No cabe duda que la historia de las Sociedades Benéficas en el Perú tiene antigua data, pues las encontramos en la etapa colonial o virreinal. Este solo hecho las convierte en las instituciones más antiguas de todas las que posteriormente surgieran en el Perú republicano. La influencia hispana no solo trajo la religión, sino también el ejercicio de prácticas filantrópicas caritativas, claro reflejo de la expansión de esta.
En el Perú, a pocos años de la invasión y conquista española, se forman grupos humanos que ejercen, de muto propio, labor de beneficencia, de amor al género humano, de dedicarse a hacer el bien a los que carecen de lo más necesario, y es través de estos grupos que se canaliza la solidaridad y ayuda a los enfermos y necesitados. Dicho de otro modo, se convierten en vehículos de expresión de la solidaridad humana y de ayuda al prójimo, de esa población que ahora llamamos en riesgo o vulnerable.
Ya en el siglo XVI, con ocasión de la firma de la capitulación de Toledo, el 26 de julio de 1529 - suscrita por la reina de Castilla, Aragón y Navarra Juana I, llamada “la loca”, aprobando la capitulación concedida por su hijo Carlos V a Francisco Pizarro para la conquista y población del Perú - se hizo mención a la necesidad de fundar una entidad benéfica en nuestro país, cuando en sus considerandos números 20 y 21 expresa:
20. Otrosí, que haremos merced y limosna al ospital que se hiziere en la dicha tierra, para ayuda al remedio de los pobres que a ella fueren, de cient mill maravedís, librados en las penas de la Cámara de la dicha tierra.
21. Ansí mesmo, de vuestro pedimento e
consentimiento de los primeros pobladores de la dicha tierra, dezimos que
fazemos merced, como por la presente la fazemos, a los espitales de la dicha
tierra, de los derechos de la escobilla e relaves que oviere en las fundiciones
que en ella se hizieren, e dello mandaremos dar nuestra Provisión en forma. (sic).
La Capitulación de Toledo firmada el 26 de julio de 1529.
Como acabamos de ver, una de las primeras medidas adoptadas en esta tristemente,
por otros motivos, famosa Capitulación, fue la de disponer la construcción de
hospitales, por tal motivo es posible afirmar que la obra de las Beneficencias
se inició en estas instituciones.
La actual ciudad de San Pedro de Lambayeque fue fundada a mediados del siglo XVI, en sitio cómodo y aparente, rodeado de tierras fértiles, bañado por las aguas de un rio, hoy desaparecido, espacio circundado por extensos médanos o dunas de arenas movedizas y cambiantes que servían para protección de los fuertes vientos alisios o del sur, brindando, a su vez, cierta calidez en el invierno, y, sobre todo, el pueblo de San Pedro de Lambayeque fue fundado, en su actual asiento, a voluntad y satisfacción del cacique principal, de los pachacas principales y los representantes de la nobleza nativa local.
A lo largo de todo lo que resta del siglo XVI, no se ha podido ubicar documento o instrumento alguno que nos dé razón de la existencia de un hospital en este, otrora, primitivo pueblo de “San Pedro de Lambayeque”, así su denominación original.
Como hemos visto anteriormente, cuando los españoles fundaban ciudades, villas y pueblos en el nuevo mundo, en casi todos los casos se reservaba un terreno para la construcción de un hospital. En Lambayeque es muy difícil, casi imposible, encontrar referencias de la existencia de un centro hospitalario en el siglo XVI, debido a la carencia absoluta de fuentes de tan temprana época en los archivos públicos, eclesiásticos y de las Sociedades de Beneficencia Pública de nuestra región. En síntesis: no contamos, hasta la fecha, con una data histórica respecto a la existencia de un hospital en el pueblo de Lambayeque para el mencionado siglo.
Los datos sobre la existencia de un establecimiento para diagnóstico y tratamiento de enfermos, ósea de un hospital en esta ciudad, los encontramos en documentos de finales del siglo XVII y principios del siglo XVIII. También en manuscritos sueltos que revisara el fraile dominico Ángel Menéndez Rúa, y los insertara en su libro Boceto Histórico de la Iglesia de Lambayeque, aparecido en 1935.
Así tenemos que, en 1683, se menciona el reconocimiento de un censo o gravamen, algo así como una hipoteca colonial, que dice: […] para el hospital de este Pueblo de Lambayeque”. En otro documento fechado en 1688, se hace mención al hospital de Lambayeque en estos términos: […] han de pagar los dichos indios un real y medio de a ocho, para el hospital de su repartimiento”.
En 1689, Félix de Parres, padre jesuita, escribe la Relación de las Misiones Jesuitas de Saña y Lambayeque, dirigida al Provincial Francisco Xavier, en esta Relación, De Parres, escribe: “Assi llegamos al grande y numeroso pueblo de Lambayeque, distante 40 leguas de este colegio…Ay en esta ciudad un hospital, que esta a cargo de los religiosos de San Juan de Dios…” (sic) (Torres, s/f.). Y, por último, en 1719, se registra un censo de 400 pesos, impuestos […] a favor del hospital de Lambayeque”.
De todo lo expuesto se deduce existió un hospital en Lambayeque, tal vez, desde mediados del siglo XVII y principios del siguiente siglo, a cargo de la Orden Hospitalaria San Juan de Dios, orden mendicante católica fundada en 1572, por discípulos de San Juan de Dios. La nefasta y cíclica presencia del fenómeno El Niño, muy fuerte, en los aciagos veranos de 1720 y 1728, echarían por los suelos las primitivas estructuras de este primigenio nosocomio lambayecano, denominado Hospital Real de San Carlos. Desgraciadamente no hemos podido ubicar, hasta el momento, ningún instrumento que nos permita dar con la exacta ubicación de este antiguo hospital lambayecano.
Otra prueba irrefutable de su existencia lo constituye el informe firmado por los curas de las cuatro capillas doctrinales o “ramadas”, como la denominaban los aborígenes, fechado el 24 de octubre de 1786, cuando, como veremos más adelante, ya estaba fundado el flamante hospital de Nuestra Señora de Belén. En uno de los párrafos del citado instrumento se lee lo siguiente: “El Hospital que existía en este pueblo hace poco más de cuarenta años”. Prueba irrefutable de la existencia de un hospital en el pueblo de Lambayeque, con más antigüedad que el hospital fundado por la Orden de los Betlemitas.
Ahora bien, ante la carencia de un hospital en el pueblo de San Pedro de Lambayeque, que velase por la salud de los pobladores, se elevan sendos recursos, peticiones y memoriales, tanto al virrey como también al rey. En ellas no se hace ni la más leve mención al desaparecido hospital de naturales de este pueblo.
El segundo hospital de esta ciudad fue construido gracias a una petición del corregidor don Carlos Vigil Ramírez de Miranda, en 1778.
El 3 de agosto de ese mismo año, los Asistentes Generales de Lima, con
intervención del fiscal de
El 2 de julio de 1780, se expide una Real Cédula, firmada por el Rey Carlos
III, por la que se aprueba la fundación de un hospital en Lambayeque, el que
debe ponerse a las órdenes de los Religiosos Betlemitas.
El rey Carlos III de España
Las torrenciales lluvias y fatal inundación que asolaron esta ciudad en el verano de 1791, arruinaron en gran parte las estructuras del nuevo hospital que, por su situación, al noroeste de la ciudad y en la vera misma de su temperamental rio, fue presa fácil de las aguas desbordadas. Reconstruido en parte y a duras penas, las inundaciones del verano de 1815, nuevamente volvieron a causar serios daños a las estructuras del hospital. No cabe duda, la naturaleza le había impuesto su fatal destino en la historia.
El antiguo y desaparecido hospital Belén de Lambayeque, se encontraba ubicado en el espacioso terreno donde hoy se levanta una dependencia militar en la calle Charles Sutton, justo a un costado, e inmediato, a la orilla de su, ahora, desaparecido río. Para más detalles en la zona comprendida hoy por la calle José Gálvez (antes del Puente) y su prolongación hasta la calle Baca Matos (antiguo cauce del desparecido río de Lambayeque), de Sur a Norte. Y la prolongación Baca Matos y prolongación Iturregui; concretamente: el sector Oeste de la calle José Gálvez. Su extensión era de 283 varas de frente por 123 varas de fondo.
En 1819, don Joaquín de
Joaquín de
El historiador de la República Dr. Jorge Basadre, nos dice: “consumada
El 17 de junio de
Luis José de Orbegoso y Moncada Galindo
En torno al “Acta de fundación” de la Sociedad de Beneficencia de
Lambayeque
Aunque de ninguna manera se trata del “Acta de Fundación” de la Sociedad de Beneficencia Pública de Lambayeque, por cuanto ésta no ha sido ubicada hasta el momento y, por lo tanto, se supone permanece extraviada, existe un viejo documento que hace referencia, no al día y mes en que fuera creada dicha institución benéfica, ni siquiera indirectamente como sostienen algunos estudiosos, sino al año y al nombre del artífice de esta obra y, de paso, a los miembros de su primera junta directiva.
El expediente lleva por título: Poder de la Junta de Beneficencia Pública de Lambayeque a Don Manuel Salcedo. Se encuentra escrito en papel de medio real, sello sexto, para los años de 1836 – 1837.
A continuación, la copia literal del citado poder, veamos:
“En la ciudad de Lambayeque, a los diez
días del mes de mayo de mil ochocientos treinta y seis. Ante mi el Escribano
público de Gobierno, Guerra e Hipotecas y testigos, parecieron los señores, don
José Andrés Delgado; don Diego José de Lynch, Cura y Vicario de
“República Peruana- Comandancia General y
Subprefectura de
Después de la paciente lectura del documento, podemos argumentar, ahora, que éste constituye el Acta fundacional de la Sociedad de Beneficencia Pública de Lambayeque, evidentemente que no, de ninguna manera.
Lo que si podemos sostener es que el artífice de la creación, en el año de 1836, de la denominada “Junta de Beneficencia de Lambayeque” germen fructífero de la actual Sociedad de Beneficencia Pública de esta generosa y benemérita ciudad, fue el coronel del Ejército Peruano don Pedro Nolasco Cisneros de la Torre, a la sazón comandante militar y subprefecto de la provincia de Lambayeque.
Coronel Pedro Nolasco Cisneros de la Torre
El coronel Pedro Nolasco Cisneros de la Torre, de padres de nacionalidad española, nació en la ciudad de Lima el 31 de enero de 1803. Fue un destacado militar y político peruano. Estuvo presente en las gloriosas batallas de Junín y Ayacucho (1824) Llego a ostentar el grado de general de brigada del Ejército del Perú. Fue prefecto de diversos departamentos; miembro de la Junta Provisional de Gobierno del Cuzco (1843); ministro de Guerra del Perú (1850-1851); senador por Junín y presidente del Senado del Perú (1851). Era ya anciano, pero no dudó en volver al servicio cuando la patria lo requirió; fue así como luchó en el combate del Callao o del Dos de Mayo, librado contra la Escuadra Española en 1866.
Al estallar la Guerra del Pacífico, se mostró presto para contribuir en la defensa de Lima, encargándose del entrenamiento de la Guardia Nacional. Ocupada Lima por los chilenos, apoyó al alcalde Rufino Torrico en sus esfuerzos por obtener garantías para la población. Dejo de existir el 9 de diciembre de 1893, a la avanzada edad de 90 años. Todo un personaje.
También podemos deducir, que su primer presidente lo fue el Dr. don José Andrés Delgado Fernández de la Cotera, hijo
legitimo del licenciado don José Andrés Delgado y Gardea, abogado de las reales
Audiencias de Lima y Quito y de doña Clara Fernández de la Cotera y Duran, hija
legitima, a su vez, de don Pedro Fernández de la Cotera
El primer presidente de la Beneficencia de Lambayeque, nació en esta
ciudad, en la hermosa y solariega casona virreinal que hoy conocemos como casa “De
la Cotera” o "Casona Descalzi”.
José Andrés Delgado Fernández de la Cotera (Colección: García Echevarría)
Permítasenos también lanzar una hipótesis de trabajo, porque no aspira a más,
y es en el sentido de que particularmente creemos ya existía, tal vez, desde antes
de 1836, una sociedad benéfica en esta ciudad. Los documentos antes mencionados
parecen probarlo. La presencia, como miembro de
El 17 de septiembre de 1836, mediante Decreto expedido por el Protector de
Andrés de Santa Cruz y Calahumana
El 28 de octubre de 1848, Se dicta el primer Reglamento Orgánico, para las Sociedades de Beneficencia de provincias. Debían componerse dichas entidades de cinco individuos en cada capital. Eran funciones de ellas; cuidar de los establecimientos piadosos; velar sobre los hospitales y sobre la inversión de sus rentas; reivindicar los bienes caídos en manos ajenas; edificar cementerios o administrar los existentes. Estas juntas estaban subordinadas a la autoridad política, en este caso al subprefecto de cada provincia.
En 1850, tras minucioso inventario, pasaron enseres y rentas, el pasivo y
el activo del arruinado hospital, a
Ante el incesante clamor del vecindario lambayecano porque se restituyera “una casa de misericordia”, un hospital en su ciudad, la Junta de Beneficencia optó por construir dicho edificio en el terreno, que para tal fin había donado en su testamento del acaudalado terrateniente don Pedro de Estela. Se trataba del espacio que ocupara la desaparecida tina de elaborar jabón “Nuestra Señora del Rosario”, de su propiedad. Que viene a ser el terreno que actualmente ocupa el Hospital “Nuestra Señora de Belén” en esta ciudad, propiedad de la Sociedad de Beneficencia Pública de Lambayeque.
La presencia del recurrente fenómeno El Niño, muy fuerte, de los veranos de 1866, 1871 y 1878, arruinaron en parte las primitivas estructuras de este hospital. A raíz de esto se quiso trasladar el hospital a sitio más seguro, pero sin éxito.
En sesión de directorio del 5 de agosto de 1885, por Decreto Supremo
expedido el 20 de julio de ese año se pasaron los fondos de
Gracias al tesonero celo del tesorero de
Bernardino Salcedo Peramás
El 02 de noviembre de 1889, mediante Ley expedida por el Gobierno del
general Andrés Avelino Cáceres, se encarga a la Beneficencia la administración
de los bienes de las cofradías, archicofradías y congregaciones de ese género.
El 02 de octubre 1893, durante el gobierno del presidente constitucional Remigio Morales Bermúdez, se emite una Ley que define una nueva estructura de las beneficencias y las caracteriza como públicas o particulares. La de Lambayeque se ubica entre las primeras.
Algunos años después, por Resolución Suprema dictada el 21 de agosto de
1896, bajo el gobierno de Nicolás de Piérola Villena, se ponía en conocimiento
de la ciudadanía en general que la administración de los cementerios
correspondía única y exclusivamente a las sociedades de Beneficencia. Desde esa
fecha la Sociedad de Beneficencia Pública de Lambayeque es poseedora del
terreno que alberga el cementerio “El Ángel” de esta ciudad y corre con su
administración.
Nicolás de Piérola Villena
Un año antes, en el verano de 1895, el cementerio de esta ciudad había sido arruinado totalmente por las torrenciales lluvias y sobre todo por la inundación de las aguas que fueron desviadas más al norte de lo que fuera el molino Mocce, propiedad del Sr. Sebastián Oneto Dall'Orso, para proteger tanto el molino como la ciudad de una inminente inundación.
La familia Cartagena, de vasta raíz lambayecana, muy devota y dotada de un alto espíritu de servicio, a la par de estar muy bien relacionada con los principales elementos de la sociedad, se encargó de organizar el trabajo de levantar el arruinado cementerio. Para esto contó con el desinteresado apoyo del pueblo, que no percibió ningún jornal sino solo el alimento, y de las principales autoridades de la localidad. Tal fue el entusiasmo generado en la población que, al año siguiente, en horas de la mañana del 2 de noviembre de 1896, se inauguraba el cementerio.
En esa fecha se trasladó desde la iglesia San Pedro de esta ciudad la magnífica efigie, de madera policromada y ojos de vidrio, de Cristo Yacente, colocado en una elegante urna de madera cerrada de lunas trasparentes. En esa oportunidad también se inauguró la moderna capilla, con sus torrecillas campanario, y oratorio.
Como toda institución
El desinteresado, constante y arduo trabajo, a que se sometieron los miembros de esta junta reorganizadora, logró recuperar la imagen de la alicaída institución, destacándose entre estos el filántropo lambayecano Sr. Bernardino Salcedo.
Tan es así que pocos años después, la noche del 28 de julio de 1905, inaugura su flamante sede institucional. En el local que para este fin había donado diez años antes en 1895, don David Doig, miembro integrante del directorio de la Beneficencia de Lambayeque. Por aquellos años las sesiones del directorio se realizaban, por turno, en cada una de las casas de sus integrantes. El emblemático local se ubicaba en una de las esquinas de la plaza de armas de esta ciudad, a un costado del Casino Civil y Militar de Lambayeque.
Al día siguiente, el Diario “El País” de la ciudad de Chiclayo, daba cuenta
de la construcción e inauguración del nuevo local para el funcionamiento de las
oficinas de
[…] el acto revistió las mayores solemnidades,
habiendo asistido la corporación mencionada (los miembros del directorio de
Al dar cuenta de este acto que dice muy bien de la sociedad de Beneficencia de Lambayeque, cumplimos con felicitarla…”
En esa memorable ocasión, en su discurso inaugural, trascrito en el mismo
Diario chiclayano, el Dr. Baltazar Lamonja, a la sazón presidente de
“La virtud sublime de la caridad fue la que dio origen a las beneficencias, y por esta razón no solo los Gobiernos ilustrados sino todos los hombres de nobles sentimientos y de ideas elevadas prestan su decidido apoyo a instituciones de esta naturaleza, cuyo fin primordial es el amparo a los desvalidos, cuyas dolencias cura a la vez que trata de mitigar sus penas.
Para llenar debidamente tan importante misión es necesario que los hombres que las componen tengan la firme resolución de practicar el bien, no omitiendo sacrificio alguno, sin aspirar a otra recompensa que escuchar la elocuente voz de la conciencia honrada que les asegura han cumplido sus deberes”.
En sesión de directorio, efectuada el 28 de agosto de 1923, bajo la presidencia del Sr. David Delgado, se aprobó el plano y presupuesto elaborado por el Sr. Carlos A. Williams, para la construcción de dos modernos pabellones en el hospital “Nuestra Señora de Belén” de esta ciudad, uno para el personal militar y para civiles el otro.
Las copiosas lluvias y la fatal inundación del lado norte de esta ciudad, como consecuencia de la presencia cíclica del fenómeno El Niño en nuestro litoral, echaron por tierra nuevamente el Cementerio "El Ángel" de Lambayeque. El agua subió hasta 1.50 m. de altura al interior de él, quedando totalmente inundado y arruinado. Su singular capilla, muros de circunvalación y casi todos los nichos vinieron por tierra al extremo que muchos cadáveres fueron arrastrados hacia el mar. Tal fue la catástrofe, que se tuvo que habilitar un cementerio provisional en un alto médano, cercano al lugar donde estuvo el antiguo y desaparecido hospital betlemita, casi a la altura del desaparecido puente de la “Carramuca”, al noroeste de la ciudad.
Cuenta el fraile dominico Ángel Menéndez Rúa que Gamaliel Portilla, vecino de esta ciudad,
[…] acompañado de
otros varios, sustrajeron la imagen del Señor Yacente de la inminente ruina que
amenazaba la destrucción de
Efectivamente, la talla de madera policroma de aproximadamente 1.80 m de longitud, no es otra que la que se encontraba ubicada, hasta hace algún buen tiempo atrás, en la mesa de altar exenta (de ladrillo revestida con yeso fuerte) a los pies del retablo barroco, de un solo cuerpo y forrado enteramente en finas hojas de pan de oro, de la Virgen de Dolores o la Madre Dolorosa que se emplaza en el primer cuerpo de la torre campanario del lado sur de la iglesia, nave de la Epístola. Hoy en día la efigie del Señor Yacente, se encuentra en la mesa de altar de
La obra de reconstrucción del nuevo panteón se debió a la tesonera labor
realizada por el presidente de
Constaba el cementerio de treinta y tres mil metros cuadrados, con un frontis de ciento cincuenta metros por un fondo de doscientos veinte metros. Contaba con un cerco perimétrico de cemento armado, con doble alma de hierro, formada cada armazón con varillas verticales de media pulgada y horizontales de un cuarto de pulgada, cada veinte y cada quince centímetros respectivamente. Tenía contrafuertes o estribos de sostén y refuerzo de siete en siete metros diseminados por todo el perímetro.
El costo total del cerco perimétrico, las verjas de la frontera, puertas y
veredas, así como la construcción de 110 nichos en cemento armado para adultos,
y 60 nichos para párvulos, fue de $ 27,392.98. De los cuales
La obra se inauguró el 7 de marzo de 1929, después de un año de trabajo, con el primer entierro que se hizo en los nuevos cuarteles de cemento armado. Correspondió esta inhumación al cadáver del que fue en vida Sr. Amadeo Vílchez, por cuyo motivo y a petición de la familia del extinto, se denominó “San Amadeo” al flamante cuartel.
A mediados del siglo XX,
Se empeñó también en la reconstrucción de la capilla del hospital, arruinada por los copiosos aguaceros del verano de 1925, para esto designó un comité de damas de la localidad, que cumplió a cabalidad la labor encomendada.
En el periodo 1969-75, los hospitales de Beneficencia se integran al Ministerio de salud y se crean las Regiones de salud en el Ministerio de Salud. La Beneficencia Pública de Lambayeque “cedió en uso el predio y la administración” del Hospital “Nuestra Señora de Belén” de Lambayeque al Ministerio de Salud (MINSA).
En 1980, la Sociedad de Beneficencia Pública de Lambayeque, deja de
administrar el Hospital, pasando a cargo del Ministerio de Salud, según D. S.
N.º 009-79-SA, de fecha 31 de diciembre de 1,979. El hospital fue declarado Patrimonio Cultural de la Nación en 1989 y actualmente lleva el nombre de Hospital Docente "Belén" Lambayeque. El resto es historia reciente.
Hospital
"Nuestra Señora de Belén" en Lambayeque (Santos Américo Flores, 2022)
Bibliografía consultada
IZQUIERDO CASTAÑEDA, Jorge. Semana Santa en Lambayeque. Municipalidad Provincial de Lambayeque. Gerencia de Desarrollo Económico – Área de Turismo. 2012.
MENÉNDEZ RÚA, Ángel.
TORRES REINA, Hugo Wilfredo. Apuntes Históricos para el estudio de Lambayeque. “El Perú, Biblioteca de Barro y Piedra” Presidente Fernando Belaúnde Terry.
Diario “El País” Chiclayo. 29 de julio de 1905. Colección particular.
Libros de Actas. Sociedad de Beneficencia Pública de Lambayeque.
Fotografía
Guillermo Luna Lorenzo (Memo Luna).
Colección: García Echevarría.
Colección: Vicente Sierra León.
Santos Américo Flores.
Internet.
No hay comentarios:
Publicar un comentario