motivo de otra entrega.
Ahora bien, en esta oportunidad recordemos también una de las conmemoraciones religiosas más antiguas y emblemáticas de esta ciudad, de la cual se tiene noticia documentada: La Semana Santa de finales del siglo XIX, en Lambayeque. Veamos:
Semana
Santa de antaño en la ciudad de Lambayeque
Semana Santa en Lambayeque. Proseción de Viernes Santo, 1920 (Colección: Miguel Ángel Diaz Torres) |
No cabe duda que la
festividad de Semana Santa en Lambayeque es uno de los más importantes
acontecimientos que se produce cada año en esta generosa y benemérita ciudad,
tanto desde el punto de vista religioso, como cultural y turístico. Esta
relevante celebración del mundo cristiano se ha ganado en Lambayeque, a través
de los años, una significativa resonancia regional y últimamente, podemos
asegurar, ha traspasado sus fronteras, por lo que los organismos competentes deberían
declararla como “Interés Turístico del Norte del Perú”.
Así como en cada rincón
del mundo católico esta festividad toma o adquiere diversas expresiones según
la tradición y costumbres locales, así también las celebraciones de Semana
Santa en Lambayeque tuvieron, en otro tiempo, variadas características y
podríamos afirmar que son las llamadas “procesiones”, que representan una
escena significativa de la pasión de Jesucristo, las que se convirtieron en
protagonistas indiscutibles de la Semana Santa en esta devota ciudad norteña.
Hace poco más de una
centuria atrás se daban en esta localidad múltiples procesiones y
manifestaciones de piedad cristiana con motivo de esta festividad.
Convirtiéndose la ciudad de Lambayeque, en esos días, en punto de peregrinación
de toda la región. Hagamos juntos un breve recuento.
El
Domingo de Ramos
En la liturgia cristiana,
el Domingo de Ramos es el primer día de la Semana Santa. En el mismo se
conmemora la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén montado sobre un asno, en
medio de una multitud que lo aclamaba como el Hijo de Dios, siguiendo la
narración del Evangelio de San Marcos. Con esta festividad se da inicio a la
Semana Santa. Su fecha varía cada año.
El Domingo de Ramos se
celebraban tres procesiones en esta ciudad. La primera en horas de la mañana,
en la cual salía el Señor montado en un borriquito que era paseado por el cerco
perimetral de almenillas, alrededor del atrio de la Iglesia. Salía por la puerta
del “Perdón” que da a la antigua calle de “San Sebastián”, hoy calle “Bolívar”,
aquella que mira a la Plaza de Armas “27 de Diciembre” de esta ciudad, e
ingresaba por la puerta principal o de la “Esperanza”, con frente a la antigua
calle “del Cabildo”, después “San Roque”, hoy calle “2 de Mayo”. “Una vez que
la procesión salía, se cerraban todas las puertas de la Iglesia, con el fin de
que fuera tocada la de San Roque y se simulara, de esta manera, la entrada en
Jerusalén” (Augusto León Barandiarán, Rómulo Paredes. “A Golpe de Arpa”.
Folklore lambayecano de humorismo y costumbres. Edición de los autores. Lima
1934).
El Señor del Palmo (1945) |
El Señor del Palmo o el Señor del Borriquito, en su recorrido a la iglesia parroquial de Lambayeque (Memo Luna,1982) |
En horas de la noche del
mismo Domingo de Ramos salía otra procesión la del Señor del Huerto. Una imagen
de regular tamaño de Jesús, solo, de pie, orando, en un anda de madera
“profusamente adornada con palmas, ficus, flores y frutos”, simulando, no cabe
duda, el huerto de Getsemaní. Le seguía el anda de los apóstoles y en ella
Pedro en actitud de cortarle la oreja a Malco”. Las imágenes de Pedro y Malco
de este antiguo “paso” han desaparecido con el correr de los años. Estas andas
las cargaban los hombres del pueblo y las seguían el cura y una banda de
músicos de la localidad.
El Señor del Huerto (Memo Luna, 2017) |
Primer día conmemorativo
de Pasión y Muerte. Cristo empieza a padecer y los festejos y alegrías dejadas
por las flores, las palmas y los ramitos de olivos del domingo empezaban a
desaparecer. El Lunes Santo la celebración litúrgica católica recuerda el
pasaje de la Unción en Betania, donde vivía Lázaro a quien Jesús había
resucitado de entre los muertos. María tomó una fibra de perfume de nardo,
auténtico y costoso, le ungió al Señor los pies y se los enjugó con su
cabellera, tal y como lo refleja el Evangelio de San Juan.
En este día salía en
andas por las calles de la ciudad San Juan el Novelero, “que lo preparaba el
sacristán y lo acompañaban y cargaban los muchachos”. Con un intervalo de tres
a cuatro cuadras le seguía el Señor del Prendimiento. Aquí, lo curioso del caso
consistía en que la imagen del Señor del Prendimiento o de Jesús en el Monte de
los Olivos se encontraba rodeado de imágenes de judíos y Judas, “barbudo y mal
encarado, con la cabeza baja y la mirada medrosa, acercándose a dar el beso
traidor de la venta”. De las efigies que representaban a los judíos y a Judas
Iscariote, no queda hoy rastro alguno. A este paso le seguía también el Señor
del Huerto.
Martes
Santo
Continúan las
celebraciones de la Semana Santa cristiana. La traición de Judas y el papel de
éste centran las reflexiones de la lectura del Evangelio de San Juan, que se
lee en la ceremonia litúrgica en este día. Así mismo se anuncian las Negaciones
de Pedro.
Antaño, en este día, salían
las siguientes procesiones: San Juan el Novelero, el Señor del Prendimiento, el
Señor de la Columna, le seguía Pilatos en actitud de lavarse las manos y su
mujer, cerca al dosel de su marido. Rómulo Paredes nos da una leve descripción
del “Paso” procesional del Señor de la Columna, tal vez de mediados del siglo
XIX, veamos: “…consistía en una imagen de Jesús, con el torso desnudo y las
manos amarradas a una columna, y un judío con un azote en la mano derecha y el
brazo en alto en actitud de agredir”.
La escultura del Señor de la Columna es,
no cabe duda, la que aún constituye uno de los once pasos de la tradicional
procesión de viernes Santo en esta ciudad, la imagen del judío portando el
azote ha desaparecido desde hace mucho tiempo atrás víctima, tal vez, del paso
inexorable del tiempo y el ataque de los Xilófagos.
Conservamos una fotografía
de los años sesenta del pasado siglo y en ella podemos observar que la imagen del
judío fue reemplazada por una lograda escultura dieciochesca, realizada en
madera policromada y ojos de cristal, del apóstol San Pedro. Representado como
un hombre ya maduro con la pierna izquierda de rodillas y la derecha flexionada
hacia delante; con notable pérdida de cabello en la parte superior del cuero
cabelludo (calvicie), con mechón de pelo rizado y ondulado sobre la frente,
el ceño fruncido, la frente con visibles arrugas, las cejas ralas; la cabeza
inclinada hacia arriba. Los ojos arrepentidos de los que se desprenden gruesas
lagrimas pintadas como suplicando perdón por haberlo negado tres veces; nariz
recta y pronunciada, pómulos acusados, barba bífida, rizada y ondulada; la boca
entreabierta deja traslucir un único diente superior. La cabeza y tórax
ligeramente inclinados hacia la derecha, con el brazo de ese lado flexionado
hacia arriba, el brazo izquierdo flexionado hacia adentro y a la derecha y las manos cruzadas en actitud orante,
apoyando la mejilla derecha en la mano izquierda. No cabe duda es una imagen de
retablo de ¾ de cuerpo.
Miércoles
Santo
La primera parte de la
Semana Santa cristiana llega a su fin con la celebración del Miércoles Santo.
En este día salían en la
ciudad de Lambayeque las siguientes procesiones: San Juan el Novelero, el Señor
del Huerto, el Señor del Prendimiento, el Señor de la Columna, Pilatos y Jesús
Nazareno, de pie y con corona de espinas, la Verónica, sujetando en sus manos
un lienzo que representaba la faz del Señor, y la Virgen Dolorosa. Con este día
comenzaba la verdadera Semana Santa o Semana de Pasión.
Jueves
Santo
La liturgia católica
contempla en este día la celebración de la denominada Misa Crismal, en la que
los obispos de las distintas Diócesis proceden a la bendición del denominado
Santo Crisma, que será utilizado durante el año para los Bautismos, en la
confirmación y en el Orden Sagrado, el Óleo de los Enfermos, que se utiliza en
la unción de los enfermos, y el Óleo de los Catecúmenos, que se utiliza en el
Bautismo junto con el Crisma.
Junto a las celebraciones
litúrgicas del Jueves Santo, desfilaban en ese día: San Juan el Novelero, el
Señor del Huerto, el Señor del Prendimiento, el Señor de la Columna, Pilatos,
Jesús Nazareno, la Dolorosa, la Verónica, el Señor de las Siete Caídas o de los
“Siete pasos”, que consistía en la imagen de Jesús con la Cruz a cuestas,
dotado de resortes para hacerlo caer, efectivamente, en cada una de las siete
estaciones, y a Simón el Cirineo ayudándolo a soportar el pesado madero. La antigua imagen de Cirineo ha desaparecido desde hace mucho tiempo atrás y al haberse deteriorado, por el paso tiempo, el complicado mecanismo de resortes de la imagen de Jesús Nazareno, este ya no cumple con esta función desde las primeros años del pasado siglo. En este día desfilaban también: el Señor de la
Agonía, imagen de Cristo clavado en la Cruz, el Señor de la Caña, arruinado
completamente por un voraz incendio en el 2000 y, por último el paso de la
Cena, enorme anda con Jesús y sus doce apóstoles sentados alrededor de una
mesa.
El Señor de la Caña (Memo Luna, 1982) |
En una vieja fotografía
captada por el lente de H. Brüning, se puede apreciar las efigies de Jesús y
sus doce apóstoles presidiendo un peculiar Monumento levantado a principios
del siglo XX en el altar mayor de la Iglesia lambayecana.
A mediados del mencionado
siglo y por iniciativa del fraile dominico Miguel Matamala Ortiz, a la sazón
párroco de la Iglesia, se confeccionó un impresionante y elegante Monumento,
elaborado en finas telas de terciopelo color “concho de vino”; recientemente ha
sido remodelado gracias a la colaboración de la feligresía lambayecana, se
expone en este mismo día de Jueves Santo con la misa de la institución de la
Eucaristía y el Sacerdocio.
El Santísimo queda en
custodia en un antiguo sagrario que tiene la figura de un pelícano de madera
forrado enteramente en plata piña, colocado en la hornacina principal del
retablo mayor hasta el Sábado de Gloria en que se celebra la Vigilia Pascual.
El pelícano es el símbolo de la Eucaristía y de la entrega de Jesús. Recoge la
creencia de que este animal alimentaba sus crías con su propia sangre, que
extraía de su pecho con el pico.
El
Miércoles, el Jueves y el Viernes Santo se realizaban las
temidas tinieblas, acto en el cual se cerraban las puertas y ventanas de la iglesia, se apagaban todas las luces y se sonaban con palos y piedras, las
bancas; se arrastraban cadenas, fierros y se hacían sonar tablas y matracas.
Desde el Jueves Santo, que habían “muerto” las campanas, no se salía a la
calle, no se hacía bulla, y se cuenta – narra Rómulo Paredes – que en algunas
casas los chicos no podían reír ni los mayorcitos jugar; las locomotoras no
sonaban sus silbatos y todo era recogimiento y tristeza. Pobre de aquel
pequeñuelo o jovencito que se atreviese a salir a juguetear, a hacer bromas, a
regañar o a hablar en voz alta siquiera.
El Viernes Santo
El Viernes Santo es uno
de los principales días de la liturgia cristiana, pues en él se conmemora la
muerte de Cristo en la Cruz. En los oficios del día se conmemora de una manera
sobria y solemne la Pasión de Cristo. Se lee el relato completo de la Pasión
según San Juan (Sermón de las tres horas). Luego tienen lugar las peticiones,
hechas de manera solemne por la Iglesia, el Papa, los clérigos, fieles,
gobernantes e incluso por los no católicos, los judíos y los ateos. Después
tiene lugar la veneración de la Cruz. Terminada esta parte, se procede a
distribuir la Comunión a los fieles con las Hostias reservadas en el monumento
el día anterior (Jueves Santo). El Viernes y el Sábado Santos son los únicos
días del calendario litúrgico católico donde no se celebra la Misa, en señal de
luto por la muerte del Señor.
En esta ocasión, en que
el ayuno era forzoso en todos los hogares; el pescado se había puesto por las
nubes y no se comía carne; salían solamente tres andas en el Lambayeque de
ayer: el Señor del Descendimiento, con los santos varones vestidos de blanco
que eran los encargados de bajar a Jesús de la Cruz, “paso” hoy desaparecido;
el Señor de la Urna, que no es el que procesiona actualmente ya que aquel tenía
una particularidad muy especial, la de tener los brazos articulados, con el
objeto de poder realizar con Él el acto del desenclavamiento y su posterior
descendimiento. Y como Cristo Yacente se introducía en su Urna para poder
realizar acto de penitencia como El Santo Sepulcro, y, por último, La Dolorosa,
a la cuál le salían lágrimas y se llevaba el pañuelo a los ojos y cuya anda se
detenía frente a la cárcel para que los reclusos le entonaran una canción
“larga, monótona y triste”.
Capilla de Nuestra Señora de Dolores o La Dolorosa en la iglesia de Lambayeque (Memo Luna, 1998) |
Sábado de Gloria
Día de la Semana Santa en
el que los cristianos conmemoran a Jesús en el sepulcro y su descenso al lugar
de los muertos. Una vez que ha anochecido, tiene lugar la principal celebración
cristiana del año: la Vigilia Pascual. Este es el día de espera litúrgica por
excelencia, de espera silenciosa junto al sepulcro: el altar está desnudo, las
luces apagadas; pero se respira un ambiente de fervorosa espera llena de paz y
cargada de esperanza.
El Sábado Santo no salía
ninguna procesión. El menú casero variaba, con la reaparición de la carne
después de dos días de suspensión. A las 9 de la mañana “resucitaban” las
campanas que habían “muerto” el Jueves Santo, a la hora de la misa, usándose
solamente, en ese tiempo, la perturbadora matraca, que anunciaba la realización
de todos los oficios y que portaba por las principales calles algún mayordomo.
Ese día la gente se retiraba a dormir temprano.
Domingo de Resurrección
En la madrugada de ese
día la Misa de Resurrección. Luego a las seis de la mañana salían dos
procesiones. Por la puerta principal o de la “Esperanza”, aquella que da a la
antigua calle de “San Roque” hoy calle “2 de Mayo”, salía el anda de la
Dolorosa, con rico manto negro, y por la puerta del “Perdón”, que mira a la
Plaza de Armas de esta ciudad, Jesús Resucitado, vestido con una especie de
trulla, con una banda roja, que le cruzaba el tórax, y la mano derecha en alto,
portando una bandera roja, adornada con lentejuelas. Esta procesión se mantiene
hasta nuestros días casi sin ninguna variante. Madre e hijo, después de rodear
la plaza se encuentran, en la mitad del recorrido, frente al local del Casino
Civil Militar de Lambayeque, haciéndose, ambas imágenes, tres ceremoniosas
venias.
Domingo de Resurrección. El Encuentro (1992) |
La Dolorosa o Virgen de la Aurora |
La imagen de la Dolorosa
o Virgen de la Aurora, es “de vestir” o “de candelero”, data de finales del
siglo XVIII y su autor es anónimo, mide 129 cm. de altura. Solamente la cabeza,
brazos y manos articuladas están tallados en madera policromada, posee ojos de
cristal. A la imagen se le presenta con un rostro sereno, de mujer joven, no
coincidiendo la representación con la edad que debía tener María cuando se
realizó el encuentro con Jesús resucitado. Posee una frente amplia y despejada,
finas cejas que en buena parte han perdido su color castaño claro, ensoñadores
ojos de cristal con el iris color castaño, diminutas pestañas pintadas, nariz
recta, labios cerrados, barbilla redondeada y una papada destacada, los brazos
flexionados a la altura de la cintura y hacia su pecho, con las manos abiertas
y los dedos ligeramente flexionados. El ovalo del rostro enmarcado por un velo
de color blanco transparente, que deja traslucir una cabellera corta, pintada
de color castaño oscuro, y el lóbulo de los pabellones auditivos. La
encarnadura de tono pálido adquiere tonos rosados en mejillas labios y
barbilla. Viste túnica y manto de color blanco, ciñe su cintura un grueso
cíngulo de tela plateada y dorada. Para la procesión se la viste con un manto
de color negro. Realizado el feliz encuentro, una jovencita vestida de blanco
sube al anda de la Dolorosa y le quita el manto de riguroso luto, para
reemplazarlo por un rico manto de color celeste cielo adornado con motivos
florales elaborados en finos hilos dorados, en prueba de que el duelo ha
terminado, hasta el siguiente año.
Desde siempre y durante
la Semana Santa la población lambayecana preparaba, y aun prepara, potajes
especiales para estos días de recogimiento y oración, entre los que destacan la
guitarra guisada, el cebiche, el chinguirito, pepián de pava, manías, frito,
boda de pato, nacidos y otros platos tradicionales más. Todos ellos elaborados
por experimentadas manos culinarias de la localidad, cuya sazón ha rebasado sus
fronteras. Por todo esto la ciudad de Lambayeque se ha convertido en la
“Capital Gastronómica del Norte del Perú”. Y qué decir de sus exquisitos
dulces, como las centenarias empanaditas de “ña Millán” y los famosos alfajores
(King Kong), delicias del paladar más exquisito.
Excelentísima reseña. Tuve alguna la vez la oportunidad de leer la "Antología de Lambayeque" de César Toro Montalvo en la biblioteca de mi colegio y siempre me quedó en el recuerdo cuando leía acerca de las famosas "tinieblas". Que gusto me da recordar lo leído y con detalles. Saludos.
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